La Térmica es como un castillo hermoso y desgastado que va dejando caer las faldas cerquita del mar. Parece Nápoles, pero es Málaga. Hay azulejos y jardines y arcos de piedra donde rompen las flores; y vidrieras y una fuente y el misterio. A este lado del Guadalquivir se presenta una exposición inédita con 52 fotografías como 52 navajazos: Expresionismo feroz. Esta noche habrá luna llena, y lo sé porque hoy veré a un hombre lobo llamado Alberto García-Alix (León, 1956).
Incluso fumaré un cigarro con él, a pesar del viejo tumor que se extirpó de las cuerdas vocales, a pesar de su voz cazallera y rota, que -todo hay que decirlo- nació ya cascada, como la promesa de un jarrón histórico que un niño feliz estrellaría de un balonazo contra el suelo. Porque ese era su mejor destino: contar los propios pedazos.
Hola, Alberto. Este chico tan flaco y gamberro de casi setenta es toda una leyenda. Como le digas que fue el fotógrafo de La Movida te escupirá a los pies. Él es otra cosa, otra cosa. El mejor de los nuestros. Un maldito, un embajador cañí por el mundo entero, el insurgente de guardia. Sale a cazar fotos como leones vivos.
Anarquista. Nihilista. Superviviente. Vendrá la muerte y tendrá sus ojos, que decía Pavese. Pero cuando venga esa dama fatal, vestida de negro como en sus fotos, nosotros aún seguiremos sin saber mirar como él, porque tiene en las retinas banderillas. Y la vida sangra cuando las clava.
[La muerte pasa de Alberto García-Alix]
Una vez, en los años duros de España, en los años perros, unos guerrilleros de Cristo Rey fueron a acuchillarle en una discoteca. Por chulo, por tocapelotas. Pero el paquete de Fortuna que llevaba en el bolsillo le acunó el empellón y salió vivito y coleando. El tabaco le salvó la vida, ¿no es un chiste negro en sí mismo, este Alberto? Cae de pie una y otra vez. Vaya gato. Gato brujo. Brujo bueno.
Es brillante, caótico, mercurial. Rabiosamente culto. Imprevisible. ¿Y si se levanta y se va, y si le pillo cruzado? Con estos cráneos salvajes una nunca sabe.
La conversación con los seres temperamentales siempre tiene algo de buscaminas.
Pero Alberto está luminoso hoy, generosísimo, arrebatado, y se arranca a mi verita el último pelo de la lengua hablando de esto y de aquello. Se ríe como un bucanero. Me enseña una foto con su amigo Camarón, bien finitos de Córdoba en una de esas cenas copiosas y extremas que siempre parecían La última cena. "Mira qué pintas. Cómo lo pasamos aquella noche. Él siempre me decía que yo era gitano, por los ricillos... y yo le decía que no, que no. Pero ahora, mirándome... ya lo creo que lo era".
R.- A Escohotado también lo fotografié. Un buen hombre, ¿eh? Un hombre lúcido, lúcido...
P.- Esa foto no la he visto.
R.- Normal, porque no la he publicado nunca.
P.- Así que cajita de secretos.
R.- Cajón, cajón.
Lleva tatuada una estrellita diminuta en la sien, para no perder nunca la buena suerte, y en el cuello le trepa el dibujo de una tela de araña, ¡a él, que nunca se dejó atrapar por nadie! "Me lo hice por un amor. Y luego se lo enseñé y me dijo 'coño, qué te has hecho, qué feo'". Y vuelve a partirse de risa, con muchísimo gusto, rebañando minutos de gloria al mundo loco. Es un niño, dice. Es un lúdico. No ha parado de jugar.
En Expresionismo feroz, Alberto muestra, onírico, cosido a sombras, que cerquita de la carcajada radical que le arde en el costado también lleva dentro una bandada de pájaros negros, y campos de cardos como paraísos perdidos, y ejércitos de motos que rugen sin frenos como animales mitológicos. Los amores fallidos, los amigos muertos, la belleza que quedó tras el dolor. Sus éxtasis. Sus neurosis. Sus visiones. Su Goya siempre, guiñándole hasta el más allá desde los cuadros de El Prado que amó de niño.
García-Alix es un ángel caído.
Pero un ángel, al cabo.
Le observo atentamente. Él no camina, vuela bajito.
