Para llegar a La Torre del Visco, una antigua masía de la comarca del Matarraña (Teruel) reconvertida en un hotel de lujo con encanto, hay que recorrer una empinada pista sin asfaltar de unos 5 kilómetros. El paisaje es espectacular, pero entre bache y bache uno se pregunta si llegar hasta aquí merecerá la pena. Todas las dudas quedan despejadas cuando Jemma Markham, propietaria de este Relaix & Château, sale a recibirnos y enseguida nos hace sentir como en casa. "Podéis serviros un gin-tonic en el bar o leer un libro en la biblioteca", sugiere mientras su San Bernardo dormita en el jardín.
De origen británico, esta licenciada en Historia llegó a Madrid en 1973 para aprender español y 48 años después sigue viviendo en España. Que la biblioteca tenga un espacio tan destacado en su hotel no es casual: fue directora general para España y Portugal de la editorial Longman (ahora Pearson Education) y de Penguin Book, además de propietaria de las librerías Turner junto a su esposo, Piers Dutton, ya fallecido. En 1991, ambos decidieron abandonar el mundo corporativo para reconectar con sus raíces rurales. Durante dos años, el matrimonio recorrió España de punta a punta en busca de un terreno donde desarrollar un proyecto agrícola que incluyera hotel y restaurante. "Un día estábamos por Tarragona y alguien nos dijo que había unos pueblos preciosos y bastante aislados en Teruel. Se nos encendió la luz".
Esa luz les condujo hasta Matarraña, una comarca situada en la provincia de Teruel que limita con Tarragona y Castellón y está formada por 18 pueblos medievales (8.200 habitantes en total) que parecen sacados de un cuento. De hecho, cinco de ellos —Valderrobres, Calaceite, Beceite, La Fresneda y Ráfales— son Conjunto Histórico Artístico y los dos primeros figuran entre los Pueblos Más Bonitos de España. El río Matarraña del que toma su nombre atraviesa esta joya escondida de la España vacía que sorprende por su exuberante paisaje de olivos centenarios, viñedos y campos de almendros. "Tuvimos la sensación de llegar a la Tierra Prometida", comenta nuestra anfitriona con el brillo en los ojos.
"Un sitio te tiene que conmover", continúa esta hotelera de 71 años. Por eso compraron esta idílica finca de 94 hectáreas situada en el término de Fuentespalda (286 habitantes), delimitada por el río Tastavins y el macizo montañoso de los Puertos de Beceite. Plantaron 2.000 olivos y en medio del bosque reconstruyeron la masía con su torre de 1449 para transformarla en un hotel boutique de 16 habitaciones. La propiedad incluye jardines románticos con más de 50 variedades de rosas y un huerto ecológico que abastece de productos frescos a su restaurante de kilómetro cero, donde el chef Rubén Catalán Cañardo se inventa un nuevo menú cada día: hoy propone una selección de verduras ecológicas, râble de conejo del Matarraña y una tabla de quesos artesanales.
Pionera en turismo sostenible
Hace 25 años, este negocio era inaudito en Teruel. "Al principio nos llamaban locos". Pero con el tiempo, Jemma Markham ha demostrado que su proyecto era viable, y su buen hacer fue reconocido con el Premio a la Mujer del Año 2019 de Relais & Châteaux. Pionera en turismo sostenible, se siente orgullosa de haber desbrozado el camino a otros emprendedores. "Poco a poco se entendió que el futuro de la zona son los proyectos de calidad, con carácter. Tenemos muchos atractivos y hay que saber venderlos, aunque no a un nivel masivo", puntualiza la propietaria de Torre del Visco, a quien no le convence que a Matarraña se la compare con "la Toscana española".
