Dani Martín es el hombre que tejió la banda sonora sentimental de varias generaciones de chavales, el que nos acompañó en los parques y los primeros cines y los terribles besos nuevos y los odios frente al espejo: de ahí que mute a símbolo. Tiene algo de hermano nuestro, peterpanesco, gamberro, dulzón también, atrapado mágicamente en el país hermoso aquel donde los niños intrépidos nunca crecían.
Muchos supimos lo que sentíamos -en los años curiosos, en los años vertiginosos e iniciáticos- porque él lo nombraba. Me desperté soñando que estaba a tu lado. Es imposible leerla sin tararearla. Te sigo esperando tanto, tú en mí nunca te has fijado, por eso te tengo que inventar. Lo ha vendido todo, lo ha ganado todo. Conoce el éxito y sus mieles, el éxito y sus trampas. Le cantó a los amores platónicos y a los mejores amigos y a las benditas madres y a la nostalgia insoportable, lo contó todo con infinita pureza, con ternura, con ramalazos de rabia, y aún hoy, si nos enamoramos hasta el delirio -hasta la tontería, hasta la levitación, hasta la risilla inexplicable- nos suena dentro una canción de El Canto del Loco, la banda capitaneada por nuestro entrevistado que se disolvió en 2009.
Había papeletas para convertirse en un majadero: tanto aplauso tapa el sonido del mundo. Cuántos no cedieron a la bobería con la mitad de gloria que él. Pero no sólo no sucedió eso, sino que Dani Martín sigue componiendo con emoción antigua y se va quitando frente a nosotros las capas de chulería para mostrarse pequeñito y frágil y mortal; y sube a Instagram fotos sin filtros y luciendo su rosácea y reivindica la importancia de la salud mental y esquiva al ego a cada rato -que para eso boxea y ha aprendido a evitar los golpes de la vanidad-.
Charlamos con él en los sillones del Rock Palace, largo, hondo y tendido: huele a perfume, bebe agua, habla cálidamente -desde un lugar parecido a la paz, que trabajito nos cuesta- y cuando se detiene a pensar, se lleva a los labios la mano en la que lleva tatuada una calavera. Trae disco bajo el brazo, un álbum de versiones de su exbanda llamado No, no vuelve, y arranca una gira que amenaza con ser histórica. Ha agotado cinco noches en el Wizink de Madrid. Sabe bien que nada nos gusta más en la vida que una canción vieja. Y en todas las que canta Dani, quién sabe por qué brujería, volvemos a ser tan jóvenes...
Pregunta.- ¿Cómo ha cambiado Dani Martín desde 1999, cuando fundaste El Canto del Loco?
Respuesta.- Creo que he sufrido una evolución natural. Todo eso forma parte del aprendizaje, de las vivencias y de todo lo que ha pasado. Echando la vista atrás, me veo con la misma ilusión, con las mismas ganas de seguir aprendiendo. Antes, fíjate, creo que yo era más seguro.
P.- ¿Y eso?
R.- Tal vez mi escudo o mi armazón, ese que me puse en algún momento de mi vida, me hacía tener más aplomo. Y luego el no tener con qué comparar: las ventas de discos, las listas, los premios, no sé qué… todo eso por lo menos te hace no estar pensando tanto en cómo será lo siguiente, si será menos que lo anterior. Pero creo que he sido un buen aprendedor. Y he trabajado mucho. Creo que eso ha hecho que tenga un huerto limpio y sano.
P.- ¿Te da miedo morir de éxito?
R.- El éxito es una droga muy peligrosa. Si de repente el éxito te quita la cara tiene que ser difícil. Por eso creo que es muy importante que parte de tu autoestima esté puesta en otras cosas y no sólo en tu profesión, porque eso es muy efímero. Si tu autoestima se basa en el aplauso de los sábados de gira, estás jodido. Hay que apoyarse en el partido de fútbol con tus amigos entre semana que te da la vida, en boxear, en la familia, en viajar, en ver películas… no sé, en otras cosas que te llenen y que te hagan sentir también parte de esta vida y no sólo el ser cantante.
P.- El boxeo es un deporte muy poético. ¿Qué saca de ti, cómo lo relacionas con la vida?