P.- ¿Cómo te llevas con tu subconsciente, Alberto?
R.- Me hace bailar (ríe). Lo que pasa es que tengo pocos sueños, o no los recuerdo. Lo he hablado varias veces con psicólogos. ¡Se me diluyen!
P.- Eso es bueno, ¿no? Yo recuerdo mucho de lo que sueño y me pregunto cuándo para la cabeza. ¿Cómo vamos a encontrar la paz?
R.- ¡Ah…! Eso es una virtud, joder. Porque es un puente a otro mundo. Se me viene a veces el comienzo de una pesadilla…
P.- ¿Tienes alguna recurrente?
R.- Ahora los miedos son a la decadencia y a la vejez. Cada vez que cojo la moto y me echo a la carretera… me pregunto cuánto tiempo me queda de moto. ¿Cuántos años de moto me quedan, con la edad que tengo, y con la fuerza necesaria para sujetar 300 kilos? Me he puesto a hacer ejercicio y a cuidarme porque quiero seguir con ella.
"Mis miedos son a la decadencia y a la vejez, a no poder coger la moto"
P.- ¡Fíjate! ¡Que sea una moto, con todo, la que al final te haya puesto detox…!
R.- Pero es para seguir sacándole partido a la vida. Si mañana tengo que ir con una moto pequeña porque ya no puedo con el peso… ¡no! Yo tengo que seguir en lo mío. No sé conducir un coche, no he cogido un coche ni un día de mi vida. Desde niño voy en moto. Cada día, cada día…
P.- Es como tu caballo.
R.- (Ríe) Sí. Me hace la vida más leve. Viajar me pone. Me eleva.
P.- ¿No era Belmonte el que decía que cuando no se pudiera subir a un caballo, se mataría?
R.- Sí, pero no se mató por eso, sino por la impotencia sexual. No, hombre, no… por el caballo ni de coña.
P.- Así que hay algo más importante que el caballo o la moto y es la impotencia sexual.
R.- Mucho más importante, dónde va a parar. Que ya no se me levante… ¡me cago en la hostia! (ríe). Para qué seguir aquí.
P.- Dices que el sexo y la muerte son las dos grandes pulsiones de la creación. ¿Cómo te llevas tú con el sexo ahora?
R.- Con ganas (se parte). A ver, yo tuve mucha suerte, pillé la revolución sexual y pillé todo. El sexo era mucho más abierto que hoy día. Lo disfruté todo, o casi todo. “Todo” tendría mis dudas… pero que me quiten lo bailao’.
"Mi rebeldía es que tengo cultura. Soy leído. Me gusta la Historia. Y siempre he desconfiado del poder"
P.- Expresionismo feroz. ¿Cómo de feroz es García-Alix hoy? ¿Cuál es tu rebeldía?
R.- Pues mira: tengo cultura. Soy muy leído. Me gusta mucho la Historia. Siempre he desconfiado del poder. La buena voluntad del género no me la creo, y a los políticos menos: veo que mienten. Y más las derechas, siempre han sido retrógradas en este país. ¡No-me-engaño! Siempre he sido anarquista. Utópico. Humanista. No confío.
P.- Me interesa la idea de desobedecer todas las veces que podamos al día.
R.- Eso es. ¡Ni dios, ni amo! Cuando el anarquismo entró en España a finales de 1880-90... a los pueblos de España llegaba un hombre a la estación de tren. Le tenían preparada una bicicleta. Se hacía 30 kilómetros en bicicleta hasta un pueblito de mierda de la España profunda y allí, en un galpón de ganado, tenía a 40 campesinos iluminados con candiles. Todos renegríos’, con sombreros de paja.
Y aquel hombre les predicaba la idea: “Ni dios, ni amo”. Eran los apóstoles de un mundo nuevo. El problema es que el anarquismo nunca ha tenido la capacidad de tomar poder. Sólo el anarcosindicalismo entró en la lucha política. Pero de corazón siempre estaré más cerca de eso que de todo lo demás.
P.- Te gustan los toros, Alberto, como a mí. ¿Con culpa?
