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Son algo mejor que novios: amigos históricos, cómplices, dúo cómico colosal, compadres de esos que se completan las frases y se ríen a la vez, en el instante idéntico, con mucho desparpajo, con algo de inocencia. Si no podemos llevar sus poderes telepáticos a la tele es porque ellos son más rápidos y hace 16 temporadas que viven en ella y de ella. Fíjense qué intimidad manejan que se pasan la vida juntos, solos y debajo de una mesa, como los niños en los viejos juegos o los adultos de las comedias de enredo cuando les da por innovar en el sexo oral.
Juan Ibáñez y Daniel Mollá son las hormigas de El Hormiguero, los guionistas y humoristas que han conseguido que los españolitos bien crecidos le cojan cariño inmenso a dos peluches más bien feotes y harto impertinentes. Se meten debajo de la camilla de Pablo Motos y arranca la magia, estilo campamento de verano. Se sienten Espinete.
Pregunta.- Oye, ¿pero estáis de rodillas?
Juan.- Era un secreto bien guardado, pero… no, estamos sentados debajo de la mesa, lo que tenemos es algo así como unos asientos de coche arrancados.
Damián.- El problema es la mano, tenerla siempre elevada para mover la marioneta. Tenemos la espalda tan torcida que nos tenemos que comprar camisetas de Desigual (bromea). Nuestra vida es intentar que no nos duela la espalda.
P.- Vaya. ¿Os facilita la empresa a un fisio?
D.- Nos masajeamos entre nosotros.
J.- Nos gusta más, sí. Todo lo que no se ve en la tele siempre es feo, ¿sabes? Tenemos el apoyabrazos de una silla de oficina clavada en un tarugo de madera, muy básico todo. Tenemos un ventiladorcito. Una tele. Es una casita. Sólo hay dos personas que han entrado en ella, y fueron Justin Bieber y Jordi Évole.
P.- ¿Y les veis los tobillos a la gente?
D.- Antes sí, ahora ya no, nos han puesto una tela negra y no vemos nada.
J.- Para que se sintieran cómodos los invitados. Y nosotros. Con el pene de Bertín Osborne al lado no hay quien actúe.
Es curioso: en un momento tuvieron una sección en el programa en la que daban la cara, y aunque hace mucho que no sucede, las señoras -hablamos de auténticas fans fatales de El Hormiguero- les reconocen en la terraza del Café Comercial y se les quedan mirando con el embelesamiento de la abuela que observa al nieto más guapo y más listo. Mucho más que el de sus amigas, eso siempre. No les negaré que hay algo hermoso en verlas remolonear a su alrededor, para a los dos minutos deslizar un "pero qué guapos". La más atrevida se arranca el último pelo de la lengua: "¿Me vais a conseguir la tarjeta de El Hormiguero?". Hombre, son 3.000 euros. Intentaré que me la consigan a mí.
Juan destila un rollo hippie; aunque a la hora de la verdad resulta más deslenguado, más chulapito y cortante. Damián tiene espíritu como de militar guapo, parco y amable pero eficaz: cuando habla, la clava. Son muy rápidos en el ping pong dialéctico. Son más gamberros de lo que pueden permitirse en público: el humor blanco de El Hormiguero les ha reeducado en la calle y eso se nota.
Beben un cóctel de DYC porque andan de promo. "Somos gente de terracitas. Muy madrileños. Yo soy gato, incluso. Trabajamos para poder beber whisky en la Plaza Santa Ana, mi favorita", dice Juan. Ahora que son embajadores de la marca, ejercen de guías turísticos por los rincones secretos de Madrid, esos que ni los muy militantes de la ciudad de nuestros amores conocemos. La ruta se llama ‘Destilando lo nuestro’. Ellos hacen lo propio: segregar alegría, intentar esquivar mis charcos.
P.- Oye, ¿cuánto os paga Pablo Motos?
J.- ¿Qué eres, Broncano? (ríe).
D.- No lo podemos decir…
J.- En España no se puede decir, si estuviéramos en EEUU te lo decía, ¡pero que empiece otro a decirlo..!
P.- Pero vivís cómodamente.
J.- Sí. Mira, te puedo dar un dato, y es que nunca hemos pedido un aumento de sueldo.
P.- ¿En todos estos años de hormigueo?
