El santuario gallego de O Corpiño, el único lugar de España en el que todavía se celebran exorcismos
La historia de la Romería do Corpiño en Lalín y las leyendas desde hace siglos en esta parroquia en el corazón de Galicia
30 junio, 2024 05:00En 1949, en una tranquila comunidad de Maryland, un niño de 14 años, Ronald Edwin Hunkeler, pidió un extraño regalo para su cumpleaños: una ouija. Tras la muerte de su tía, Ronald intentó comunicarse con ella a través de este artefacto, pero algo salió mal. Al cabo de un tiempo empezaron a suceder en su habitación fenómenos inexplicables: su cama se sacudía y elevaba cuando él se acostaba, volaban los objetos y unos ruidos terroríficos se escuchaban desde fuera. Además, su personalidad cambió drásticamente y se volvió agresivo e incontrolable, por lo que la familia buscó respuestas médicas que jamás encontraron. Finalmente, decidieron acudir a un sacerdote católico que procedió a realizar un exorcismo, entre marzo y mayo de 1949, que concluyó con la liberación completa de Ronald. Hasta catorce testigos presenciaron este suceso que quedó registrado en un artículo en el Washington Post de agosto de 1949 y que inspiró a William Peter Blatty para escribir “El Exorcista”, en 1971. Dos años después una película basada en este libro cambiaría para siempre el cine del terror, aunque para un pequeño pueblo de Galicia, aquellos sucesos estaban a la orden del día. En un santuario de Lalín, al que acuden cada año cientos de miles de personas, llevaban décadas celebrando exorcismos públicamente. Se trataba del Santuario de Nuestra Señora de O Corpiño, el único lugar de España en el cual la iglesia católica todavía celebra exorcismos.
Este santuario, más conocido simplemente como O Corpiño, está situado en la parroquia de Santa Baia de Losón, en el municipio de Lalín, en una pequeña colina en el valle del río Deza, y su origen se remonta al siglo VIII.
Según cuenta la leyenda, un ermitaño que vivía en una choza, o una gruta, en el monte Carrio, en cuya falda se ubica hoy el santuario, tenía gran devoción por la Virgen María y predicaba y fomentaba su culto por toda la comarca. Los vecinos le escuchaban con gran atención y su vida de aislamiento y penitencia era objeto de curiosidad y respeto por parte de ellos.
Este ermitaño falleció a edad muy avanzada y cuando los vecinos hallaron su cuerpo lo encontraron incorrupto en su hogar, lo que se interpretó como un milagro obrado por la Virgen, así que decidieron edificar una capilla en su honor en ese mismo lugar bajo la advocación de San Adrián. Desde entonces, su tumba fue bautizada con el nombre de “O Corpiño”, en memoria del cuerpo de aquel ermitaño, y poco a poco fue ganando popularidad.
Cuando en el año 997 Almanzor destruyó Santiago de Compostela y arrasó parte de Galicia, los cristianos huyeron de estas tierras y tanto el cuerpo del ermitaño como la capilla fueron destruidos y olvidados durante varias generaciones, hasta 1191.
Un día, unos jóvenes pastores se refugiaron de una tormenta en las ruinas de la capilla y se les apareció la Virgen. Y aunque nadie les creyó, la Virgen volvió a aparecerse, primero a la vecina más devota del pueblo y el 24 de junio a todo el pueblo, que había acudido para observar el milagro. Antes estas apariciones, se construyó una nueva capilla que pasó de lugar de descanso de un ermitaño a centro de peregrinación.
De esta capilla no se conserva nada y se cree que el santuario actual comenzó a construirse en el siglo XVI y fue modificado y ampliado en varias ocasiones.
Las peregrinaciones se celebran durante todo el año, llegando a contabilizarse más de 150.000 peregrinos anuales, aunque alcanzan su punto álgido durante la romería que se celebra en torno al 23 y 24 de junio, cuando miles de personas se reúnen en busca de remedio para sus dolencias, especialmente los afectados por enfermedades relacionadas con los hechizos, los meigallos o las posesiones demoniacas.
El ritual de los que solicitan algo a la Virgen do Corpiño es un recorrido de rodillas de unos 3 kilómetros cuesta arriba hasta llegar al interior de la iglesia, para mostrarle a la Virgen hasta qué punto están sufriendo. Tras esta marcha, los fieles presentan sus ofrendas con velas y, tras la misa, los creyentes frotan con pañuelos los pies de la Virgen, llevada en procesión sobre sus cabezas, para cargar estos objetos con poderes curativos.
Pero, además de este ritual, se produce otro menos habitual: exorcismos.
Y aunque parece que los exorcismos han estado relacionados con el santuario desde su inauguración, la fama de O Corpiño surgió a principios del siglo XX de manos de uno de sus párrocos, el padre Ulloa, quien enseñó este arte a su sucesor, el padre José Donsión, que fue quien popularizó ante el mundo los rituales del exorcismo que se celebraban en el santuario, dejando incluso que los medios de comunicación asistiesen a los mismos.
Durante años, legiones de personas se congregaban, y se congregan, para solicitar los ritos del párroco. Donsión los ponía a todos en fila, los bendecía con la cruz y con agua bendita, y según su reacción, sabía si el caso iba más allá de una enfermedad mental, aunque realmente el 99,9 % de las ocasiones era necesario un exorcismo y se remitían esos casos al médico.
Años atrás, supuestos endemoniados se presentaban mordiendo, babeando y vociferando blasfemias a las puertas de la iglesia, en un espectáculo que era la tónica habitual. En aquella época, por falta de conocimiento, muchas familias llevaban a sus seres querido enfermos creyendo que estaban poseídos, pero con el avance de la ciencia, la mayor parte de los supuestos casos de endemoniados se ha demostrado que son enfermos psiquiátricos o con dolencias diferentes.
A pesar de todo, el actual párroco, José Criado, reconoce que, aunque ahora se hacen muchos menos exorcismos que hace 100 años, todavía se siguen realizando. El poder de la fe sigue presente y a O Corpiño siguen acudiendo miles de personas año tras año.
Respecto al inspirador de la novela de El Exorcista, su identidad fue mantenida en secreto hasta su muerte en el año 2020, por motivos legales. Su esposa afirma que él nunca creyó haber estado poseído y rechazaba la religión, que todo había sido una invención: "Simplemente, era un mal chico". Tras ser dado de alta, llevó una vida normal, se convirtió en un notable ingeniero y patentó una tecnología de fabricación de paneles resistentes a temperaturas extremas para las lanzaderas espaciales de las misiones Apolo de la NASA, donde trabajó durante cuarenta años hasta que se jubiló.
Pero hay un suceso que nadie ha podido explicar. Poco antes de que Ronald muriera, a los 86 años, a consecuencia de un derrame cerebral, un sacerdote católico se presentó en su casa para administrarle los últimos sacramentos. Nadie le había llamado…
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
es.wikipedia.org
elespanol.com
lavozdegalicia.es
elcorreogallego.com
historiadeza.wordpress.com
ocorpino.org
escapadarural.com
lasexta.com
larazon.es