Llevaba 3+4 años Antonio Carmona sin sacar un tema en solitario. El 3 es el número de su vida, pues tres fueron los Ketama, y un 3 del 3 del 63 a las tres de la tarde nació el amor de su vida, Mariola. Lo del 4 -el número que simboliza lo terrenal- es por el apego que Carmona le tiene a la tierra, a la suya y a cualquiera que haya pisado el pueblo gitano durante el exilio de siglos que arrastra.
Hablaremos en esta entrevista mucho del carácter de su etnia y de su intensidad, “de repente somos jubilosos como una bulería, y de repente somos una seguidilla, que parece que te están partiendo el alma y el corazón”. También de cómo mantiene tanto cortisol a raya Antonio Carmona (spoiler: con mucho deporte y gracias a la música, además de con alguna partidita de mus y el disfrute puro y sencillito de la vida). Y saldrá a relucir el racismo bidireccional entre gitanos y payos que se temen: “El gitano que es racista que aprenda y tenga cultura. Y el payo igual, y el negro igual, y el árabe igual. Lo que no podemos es ir como burros. Que tú respetes mi condición gitana y yo respete la tuya”.
Hoy Carmona le canta de nuevo al amor porque, aunque cruzó el Rubicón de la separación con su mujer, encontraron un camino de vuelta: “Creo que el haber luchado durante tanto tiempo con mi mujer, siendo de culturas tan diferentes -desgraciadamente ni su familia ni la mía nos entendían-, nos ha hecho ser un bloque”. Mariola es su punto sobre la i, la sal y el perejil de este músico pronto para las palmas y la alegría, a ratos bromista y a ratos muy solemne en sus respuestas:
P.– Han pasado siete años desde su última canción en solitario. El 7 es un número muy mágico, dicen que por la suma del 3, que simboliza lo sagrado, y el 4, que representa lo terrenal. ¿Por qué todo este tiempo sin publicar? ¿Cómo han sido estos 7 años para Antonio Carmona?
R.– Mira, yo no sabía eso, pero es verdad que el número tres me persigue. Josemi, Juan José y yo, por un lado, que éramos Ketama. Y luego Mariola, que nació el 3 del 3 del 63 a las 3.
P.– ¿De verdad?
R.– Te lo juro. Y luego hoy es 21. Hoy es el solsticio de verano, dan las vacaciones a los niños, que hay felicidad por todas partes, y es el Día de la Música. Me parecía que era un día muy especial para sacar este Punto sobre la i.
P.– ¡Claro! ¿Y qué ha pasado durante estos años para que no haya sacado nada antes?
R.– Muchas giras, he podido hacer temas con otros artistas como Fito Páez, con Tangana… He ido haciendo mis cositas, pero ya era hora de hacer un tema mío (en este punto, se levanta para quitar un aire acondicionado que le da directo a la garganta). He estado muy al servicio de otros músicos y no era capaz de arrancar con lo mío. Sin embargo un día me levanté, vi un texto precioso de Benjamín Prado, le puse música y ahí quedó este bolero.
P.– Se prendó de la letra.
R.– Sí, en cuanto lo leí sabía que era un bolero, y le dije ‘esto es un bolerazo del siete’. Entre Benjamín y yo le dimos forma y cambiamos algunas palabras que a lo mejor en mi vocabulario desde el flamenco no estaban bien adaptadas, pero trabajar con él ha sido muy fácil y he aprendido muchísimo.
P.– He escuchado que levantó a Mariola para decirle ‘tenemos canción, un bolero’.