J.- Sí, pero es cierto que Pablo nos ha subido el sueldo cuando ha procedido.
D.- Sobre todo lo notamos mucho del salto de la radio a la tele, eso sí que se notó un montón en el sueldo.
"Nunca le hemos pedido a Pablo Motos un aumento de sueldo"
P.- ¿Cómo es estar de after con Pablo Motos?
J.- De after en la vida, Pablo no aguanta un after.
D.- Hemos ido de fiesta mucho con él, pero él no llega tan lejos.
J.- Ahora lo que hacemos mucho es quedar Marrón, Pablo, Damián y yo un viernes por la tarde: echamos unas cerves, nos contamos chorradas, nos reímos un rato, nos pegamos un cenorro y luego cada uno a su casa.
P.- ¡Como señores… mayores!
J.- (Ríe). Bueno, hay quien luego continúa, pero Pablo a las 12 troncha. Troncha muchísimo.
P.- Con lo duro que parecía…
D.- Es que está muy fuerte, siempre entrena por la mañana, el tío, pero la resaca no la lleva bien.
J.- Ayer se tomó dos chupitos de tequila con Diego Luna, que estuvo de invitado en el programa, y no sabes. Diego le hizo una broma a Pablo. Se supone que había un chupito con agua y otro con tequila y el otro tenía que adivinar cuándo te bebías el de tequila y cuándo el de agua. Y Diego Luna dijo que pusieran todos de tequila. Y Pablo se tronchó dos chupitos de tequila e iba perdido (ríe). Cómo se nota que no está acostumbrado. ¡Estaba pedo, no aguanta nada!
P.- ¿Alguna vez os habéis colado un poco en un chiste?
D.- Igual sí, pero nada grave, la verdad. A Pablo le molesta mucho que si está creando un momento de tensión se lo cortes con un chiste, y eso es muy tentador, porque a veces tienes un chistaco y dices "allá que voy", y luego te cae la bronca.
J.- Es normal, luego ya lo aprendes y ya está. En los ensayos Pablo lo subraya: "Oye, que esto es momento de tensión". Y nosotros: "Vaaaale". Callaos’. Es tentador porque, ¿cuándo hacen más gracia las cosas? En misa. En los entierros. En la biblioteca.
P.- Frente a la gravedad de la existencia.
J.- Eso es. Cuando hay un momento tenso es cuando más te apetece meter los chistes.
D.- Después de tantos años, ya sabes si Pablo quiere que hagas algo o que no; cuándo echarle un cable y cuándo no, etc. Hay veces que notamos que nos necesita y salimos, "oye, que aquí hace falta". Y levantamos a las hormigas.
P.- ¿Sobre qué tema nunca haríais un chiste?
J.- Yo haría chistes de todo, lo que importa es dónde estés. Anda que no hemos hecho chistes que no se podrían hacer en el programa en la vida… pero de repente lo haces con tus amigos, o con tu pareja, ¡o un chiste haciendo el amor! Dices "sí, es una guarrada, pero en ese momento es muy gracioso". Se puede hacer chistes de todo, lo que importa es dónde y cuándo.
P.- Si leyesen nuestros mensajes de Whatsapp, es probable que ninguno tuviésemos trabajo. Y bastantes menos amigos.
J.- Sin duda. Pero otra cosa: todo depende de lo gracioso que sea el chiste. Tú puedes hacer un chiste de lo más grave del mundo… que si es muy gracioso, nadie se enfada.
D.- De hecho, ahora mismo, en EEUU, si ves los monólogos, todo va de decir lo que no se puede decir, pero sin que te puedan echar la bronca. Básicamente, el humor está ahí, en ese punto. Es curioso. Hay tanta censura que la gracia es decirlo pero… no me puedes echar la bronca porque lo he dejado enmarcao’.
P.- Tuvisteis un show que se llamaba El humor que nos prohíben hacer en la tele. Aparte de la provocación, tiene mucho de verdad, porque al final El Hormiguero es un programa para toda la familia, por la noche, blanco y buenrrollero. No sé si de forma tácita o no, pero seguro que hay chistes que no se pueden hacer. ¿Cuáles?
J.- Sobre todo que no procede. Hay cosas que no pegan. Si ves a una hormiga haciendo un chiste súperguarro de sexo, dices "pero si es un muñeco…".