"Es una comarca con identidad propia. No necesita mirarse en ningún espejo de la Toscana italiana"
Más allá de los parecidos razonables, "ésta es una comarca con una identidad propia", señala Esther Ibáñez, periodista de Condé Nast Traveller y natural de La Fresneda, uno de los pueblos más turísticos de la zona. "Sus 18 municipios comparten un paisaje mediterráneo en el que los bosques de pinos se alternan con cultivos de almendro, olivo y vid. Sus iglesias, ayuntamientos y casas señoriales están construidos con los mismos sillares de piedra amarillenta. No necesita mirarse en ningún espejo de la Toscana italiana", defiende.
Este rincón escondido del Bajo Aragón histórico empezó a trabajarse como destino a partir de 2002, gracias a la creación de las comarcas en Aragón y a un plan de dinamización turística. "Por entonces no se hablaba del Matarraña, sólo existía una mancomunidad que compartía servicios", explica Eli Diez, técnica de gestión turística de la comarca. Y recuerda que en 2007 se sentaron las bases para preservar el paisaje y la identidad cultural de la zona. "Se trataba de hacer florecer lo que ya existía. Y hacerlo desde un modelo de sostenibilidad".
Su entorno natural de 900 kilómetros cuadrados se ha conservado casi intacto hasta hoy "gracias al orgullo por el territorio de sus habitantes", subraya Eli, satisfecha de que este intenso trabajo de promoción haya dado sus frutos. Si en 2002 sólo había 880 camas disponibles en toda la comarca, en la actualidad hay 197 establecimientos hoteleros con un total de 2.838 plazas. Muchos de ellos tienen un encanto especial, pues son fortalezas, conventos, almazaras o casas señoriales rehabilitados para uso turístico.
El problema es que el Matarraña se ha puesto de moda en los últimos años y ha "explotado" como destino rural de calidad a raíz de la pandemia. Hasta el punto de que empieza a preocupar la saturación en temporada alta. En 2015 la comarca recibió 14.800 turistas entre julio y agosto; en 2019 la cifra aumentó hasta los 21.382 durante esos dos meses, y en 2020, en pleno desconfinamiento veraniego, se contabilizaron 26.105. Con la excusa de controlar el aforo por el coronavirus, el Ayuntamiento de Beceite tuvo que cerrar el acceso a El Parrizal, un paraje de ensueño con rocas en forma de aguja, pinturas rupestres y pozas de aguas cristalinas donde se bañan las nutrias.
"Arquitectura en tierra"
No es casualidad que el hotel Torre del Marqués, primer 5 estrellas de Teruel, se haya levantado en este pequeño paraíso aragonés. Inaugurado en 2020, es el sueño hecho realidad de Óscar García y Marta Goiri, un matrimonio de ingenieros que un buen día decidieron dar un giro profesional y apostaron por el mundo de los viajes a medida. "Nuestra idea era construir un hotel rural que estuviera integrado en el paisaje. Estuvimos buscando un sitio parecido a la Tramuntana mallorquina, pero con mayor accesibilidad", explica Óscar, para quien el lujo "también puede ser tomar unos huevos fritos con un paisano".
Un día se dejaron caer por el Matarraña y se enamoraron tanto de la pureza del paisaje como de la autenticidad del paisanaje. Encontraron una antigua masía del siglo XVIII que perteneció al Marqués de Santa Coloma, en mitad del monte de Monroyo (385 habitantes), y decidieron rehabilitarla como hotel de lujo sostenible.
No es casualidad que el primer 5 estrellas de Teruel se haya levantado en este pequeño paraíso aragonés
Adscrito a la cadena Small Luxury Collection, en este hotel no se ven cuadros colgados en la pared: bastan los amplios ventanales con magníficas vistas al valle del Tastavins. Con 16 habitaciones, spa, piscina exterior climatizada, un huerto ecológico, restaurante con productos de proximidad y una bodega que ha empezado a producir sus propios vinos, atrae a un turista slow que busca el contacto con la naturaleza y siente afinidad por el lujo discreto. "El pasado julio se alojó aquí una familia de Sotogrande (Cádiz). No querían playa, sólo naturaleza, relajarse y leer", señala el propietario.
