Se respira un ambiente solemne en el Ateneo de Madrid. Los cuadros con los rostros de Clara Campoamor, Santiago Ramón y Cajal y José Cánovas del Castillo observan, con una pátina melancólica y lúgubre, cómo un grupo de personas avanza en silencio por el lustrado pasillo que da a la sala central del centro cultural. El hombre que lidera la comitiva es el doctor José Luis Cordeiro, apodado 'el profeta de la inmortalidad', ingeniero del MIT y best seller literario reconocido por ser uno de los adalides del rejuvenecimiento biológico en España. El divulgador luce un elegante traje azul oscuro, unas clásicas gafas de patillas ovaladas y una corbata color crema con jeroglíficos egipcios. Sus escoltas son una mujer georgiana de mediana edad y un joven de apellido francés, Lía Asatiani y Max Olivier. Son la esposa y el hijo de dos de los cinco únicos españoles 'congelados' en centros de criopreservación en todo el mundo.
El trío se dispone a impartir una conferencia embarnizada con tintes futuristas: Del entierro del pasado a la cremación del presente. La criopreservación del futuro y los 5 primeros españoles. Tal y como invoca la letanía criónica, hace tan sólo unos días, el cerebro de un asturiano de 71 años fue enviado al centro de criopreservación más avanzado del mundo, la Fundación Europea de Biostasis de Zúrich (Suiza). Allí, vitrificado y sumergido en un contenedor de nitrógeno líquido, aguarda a la espera de que los avances científicos sean capaces de crear una fórmula para 'traerlo de vuelta' a la vida e insertar su cerebro en un nuevo cuerpo, probablemente más joven.
"Pero no necesariamente tiene que ser un cuerpo biológico", asegura Cordeiro mientras hojea dos libros que tiene entre sus manos, como invitando a quienes le rodean a prestarles atención, al igual que cuando un adolescente entusiasmado quiere mostrar sus hallazgos a sus amigos sin confesar lo mucho que le embriagan. Uno de ellos es un ejemplar de su obra súper ventas, La muerte de la muerte, texto traducido a una decena de idiomas. Insiste el doctor, entusiasta de lo ininteligible, en lo orgulloso que se siente de que esté en árabe y en ruso. El otro ejemplar es lo que denomina 'la Biblia de la criopreservación', el Cryostasis Revival del físico Robert A. Freitas, un texto en el que el investigador estadounidense expone cómo, mediante el uso de la nanotecnología, el ser humano será capaz de devolver a la vida a los pacientes que hoy permanecen criopreservados.
"Igual que no debemos hablar de criogenización, que es un término erróneo, tampoco podemos hacerlo de resurrección, sino de reanimación. Nosotros no trabajamos con muertos, sino con pacientes", asegura Cordeiro, en su característico acento venezolano, mientras viste una media sonrisa. "Ya podemos criopreservar y reanimar espermatozoides, embriones, óvulos, córneas y cordones umbilicales humanos. La ciencia avanza a pasos agigantados. Nada nos hace pensar que en los próximos diez años no seamos capaces de reanimar corazones y pulmones, y que dentro de 30 podamos despertar a las 500 personas que hoy están criopreservadas. Cuando lo hagamos, ya tendremos partes de cuerpo biónicas, mecatrónicas, robóticas; seremos medio cyborgs, y hasta podremos tener cuerpos nuevos y más jóvenes, porque gracias a nuestros genes ya somos clonables".
Su discurso mezcla el futurismo con el mesianismo. Él mismo simpatiza con la denominada doctrina de la 'singularidad tecnológica', una corriente de pensamiento que apunta a que el progreso tecnológico y la Inteligencia Artificial (IA) serán capaces de acabar con la edad humana y dar a luz un tipo posthumanismo que dé "muerte a la muerte", es decir, que haga a los mortales... inmortales. Un discurso que a muchos compañeros de profesión despierta un profundo escepticismo, pero en el que Cordeiro cree con fe ciega. "Galileo también estuvo a punto de ser quemado por decir que el Sol no giraba alrededor de la Tierra", sugiere el doctor tras ser cuestionado por las dudas y críticas que generan sus postulados sobre la inmortalidad.
PREGUNTA.– ¿Qué tiene que hacer una persona que quiere ser criopreservada?