P.- Ojo, mira la peli del peluche Ted.
J.- Sí, pero ahí está el contexto. Es una peli. Nosotros en el teatro sí vamos más a lo bruto porque pega más, porque creas el rollo biblioteca de complicidad con la gente, en plan "estamos aquí, esto de aquí no sale, así que vamos a decir esto".
D.- Y no está Twitter de por medio. Si Twitter está mirando, la gente te va a criticar, y luego encima los medios reflejan lo que dice Twitter… y te vuelves loco, olvídate. Sabes que puedes hacer un chiste que mañana te va a volver en forma de ola horrible a la cara.
J.- Pero si tú no miras Twitter, Twitter no te mira a ti. Eso también pasa. Es verdad que los medios reflejan las polémicas de Twitter, pero a menudo esos temas sólo se los lee el protagonista y poca gente más se ha enterado, aunque él se esté agobiando, ¿sabes? Hay muchos actores, mucha peña conocida que está preocupada porque salió una noticia de ellos sobre no sé qué, ¡de la que no se ha enterado nadie!
D.- Yo la he liado varias veces en Twitter.
P.- Ah, pues mira, tenéis razón: yo no me había enterado.
D.- Pero mis jefes sí.
P.- ¿Con qué la liaste?
D.- Cosas políticas sobre todo. Decir algo político inconveniente… y te lo reflejan en una noticia así: "El tremendo ‘zasca’ que le dio Damián Moya a no sé quién"… y tú dices: "Joder, pero si era un chiste", pero te lo venden como una agresión. Y Pablo te regaña un poco y te dice: "No me la líes".
P.- Supongo que eso también os pasa en directo. La tentación de hacer un guiño politizado en directo puede ser un poco delicada, ¿no?
J.- Nah, se puede hacer. Si el chiste es bueno, siempre. Lo que no puedes hacer es soflamas políticas porque sí, pero si se está hablando de algo político y viene a cuento, no tenemos ningún problema. De todos modos, tampoco es nuestro papel.
P.- ¿Qué opináis de las críticas feroces que recibió, sobre todo hace tiempo, Pablo Motos por sus comentarios sexistas a invitadas al programa?
J.- Eso se sacó de madre. Sinceramente, si nos ponemos a analizar a todo el mundo, siempre puedes encontrar algo para atacar a alguien. Creo que había mucha gente esperando a Pablo para atacarle, muchos le tenían ganas, y encontraron un hueco donde dolía y todo el mundo se subió al carro.
D.- En ese momento donde dolía era ahí, mañana será otra cosa.
J.- No creo que Pablo haya dicho cosas más graves que cualquier otro en la tele.
P.- Ya, pero digo, como sois colegas además de compañeros de trabajo, igual le habéis tirado de las orejas o regañado alguna vez: "Oye, Pablo, con esto te has pasado un poco…".
J.- Yo no pienso realmente que hiciese comentarios sexistas.
D.- Alguna vez entre nosotros pasa, pero sanamente: tú en el guion has puesto algo y otro te dice "oye, este chiste lo quitamos, que es demasiado arriesgado, que nos van a poner a caldo", y antes de que nos vengan las malas noticias… lo quitamos y ya está.
"Pablo Motos no ha dicho cosas más graves en la tele que cualquier otro, pero le tenían muchas ganas"
P.- ¿Qué tal con los invitados? Habéis tenido a lo más granado del espectro nacional e internacional. ¿Cuál ha sido vuestra mejor experiencia con ellos y cuál la peor; cuál la situación más incómoda?
D.- A ver, guay ha habido mucha, han venido invitados que nos han dado la vida. Hugh Jackman, por ejemplo, en la pausa de publicidad se puso a bailar, y la gente loca. Bailando genial, además…
J.- Charlize Theron también, una buenrrollera que flipas.
D.- Echamos mucho de menos a Enrique San Francisco, que nos dio momentos gloriosos y que era de la familia.
J.- Diego Luna mola muchísimo. Carmen Machi es divertidísima. Quim Gutiérrez es un tío muy guay, muy ingenioso y con una energía increíble.
D.- Cristina Pedroche cuando viene, lo parte. Baila, lo cuenta todo, es una invitada estupenda. Gente que te cambia el programa con su personalidad.
P.- Venga, y uno chunguillo.