R.- Saca de mí lo mejor. Por eso me llevo a mi profesor de boxeo a la gira y media hora antes de salir hacemos comba, manoplas y físico. Luego media hora de calentamiento de voz y me hace salir de otra manera. Los martes y los jueves, aparte, hago boxeo en casa con él. Es una hora y media de liberación de endorfinas, de sentirme muy bien.
P.- ¿Te metes en el ring?
R.- Sí. Guanteo. Y guanteamos con códigos de respeto y de una forma muy sana. Me duele la porra un poco.
P.- Alguna hostia te llevas.
R.- Sí. Me gusta. Me ayuda a perder el miedo.
P.- Recuerdo una frase de Million Dollar Baby: "La primera regla decía: protégete en todo momento". ¿Cómo te proteges tú, en el boxeo y en la vida?
R.- Pues hasta hace un año me he protegido huyendo de mí y poniéndome una coraza para esconder mi sensibilidad, mi vulnerabilidad. Desde entonces estoy aprendiendo que todo eso soy yo. He decidido no protegerme. He preferido poner límites a ciertas cosas y mostrarme todo lo que puedo tal como soy. Es menos agotador y se vive más feliz.
P.- Es verdad que desde que terminaste con la banda y empezaste en tus discos en solitario, ya empezamos a ver ese trabajo de alguna manera, ¿no? Ese trabajo de autoconocimiento, de reconocimiento de la vulnerabilidad.
R.- Sí, total. Desde entonces, pero este último año y medio me ha hecho darme cuenta de muchas cosas. Y me encuentro emocionalmente en el mejor momento de mi vida. Estoy queriéndome como soy, estoy aprendiendo a gestionar mis emociones. Estoy tratando de no dar lugar a todo aquello que no depende de mí y que me frustraba y eso hacía que yo me enfadara con mi entorno y demás. Es un trabajo que hay que hacer con un profesional o una profesional.
P.- Tú has hablado públicamente sobre la importancia de cuidar la salud mental y has contado en redes que acudes al psiquiatra. ¿Por qué en tantos ámbitos sigue pareciendo un tema tabú, un tema incómodo, por qué ese afán de mostrarnos perfectos, eufóricos, bellísimos…?
R.- Porque enseñar los encantos siempre es más fácil y te genera un atractivo mayor que enseñar tu caca. Y luego cuando te enamoras de alguien o cuando alguien se convierte en tu amigo de verdad, eres capaz de sentarte con él y decirle las cosas a la cara y comunicarte y decirle “te estás equivocando en esto” sin miedo a que esa relación se vaya a perder. Existe una relación de verdad cuando os mostráis mutuamente las mierdas. Eso es conocerse de verdad. No sé, tía. A mí me hubiera encantado tener abdominales y estar buenísimo.
"He tenido mis complejos y los sigo teniendo. No soy de quitarme la camiseta en la playa"
P.- Dani, hijo, tendrás tú queja de no haberte sentido deseado.
R.- No, no tengo queja (risas). Sí me he sentido deseado, pero… lo que digo es que prefiero otras cosas. Tengo otros encantos más allá de lo físico, porque he tenido mis complejos y los sigo teniendo. No soy de quitarme la camiseta en la playa ni cosas así, por sentirme observado… y más en este mundo, donde hay como un modelo a seguir y todo eso. Y sí que le he puesto más atención a otro tipo de cosas que me llenan más. Todo esto de las redes sociales… hay como un movimiento ahí que se me asemeja más al porno que a la vida real. Todo el mundo quiere tener el culo arriba, las tetas perfectas… y vivimos en eso, ¿no? Nadie habla de si mi hijo es cariñoso, o un tipo muy comunicativo, o mi chica… bua, me vuelvo loco porque está ahí y me agarra de la mano y me ayuda a salir adelante. No. Buscamos la teta, el culo, el brazo.
P.- El trofeo.
R.- Sí. Somos un poco pesados. Queremos mostrar una vida aparentemente perfecta y luego la peña está cenando en un restaurante y se hacen una foto sonriendo y luego está cada uno con su teléfono.
P.- Cuántas parejas no se dirigen la palabra durante horas pero si ves su Instagram te parece que han estado teniendo una cena maravillosa, llena de conversación y de estímulos. Todo ficción.