RESPUESTA.– Lo ideal es que cada uno lo ponga en su testamento. De lo contrario, los familiares también pueden tomar la decisión al morir su ser querido. Hay unas 5.000 personas en todo el mundo esperando ser criopreservadas que pagan un seguro de vida que, en España, lamentablemente, no existe. En Estados Unidos, Suiza o Alemania hay seguros que lo cubren; incluso en Silicon Valley las compañías de tecnología comienzan a ofrecer directamente seguros de criopreservación. Más allá de eso, en España tengo constancia de 40 personas que pagan un tipo de seguro en centros similares.
P.– ¿Es muy caro criopreservar a uno de nuestros familiares? ¿Cuánto puede costarnos mantener vivo a nuestro padre o a nuestra abuela?
R.– Muchas empresas firman contratos de 100 años de mantenimiento, pero creemos que en 30 años, o antes, podremos leer sus cerebros y ponerlos en cuerpos nuevos, no necesariamente biológicos. Se empezará por los más recientes, que estarán en mejores condiciones. Sobre los costos, estos varían según el tipo de centro de criopreservación que se elija. Hay una docena en todo el mundo. La criopreservación es bastante más barata que una casa, así que si te puedes permitir un hogar, ¿por qué no un seguro para vivir eternamente? La criopreservación de un cerebro puede costar 12.000 euros, y una de un cuerpo completo, en el centro más caro, como es el de Suiza, ronda los 200.000 €. Después, en el Cryonics Institute de Estados Unidos tambien se pueden criopreservar animales. Hay una decena de mascotas españolas ya criopreservadas por 1.000 € o 2.000 €, lo mismo que le cuesta a una mujer preservar sus óvulos.
P.– ¿Cómo es el proceso de 'congelación' de un paciente?
R.– Se hace mediante vitrificación. Se inyecta un líquido crioprotector, similar a un anticongelante médico, para que en las células no se formen cristales. Así se ha hecho con millones de niños que han nacido de óvulos o embriones congelados. Hoy también se sabe cómo criopreservar tejidos, ovarios, córneas y hasta pequeños órganos de animales, como el riñón de un conejo o el de un ratón. En los próximos 10 años lo deberíamos poder hacer con corazones y pulmones, lo que supondrá una revolución médica, y sería fundamental para el transplante de órganos. Ya hay bancos de órganos criopreservados donde se está trabajando para criopreservar y reanimar diferentes tipos de tejidos. A este paso, dentro de 30, podríamos conseguir recuperar humanos.
P.– Pero es apostarlo todo a un 'veremos qué descubre la ciencia'. El 'Dios proveerá' de las religiones. ¿No es un poco arriesgado? ¿Cómo reviviremos a los pacientes en espera? ¿Serán las personas criopreservadas las mismas de antes?
R.– Bueno, no sabemos si hoy estamos criopreservando a los humanos de la mejor manera posible. Aún no tenemos respuestas, pero las hallaremos dentro de 30 años. Debemos entender que la criopreservación se puede considerar una ambulancia en el tiempo. Una ambulancia que conecta la medicina primitiva del presente con la medicina avanzada del futuro, la que será una realidad dentro de dos o tres décadas. ¿Recordaremos quiénes somos? Esto se ilustra con el trabajo de Ramón Risco, profesor de la Universidad de Sevilla, quien descubrió con sus alumnos que se pueden conservar las memorias después de la criopreservación de gusanos entrenados a través del reflejo de Pavlov. ¡Al reanimarlos recordaban lo aprendido! ¿Por qué no vamos a ser capaces de hacer lo mismo con humanos? El cerebro es un 99% de lo que somos: nuestros recuerdos, nuestras memorias, nuestros odios, nuestros amores.
"La ciencia-ficción deja de serlo cuando se convierte en ciencia real", asegura, críptico, el doctor Cordeiro mientras camina ahora por el interior de la histórica biblioteca del Ateneo, escenario de rodajes de decenas de películas. Atrás han quedado sus acompañantes. Los tablones del suelo crujen bajo sus pies. Sus antiquísimas estanterías de caoba recogen la sabiduría ancestral de decenas de miles de libros antiguos. Parece anacrónico hablar de nanotecnología, de inmortalidad, de criopreservación en esta fortaleza de silencio. "Aquí se grabó una de mis obras favoritas: Mientras dure la guerra", susurra, y señala un cuadro de Miguel de Unamuno, inmortalizado también, sólo que en un óleo sobre lienzo de Pedro Bueno.