R.– (Como el aire sigue encendido, antes de responder Antonio se levanta y se cambia de sitio, y pide que lo apaguen porque se declara enemigo acérrimo del aparato). Sí, siempre que ocurre algo importante musicalmente, tú sabes que unas veces te puede pillar a las dos de la tarde que ves una armonía, que es como un milagro, y te quedas como traspuesto, pues a mí me pasó eso con Benjamín Prado, y fue agarrar la guitarra y parece que iban solos los acordes con el texto, y eso es un milagro porque no es tan fácil: yo he trabajado mucho con Lorca, con Miguel Hernández, con escritores vivos y muertos, y es muy difícil adaptarlos. Sobre todo porque soy también letrista y tengo mi jerga, a la hora de escribir hay palabras que de repente no me suenan bien, pero casi todo lo de Benjamín encajó perfectamente.
P.– Me llama la atención que los boleros suelen cantar más a amores frágiles, pero aquí le canta a un amor más robusto que un templo griego…
R.– Hay mujeres que brillan como revistas, hay mujeres con risa de cascabel, hay mujeres que te acarician sin dejar pistas… No es nada ñoño, es ese amor que puedes tener por una madre, por una hija o por cualquier persona.
P.– Sí, porque la letra hace una taxonomía de mujeres. Y en el plano romántico, ¿cómo se logra que el corazón siga yendo a caballo después de un amor tan longevo como el suyo con Mariola?
R.– Pues mira, hacía que no me iba de vacaciones 20 años, y el otro día me fui con ella a Marrakech y le dije ‘oye, esto ya no puede ser, nos tenemos que ir y tenemos que tener nuestros momentos’. Ahora además hemos sido abuelos, y tenemos a nuestras hijas y todo... Cada vez tienes menos tiempo para la pareja. Nosotros somos muy disfrutones de estar con los amigos, y tenemos siempre gente alrededor… Mariola son diez hermanos, yo tengo todos mis sobrinos… Estamos acostumbrados a tener siempre mucha gente en casa, pero me dio mucha alegría después de veinte años irme a Marrakech juntos. Hay que encontrar tiempo siempre la pareja.
P.– Sí, ¿verdad? No demasiado tampoco para no saturarnos, pero un poco de tiempo.
R.– Sí. Eso o sacar una canción como la que yo he sacado. Cuando la desperté le dije ‘mira qué bonito esto’ y ella se la ha quedado un poco como para ella, pero la gente cuando la oye la puede encajar en cualquier tipo de amor.
P.– Anda, claro. Para vosotros es vuestra, pero ahora ya la haremos canción de amor el resto. Es un amor fuerte el que tienen, porque lo dejaron una temporadita y volvieron. Cruzaron el Rubicón y, sin embargo, sí hubo retorno. ¿Cuándo sí hay que volver y cuándo no? ¿Hay receta para eso?
R.– Cuando está el amor por delante, por muchas cosas que pasen en la vida, siempre se va hacia un mismo punto. Creo que el haber luchado durante tanto tiempo con mi mujer, siendo de culturas tan diferentes -desgraciadamente ni su familia ni la mía nos entendían-, eso nos ha hecho ser un bloque. Hay tal fortaleza entre los dos que dudo que en estos tiempos que corren podamos tirar cada uno por un sitio.
P.– Es tremendo porque su madre le llegó a decir a Mariola que le iba a hacer la vida imposible, al ser ella paya. Y ahora son íntimas. ¿Cómo se consigue eso? ¿Cuál es la estructura de ese puente?
R.– Sí, nosotros además vivimos todos juntos. Mi madre y mi suegra también, mi suegra ha muerto hace poquito, pero siempre hemos tenido una relación muy sana y muy estable entre todos. Siempre nos hemos querido por encima de todo. Al principio no entendieron esto, pero luego ya sí. Hay que echarle mucho tiempo cuando vienes de culturas diferentes, porque no está acostumbrada ni una parte ni la otra. Hay que estar muy encima de todos los detalles, intentar no molestar a nadie ni nada. Agarrarte con el escudo y la espada y decir: aquí estamos y esta es mi familia.
P.– Mucha conversación, imagino.
R.– Mucha. Mucha.
P.– Dice Mariola que jamás le ha visto a usted un solo gesto machista.
R.– ¡No puedo! Con tanta mujer alrededor… ¡Me matan!