R.- Sí, tía. Yo no tengo redes sociales en mi teléfono. Además a la hora de ser creativo y componer… te puedes ver condicionado por lo que la gente te pueda decir y acabar haciendo el disco que la gente te está pidiendo. Todo lo que saco en mis redes lo escribo yo, pero trato de que sea una herramienta útil y de trabajo y no algo que domine mi vida. Me da pereza. Tampoco tengo WhatsApp, porque no me gusta la pregunta esta de “¿estás en línea?” y te mandan un mensaje…
P.- El imperativo de tener que contestar enseguida, de estar permanentemente disponible.
R.- Sí, y tal vez yo sea un afortunado por poder hacerlo, ¿no? Pero no me mola.
P.- Hablábamos de la terapia. ¿Haces psicoterapia o has tomado medicación en algún momento?
R.- Yo hago una terapia en la que estoy trazando una línea de vida desde que soy pequeño… hasta donde lleguemos (sonríe).
"He desanudado cosas y estoy disfrutando de los padres que tengo, que no tengo otros"
P.- Hasta los ciento veinte.
R.- Sí (ríe). Estamos desanudando un montón de cosas. Y de repente, este verano, que he pasado mucho rato con mis padres, me he dado cuenta de que al haber desanudado ciertas cosas (que las tienes ahí con rencor, que te hubiera gustado que tu padre o tu madre hubieran sido de otra manera…) me siento mucho mejor. Al haber hablado las cosas, al haberlas colocado y darles el lugar que merecen, he pasado un verano sin discutir con ellos, estando a gusto, siendo menos irascible. Disfrutando de los padres que tengo, que no tengo otros. Tengo los que tengo.
P.- Manolo y Carmen.
R.- Sí. Y ellos tienen el hijo que tienen. Son mis padres y son así, no son de la manera que a mí me hubiera gustado que fueran.
P.- Estamos todos tremendamente influidos por nuestros padres, ¿no?
R.- Para mí sí. Ellos fueron muy fans de que mi vocación fuera la que era, me han apoyado siempre, han estado ahí y creo que son dos tipos estupendos.
P.- ¿Qué ha sido lo que más te ha sorprendido descubrir de ti mismo en esa línea de vida, cosas que a lo mejor estaban enterradas en el consciente o en el subconsciente?
R.- Que a pesar de todo tengo la capacidad de sentarme a pedir ayuda siempre que lo he necesitado y eso me encanta. Eso tiene que ver con el miedo a sufrir, con el miedo a pasarlo mal y saber que había gente alrededor que me podía amparar.
P.- ¿Cómo distingue uno a sus mejores amigos?
R.- Eso es el paso del tiempo. Yo escucho el nombre de “María Amaro” y me da ganas de llorar, porque la quiero, porque es mi hermana, porque la amo y me emociona todo lo bonito que le pueda pasar. Eso te pasa con alguna gente y con otra no te pasa y es que no te va a pasar nunca. Eso lo dice el tiempo y lo dice tu comportamiento hacia ella, el suyo hacia ti, su hijo, su marido, cómo ha gestionado su vida. Yo la admiro. Tengo la suerte de tener unos amigos muy bonitos y muy diferentes, de mundos diferentes, de familias diferentes, pero que a día de hoy les siento muy cerca. Mi amigo Nacho, que lleva conmigo 21 años de amistad. Nuestra amistad ha pasado por un montón de lugares diferentes hasta llegar al día de hoy, que creo que es el mejor momento de los dos como amigos. Eduardo, mi abogado. Hay un montón de personas en mi vida que son muy importantes.
P.- A veces hablamos de nuestros mejores amigos pero no nos preguntamos qué tipo de amigo somos nosotros. ¿Somos de esos con los que se puede contar para hacer una mudanza, uno de los que te cogen el teléfono a las tres de la mañana, uno que entierra un cadáver por ti…? ¿Qué tipo de amigo eres tú?
R.- Pues creo que desde hace un año y medio soy mejor amigo de lo que era antes. Me he dado cuenta de que no todo rondaba alrededor de mi persona, sino que también hay que dedicar tiempo a los demás, hay que dedicar tiempo a la amistad. La amistad no sólo puede ir alrededor de tu trabajo, de tu profesión, de tus conciertos, de tus planes. La amistad real es estar al lado de la gente que quieres no sólo en tus momentos, sino también en los suyos. Darte permisos. No traerlos siempre a tu terreno a hacer el plan que a ti te gusta.