De la ampliación de Torre del Marqués se ha encargado la arquitecta Àngels Castellarnau. Especializada en arquitectura de bajo impacto ambiental, rehabilitó la masía con una técnica ancestral denominada tapia calicostrada o tapial. "Consiste en encofrar la tierra con tablones de madera, apisonándola con costras de mortero de cal y aligerándola con cáñamo. Esta técnica nos ha permitido elevar tres plantas, un hito en España y en Europa", explica la directora del estudio Edra Arquitectura Km 0, cuya familia procede de un pueblo ganadero del Pirineo aragonés y aprendió de sus abuelos la importancia del entorno. Para Castellarnau, lo importante es que sus intervenciones generen cambios en los sitios: "Nuestro trabajo revierte cultural, emocional y ambientalmente en la gente de la zona".
Por eso contaron con constructores locales a los que enseñaron la técnica del tapial (que ya se utilizaba por estos lares, pero había caído en el olvido) y encargaron a distintos artesanos locales las baldosas de cerámica hechas a mano o las alfombras circulares de esparto. Este edificio biosostenible, que no dejará huella cuando sea demolido, ha sido elegido entre los 40 mejores del mundo de arquitectura en tierra por el premio internacional Terra Fibra Award, y acaba de ganar el premio Terra Ibérica en la categoría de "otros usos" que concede el Colegio de Arquitectos de León.
"Yo parlo chapurriau"
Nuestra ruta por el Matarraña continúa por Valderrobres (2.388 habitantes), la capital administrativa de la comarca. "Yo parlo chapurriau", se lee cerca del emblemático Puente de Piedra medieval. "Dicen que nuestra peculiar forma de hablar es una variante del catalán, pero más bien parece un dialecto mestizo. Ésta es una zona de fronteras", aclara Manuel Siurana, de 66 años, quien tras media vida como profesor de Historia del Arte en un colegio de Barcelona, hace cinco años regresó al pueblo que le vio nacer. "Mi mente estaba aquí", dice.
En 2008 creó la Fundación Valderrobres Patrimonial, cuyo fin es conservar el patrimonio de esta villa histórica. Nos cita junto al imponente castillo-palacio del siglo XV, una de las mejores joyas de estilo gótico en Aragón. "Fue la residencia privada del arzobispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia. Seguro que le gustaba el paisaje", deja caer mientras nos guía por la fortaleza, en cuya restauración se han invertido 1,2 millones.
"Dicen que nuestra peculiar forma de hablar es una variante del catalán, pero más bien parece un dialecto mestizo"
Justo enfrente del castillo está el Centro de Interpretación de Arte Comarcal donde este profesor jubilado tiene su despacho. En la planta baja pueden verse las maquetas de cada uno de los 18 pueblos que integran el Matarraña. "En todos ellos hay muestras notables del Renacimiento, el Gótico y el Barroco", ilustra nuestro guía, convencido de que "el turismo cultural es clave para obtener fondos que permitan recuperar el patrimonio".
Cuando se le pregunta por qué Matarraña está de moda, Siurana responde: "Ésta era una zona escondida, pero se ha corrido la voz y la gente ha empezado a apreciar un paisaje y un patrimonio muy bien conservados. El trazado urbano de los pueblos se ha mantenido tal y como era en el siglo XIV, porque durante años la comarca estuvo muy aislada. A la larga, eso ha sido positivo para mantener la autenticidad, que es lo que la gente busca ahora. No hay mal que por bien no venga".
Oasis utópico
Tras comer en el restaurante Baudilio de Valderrobres, regentado por la argentina Fabiana Arévalo, nos dirigimos a Cretas (570 habitantes) para conocer Solo Houses, la primera colección de arquitectura en Europa. Un camino de 2 kilómetros sin asfaltar nos conduce a una finca de 120 hectáreas situada a los pies del Parque Natural Los Puertos de Beceite (o Parc Natural dels Ports), de la vecina provincia catalana de Tarragona.