P.– Aun así, ¿se reconoce algún deje, algún ramalazo machista? Que al final todos lo somos un poco, y me temo que hasta que no pase mucho tiempo así seguirá siendo…
R.– Sabes qué pasa, que en mi casa tienen mucho valor las mujeres. Por parte de mi madre trabajan las mujeres, y los hombres no. Fíjate qué cosa más rara. Mi madre se iba a México, a Argentina, y se iban a buscar la vida como a lo mejor iban tus abuelos. Se cogían un barco y se iban a Argentina y se tiraban allí tres o cuatro meses. Yo me acuerdo con cuatro o cinco años que mi madre desaparecía ese tiempo y me dejaba a mí en casa de mi tía. Y era una cosa obligada si queríamos tener un techo y vivir dignamente como vivía todo el mundo. Y fíjate qué cosa más curiosa que los hombres no trabajan en casa de mi madre, son los que cocinan. Y cocinan, eso sí, de la hostia. Son unos cocineros maravillosos. Son los que han criado a los hijos, y las mujeres eran las que trabajaban. Todo lo contrario, para que tú veas. Lo contrario de ti en todo lo demás (dice parafraseando el estribillo del single que ha sacado).
P.– Oye, además es el primer videoclip que se ha subtitulado al romaní, a la lengua gitana, ¿verdad?
R.– Sí, y estoy muy orgulloso porque yo creo que hace falta acercar la cultura del gitano y la cultura en general que tenemos: nuestra gastronomía, los casamientos, los bautizos… Creo que la gente tiene que conocer un poquito más al gitano. Tenemos una lengua con la que nos podemos comunicar en cualquier sitio del mundo: poder comunicarte con un gitano brasileño, yugoslavo o francés es el regalo más grande que se puede hacer. Y eso se lo estoy inculcando a mis hijos y a mis nietos para que aprendan esa lengua.
P.– Que es muy difícil, ¿no?
R.– Es muy difícil. Por ejemplo aquí se hablá más el caló, que es diferente. Pero para el vídeo he preferido que sea el romaní, que es un habla mundialmente conocida.
P.– ¿Y por qué todavía estamos tan alejados, gitanos y payos? Ha dicho muchas veces que sigue sufriendo racismo. ¡Siendo Antonio Carmona! No se cortan ni con esas, ¿no?
R.– Sí. Yo pienso que porque no tienen cultura. La gente que no tiene cultura son los más racistas. Por estadística los gitanos todavía somos los más rechazados, por encima de los árabes o los negros. Hay muchas cosas que tenemos que arreglar, en España y en Europa, sobre todo porque estamos en un momento en el que puede pasar cualquier cosa, como cuando se cargaron a cinco millones de judíos y a otros dos millones de gitanos. No somos una cultura que vivamos en un gueto. Aquí estamos hablando los dos y yo soy gitano y tú eres paya, y fíjate cómo estamos hablando y en un tono súper fluido. Yo lo que quiero es convencer a la gente con mi música de que somos sólo uno.
P.– Así debería ser, desde luego. Pero creo que sigue habiendo mucho racismo, y también a la inversa, hacia los payos. Yo lo he sentido como reportera de televisión.
R.– Por supuestísimo que lo hay. Por supuestísimo.
P.– ¿Y por qué pasa? ¿Nos damos miedo?
R.– Porque no tienen cultura. Si no tienes cultura, eres racista. Si tuvieras cultura, leyeras… Leer es fundamental, ver documentales, ver la historia y descubrir por qué la etnia gitana salió de la India, porque nos echó una raza aria. Hay una película muy bonita, Latcho Drom, musical, que hace el recorrido de los gitanos por Europa. Todo ese tipo de cosas ayudan. El gitano que es racista que aprenda y tenga cultura. Y el payo igual, y el negro igual, y el árabe igual. Lo que no podemos es ir como burros. Que tú respetes mi condición gitana y yo respete la tuya.