P.- ¿Esos son vicios del oficio?
R.- Son vicios del oficio, son comportamientos adquiridos que a veces hacen que nos sintamos más cómodos. También son miedos que no nos permiten ir a dormir a la casa de otro, o a un plan donde no sabes si vas a estar o no a gusto. El handicap de ser una persona conocida te hace que te dé más miedo permitirte ir a determinados sitios y no saber si vas a poder escapar de ese sitio. Yo por ejemplo tengo mi rincón que es Zahara de los Atunes, que es como casa, pero si me voy a Ibiza… es como si me faltara un asidero. Pero creo que hay que salir de los lugares de confort y que te pique el ojete un poco en un sitio y que no estés a gusto.
P.- La nueva gira se llama Qué caro es el tiempo. Haciendo retrospectiva, pensaba en una de tus canciones más míticas. Ya nada volverá a ser como antes: ¿"menos mal" o "qué lástima"?
R.- Yo siempre digo “ya nada volverá a ser como antes, pero puede ser mucho mejor”. No me ha comido a Buda, pero creo que podemos aprender mucho de cada cosa que vivimos.
P.- ¿Has sentido envidias sobre ti?
R.- Sinceramente, no me he sentido envidiado. Creo que también me muevo en un círculo muy cerrado donde no hay pie a eso.
"No creo que mis antiguos compañeros de banda puedan estar mosqueados por mi disco de versiones"
P.- Pensaba más bien en la época de la banda. Un frontman siempre molesta a los segundones, a los que tocan al lado o detrás, a los que tienen menos carisma.
R.- Sí, quizá al que quiso tener una banda y no pudo y fue crítico… pues sí, a ese le habrá tocado la polla que a un niñato de ojos azules le vaya bien o que vayan muchas chicas jóvenes a verle tocar o yo qué sé. Pero no le doy el lugar a esa gente que no conozco o a un tipo que se llame Astronauta55 y en Twitter ponga que desea mi muerte y que mi garganta se pudra. Sinceramente: me la suda. Si lo dice Iñaki Gabilondo o Serrat o Sabina o Jabois o tú pues me podría sentir herido y me dolería, pero a día de hoy sinceramente no me afecta lo que alguien desconocido opine sobre mí.
P.- ¿Qué te han dicho el resto de integrantes de la banda sobre esta gira?
R.- No me han dicho nada, no tenemos relación.
P.- ¿Estarán mosqueados?
R.- ¿Enfadados? ¿Tú crees? No sé, tía. Yo con Chema sí hablo, con el bajista. Bueno, no creo que puedan estar mosqueados porque David el año pasado hizo un homenaje también a las canciones de El Canto y lo hizo a su manera y me parece muy respetuoso. Para mí esto es un homenaje y dentro del disco hay una dedicatoria para ellos.
P.- Sí, lo he leído y me ha parecido generoso por tu parte.
R.- No sé si generoso, pero es lo que me ha salido. Creo que mi primo es un gran músico, un gran compositor. Me alegro de lo bonito que le pase. Somos dos personas muy diferentes, ¿sabes?
P.- ¿En qué?
R.- En cuanto a gustos, a maneras de vida, a muchas cosas. No lo digo de manera negativa, es que es así. Ya está. Cada uno sigue su camino y punto. Pero en cuanto me lleguen los discos, que he comprado un montón, porque Sony nos da muy poquitos discos, me gustaría mandarle uno, porque esto yo no lo he hecho ni para quedar por encima de nadie ni para demostrar nada a nadie.
P.- Cómo jugaste con nosotros, ¿eh? Con la idea de “que vuelve, que no vuelve”… Toda mi generación loca perdida, trending topic, la nostalgia desatada.
R.- No nos esperábamos esa respuesta y te lo digo de verdad. Es una pregunta recurrente que llevo recibiendo durante once años cada vez que me subo a un taxi o que voy a la carnicería. Pues nada, la respuesta es ésta. Y no me molesta cuando me dicen “jo, tío, pues a mí me molaba más El Canto”. Y digo: “Guay, si El Canto me lo inventé yo”.