R.- Me han gustado, me han gustado… ¡pero ya no voy! Me pasa lo mismo, hija, me pasa lo mismo. En la involución política actual, me niego. El año pasado fui a San Isidro, porque me gustan los toros, y compré dos entradas para ver a El Juli. Y de repente llego a la plaza y abren con el himno nacional. ¡Chantaje! Una plaza se abre con un pasodoble, coño. ¿Por qué es chantaje? Porque el himno nacional obliga a que todo el mundo se ponga de pie y se ponga así… y con lo cual, yo no me levanto. ¡Fue de una violencia…! Estaba el torero toreando y un gilipollas a cada lado de la plaza: “¡Viva el Emérito!”. ¡Vitoreándole!
P.- No…
R.- Sí. ¡Y la plaza aplaude! Lamentable. Qué bajeza. Me juré: “No vuelvo”. Y no he vuelto.
P.- Yo no he llegado a ver ese exceso.
R.- Yo sí, y los toros son otra cosa. Odio el nacionalismo español. Me agrede. Es de una falta de cultura tremenda. ¿Esta gente tiene cultura? No tiene nada, ¡nada! Sólo tonterías, prejuicios de clase y prejuicios políticos. Dejémonos de gilipolleces. Que aplaudieran al Emérito me dio la dimensión de su bajeza moral.
"Cuando vi a José Tomás haciendo arte, pensé que dios existía"
P.- Ay, pero el toro tiene el rito, el símbolo, la épica…
R.- Eso por supuesto. La magia. ¡La gesta! La mejor obra de arte que he visto en mi vida se la vi a José Tomás.
P.- Querías hacerle un retrato.
R.- Sí, pero no encajó. No quiso (ríe). Pero su obra de arte… me dejó sin palabras. Fue de una grandeza de tal calibre que pensé “si este hombre ha hecho esto, dios existe”. Yo no pongo a dios en la cruz, lo pongo en ese aspecto de la magia, de la creación. Lo pongo como algo más sublime. Capacidades. Valores. Épica, lírica y poesía humana.
P.- En algunas de estas fotografías usas títulos como El paraíso de los creyentes o El purgatorio. ¿A dónde vas a ir tú, Alberto? ¿Has sido un buen chico?
R.- Yo quiero ir a un harén (se ríe a carcajadas).
P.- Pero qué gamberro...
R.- A ver, es que tu pregunta… no, al purgatorio te voy a decir. ¿Qué hago yo allí?
P.- Allí no se nos ha perdido nada.
R.- El hombre muere y va al barro. Pero sí hay una magia en la vida y una transmisión. Eso nos une con una parte mística que todos sentimos.
"Yo no quiero ir al cielo, ni al infierno, ni al purgatorio. Quiero ir a un harén. El hombre muere y va al barro"
P.- Tus últimos quince años de fotografía son más oníricos.
R.- Sí.
P.- Pero sin rezar, ¿no?
R.- Sólo "Santa Rita, Rita, Rita"… (reímos).
P.- Una de tus obras se llama El retorno de héroe. Tú que vienes de una época de tantos mitos, ¿cuántos te continúan en pie? ¿Un mito es siempre un mito caído bajo la luz de la inteligencia?
R.- Bueno, yo no soy nada mitómano, pero en el deporte está la gesta. ‘El retorno del héroe’ lo hice porque cuando era niño, con trece años, amaba a ese piloto, que era el más grande que hubo en la historia. Cuando lo ganó todo, se retiró, y se pasó a correr Fórmula Uno. Coches. Y la casa Honda le hace un contrato para que nunca vuelva a coger una moto en diez años, para poner su nombre sólo unido a ellos. Diez años después, abandona la Fórmula Uno. Ya es viejo. Y dice que vuelve a la moto. Y yo ya tenía veintitantos años… y dije: qué hijoputa, vuelve por dinero.
P.- “Vendido”.
R.- Sí. Y el tío anuncia que va a correr la carrera más peligrosa del mundo. Siempre hay muertos, hasta hoy día. Eso son los ingleses y sus locuras. Pues corre la Isla de Man, sale con Ducati y gana. Eso es el retorno del héroe. Hay calles en Inglaterra que refieren al retorno del héroe por eso. Qué belleza, ¿no? Ensancha el alma. El héroe tiene que retornar. Es mitología. Es épica, y la épica es fascinante siempre.
P.- ¿Cuál es tu miedo?
R.- Todos vivimos con miedo. Es una constante. Es más motor que el amor, el miedo en la vida. Igual que la ambición. ¡Más que el amor… mucho más! El amor no es un motor. Dura un tiempo. El miedo no: es eterno.