J.- ¡No te lo cuento…! (ríe).
D.- Mira, sí. Sylvester Stallone vino y le propusimos que le echase un pulso a Pablo y que jugase como a dejarse ganar, ¿no? Y el tío: "Sí, sí, vale". Y cuando llega el momento, se ponen a echar el pulso y al segundo hace: "¡Pá!". Y le reventó el brazo a Pablo. Fue horrible, casi se lo rompe. Le hizo un daño tremendo. Se le fue la olla en un momento…
J.- La gente en general viene de buenas y entregada al show, vienen a tope, y cuanto más famosos, mejor lo hacen, porque en EEUU son así.
D.- Esto antes en España no se hacía antes de El Hormiguero, o no era igual, la gente tenía más ese rollo de "he venido a hablar de mi libro". En el Hormiguero, sin embargo, la gente se acostumbra al estilo americano.
J.- De hecho, hemos aprendido que la mejor forma de venderte tú y tu producto es dando show y siendo divertido, siendo natural, contando anécdotas… eso la gente lo valora y probablemente después, tras esa simpatía, vaya a ver tu película o compre tu libro.
D.- Les hacemos jugar, y eso es clave. Einstein decía: "Conoces más a una persona jugando cinco minutos que hablando con ella cinco horas". Y en El Hormiguero lo hacemos: viendo jugar a una persona, ves su personalidad.
P.- Y ves qué tipo de niño era.
J.- Sí, ves cómo es por dentro, cómo compite, cómo se pica, cómo se olvida de que le están grabando…
"Ayuso fue nuestra compañera de Facultad: tiene un carácter único, se la ama o se la odia a muerte"
P.- ¿Y quién ha sido el político más divertido que os ha visitado y cuál el más seco o tenso?
D.- Los de Podemos son muy divertidos, porque entienden muy bien el concepto del programa y dan entrevistas chulas. Pablo Iglesias, Errejón… Pero hubo un momento en el que los del PP dijeron "hay que ponerse al nivel"… y entonces vino Soraya Sáenz de Santamaría.
P.- Aquello fue histórico.
J.- Su baile, todo. Ahí hubo un cambio.
D.- Y Rajoy vino también y estuvo muy simpático en la cercanía, tiene gracieta.
J.- Ese es el problema de los políticos, que son todos majos y eso es lo preocupante. Es su trabajo ser majos también. Todos tienen una personalidad muy potente, es raro ser político y caer mal de cerca, si no, no serían políticos.
P.- ¿Qué tal con los chicos de Vox?
D.- Bueno, Santi Abascal cuando vino hizo récord de audiencia. La gente quería hacerle boicot, estaba todo el mundo rollo "hundamos El Hormiguero, que nadie lo vea, que nadie lo vea", pero…
J.- En realidad era "que no lo vean otros, yo quiero ver qué pasa, tanto para bien como para mal" (ríe).
D.- Por amor o por odio, lo vio toda España.
J.- Abascal es como todos los políticos, tú lo conoces y te parece un tío encantador. Y Pablo Iglesias igual, que te dan ganas de votarle.
D.- Además, cuando vienen los ‘top’, te saludan antes del programa y han hecho el esfuerzo de aprenderse tu nombre, preguntarte por tu show… muy seductores.
J.- ¡Claro, hay que conseguir los votos! Un hombre, un voto.
D.- Lo hacen muy bien, claro, porque así consiguen también que durante el show tú vayas más light de lo que ibas a ir.
P.- Yolanda Díaz aún no ha ido, ¿no?
D.- Tenía algo que hacer en el médico o no sé qué (risas).
P.- Compartisteis Facultad con Ayuso. Aparte de vuestra compañera, ¿es también la presidenta que votasteis?
J.- A ti te voy a decir yo a quien voto (bromea).
D.- Nosotros no decimos a quién votamos.
J.- Sobre todo porque ya la gente se encarga de intentar adivinarlo, así que prefiero que sigan con ese juego.
P.- ¿Cómo ella era entonces y cómo la habéis visto crecer?
J.- Bueno, es que en la Facultad no teníamos tantas clases con ella, pero nos conocíamos de la radio, donde Damián y yo hacíamos el idiota y empezamos a hacer nuestro programa. Ella venía, pero no recuerdo ninguna conversación con ella en la Facul’. La recuerdo de vista. De hecho, la primera vez que Ayuso se hizo un poco conocida y la vi en la tele, dije "pero, ¿y esta tía…?".