P.- El Canto eres tú, no has dejado de serlo. Como Dalí era el surrealismo.
R.- (Ríe). Sí, soy yo, claro que sí, y El Canto también es mi primo. Es mi vida.
P.- En tu última canción dices “me arruiné con tanta pose”. Quería preguntarte en qué momento de la infancia o de la adolescencia elegiste “hacerte el chulo” para sobrevivir. Para que no te dieran collejas. ¿Esto cuándo lo entiende un niño?
R.- El niño ve el mundo y dice: aquí me tengo que proteger. Pues mira, yo me puse un piercing con 17 años en Londres en la boca, y después otro en la ceja, y otro, y me empecé a tatuar, y es una manera de parapetarte ante la sociedad. Ante esa fuerza física que tú a lo mejor no tienes en ese momento. Necesitas cierta seguridad para enfrentarte a la vida. Yo venía de hacer un programa de tele de música con 14 años, luego otro con 17, y en el instituto era como el raro. ¿Un tío al que le gusta la música, el teatro…?
"Me considero bastante primario en bastantes cosas, y en otras, emocionalmente muy inteligente"
P.- ¿En ese momento estaba mal visto, dirías?
R.- No sé si mal visto, pero ser sensible era como algo raro.
P.- Algo poco macho.
R.- Sí, era poco macho, y yo fíjate que sin quererlo tengo algo ahí muy primate en mi forma de andar o de hablar o de ser. Me considero bastante primario en bastantes cosas, y en otras, emocionalmente muy inteligente. Luego lo que me ayudó fue tripitir primero de BUP y ya me convertí en el mayor de la clase (sonríe un poco gamberro).
P.- Qué verbazo.
R.- Tripitir, tripitir. Sí, increíble. Ya es que mi madre decía: “Es que el niño no es que haya estudiado y haya suspendido, es que ni se ha puesto a copiar el cabrón”. No me interesaba nada. Nada de lo que sucedía en el aula se correspondía con las cosas que yo tenía en mi cabeza.
P.- ¿Tú crees eso que dicen algunas camisetas, eso de “school kills artists”?
R.- Ahora mismo hay un montón de escuelas y lugares donde desde pequeños se intenta fomentar la vocación pero hay que tener pasta para poder ir a un cole de esos. Pero joder, yo me crié en un colegio en Fuente El Saz en el año 83, que te tiraban de la patilla y me daban unos hostiones que flipabas. Era un colegio de pueblo y allí había que sobrevivir. Yo decía que me gustaba tocar la guitarra y era raro.
"Sigue habiendo mucho cacique y mucho cazurro en este país: herencias de la dictadura"
P.- ¿Crees que ahora hay más modelos de masculinidad, ahora los niños tienen más opciones y entienden que no hay una sola manera de ser hombre?
R.- Hay un poco más de mente abierta. Hay generaciones donde hay más tolerancia. Sigue habiendo mucho cacique y mucho cazurro y lo seguirá habiendo siempre en este país, pero creo que estamos consiguiendo que la gente pueda ser lo que es realmente y lo veamos como algo normal, no como esto de: “Yo entiendo que alguien pueda ser transexual…”. No. ¿Cómo que “tú entiendes”? Es que alguien es transexual porque lo siente y ya está, tú no tienes que entender nada. Venimos de una dictadura y eso deja una herencia, venimos de un montón de heridas sin cerrar, venimos de una lucha continua que a día de hoy sigue muy presente en la política, en algunas comunidades… creo que hay como una falta de unidad y de cariño en muchas cosas.
P.- ¿Hay un poso en el presente de ese autoritarismo y de ese machismo que todavía tenemos dentro? Al final fueron cuarenta años.
R.- Sí la hay, sí. Fueron 800 años de opresión hacia la mujer, por ejemplo. Bueno, yo he tenido la suerte de criarme en una casa donde todos hemos colaborado. Mi madre no era la única que hacía la comida ni que recogía la mesa. Los fines de semana mi hermana y yo hacíamos los baños. En mi familia la mujer y el hombre eran dos personas que trabajaban y hacían todo lo que podían por el bien de sus hijos y he recibido una educación feminista donde la igualdad de los dos sexos era absoluta. Nunca he visto a mi padre pedir que le trajeran algo al salón. Mi madre no ha estado en la cocina en la vida y gracias a dios, porque cocina fatal (ríe). Además llegaba de trabajar y decía “el que quiera cenar, que se haga su cena” (chasquea los dedos). Así que hasta los 11 años me alimenté de magdalenas con Cola-cao, luego aprendí a hacerme sándwiches y luego aprendí a hacerme sopa de sobre (ríe). Y bizcochos.
