“As misteiras”, las mujeres que fabricaban cerillas en A Coruña
La historia de la fábrica de cerillas de A Coruña y de todas las mujeres que durante décadas lucharon por sus derechos
5 junio, 2022 06:00En 1826 el químico y farmacéutico inglés John Walker, trataba de crear un nuevo tipo de explosivo mezclando en un recipiente distintos productos químicos que removía con un pequeño palo de madera. Cuando dejó de mover la mezcla comprobó que en la punta del palo había quedado un residuo sólido que trató de limpiar rascándolo contra el suelo. Sorprendentemente observó que el palo se encendía, así que comenzó a fabricarlos y venderlos en su farmacia. Acababa de inventar la cerilla tal y como la conocemos en la actualidad. Un amigo de Walker, el legendario Michael Faraday, le recomendó que patentara el invento, pero él rehusó hacerlo. Tan solo un año después otro hombre lo hacía y les ponía el apropiado nombre de “Lucifer”, ya que despedían un olor nauseabundo, la llama era inestable, y la reacción inicial al frotar era muy violenta. Las cajas de cerillas contenían suficiente fósforo para matar a una persona y los obreros, en su mayor parte mujeres, que trabajaban en las fábricas donde se elaboraban, sufrían necrosis por inhalación de vapores y enfermedades causadas por las malas condiciones en las que trabajaban. Una de aquellas fábricas de cerillas se encontraba en plena ciudad de A Coruña y un buen día explotó, literalmente, por los aires. Esta es la historia de la Fábrica de Cerillas Zaragüeta, en la que centenares de mujeres lucharon por el derecho a trabajar en un lugar seguro.
En Galicia ya podíamos encontrar fábricas de cerillas desde principios del siglo XIX, pero la más importante de la comunidad comenzó su andadura en 1871. Y su origen lo encontramos en Irún. En 1856, Zaragüeta e Hiriart construyen en la orilla izquierda del río Bidasoa la “Fábrica de Cerillas de Nuestra Señora del Juncal”, en la que daban trabajo a más de 150 personas. Pero los disturbios y enfrentamiento asociados a las Guerras Carlistas hacen que Zaragüeta busque otro lugar en el que producir sus cerillas. Y elige la ciudad de A Coruña.
En esta ciudad Enrique Zaragüeta adquiere los terrenos de Castiñeiras de Arriba, y ubica la fábrica en el número 17, en unas instalaciones donde había funcionado anteriormente una fundición. Importa la maquinaria para la fabricación de los fósforos y comienza la producción en 1871.
En A Coruña había otras dos fábricas de cerillas, pero en 1892 se crea en España el monopolio estatal del fósforo, que acaba con la competencia entre fabricantes y en consecuencia desaparecen la mayor parte de las pequeñas fábricas. La de Zaragüeta fue la única de la ciudad que consiguió sobrevivir e incluso aumentó su producción gracias a las nuevas condiciones del mercado. El Estado se convertía en propietario de los derechos y los arriendaba para la explotación a los fabricantes por 15 años.
Inicialmente la fábrica daba trabajo a unas cien mujeres, que eran conocidas popularmente como las “misteiras” (cerilleras), un colectivo con mucha presencia en la ciudad que se convirtió en uno de los que tenía mayor conflictividad laboral debido a sus precarias condiciones de trabajo.
La producción de cerillas necesitaba gran cantidad de mano de obra no cualificada que, normalmente era femenina, ya que cobraban menos que los hombres y además tenían mayor habilidad manual que éstos. Se trabajaban diez horas diarias, seis días a la semana, en condiciones insalubres, en puestos de trabajo mal iluminados en los que también comían y secaban sus ropas los días de lluvia.
Además de tener unos bajos salarios, estas mujeres trabajaban a destajo, es decir, cobraban por lo que producían. Pero para poder producir cerillas había que importar toda la materia prima y cualquier alteración o incidencia en el mercado provocaba que en muchas ocasiones no se pudiera fabricar, con lo que las “misteiras” tampoco cobraban. Este tipo de situaciones era muy habitual, lo que provocaba llamadas de auxilio a otros colectivos obreros de la ciudad, que recaudaban fondos para ayudarlas cuando no cobraban.
Todas estas situaciones provocaron que estas mujeres trabajaran conjuntamente para mejorar su situación y sus condiciones laborales mediante huelgas, paradas de producción y creación de sindicatos. Además, también luchaban contra todos los abusos de los que eran víctimas y en defensa de su propia dignidad.
Pero el 19 de junio de 1906 todo estuvo a punto de acabar. Poco después de finalizar la jornada de trabajo se declaraba un incendio en la fábrica. Parece que, de manera fortuita, la gran cantidad de material inflamable almacenado comenzó a arder, provocando un fuego de dimensiones bíblicas que podía verse desde toda la ciudad. La fábrica quedó completamente destruida y el voraz incendio llevaba a la miseria a cien modestos hogares. Sin embargo, gracias a un intenso esfuerzo, la fábrica reanudó su trabajo el 20 de diciembre de ese mismo año y los trabajos de reconstrucción finalizaron casi un año después.
Pero los problemas parecían no tener fin. En febrero de 1908 la fábrica tuvo que cerrar sus puertas de nuevo. En esta ocasión debido a que el contrato con el Estado había expirado. Todas las mujeres se vieron de nuevo abocadas a la miseria. No obstante, un mes después del cierre, se volvió a reanudar la fabricación, tras la firma de otro contrato en el que la factoría se comprometía a doblar la producción. Este nuevo contrato provocó que la factoría llegara a dar trabajo a 350 personas.
Sin embargo, la industria de las cerillas tenía dos graves problemas. Su materia prima era de difícil acceso, sobre todo en épocas de guerra, y los mecheros comenzaban a surgir en todo el mundo. Pero a pesar de sufrir dos guerras mundiales, la fábrica permaneció abierta hasta la Guerra Civil, en que se vio obligada a cerrar, nuevamente, durante varios meses, aunque la producción se reanudaría en 1938. Para poder trabajar en esta nueva etapa bajo el régimen franquista era necesario presentar certificados de adhesión al Movimiento Nacional, motivo por el cual serían rechazadas parte de las antiguas empleadas. La actividad fue reanudada con alrededor de 300 obreras.
Finalmente, en la década de los 50, la popularidad de los mecheros hizo que las cerillas dejaran de ser rentables y la fábrica cerró de manera definitiva. En la actualidad, el lugar en el que se encontraba aquella extraordinaria fábrica está completamente urbanizado con varios edificios de viviendas e incluso una iglesia, la de San Pedro de Mezonzo.
El único recuerdo que nos queda de la factoría y de su gente es una estatua, en la plaza de Monforte, en homenaje a aquellas “misteiras” coruñesas que lucharon hace más de un siglo por el derecho a un trabajo digno.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- facebook.com/FotosAntiguasDeCoruna
- lavozdegalicia.es
- culturagalega.gal
- inserts.org.uk
- wiki.de-mudanza.net
- elidealgallego.com
- asociacionbuxa.com
- acorunhadasmulleres.gal
- aulafacil.com
- curiosfera-historia.com
- catalunyavanguardista.com
- blog.cofm.es