La maldita zona de confort
La zona de confort es ese estado psicológico en el que te sientes segura y no asumes riesgos, pero tampoco creces ni personal ni profesionalmente
‘Confort’ es a la publicidad lo que el vinagre de Módena a la cocina, algo que tuvo su momento, pero debe desaparecer. Basta.
Con el ‘confort’ nos hicimos conformistas.
Decidimos que nos íbamos a comprar todo lo que incluía esa maldita palabra. Acabamos llenando las casas de colchones, zapatillas o compresas con alas solo porque nos vendían que eran ‘confortables’. Menudo overpromise.
Es una palabra odiosa, no tiene ninguna gracia y tampoco cumple lo que promete, como algunos políticos, sí.
De ahí la mala fama de la zona de confort…
Es que, en mi profesión, quedarte en la zona de confort acaba contigo.
Shhh, te cuento un secreto: en la tuya, también.
Significa que no avanzas, te estancas, haces lo mismo de siempre, dejas de sorprender, aburres, no te estás esforzando. Significa que pasas, que ni tú cuentas contigo misma, que te has fallado, que has renunciado, que no vas a dar más. Significa que estás a otra, que no te interesa, que no va contigo, que a ti todo te resbala, que ni fú ni fá. Que bah.
Es algo que, como creativa, no me puedo permitir.
Pero es que tampoco quiero.
¿Has oído hablar del quiet quitting o renuncia silenciosa?
Gente que no deja su trabajo por mantener su estabilidad económica pero que hace lo justo para que no les echen. No aportan, ni participan, dan el mínimo, rechazan implicarse y resulta en un alto nivel de absentismo.
Ni más. Ni menos.
Y sé que esta opinión es impopular pero no entiendo el trabajo sin las ganas de crecer.
No entiendo a la gente que piensa que lo sabe todo, a los que creen que no tienen nada que aprender, a los que están de vuelta, a los que les da pereza el lunes (no es el lunes, eres tú), a los que piensan que son los mejores en todo y acaban de empezar, a los que haciendo lo mismo esperan resultados diferentes, a los que te miran por encima del hombro, a todos aquellos que creen saber mejor que tú cómo tienes que hacer tu trabajo o a esos que creen que haciendo lo de siempre, se merecen un aumento. Ese camino que estás recorriendo solo te lleva a tu propio fracaso.
Y el fracaso no es eso que nos pintan apoteósico, ruidoso y eminentemente social. No van a venir hordas de gente a defender el pasotismo. Nadie se va a manifestar por esa gente con la que nunca se puede contar. No te van levantar en volandas para clamar por lo mal que estabas haciendo tu trabajo.
A la sociedad le da igual que tú fracases. A quien debe importarle es a ti.
Tú eres quien va a tener que vivir con eso. Te estás fallando a ti.
No entiendo mi trabajo sin el inconformismo, sin la ambición de nuevos retos, sin esas ganas de saltar de la silla cuando tienes una buena idea o sin flipar con tu evolución. Sin salir nunca de la maldita zona de confort.
Una marca puede no cambiar nada desde su creación y tener éxito.
Piensa en Coca Cola: mismo producto, mismo logo, misma tipografía, mismos colores corporativos, misma fórmula, mismo sabor, mismo packaging… pero sí ha cambiado una cosa: su forma de vender. Y para una marca, cambiar su forma de vender lo es todo. Ha innovado en su variedad de productos, ha apostado por su comunicación, ha invertido en marketing notorio y diferenciador, ha aplicado el pensamiento creativo en los medios, ha contado con prescriptores estratégicos para llegar a nuevos targets, creando experiencias y contenido de valor para las personas, convirtiéndose en la marca más conocida (y reconocida) del mundo.
Esto no va de ser el mejor. Pero sí de ser mejor. Y siempre hay algo que puedes cambiar para conseguirlo.
Empieza por abrirle una pequeña puerta a tu zona de confort.
Y después, sal. Sal de vez en cuando. Que hay un hayedo increíble. No llueve. Recorre ese camino. Solo un poco cada día. No hay lobos. Y si los hay, no muerden, porque solo están en tu cabeza y esto es una metáfora. Haz como la hija del Grúfalo y sal de la cueva, atrévete a andar ese camino que lleva al bosque, porque no haciéndolo pierdes mucho más de lo que puedes ganar.
Te pierdes a ti. Y lo único que necesitas para ser mejor es querer intentarlo.