P.- En la letra de esta última canción también hablas del dolor de tripas. ¿Cuándo te duele la tripa a ti y de qué es síntoma eso?
R.- A mí me duele la tripa cuando me pasa algo emocional.
P.- Somatizas.
R.- Sí. En la tripa y en la piel. El dolor de tripas es ese dolor de que te están jodiendo la vida y de que te han arrancado algo que viene de tu ilusión. Eso se refiere al ruido externo que se produjo en El Canto. El ego, la envidia. La gente me dice: “¿Hablas de tu primo ahí?”. No, no hablo de él, sino de muchas cosas que había alrededor que empezaron a generar mucho ruido. Las malas gestiones de la gente que gestionaba nuestras giras…
P.- El manager aquel todo trapero.
R.- Sí, muchas cosas que hicieron que se nos quitaran las ganas. A mí nunca se me quitó la ilusión, gracias a Dios, pero las ganas sí, y eso me generó dolor de tripas. Aprendí un montón de lo que no quería volver a repetir en mi vida.
P.- ¿Te forzaron a seguir? Lo típico: ven la gallina de los huevos de oro y te dicen “no, tienes que funcionar, que somos una máquina de pasta”.
R.- Mucha gente nos decía que si estábamos locos. Estábamos ganando mucho dinero. Y tanto para David como para Chema y para mí pudo la inquietud de lo que queríamos hacer cada uno a la pasta que estábamos ganando en aquel momento juntos. Tal vez al principio la decisión fue pensada para un tiempo, pero esto es como cuando te das un tiempo con una pareja y de repente aparece Juanito o Pepita y te genera más amor…
P.- Lo del tiempo siempre ha sido una forma de dejarlo suavemente, ¿no?
R.- Sí, bueno, o no, ha habido parejas a las que el tiempo les ha hecho darse cuenta de que no podían vivir el uno sin el otro. En este caso no fue así. Hicimos una casa en la playa, ve a ella cuando quieras, yo también regresaré: eso para mí fueron las canciones. Pero no me apetece pedirte opinión ni que tú me la pidas. No me apetece hacer reuniones y tener que decidir si vamos a tocar en Jaén o no. Me apetece montar mi oficina, me apetece que mi ideología y mi discurso sea el que quiero que sea. Doce años después me alegro mucho de esa decisión que tomé.
P.- Dentro de lo que cabe no teníais muchas tonterías, ¿no? En cuanto a lucir ropa o a sacar músculo económico. Ahora se estila más que muchos artistas jueguen al alarde de cochazos y relojes y mansiones y no sé qué. El turbocapitalismo. Vosotros ibais a recoger un Premio Ondas en zapas y pantalón corto.
R.- ¡Sí! Y Gemma Nierga nos regañó por hacerlo así. “Vaya pintas, tal”. Salía de manera natural. Nos subíamos a la furgo vestidos de una manera y se nos caía un chorretón de un perrito caliente y salíamos así a tocar. No reparábamos en eso. A ver, vivir bien no te tiene que generar ninguna culpa. Otra cosa es enseñar cómo te estás comiendo el caviar o te estás bebiendo una botella de Vega Sicilia o qué coche tienes.
"Soy manirroto comiendo y bebiendo vino, pero no comprándome relojes, ni pantalones de Armani ni de Versace"
P.- ¿Eso es obsceno?
R.- No sé si es obsceno, pero no es necesario. No es necesario contar la casa en la que te estás quedando de vacaciones. Para mí. El que lo haga, me parece de puta madre, pero yo creo que hay ciertas cosas que son de uno y para uno y que forman parte de tu privacidad. Yo no he hecho una foto de mi casa en mi puta vida. No he hecho una foto de mi coche en mi vida. No he enseñado si tengo o no tengo. Me parece pornográfico. No me gusta. Pero respeto al que le guste y me parece genial. Igual que no me gusta hablar ni contestar a la pregunta en un photocall de “¿cómo está tu corazón?”. Si me lo preguntas de otra manera, venga. Importa el lugar desde donde se pregunta. No quiero el sitio amarillo. Siempre he querido que las canciones sean las protagonistas de mi vida. Como dice mi padre: "No somos tan importantes".