Sin embargo, si hay que hablar de cine, procede hacerlo de Vanilla Sky, de Alien, de 2001: Una odisea del espacio, de Futurama. Cordeiro, que se mueve en esa fina línea que separa la genialidad del delirio, considera que todas estas películas fueron precursoras de lo que, según él, será la realidad humana dentro de muy pocos años: la criopreservación masiva de humanos. "En 30 años vamos a poder vivir eternamente. Nunca ha sido bueno morirse, pero mucho menos ahora que estamos a las puertas de la inmortalidad. Vamos a pasar de la última generación mortal a la primera generación inmortal. Yo mismo no estoy dispuesto a morir. ¡Ahora, el que se muere, lo hace porque es idiota!".
Robert Ettinger: el gran pionero
A Cordeiro le gusta comenzar sus charlas desmitificando las leyendas populares. Entre ellas está la de que Walt Disney está criogenizado, o criopreservado, en un ataúd sumergido en nitrógeno líquido. "Eso siempre ha sido una gran mentira", ríe el doctor en ingeniería. "Dolorosamente, a él lo cremaron. Y eso es lo peor que hay, porque nos volvemos ceniza. Con los gusanos al menos queda el hueso en el entierro".
Cordeiro pone como ejemplo la historia de Ray Kurzweil, director de ingeniería de Google, quien guardó todos los recuerdos que pudo sobre su padre: las cartas, la música, los objetos que tenía en casa. Su intención, desde hace años, es hacer una copia genética de su progenitor tomando como base las muestras de su ADN. Su sueño es construir un clon –a veces llegó a hablar de avatar digital– con todos los recuerdos encapsulados en la mente del propio Kurzweil.
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"Sin embargo, la persona que comenzó todo esto no fue ni Walt Disney ni Ray Kurzweil, sino Robert Ettinger, en los años que comenzaban los rumores de la criopreservación de Disney. Justo un mes después de la muerte de Disney, James Bedford fue la primera persona criopreservada, y con la confusión nació la leyenda popular sobre el cineasta", explica Cordeiro. Ettinger publicó un libro llamado The Prospect for Immortality y creó el segundo centro de criopreservación del mundo en 1976, el Cryonics Institute de Michigan. Allí, desde 2011, año de su fallecimiento a los 92 años, permanece criopreservado.
"La primera paciente de Ettinger fue su madre. La segunda, su esposa. Después de fallecer ella, se volvió a casar. Y años después su segunda esposa también murió y la criopreservó. ¡La primera esposa no sabe de la segunda, pero la segunda sí de la primera! Qué interesante será lo que pase en el futuro cuando las reanimen a las dos", bromea.
"Congelé el cerebro de mi marido"
Lia Asatiani juguetea con los dedos de sus manos. Está nerviosa. Esta georgiana estaba casada con el físico e informático Javier Ruiz Álvarez, amigo de Cordeiro y socio del Cryonics Institute de Ettinger, hoy uno de los dos mayores bancos de criopreservación del planeta. "Él trató de introducir la criónica en España. Quería que cambiasen las leyes para permitir la congelación de personas aquí. Todo... Todo pasó muy de repente. No estaba preparada para ello". La mujer hace un parón ante el torrente de recuerdos que se ve obligada a revivir una vez más. Ruiz Álvarez tenía sólo 50 años cuando un infarto fulminó su vida el 10 de febrero de 2016. Hoy, su cerebro reposa en el Cryonics-Germany de Dresde, Alemania.
"Yo no estaba en casa. Tuvieron que llevarlo al tanatorio y dijeron que era necesaria una autopsia. Esa misma noche llamé a sus amigos. Cuando llegaron, sólo pudieron salvar su cerebro. Vino un coche, cogimos el cerebro y lo mandamos a Alemania. Él siempre había querido congelarse y, si hubiese podido, lo habría criopreservado entero". Lía vuelve a hacer un parón. Le tiembla la voz. "Más o menos en 30 años espero que podamos reanimar el cerebro de mi marido. Cuando en la vida se plantean cosas desconocidas, la gente siempre se asusta. Me han preguntado mucho: 'si nos congelan, ¿a dónde viaja el alma?'. Preguntas así... hay muchas. Hay gente con la que no puedes hablar de esto porque no lo entiende".
