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Unos días antes del verano, a Juan Manuel Parra le explotó la cabeza por dentro. Da igual que mida 1,87 metros, que esté fuerte y que nunca antes en sus 49 años de vida hubiera atravesado una crisis de salud mental. Después de cinco olas de covid, una primera de locura "que he olvidado en una especie de amnesia selectiva", mucha imprevisión, falta de medios, unas jornadas de trabajo elefantiásicas, un clima laboral en tensión y muy pocas luces al final del túnel, el doctor Parra lleva seis meses con una depresión originada por burnout: el síndrome del profesional quemado que va camino de convertirse en la próxima epidemia, esta vez dentro del sistema sanitario español.
Tras medio año de baja, entre los algodones de psiquiatras y psicólogos del Programa de Atención Integral al Médico Enfermo, Juan Manuel esprinta para volver a su servicio de Urgencias del Hospital de Alcorcón (Madrid), donde se formó como urgenciólogo y donde lleva quince años trabajando con una vocación como el templo del Ministerio de Sanidad. En estos tres lustros Parra ha tenido que enfrentarse a emergencias inimaginables.
Atendió de ébola a Teresa Romero con un EPI con las mangas demasiado cortas
En 2014 tuvo que atender a la auxiliar de enfermería Teresa Romero, que se contagió del ébola tras atender al religioso Miguel Pajares, que se infectó a su vez en Liberia y acabó falleciendo tras su traslado a Madrid. Con un EPI con las mangas demasiado cortas y sin un protocolo de actuación, Parra tuvo que llegar hasta las puertas del infierno para salvar a su colega. Ante el riesgo de haber contraído el virus, estuvo dos semanas aislado en el Hospital Carlos III. Ya entonces le pusimos cara al Dr. Parra en los medios de comunicación.
Desde marzo de 2020, su papel en esta pandemia ha estado en las puertas de Urgencias del Hospital de Alcorcón. Después de un año y medio en la primera línea de esta guerra sanitaria, se ha roto. "Te piden un poco más, un poco más, y ya no puedes dar más. Cuando ya has dado el cien por cien, el poquito más es vivir para siempre en el hospital". Antes del verano de 2021 cayó exhausto. Una depresión por imposibilidad. Cada día, durante demasiado tiempo, un océano de tareas pendientes se extendía por los pasillos de su hospital. De pronto, este seal de la Medicina se quedó en pause. Como muchos otros profesionales sanitarios que están agotados, mirando a un punto fijo, en bucle mental, incluso con fobia a la bata blanca, como soldados reventados después de una guerra en la que el jefe político de tu bando ni siquiera se sabe tu nombre…
Pregunta.- Me parece muy valiente por su parte aceptar que tiene una depresión siendo médico, que no podía más, que tenía que darse de baja y, además, contarlo.
Respuesta.- Estoy saliendo de un cuadro de depresión y ansiedad causado por la presión laboral. Después de cinco olas de covid en un servicio de Urgencias, no me veía capaz de afrontar el día a día.
P.- ¿Cómo supo que no podía más?
R.- Cuando vi que no quedaba margen para una sonrisa en mi trabajo diario. El ambiente laboral y la presión asistencial añadida eran un caldo de cultivo demasiado peligroso para que ejerciera con seguridad mi labor de médico de Urgencias.
P.- Un médico que se ha formado en Urgencias y que está preparado para los peores imprevistos ha acabado viendo esta pandemia como si todo lo que ha sucedido fuera una película de Hollywood.
R.- Nunca jamás pensé que viviría lo que nos ha tocado, y eso que he atravesado momentos muy duros en las Urgencias. La primera ola fue terrible. Trabajábamos durante muchos meses con centenares de pacientes en situación crítica y mirando la realidad como algo inabarcable. Eso desgasta más de lo que parece. La primera ola nos devastó a todos los profesionales y reventó el sistema sanitario. Desde entonces no se ha cuidado al personal sanitario, no se ha facilitado su descanso, no se le ha ofrecido la ayuda necesaria, y así estamos.