P.- ¿Te molestan los artículos estilo: "Todas las novias de Dani Martín"?
R.- Es que no los leo. Me los cuentan algunos amigos y amigas cotillas que tengo. Soy consciente de que cuando digo que Peter Pan es una canción que le dediqué a Patricia [Conde], al día siguiente va a haber veinte clickbaits, pero me la suda a día de hoy. Creo que se suele hablar de mí desde el respeto. Mi padre me dice: “Tú lo que eres es un llenapáginas. No eres tan importante para que te saquen en la portada”.
P.- Tu padre te baja, ¿eh?
R.- Sí. A tierra. Y tiene razón.
P.- ¿Para qué sirve el dinero, Dani?
R.- El dinero sirve para disfrutar, para poderle dar a tu familia y a ti, en caso de espera en la Seguridad Social, una salud mejor. Y poder pagarte un médico extraordinario y que te puedan salvar la vida. El dinero sirve para compartirlo, porque si no es aburrido. Si tienes una casa bonita y no puedes hacer barbacoas todos los fines de semana con tus amigos, no sirve de nada: ni la barbacoa ni la casa bonita. El dinero sirve para gastarlo y para tener también cierta tranquilidad en algunos momentos de la vida.
P.- ¿Eres manirroto?
R.- Yo no soy manirroto, pero tampoco soy agarrao’. Soy generoso. Soy manirroto cenando, comiendo y bebiendo vino. Pero no soy manirroto comprándome relojes, ni pantalones de Armani ni de Versace, ni joyas ni nada de eso. Creo que he sabido ordenarme en ese sentido y rodearme de gente que en estos doce últimos años me ha ayudado a asentarme y a celebrar y cuidar la fortuna de que mi trabajo generase unos ingresos como los que ha generado.
P.- ¿Qué relación tienes con dios? ¿Le has hablado alguna vez, está sordo, existe, no existe…?
R.- Para mí sí existe. Yo creo en dios pero no creo en la Iglesia. Yo hablo con dios, hablo con mi hermana. El otro día estuve en Zaragoza y me encanta visitar el Pilar, fíjate qué incongruencia, ¿no? Pero tengo una energía con ese lugar. Yo soy creyente de mi dios, del dios que está en las personas, en los actos, en uno, en tener fe, en conectarte con algo que te da seguridad. Mi dios es mi hermana: ella es el dios al que le hablo y al que le pregunto un montón de cosas. Que al final es como una justificación para contestarte tú a ti mismo desde otro lugar y desde otro punto de vista, porque a lo mejor si te lo preguntas directamente no eres capaz de contestarte de manera real. En lo otro no creo. Lo otro es un negocio y una historia muy arcaica y muy antigua que respeto y tal, y que me parece muy bien, pero creo que la inteligencia de la juventud va colocando las cosas en el lugar adecuado.
P.- ¿Qué sabes tú de la seducción?
R.- ¿Yo?
P.- Sí, que cómo seduces. ¿O quizá el fenómeno fan ha hecho que te relajes y que no tengas que seducir, sólo ser seducido?
R.- Yo llevo un año y medio en la psiquiatra haciendo terapia para dejar de seducir. Trabajo la no-seducción. No he podido evitar seducir durante toda mi vida.
P.- Eso es interesante.
R.- No he podido evitar querer caer bien, querer agradar, ser simpático… y es agotador, joder. Ahora he decidido que voy a decir lo que siento. El otro día escuché a Alaska decir una frase que me encantó. Le preguntaban: “¿No os dio pudor enseñar tanto de vuestra vida en aquel reality que hicisteis?”. Y Olvido dijo: “No sentimos pudor en ningún momento de enseñar nuestra vida porque nos encanta nuestra vida”.
P.- Qué tía.