Quien entiende perfectamente el debate ético y moral que plantea Lía es Max Olivier, a quien le gusta hacerse llamar 'Maxman'. Su padre, Robert, de 73 años, fue diagnosticado de un agresivo cáncer de páncreas en 2016. "Por aquel entonces se comenzaba a hablar de inmunoterapia, pero no conseguí meter a mi padre en ningún ensayo clínico. No obstante, yo ya estaba familiarizado con los movimientos futurista e inmortalista. No conocía nada sobre la criopreservación, pero vi varios vídeos y algo hizo click dentro de mí. Supe que con ello podía tener el control. Mi padre era un hombre práctico, un hombre de ciencia, y tenía la mente abierta, así que accedió. En parte, creo, porque me quería".
Maxman describe con toda suerte de detalles aquella noche surrealista en la que su padre moribundo pereció en sus brazos. "Preparé hielo seco. Cuando mi padre murió y vino el doctor a firmar la defunción, procedimos a ponérselo alrededor, especialmente en la cabeza, la parte más sensible. Colocamos el hielo en el ataúd. Lo hice todo con mis manos. Es impresionante tener que hacer eso con un ser querido que hace sólo unos minutos estaba vivo. Soy una persona que siempre guía sus acciones por la razón, y esta era la única opción que veía posible. Después, salimos con un coche fúnebre y lo condujimos hasta Holanda, y de allí en un avión de cargamento a Rusia". Hoy, Robert reposa en el centro KrioRus de Rusia, el primer centro de criopreservación de Eurasia.
"Soy consciente de que esto no es algo convencional, pero a mí siempre me han atraído las cosas que no hace todo el mundo. Lo que es importante recalcar es que la iniciativa nace de un profundo amor por mi padre. Tenía una buena relación con él y lo último que quería era una separación final. Eso me motivó a encontrar una salida que no fuera la muerte definitiva. La criopreservación es la vida. Un plan B. Una forma de evitar despedirse para siempre".
Preguntado por cómo se imagina ese hipotético reencuentro dentro de treinta años, Maxman lo tiene claro: "Es difícil de pronosticar. Es posible que pasen varias décadas desde que fallece hasta que lo reanimamos, si es que eso ocurre. Pero lo que imagino que deberíamos hacer es una especie de introducción a la nueva actualidad, porque con este espacio de vida perdido habrá que ponerlo al día. Explicarle cómo ha evolucionado todo, qué ha sido de sus hijos, de sus familiares, ponerle vídeos con experiencias recreadas para que se sienta al día".
Ruiz Álvarez, marido de Lía, y Robert, padre de Max, son los pacientes españoles número tres y cuatro que hay criopreservados en el mundo. La pionera, sin embargo, fue Cristina Comos Castillejo, una joven de 21 años que murió de un ataque al corazón en 1989. Actualmente, sus restos, el cuerpo entero, reposan junto a los de su abuela (paciente número 2, fallecida a los 90 años en 2002) en la Alcor Life Extension Foundation de Arizona, Estados Unidos. Los restos del quinto paciente, un asturiano de 71 años que se quitó la vida a causa de una depresión este año, aguardan en el nuevo centro suizo.
No existen contundentes pruebas científicas que avalen que la criopreservación pueda ser un éxito en el futuro, aunque hay algunos grupos de médicos y científicos de MIT, Harvard, la NASA y Cambridge que sí han apoyado la criopreservación. No obstante, gran parte de la comunidad científica muestra sus reservas a la hora de analizar las aplicaciones prácticas del rejuvenecimiento biológico en seres humanos y también considera una quimera que en treinta años la ciencia sea capaz de 'resucitar', o reanimar, a los pacientes criopreservados. Sin embargo, tanto el doctor Cordeiro como Max Olivier y Lía Asatiani lo han apostado todo a que la ciencia va a evolucionar lo suficiente como para 'salvar' de la muerte a sus seres queridos. El tiempo dirá si su 'ambulancia del tiempo' conducía en la dirección adecuada.