"Supe que no podía más cuando vi que no quedaba margen para una sonrisa en mi trabajo diario"
P.- Lo suyo es un naufragio después de varias olas sin descanso.
R.- No había manera de salir de un bucle. Se relajaba la pandemia, y aparecía el tsunami de cánceres no diagnosticados e infartos evolucionados… Y después, otro pico, y otro pico… Ha habido muy mala planificación. Hemos vivido esta pandemia como si hubiera estallado una bomba nuclear. Recuerdo una conversación con uno de mis residentes durante la primera ola. Por desahogarle un poco de la tensión, le dije: "¿Ves cómo tenemos las Urgencias ahora mismo? Si has visto Lo que el viento se llevó lo entenderás mejor: el sur ha perdido la guerra". Realmente, de aquellos meses recuerdo flashes dantescos. Del resto de olas guardo el sabor desesperante a El día de la marmota. Más, más, otra vez, otra vez. Esa rueda cruel y ese complejo de Sísifo parecían una maldición perpetua.
P.- Lo mismo habrán pasado muchos profesionales sanitarios de todo el país.
R.- Hay muchísimos profesionales sanitarios muy tocados.
P.- Unos cuantos han colgado la bata.
R.- Hay personas que han abandonado la Medicina. El sistema sanitario se ha olvidado completamente de cuidar a sus profesionales. La sensación que hemos tenido desde el principio es que había que darlo todo, sin mirar hacia uno mismo, huyendo hacia adelante intentando salvar vidas, confiando en que esto pararía en algún momento. Pero no… Ha sido como ser médico en mitad de un tornado y, al final, me he ahogado.
P.- Se han ido poniendo parches confiando en que la vocación médica lo podía todo.
R.- Entre otras cosas, esta pandemia ha destrozado la Atención Primaria. Todo ha sido sobrevivir y "ya lo iremos viendo". Mientras tanto, nadie ha tenido en mente la importancia de cuidar a los profesionales. Es más: los aplausos del principio de la pandemia se han ido convirtiendo después en puñaladas por parte de la propia sociedad.
P.- ¿Por qué los políticos han obviado la salud de los sanitarios? ¿Ha llegado el momento de que entiendan que la mejor manera de conquistar al pueblo es ser justos y agradecidos y volcarse con quienes nos han sostenido durante esta pandemia?
R.- Los políticos nos ven como peones puntuales y gran parte de la sociedad, también. Los héroes de la primera ola somos hoy carne de cañón. La gente te insulta, te dice a la cara que cree que somos unos vagos, que no queremos trabajar… La sociedad es muy cainita. Yo entiendo la frustración de muchas personas, porque el sistema sanitario se va a pique mientras la orquesta sigue tocando… Avisamos del desastre, pero ningún gobernante quiere darse cuenta de que el barco se hunde y siguen mirando hacia adelante. Entre otras cosas, no son conscientes de los graves problemas de salud mental que ha traído la pandemia, entre los profesionales, y entre los ciudadanos. El consumo de lexatines está disparado. Y encima se pasan el día metiendo miedo sin ofrecernos ningún puñetero mensaje positivo. El clima de pánico no trae nada sano.
P.- En estos meses de depresión, ¿se ha planteado dejar la medicina?
R.- Nunca.
P.- Después del ébola, el covid y el burnout, ¿no ha pensado nunca colgar la bata?
P.- Solo colgaré la bata si llegan los extraterrestres… [risas]. Vuelvo a reírme, y eso es un síntoma de que vuelvo a ser yo.
P.- ¿Qué ha reflexionado en estos días de baja?