"Mis exs dicen de mí que soy encantador... ¡pero que me cuide otra!"
P.- ¿Y del amor, qué sabes?
R.- Amo el amor. He amado mucho. Quizá te parezco un poco ñoño. La vida son etapas, ¿no? La idea de la pareja para siempre y la vida juntitos y tal y cual… ya no me la creo. Yo tengo la virtud de que soy íntimo amigo de todas las mujeres con las que he vivido.
P.- Oye, eso te honra. Mira que tenemos problemas con los exs… que a veces no nos quieren ni saludar por la calle.
R.- (Ríe). Ah, no, yo no. De mí dicen “¡encantador!” (ríe a carcajadas). “Encantador… ¡pero que le cuide otra!” (ríe aún más).
P.- Una de tus fotografías más evocadoras se llama Fantasía española. ¿Qué es lo que más te avergüenza de España y qué es lo que más te reconforta?
P.- Con la idea de España tengo problemas. Soy español y amo España, pero con la idea vendida que nos meten de España… tengo problemas. ¡Son mentiras! Y aquí la gente no lo sabe. La gente se cree todas las gilipolleces que ha creado el poder al servicio de la Iglesia. La historia de España, cuando la estudias… hostia. Qué dura se hace. Nos cuesta tragárnosla.
"La Historia de España nos cuesta tragárnosla"
Yo no tengo ideología. Pero las derechas, sobre todo, mienten impunemente al servicio de un poder de clase. “O el pobre me vota, o el pobre es un cabestro que no piensa... y ¡arriba España!”. La gente es que no tiene ni puta idea. No ha leído, no conoce, no tiene información. Sus ideas son prejuicios de familia y de clase.
Yo me he estudiado la Guerra Civil en una investigación de más de un año que hicimos en el Archivo Histórico Nacional. ¡Hostia…!
P.- ¿Qué descubriste ahí que te sorprendiera?
R.- Que todo lo que me contó en mi casa la abuelita (dice, con retintín, a-bue-li-ta) era mentira. Decía mi abuelita: “Porque Queipo de Llano nos mantuvo la fe en la victoria…”. Bien. Hace 14 años entré en el Archivo Histórico Nacional con mi hermano para hacer un documental. Trataba sobre un anarquista del terror rojo que mató a mucha gente en Madrid. La Fiscalía General del Estado nos dio un permiso especial para entrar en el archivo, un carnet de investigador, y el jefe de archivo también nos dio luz verde.
Y oí la radio que oía mi abuelita, esa que le mantenía la fe en la victoria, y predicaba la violación. A los regulares de Franco el premio que le daban era la trabajadora agraria española. Iban hasta Toledo violando todo lo que se meneaba. A las niñas y a las mujeres mayores. ¡Y se lo callaron…! La Iglesia calló. Ganaron los terratenientes. Cuando estudias la historia de España, qué asco sientes.
"La única persona que casi me hace llorar delante de la tele fue Ayuso: es mala, es baja"
P.- ¿Se te quitan las ganas de ser español?
R.- No. No. Me quedan las ganas de decir la verdad. Oigo hablar al Abascal y todo es una farsa, todo es mentira. ¡La Ayuso…! Qué mentirosa. La única persona que casi me hace llorar un día viendo la tele.
P.- ¡Venga ya! ¿Del coraje, de la rabia?
R.- Del coraje, de la rabia, de decir “baja, que eres baja, eres mala”. El día que dijo que el padre de Pablo Iglesias era un terrorista… y ves que la presidenta del Congreso dice “por favor, que no conste en acta”, y ella se levanta y grita “¡que conste, que conste!”. Y todo el grupo del PP aplaude. Entonces, ¿todos mis hermanos que fueron a la cárcel y vivieron torturas por estar contra Franco, todos fueron terroristas? Luchaban por un mundo mejor.
Y ahora, al decir eso del padre de éste, estás metiendo a todos en el saco. ¡Y se permite! Pegué un bote delante de la tele… qué barbaridad… ¡y no pasa nada! ¡Y no pasa nada! Insulta a la gente que dio sangre y lucha por pelear contra una dictadura. Hay algo en mí que en ese momento me despierta odio. No puedo. Ayuso no tiene cultura ni conocimiento, es una ofensa tras otra. “Comunismo o libertad”. A ver, para que llegase la democracia a España, Suárez pactó con Carrillo y el rey pactó con Carrillo.