"La bandera y el himno de España no tienen nada de franquistas"
P.- Tú en plan "¿tuve algo con ella en la juventud?".
J.- (Ríe). Pues en su momento estuve un poco rayado.
D.- No, pero está claro que tiene un carácter único, ahora mismo es la política que más marca la diferencia en España, para bien o para mal. La gente o la ama o la odian a muerte, y ese es el punto en el que los políticos destacan. La gente no tiene tanta implicación con Pere Aragonès, por ejemplo. Fuera de Cataluña, quiero decir. Porque no es tan famoso, o no se hace tan popular o mediático, y ella, como de todo opina… y opina sin miedo. Creo que lo que le da votos es eso, que va sin miedo a hablar.
P.- Recuerdo una polémica que hubo en El Hormiguero: Tamara Falcó dijo que se negaba a ponerse la Astrazeneca, que sólo se pondría la Pfizer y si no, se abstendría de la vacunación. Sus propios compañeros de tertulia -Pardo, Roca, Del Val- la dejaron de ignorante. ¿Cómo vivís una situación así vosotros desde debajo de la mesa? ¿Creéis que uno tiene una responsabilidad especial por hablar desde una plataforma como la tele porque puede influir masivamente en el público?
D.- Hombre, Pablo sí estaba muy, muy asesorado en esos momentos.
J.- Yo no le doy tanta importancia a las cosas que dice la gente en una tertulia, sinceramente, ni me parece que vaya a cambiar la sociedad ni la opinión de nadie.
D.- A Tamara no le faltaba razón, de todos modos, porque mira China como está. Ellos no tenían Pfizer. Y bueno, en ese momento la gente tenía unas creencias muy particulares y muchos prejuicios porque era algo totalmente nuevo. Estaba cada uno con su rayada. Pero me parece muy normal que ella prefiriera Pfizer porque aparentemente estaba mejor hecha, obviamente, yo no lo sé.
J.- A mí me encanta que los colaboradores digan cosas que tengan un poco de gracia, porque para decir lo mismo que en el resto de tertulias…
"Lo que menos nos gusta de España es la división del país"
P.- El eslogan de la ruta DYC reza: "Todo lo bueno que tenemos en España". ¿Qué relación tenéis con la patria, con la bandera, con el himno…?
D.- Muy buena. Con la bandera, con el himno, con España, con nuestras cosas, nuestras costumbres… y a mí no me pesa, porque me he estudiado la historia tanto de la bandera como del himno y sé que no tienen nada de franquistas. Una vez que lo sabes y te quitas ese mito, alegría. Es verdad que cuando no lo sabes y te lo cuentan -porque nosotros siempre nos hemos movido en ambientes de izquierda- pues te puede afectar, pero…
J.- Son símbolos que la gente se quiere llevar a su terreno. Yo no me considero de ningún partido político, así que me da igual lo que intenten que yo haga. No tengo ningún problema con nada, que cada uno haga lo que le dé la gana. Yo por ejemplo no critico a la gente que lleva la bandera de Inglaterra en las camisetas siendo españoles… "¡Pero si no sabes inglés!" (ríe).
D.- A mí me encantan las banderas, todas. Soy un friki de las banderas. Me encanta la francesa, la inglesa, la italiana, la española… aunque luego no las luzco mucho, la verdad.
J.- Respecto al patriotismo: yo creo que tenemos mucha suerte de vivir en España, aun sabiendo que tenemos muchos problemas que solucionar, claro, pero si nos comparamos con el resto del mundo vemos que tenemos una cultura y un arte que flipas, clima, gastronomía, carácter, música, whisky DYC… (ríe). La gente se muere por venir a vivir aquí.
P.- ¿Qué es lo que más os gusta de España y lo que menos?
D.- A mí lo que menos me gusta es la división del país. Lo que más: la gente.
P.- ¿A quién haríais ministro o ministra de Cultura?
J.- Andrés Calamaro. ¡Me encantaría!
D.- Vamos.
J.- Sería muy divertido. No sé, soy muy fan, se me ha ocurrido y me ha hecho gracia. Ojo, o a el Niño de Elche, que es un tío muy cabal y creo que lo haría genial.