Pilar Loureda: La coruñesa con carné de mariscadora que trabajaba en la ría con 10 años
La que es hoy una anciana de 75 años lleva toda una vida asociada al mar, donde mariscaba con su madre y siete de sus 13 hermanos aunque no sabía nadar. Una mujer de bandera que se quedó viuda y sacó adelante a tres hijos y su propia empresa: Pescados Loureda
20 marzo, 2022 06:00"Cuando había marea, no había colegio". Esta fue una de las premisas que marcaron la vida de Pilar Loureda, una coruñesa propietaria de uno de los históricos carnés de mariscar que se distribuyeron en A Coruña hace más de medio siglo para regular la actividad en la ría de O Burgo. Ella recibió el documento a los 16 años, tiempo después de haberse iniciado en la profesión junto a su madre y siete de sus 13 hermanos con solo 10 y ha dedicado su vida al mar, al pescado y al marisco hasta que la fragilidad de sus huesos le ha obligado a hacerse a un lado.
Actualmente sus sabias enseñanzas y la empresa que fundó tras muchos años de esfuerzo, Pescados Loureda, está en buenas manos gracias a su hija Mónica, que rige su trabajo diario bajo la bandera de la sostenibilidad y reivindicando el valor de esta empresa familiar del Puerto de A Coruña liderada siempre por mujeres.
"Me acuerdo de ir a la marea, descalza, sin miedo y sin saber nadar, pero no había nada que me gustase más. Aún me emociono porque me encanta ser mariscadora, lo llevas dentro de por vida", explica emocionada la mujer de 75 años. Nécoras, camarones, mejillones, almejas, zamburiñas, vieiras, berberechos, minchas o navajas eran los pequeños tesoros con los que desde niña Pilar se hacía a diario y rememora con ternura cómo llevaba la cesta del marisco en la cabeza desde la ría de O Burgo hasta llegar a A Coruña ciudad. "Y tan feliz", añade.
"Era complicado conciliar porque las mareas son a cualquier hora"
Pilar asegura que "es un orgullo ver a su hija al frente de Pescados Loureda", pero el camino que tuvo que recorrer hasta el nacimiento de la empresa fue duro y no exento de complicaciones. Mónica es la mediana de tres hermanos y actualmente lleva las riendas de la empresa familiar en solitario. La coruñesa muestra una gran admiración por su madre, con una carrera profesional marcada por la conciliación del trabajo y sus tres hijos, además de la desgracia de quedarse viuda demasiado pronto.
"Antiguamente para poder subsistir había que ir a trabajar, no se podía ir al colegio cuando uno quería. Mi madre se repartía de pequeña entre ayudar a su familia e ir al colegio de vez en cuando", expone. Mónica cuenta que su madre, a preguntas de ella sobre la edad temprana a la que comenzó a trabajar en la ría de O Burgo, le contesta que "la entendería si hubiera vivido los tiempos de antes en los que no había ni para comer".
Mónica subraya que su abuelo fue a la guerra y su madre vivió la posguerra "y había hambre". "Se dedicaban a mariscar e iban a la plaza a vender", explica. Este fue el modo de vida de Pilar hasta que se casó, tras lo que siguió mariscando y tuvo a la hermana mayor de Mónica y posteriormente a ella. "Era complicado para ella conciliar vida y trabajo porque las mareas son por la mañana, tarde o noche y tienes que mariscar cuando está la marea baja", dice. La rutina de su madre empezó a cambiar "cuando se dio cuenta de que alguna manera al tener niños tenía que cambiar el rumbo de su vida" y empezó a vender en la calle con un puesto de madera que hizo ella misma, concretamente en las inmediaciones de la calle B en la urbanización Soto.
El puesto le duró poco tiempo porque enseguida se trasladó al puerto de A Coruña, en unos años en los que en los que se montó "una especie de plaza cerrada", según cuenta Mónica, ubicada en terreno portuario donde a algunas mujeres se les dio la oportunidad de vender su producto. "Tenían un puesto de madera con mostrador donde ponían el pescado y la gente les compraba, como a día de hoy los puestos de la plaza", detalla la hija de Pilar, sobre lo que matiza que su madre "al principio vendía su producto y cuando no podía ir a mariscar por tema de conciliación compraba el pescado en la lonja".
"Lo comercializaba primero en la calle, luego en la Rindanga (parte del Muro de la lonja que era conocido de esta manera) y eso duró poco porque la lonja ocupó ese espacio con otras cosas", comenta. En aquel tiempo su madre intentó irse para la plaza de San Agustín porque tuvo otro hijo y se quedó viuda y conciliar se complicaba aún más, pero finalmente optó por emprender y montar una pescadería en su propio barrio, lo que es hoy Pescados Loureda. Al cabo de unos años Mónica empezó a ayudarle tiempos cortos en la pescadería porque era un local muy pequeño, de apenas 10 metros cuadrados, y ambas a la vez se estorbaban.
Iban a montar Pescados Loureda en un local cercano más grande, pero las circunstancias de la vida hicieron que su madre se pusiera mala de las manos y tuviera que jubilarse, dejando a Mónica al frente de todo.
"Más peso de las mujeres" en el sector y búsqueda de valor añadido
Actualmente Pescados Loureda está adaptada a los tiempos y "con el negocio enfocado hacia otro tipo de cliente", según Mónica, es decir, a particulares y todas aquellas empresas u organizaciones que quieran su producto. Poco a poco le gustaría que las mujeres vayan ganando más peso en este sector y el futuro de la empresa está aliado a valores de sostenibilidad.
Dada la vida que llevó su madre Pilar, Mónica tiene muy presente la necesidad de conciliar, razón por que la que reconoce que "tiene la espina clavada de poder tener en su puesto de trabajo una escuela infantil", sobre lo que matiza que "le encantaría luchar para que los lugares como la lonja tuvieran algo así para que las mujeres pueden trabajar más horas o estar más tranquilas al tener un espacio donde estar con los hijos cerca y no solo cuando son muy pequeños". Ella tiene una niña de siete años.
Sobre el funcionamiento de Pescados Loureda, concreta que "siempre está buscando valores añadidos" y pone como ejemplo la campaña ‘Pescando Juguetes’ que realizó para recaudar juguetes para niños hospitalizados de toda Galicia. "Intentamos que nuestra repercusión económica no sólo se quede en Pescados Loureda, sino que vaya más allá y podamos ayudar a los colectivos que lo necesiten o a los más desfavorecidos", aclara, mientras avanza que le encantaría tener una segunda línea de negocio en la que los trabajadores fueran personas con alguna discapacidad.