En 2012, después de rastrear medio mundo, los galeristas Christian Bourdais y Eva Albarrán encontraron aquí el lugar idóneo para levantar 15 villas de diseño y un hotel —pieza central del proyecto— que estuvieran completamente integrados en el paisaje. "Pedimos a 12 de los estudios de arquitectura más innovadores del mundo que diseñaran la casa de vacaciones de sus sueños y les dimos carta blanca para elaborar sus propuestas, con la única limitación del presupuesto", explica el propietario francés, cuyo reto es convertir este oasis de arquitectura utópica en "un destino mundial".
En Solo Houses se han rodado series de Netflix o anuncios de Louis Vuitton
El hotel de 25 habitaciones aún está en fase de proyecto, y de momento se han construido dos espectaculares casas de alquiler. La primera, Solo Pezo Von Ellrischausen (600 euros por noche para un máximo de 5 personas), de aires brutalistas y con vistas al valle, brinda a los ocupantes la sensación de flotar en el aire. La segunda, Solo Office KGDVS (800 euros por noche para 6 personas), es un espacio totémico en forma de anillo que invita a interactuar. Julia Kajaraville, directora del proyecto, define la experiencia de alojarse aquí como "lujo asceta".
Con ella recorremos Solo Summer Group Show, una exposición colectiva compuesta por 17 instalaciones al aire libre. Además de alojar a clientes particulares (60% extranjeros y 40% nacionales), en estas viviendas de autor se han rodado series de Netflix o anuncios de Louis Vuitton, generando actividad económica en la zona. "No hay un fin de semana libre hasta junio de 2022", afirma Christian Bourdais, que junto a su mujer española está al frente de la galería de arte Albarrán Bourdais en Madrid.
Garnacha peluda
Es tiempo de vendimia. Con las manos llenas de tierra nos saluda a pie de viñedo Enrique Monreal, enólogo y copropietario de la bodega familiar Mas de Torubio, situada en Cretas. "Aquí hemos cavado con la azada desde pequeños", dice junto a la finca de 25 hectáreas de olivo y vid que alberga una masía de 1856. En medio del viñedo hay un pozo árabe; al fondo, los Puertos de Beceite, y detrás del bosque de pinos, unos túmulos funerarios íberos del siglo V a.C. Los antepasados de este emprendedor de 39 años, apodados los Torubio, vivieron siempre de la agricultura, pero él quiso ir más allá y se formó como enólogo para producir su propio vino. "Durante 18 años viajé por 11 denominaciones de origen y trabajé en varias bodegas de Cataluña. Mi cabeza estaba allí, pero el corazón lo tenía en Matarraña".
Con el conocimiento adquirido, en 1998 regresó a Cretas y plantó las primeras viñas en la finca familiar. "Matarraña tenía tradición vinícola, pero en los 90 se arrancó el viñedo porque daba mucho trabajo y no se sabía vender el producto". Él rompió esta inercia y además se propuso recuperar una variedad local: la garnacha peluda, de la que se obtiene un vino joven, ligero y refrescante: "Es nuestra punta de lanza, porque da unos vinos que te pueden diferenciar".
La bodega artesanal, integrada en el casco antiguo del pueblo, ocupa el antiguo pajar de una casa del siglo XV. Dentro hay trujales o depósitos subterráneos donde aún se almacena el vino. "Aquí está toda la cosecha de 5.000 plantas de garnacha peluda", señala mientras nos da a probar el tinto. Mas de Torubio produce 100.000 kilos al año y comercializa las marcas Xado, Torubio, 9 Rosas, Clota y Cloqueta; unas 30.000 botellas en total. No por casualidad, obtuvieron dos Medallas de Oro y una de Plata en el concurso internacional Catavinum World Wine & Spirits Competition 2019. Pero la instalación se ha quedado pequeña, por eso el próximo reto será construir una nueva bodega junto al viñedo.