R.- Me encantó. Olvido es una tipa increíble y la admiro un montón. Tiene razón. Ser quien realmente eres es genial porque al que le gustes, le vas a gustar de verdad. Ser una patata frita es muy difícil: no podemos ni debemos gustarle a todo el mundo. Eso es mentira. Si a alguien no le gusta mi música, pues que no le guste. Ya he intentado gustar a todo el mundo durante mucho tiempo. Y al final le gusto a un montón de gente, hemos vendido en Madrid 17.000 entradas por cinco Wizinks. La gente por la calle es muy amable conmigo. Son días bonitos.
"Mi psiquiatra dice que tengo que encontrar una mujer que se tire unos pedos horrorosos y que me guste. Que eso es la vida real"
P.- ¿Qué sabes ahora del amor (del de pareja) que no sabías con 20 años?
R.- Que hay que atreverse. Que hay que ser generoso. Que hay que ser paciente. Y que el amor de pareja no es la enajenación mental transitoria, eso es el enamoramiento.
P.- Pero cómo nos gusta esa enajenación, ¿eh?
R.- Es la polla.
P.- Siempre se hace corta.
R.- Es una droga. Pero el amor de verdad es el de “joé, cómo me siento de querido, cómo me escucha esta persona”. Mi psiquiatra dice que tengo que encontrar una mujer que se tire unos pedos horrorosos y que me guste. Que eso es la vida real. Que la gente caga, mea, vomita, a veces no tira de la cadena...
P.- Deja pelos en la ducha.
R.- Sí.
P.- ¿Y eso que te dice la psiquiatra no te ha pasado todavía?
R.- No ha pasado todavía, no. Pero creo que por el trabajo que estoy haciendo, pasará.
P.- Supongo que tiendes a idealizar.
R.- Sí, totalmente, siempre he tendido a idealizar todo en mi vida, y a hacer un guion… eso es frustrante, porque no suceden las cosas como tú quieres que sucedan.
P.- Tienes miedo al compromiso.
R.- Sí, tengo miedo al compromiso pero estoy trabajando en ello.
P.- Tampoco sé si hay que comprometerse porque sí, ¿qué piensas de eso? No hay una sola forma de tener relaciones ni de amar. No habrá que pasar por el altar por narices, ¿no?
R.- No, desde luego. Y cada uno puede tener el acuerdo que quiera en su relación. A lo mejor hay una pareja a la que le apetece incluir gente en el sexo.
P.- ¿Tú podrías?
R.- (Resopla). Yo, a lo mejor, fantaseando, puede que alguna vez haya pensado en eso. Pero no me sentiría a gusto, no. Soy un poco más clásico, o menos atrevido. Me daría miedo, un poco.
"Me gusta el sexo cuando tengo confianza con la persona. Lo otro también lo he vivido, pero es como un botellón"
P.- ¿Por qué?
R.- Por la incomodidad. Porque sí que creo también que mola follar y hacer el amor cuando tienes confianza, y para tener confianza tienen que pasar una serie de cosas. Cuando haces el amor con confianza, a mí, personalmente, me gusta mucho más, que cuando no conoces a la otra persona. La piel, el abrazo, no sé, es más bonito. Lo otro también lo he vivido, pero era como un botellón. Prefiero tomarme una copa de vino que esté rico.
P.- Son sueños es una gran canción sobre los amores platónicos. ¿Cuáles han sido los tuyos, has tenido alguno?
R.- Hostia, claro. Desde pequeño… bueno, Miriam Díaz Aroca, cuando hacía Cajón Desastre, que iba en patines. Y luego Penélope Cruz.
P.- Qué listo, amigo.
R.- En Jamón, jamón. Estoy intentando recordar mi carpeta del instituto. Cindy Crawford me encantaba. Y una modelo que se llamaba Almudena Fernández.
P.- Has contado que quieres tener una hija y llevarla al Wanda.
R.- Me fliparía.
P.- ¿Cómo van esos planes, estás haciendo por ello?
R.- Me encantaría que eso sucediera, pero de forma natural (ríe).
P.- Igual te han llegado unos mensajes de candidatas.
R.- Es que no miro los mensajes privados, ya te dije… (ríe). A ver si va a ser eso. Igual un día me meto y está Almudena Fernández escribiéndome. O Miriam Díaz Aroca. ¿Te imaginas?