R.- He hecho balance de qué ha sido mi culpa y qué ha sido consecuencia del ambiente que me ha tocado respirar. Cómo ha afectado a esta crisis mi forma de ser. He analizado mucho el camino hasta este apagón personal, que nunca me imaginé que me llegaría. Yo pensaba que ser médico era seguir, seguir, seguir, y hacer turnos extras para evitar que los pacientes pagaran el pato. Hasta que me he dado cuenta de que nadie se preocupaba por la salud mental de los sanitarios y yo tendría que haber prevenido esta situación sin miedo a echar el freno. Un médico siempre se ofrece, siempre ayuda, siempre está dispuesto, pero hay que ser muy honesto con uno mismo para parar cuando hay que parar, también por el bien de los pacientes. Ahora me preparo para las próximas crisis que vengan con más mecanismos de defensa colocando bien todas las piezas en su sitio.
P.- ¿Como cuáles?
R.- Hablar, organizarse mejor, no tener miedo a decir que no se puede más… Además, he redescubierto la importancia de cuidarme fuera del hospital haciendo deporte, volviendo a tocar el piano y reconectando con mi pasión por el dibujo.
P.- Volverá a las Urgencias, y comprobará que el sistema sanitario no ha variado mucho sus rutinas en estos seis meses.
R.- Sé que en Urgencias ha aumentado la presión asistencial en más de un 50% respecto a las primeras semanas de 2021. No funciona la Atención Primaria, se dan citas para dos semanas, y todos esos déficits acaban saturando las Urgencias. Además, faltan médicos, porque el sistema ha echado fuera de España a los que ha formado. Hay urgenciólogos que llevan siendo interinos desde hace veinte años… La dejadez institucional es alarmante. Los políticos confían en que la sanidad va funcionando, porque los sanitarios no vamos a dejar de atender a los pacientes, pero agarrarse solo a eso es insostenible. Este sistema sanitario tritura a sus profesionales. Ahora mismo estamos en una crisis sanitaria de personal. Ni siquiera los sanitarios que han muerto durante la pandemia y los suicidios de compañeros que no han podido más han hecho que se repiensen las cosas. Duele mucho que todo esto, en realidad, no importe.
"Ni siquiera los suicidios de compañeros que no han podido más han hecho que se repiensen las cosas"
P.- La falta de medios de prevención para trabajar durante la pandemia ha provocado una sentencia contra la Consejería de Sanidad de Valencia, que deberá indemnizar a 153 médicos. ¿Se plantea denunciar su caso por falta de recursos de profilaxis psicológica para afrontar su trabajo?
R.- Esos médicos ganan, pero hay otros jueces que consideran que la vida del paciente prevalece sobre la del médico. Es una manera de decir que un sanitario debe estar dispuesto a morir en el ejercicio de su trabajo si es necesario…
P.- ¿Su vocación de médico incluye dejarse la vida en el intento?
R.- Yo creo que nadie quiere dejarse la vida en el intento. Hay un límite. Yo puedo llegar hasta donde puedo para resolver un problema sanitario, pero no más. He puesto mi vida en riesgo varias veces y esa no puede ser la tónica habitual. Ser médico no es ser sacerdote.
P.- Los datos son alarmantes. Hoy mismo habrá muchos profesionales sanitarios a los que les dé apuro reconocer que ya no pueden más. Seguro.¿Qué les recomienda?
R.- Hablar con el departamento de Salud Laboral de sus centros para contar lo que les está pasando: El insomnio, la tristeza crónica, la irascibilidad en casa y en el trabajo son síntomas que requieren un abordaje. Obviarlos solo empeorará la situación.
"He puesto mi vida en riesgo varias veces. Ser médico no es ser sacerdote"
P.- Supongo que habrá una presión añadida: el runrún de pensar que, si yo me voy de baja, el servicio se queda con uno menos, los compañeros rajarán porque no he sido capaz de aguantar más estando hasta arriba… Entiendo que todo eso hará que volver no sea tan fácil.
R.- Sí, pero eso hay que afrontarlo evitando el bucle. La sociedad es cainita…
P.- ¿Y los propios sanitarios, también?