Ahora todos disfrutan de ello, pero ¡mares de sangre corrieron cuando los obreros empezaron a pedir las ocho horas de trabajo…! España, con sus pistoleros matando a los líderes sindicales. Era posible, eran obreros, nadie iba a decir nada.
P.- A ti te clavaron un pinchazo que iba a ser mortal un día en una discoteca, los guerrilleros de Cristo Rey, y te salvó un paquete de tabaco de que no te dieran en la femoral.
R.- A mí me han pegado varias veces los fachas…
P.- Me pareció poético que te salvara la vida el tabaco, Alberto.
R.- (Ríe). Por eso me hice una estrella en la sien. Para que no se me caiga. En la vida siempre he dicho “uh”… mi estrellita, mi estrellita. En fin, que Ayuso ha ofendido a todos los españoles que lucharon contra Franco. Ella es la ofensa por la ofensa, como cuando no deja pasar el día del Dos de Mayo al ministro Bolaños. Me dan miedo. A la España de Ayuso la desprecio y al nacionalismo español lo desprecio. Amo España pero no la barbaridad, no el retruécano, no el esperpento español. Nos embrutece. Nos envilece como pueblo.
"Yo no retrato a políticos. A Sánchez se la negaría. Para hacer una foto y que te paguen hay que ser complaciente, y yo no lo soy"
P.- ¿Y qué esperanza ves?
R.- Mujer, yo soy un pobre desgraciao’… aquí en España todo el mundo se cree que sabe y no sabe nada. Lo sabe porque se lo contó el cura del pueblo (ríe). La prepotencia. Mira, yo soy un gran embajador de España: llevo mi obra fuera de España, he vivido fuera de España… ¡por favor! Ese catetismo, esa ranciedad. Vas a Sevilla y los ves con su banderita de España y su pelo repeinaíto… gilipollas. “España”… Si yo soy español también, ¿qué me están contando?
P.- Cuando un artista como tú retrata a un político, ¿sólo puede hacerlo desde la honra, o también puede hacerlo desde la denuncia? ¿Retratar… es servir, es congraciarse de alguna manera, es mirar en horizontal, con respeto?
R.- Yo no retrato a políticos. Yo nunca lo he hecho.
P.- A Carmena sí.
R.- Pero Carmena no era política. Lo hice por admiración a la mujer, no porque fuera política. Y no se lo dije, ¿eh? Pero Carmena fue la juez de Instituciones Penitenciarias a finales de los noventa y en los dos mil… una juez increíble. Mira, cuando ella llega allí se da cuenta de que hay muchas condenas injustas por la droga, a fin de acabar con la delincuencia que genera la droga, ¡por cuatro gramos te metían 9 años…! Por vender cuatro años, nueve años de cárcel. Más que un asesinato.
La mayoría de esa población, además, tiene sida, y se mueren en las cárceles. Carmena llega y dice “esto es una barbaridad”. “Vamos a crear la enmienda 60”: enfermo de sida que no tenga delitos de sangre y sean delitos de droga pequeñitos… si tiene a alguien que se ocupe de él, que le cuide, aplicamos la enmienda y le damos la libertad. Yo pedí la libertad de un amigo y me la dieron. Y yo había dicho “todos los jueces y políticos son una mierda, son miserables”. Y alguien me dijo: “Alberto, esta mujer de Instituciones Penitenciarias, no. Ella es diferente. Lo lee todo”. Yo no me lo creía. Para mí era una más en el espectro, la Carmena. Y cuando vi su actuación… chapeau.
Yo dije que quería ir a verla y me dijeron que ella no me iba a recibir, que yo era uno más, que no era nadie, que tenía que presentar como todo el mundo mi dossier asegurando que iba a cuidar de ese chico amigo mío… no hubo ningún favoritismo, ni hostias. Fue leal, fue íntegra.
"Para mí era una más en el espectro, la Carmena. Pero cuando vi su actuación en Instituciones Penitenciarias… chapeau. Por eso la retraté"
P.- ¿Y por qué no le dijiste nada al volver a verla, tantos años después?
R.- Por respeto. Porque hizo lo que tenía que hacer.
P.- Estamos tan poco acostumbrados a que la gente haga lo que tiene que hacer…
R.- A mí me han pedido muchas fotos políticos y se las he negado.