Aceites gourmet
Y del vino al aceite, otro de los productos más representativos del Matarraña junto a los jamones, el cordero y las almendras. A sólo 8 kilómetros de Mas de Torubio está la finca olivarera Mas de Flandí, situada en Calaceite. En 2005, el empresario barcelonés Eduard Susanna, de 59 años, compró este predio de 1744 y puso en valor sus 40 hectáreas de olivos, que hoy producen 60.000 kilos de aceituna de las variedades Empeltre, Arbequina y Picual. "A partir del siglo XVIII empezaron a construirse en esta zona molinos de aceite y se convirtieron en industrias. Calaceite llegó a tener uno de los más grandes de Aragón", explica el propietario de la almazara, que antes de ser productor de aceites premium trabajó en el sector cosmético.
"El aceite es cosmética interior", dice este amante de la gastronomía mientras nos enseña el proceso de producción en su pequeño molino. Aquí se moltura aceituna verde de recolección temprana, y gracias a una avanzada tecnología se controla su extracción aromática. Pura "artesanía high tech". La visita termina con la cata de los distintos aceites ecológicos extra virgen, que se comercializan bajo la marca Fruit & Branca y han obtenido numerosos premios nacionales e internacionales.
Molino de papel y judía blanca
En Beceite (550 habitantes) llegó a haber nueve molinos de papel que florecieron en torno al cauce del río Matarraña. Los grabados de Goya, los naipes de Heraclio Fournier o la moneda del Estado utilizaron el papel que estas fábricas —como aquí llaman a los molinos— producían. La última se construyó en 1804.
La Fábrica de Solfa estuvo operativa hasta los años 70 y fue rehabilitada en 2009 como hotel-restaurante. "Quisimos conservar un edificio industrial que a la vez diera servicio a los turistas", explica el propietario, Javi Moragrega, de 49 años, orgulloso de que su restaurante haya recuperado el fesol de Beseit (judía blanca de Beceite), la legumbre identitaria de la zona. El chef Kike Micolau la sirve todo el año junto a otros platos tradicionales pero reinventados como el ternasco de Aragón o el codillo de cerdo Duroc.
"No a las eólicas"
Hace 25 años, Javi Moragrega fundó junto a su hermano la agencia Senda, pionera en turismo activo. Conoce al dedillo cada rincón del Matarraña, habla con pasión de la "luz especial" de su tierra, de un paisaje casi íntegro que los agricultores han sabido cuidar y proteger… Por eso está radicalmente en contra de un macroproyecto eólico que la empresa Capital Energy, a través de su filial Green Capital Power, quiere impulsar en el territorio. Los cuatro parques proyectados suman un total de 84 aerogeneradores. Todos los ayuntamientos afectados, excepto Mazaleón, cuestionan su viabilidad "por el impacto que produciría tanto en la economía rural como en el paisaje, la fauna, la flora y los yacimientos históricos".
La saturación turística y un macroproyecto de 84 aerogeneradores son sus amenazas
En los balcones de La Fresneda (443 habitantes), conjunto histórico-artístico desde 1983, cuelgan carteles con el mensaje "No a las centrales eólicas". Éste es uno de los pueblos más afectados. Desde la ermita de Santa Bárbara, encaramada a una colina, cuesta imaginar que las magníficas vistas al valle del Silencio y al río Matarraña se vean alteradas por la presencia de molinos de viento de casi 200 metros de altura.
Ana Romeo, propietaria del hotel-restaurante El Convent 1613, alza la voz frente a lo que considera un atropello: "Aquí vivimos de un destino turístico y de naturaleza, por lo que este proyecto perjudicaría seriamente a la economía local. Pretenden expoliar el territorio, robarnos el paisaje. En Teruel somos pocos y encima nos quieren avasallar", se queja. Sus amargas palabras resuenan en el impresionante patio acristalado del restaurante, integrado en un convento de 1613 que perteneció a la Orden de los Mínimos.
Tras probar las croquetas de ternasco, el jamón de Teruel y la casqueta de naranja y calabaza, sólo nos falta dar las gracias en chapurriau. De regreso a Madrid, una cosa nos queda clara: Matarraña no necesita compararse con la Toscana italiana. No le hace falta. Tiene identidad propia. Y es irresistible.