R.- Pues sí.... El sistema se come a sí mismo. Hace que te maltrates, porque estás entrenado para no fallar, y cuando te rompes, hace que te sientas culpable. Pero hay que superarlo, porque detrás de ese razonamiento aparentemente lógico se esconde una gran mentira voluntarista.
P.- Usted estiró hasta verano para darse de baja, pero en primavera ya estaba literalmente reventado.
R.- Sí. En la entrevista previa de la que salió mi plaza en el Hospital de Alcorcón, me preguntaron: "¿Hasta cuándo estarás en un servicio de Urgencias?". Respondí: "Hasta que se me borre la sonrisa". Incluso en los momentos más duros, siempre había encontrado huecos para sonreír y bromear, pero la pandemia me trajo más momentos de pena y de angustia, y entendí que debía darle al stop. Por mí y por los pacientes.
P.- En nuestro sistema sanitario hay profesionales con una gran vocación, muy bien preparados y muy bien dispuestos, pero revientan.
R.- Sí, porque nos han dejado reventar. Mi impresión es que el sistema ha destrozado a su personal. No es que busquemos el agradecimiento. Solo queremos que no nos dejen tirados quienes nos han exigido dar más de lo que podíamos dar mientras la sociedad escupe sobre nosotros la frustración que siente. Los políticos que niegan la mayor o se van por los cerros de Úbeda seis olas después son culpables de la sensación de completo abandono que hemos sentido muchos.
P.- En este clima de saturación, ¿le ha pasado, por ejemplo, que se muera alguien en sus manos y le acabe dando igual?Nunca.Después del ébola, el covid y el burnout…
R.- Iba a decir que me falta un desastre climático, pero ya nos tocó Filomena el año pasado…
P.- ¿Vuelve a sonreír?
R.- Ya puedo bromear, porque soy un superviviente. Espero volver a mi servicio antes de primavera.
P.- ¿Espera que algún político le pida perdón?
R.- No me hace falta. A mí no me valdría para nada. No lo necesito.
P.- Quizá ayude que los responsables valoraren la parte de culpa que les corresponde.
R.- Sí, pero los perdones vacíos duelen más cuando percibes que se piden para la foto. Prefiero que los políticos se dediquen a arreglar el desaguisado en el que ha derivado este sistema sanitario, que era uno de los mejores del mundo…
135 sanitarios muertos y miles de heridos de guerra
123 médicos y 12 enfermeras han fallecido en España por culpa de la Covid en lo que va de pandemia, según la Organización Médica Colegial y el Consejo General de Enfermería. 135 profesionales han muerto con las batas puestas. A la vez, otros muchos profesionales sanitarios viven en un calvario de incertidumbre, miedo al contagio, protocolos cambiantes, dilemas éticos, muertes, agotamiento físico y psíquico, fatiga crónica o burnout, que son algunas de las causas que han aducido los 1.201 médicos atendidos en el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo entre 2019 y 2020.
A la espera de contar con la cifra de atendidos en 2021, entre los que estará el doctor Parra, se prevé que el número de médicos necesitados de ayuda psiquiátrica y psicológica crezca un 40% con respecto a 2018.
Según Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería, "hasta dos tercios de las enfermeras españolas se han visto afectadas en su salud mental durante la pandemia y un tercio muestra síntomas moderados o graves, con niveles preocupantes de depresión, ansiedad, insomnio y estrés postraumático".
El líder nacional de los enfermeros señala a EL ESPAÑOL | Porfolio que el colectivo que representa "está en una situación crítica. El cansancio, los problemas de salud, especialmente mental, la sobrecarga laboral y los altos niveles de estrés y burnout están provocando el abandono de la profesión antes de tiempo. Según las estimaciones que manejamos, una de cada cinco enfermeras en condiciones jubilarse o prejubilarse, lo está haciendo. Y también tenemos constancia de enfermeras más jóvenes que, hartas de la situación, están dejando la profesión".