P.- ¿A Pedro Sánchez se la negarías?
R.- Claro. No se la haría a nadie, ¡a nadie! Porque para hacer una foto y que te paguen hay que ser complaciente. Tienes que tratarles como a modelos… y yo no soy complaciente. La complacencia en el arte es delito. Ojo, también me lo puedo permitir.
P.- Que un político no te pueda comprar es una forma muy grande de libertad.
R.- Eso es lo que he ganado en la vida. Lo que he ganado en la vida con la fotografía ha sido la libertad. La libertad de ser. Pero ahora soy más civilizado. Ya no monto un pollo cuando alguien dice que yo fui fotógrafo de La Movida… porque espérate, pero eso no es verdad. Yo fui fotógrafo de otras cosas. Yo estaba antes de La Movida. Yo le hacía fotos a los yonquis. Yo escucho muchas gilipolleces... y no me las quiero comer...
P.- ¿Qué hay de la juventud de hoy? ¿En qué nos diferenciamos de vosotros?
R.- Lo que fueron valores en alza en la juventud de mi época, ahora son delitos. En los años 70 y 80, la agitación, la provocación, la performance, el estar contra el sistema, el cuestionamiento de todo, el sexo libre… ¡eran valores! Hoy son delito. Hoy un rapero hace una canción llamándole a don Juan Carlos ladrón, porque es lo que es, y va preso. Por decir la verdad. Y todos los españoles callamos. Somos miserables.
"En los años 70 y 80, la agitación, la provocación, la performance, el estar contra el sistema, el sexo libre… ¡eran valores! Hoy son delito"
P.- Menos mal que te da igual la política, querido…
R.- (Ríe). Y me da igual, pero Pedro Sánchez lo ha hecho muy bien, y lo demás son cuentos. Políticamente te gustará o no te gustará, pero hostia, ¡ha podido con todo, qué caimán! Yo viendo la tele flipo. Lo veo como un teatro. El día que echó a Ábalos, a la parte dura del partido, a la corrupta… y Ábalos calladito, calladito. Fuera. Qué dos huevos tiene Sánchez. Pudo con el Covid. Hizo sus ERES, sus cosas. Qué animal político, qué barbaridad. Brillante, brillante, brillante. No me gusta ninguno, ¿eh? Pero este es la polla. Igual que de la Ayuso digo: qué mala eres. Mala, mala, mala. Rajoy sería tonto, pero no era malvado.
P.- ¿Cómo es la vida después de las drogas?
R.- Las ganas nunca faltan. ¡Nunca! (ríe). Yo lo llevo bien. Yo con la droga te digo la verdad: la única droga que conozco es la heroína, lo demás son cuentos. La coca es una cosa que está bien pero que no es lo mismo, no hace daño al cerebro. Es como el agua, como el que toma una copa. ¿Me tomo una raya, me tomo tres? Bah. ¿Un éxtasis? Bueno, vale me gusta bailar. La única droga que tomo ahora son los porros, que los tomo desde los 18 años y me hacen la vida más leve. No 18, claro, que se me queda la cabeza tonta. Pero no tiene nada que ver… La heroína es la droga de la felicidad, pero tiene un defecto: es un narcótico. Ella puede con todo. Puede hasta con el amor.
"La única droga que conozco es la heroína, lo demás son cuentos"
P.- ¿Con el amor?
R.- ¡Sí! Sólo te importa la droga. Y puede con la ambición de ser. ¿A un chaval de barrio después de probar la heroína le vas a meter ocho horas en una oficina? No. Se hace yonqui. La heroína le quita la ambición de ser. Lo arrasa todo. Ahora, es la droga de los ricos.
P.- Dicen que estaba volviendo.
R.- Nunca se fue. Mira, yo sigo la siguiente máxima con la heroína, y hasta se me respeta en casa: “Una vez al año no hace daño”. Eso quiere decir que muy de vez en cuando aparece en una fiesta alguien que tiene heroína y si es buena… ese día me pongo.
P.- ¿Puedes decir después “basta”?
R.- Sí.
P.- Hijo, pues qué buena cabeza.
R.- Ese día inmediatamente todas las células reconocen la heroína… ¡ah! Pero lo que no hago nunca es pillar para mí, pillar cantidad, porque entonces… me vuelvo vampiro.