P.– ¿Y cómo reacciona Antonio Carmona ante situaciones de racismo? ¿Se plantearía marcarse un Miles Davis, y cantar para el público de espaldas como protesta?
R.– ¡Yo canto mucho de espaldas!
P.– Pero en un momento puntual, no permanentemente...
R.– No, permanentemente no porque hay que ser un monstruo y un genio para tocar de espaldas y hacer así dos horas de espectáculo (ríe). Pero no, sobre todo es que el público se merece que le des la cara. Yo cuando salgo al escenario el tiempo transcurre de otra manera, te lo digo, es como Matrix. Cualquier cosa que hago me parece mucho más bonita, mucho más relajada…
P.– ¿Cómo definiría la sangre gitana? ¿Podemos decir que la intensidad es lo que define al pueblo gitano, tanto para lo bueno como para lo malo?
R.– Mira, yo lo comparo con la música. De repente somos jubilosos como una bulería (Antonio arranca a dar palmas y a taconear). Y de repente somos una seguidilla, que parece que te están partiendo el alma y el corazón: “Mi madre, ¿por qué la mataron…?”. Contamos la historia de los gitanos y de todos los sitios por donde han pasado los gitanos. ¿Tú has visto la bandera de los gitanos? La bandera de los gitanos es el azul del cielo, el verde de la tierra y en medio una rueda de un carro. La mejor manera de saber cómo es un gitano es a través de su música.
P.– Claro, lo que pasa es que la intensidad dispara mucho el cortisol. ¿Cómo mantiene a raya el cortisol Antonio Carmona? ¿Hace deporte?
R.– Hago muchísimo deporte. Esta mañana me he despertado a las siete de la mañana y ya estaba ahí el campeón pum, pum, pum, dando vueltas… Me preparo mucho cuando tengo algo importante como un show, u hoy, que tengo que cantar. Y luego a lo mejor por la tarde me voy a echar una partida al mus con mis colegas, que no todo es trabajar. Hay que rebajar un poco, y disfrutar también.
P.– ¿Y terapia ha hecho alguna vez para volver al eje?
R.– Yo creo que si yo hiciera terapia volvería loco al terapeuta… Yo no conozco a ningún gitano que haya hecho terapia (estalla a reír).
P.– ¿No?
R.– Te juro que no.
P.– ¿Y por qué? ¿Qué explicación sociológica hay ahí?
R.– Ya, lo que sea… ¿Qué me vas a decir a mí de los gitanos? Si los gitanos son para que los lleven y los estudien en la NASA.
P.– Hombre, pero al fin y al cabo todos tenemos los mismos raíles psicológicos.
R.– Pero a mí no me ha hecho falta. Al ser músico lo mío lo expreso y lo desahogo por ahí. Los argentinos, por ejemplo, no. Tienen que hablar (vuelve a reír con estruendo).
P.– He leído que hizo la mili. Varios países en Europa se están planteando que vuelva a ser obligatoria. ¿Qué le parece?
R.– Nada, que vayan a la mili. Que vayan a la mili y que pasen fatigas, lo mismo que pase yo durante quince meses. Que ahora están todo el rato con un Ipad. Que vayan a la mili, los cojan y les den caña. La mili para los tíos y para las tías, como en Israel.
P.– Además es que es muy defensor de la disciplina. Dice que estuvo hasta los 25 años formándose sin parar, dejando un poco a un lado la diversión.
R.– A mí me hacía falta la mili. Si no, me levantaba a las tres de la tarde… Lo peor fue que yo trabajaba de aquellas en un tablao flamenco, y tuve que seguir trabajando en un tablao flamenco levantándome a las siete de la mañana, y me acostaba a las dos o tres. Lo mío fue una putada. Pero sí que es verdad que esa disciplina y la convivencia con dos mil tíos de cualquier lado te fortalece. Yo creo que el ejército viene bien. Yo soy proejército en eso (termina entre risas también).