Álvaro Veiga, propietario de Canal Street

Álvaro Veiga, propietario de Canal Street Picado

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Canal Street: un rincón de Nueva York en pleno centro de A Coruña

Alvaro Veiga abrió hace 15 años este particular local en la esquina entre la Galera y la Barrera. Fue un pionero entre restaurantes y supo plasmar en su local su estilo y sus gustos.

13 septiembre, 2019 17:29

Desde hace 15 años, en el cruce entre la Galera y la Barrera uno se puede tomar una copa sumergido en un auténtico ambiente neoyorquino. Se trata de Canal Street, un local de copas pionero en la zona. Rodeado de restaurantes y tabernas, a Álvaro Veiga no le templó el pulso a la hora de abrir este local.

Este coruñés lo dejó todo para cumplir su sueño. Álvaro es un auténtico apasionado de la cultura neoyorquina, y eso queda claro cuando se entra por primera vez a Canal Street. Piedra vista, barra de estilo industrial, rejillas en las paredes, señales de metro en los baños o grafitis en las paredes son seña de identidad aquí.

Desde hace un año, Canal Street luce como un local nuevo. "A veces piensan que lo he vendido, porque parece otro", cuenta Álvaro, que llevó a cabo una gran reforma para asegurar un próspero futuro a este bar de copas. Canal Street es el sitio perfecto para tomar la primera de la noche, sintiéndose uno como si estuviese en Nueva York.

Pionero entre los locales de copas

¿Cómo surgió la idea de abrir este local?

Soy un apasionado de Nueva York, tanto a nivel arquitectónico como musical o deportivo. Yo estaba trabajando de camarero y opositaba para bombero. Tuve una acorazonada y lo dejé todo para dedicarme a esto.

¿Y el nombre?

Canal Street es la zona donde más conceptos diferentes se fusionan, con Chinatown, la pequeña Italia, espacio para el glamour, para la clase obrera… Yo llegaba con un concepto moderno a la parte más antigua de A Coruña. De ahí ese nombre. Tuve dudas, porque pensé que llamarían al local de todo menos Canal Street. De hecho, al principio le llamaban "el de la esquina", "la pecera"…

¿Cómo era en su inicio el local?

Abríamos tanto por el día como por la noche, pero el concepto no cuajó y decidimos dejar de hacerlo por las mañanas y las tardes. Era algo muy moderno, mucho led, mucha foto gigante… Demasiado para pensar en entrar a tomar un café por la mañana. Había gente que venía a sacar unas fotos y se iba. A mí eso me ponía de mala leche.

"Soy un apasionado de Nueva York, tanto a nivel arquitectónico como musical o deportivo. Tuve una corazonada y lo dejé todo para abrir esto"

Álvaro Veiga

¿Habías hecho ya viajes a Nueva York en aquel momento?

No. Después sí que fui, cuando el Canal Street llevaba tres años abierto. Yo ya vivía en un loft que había reconvertido a mi gusto al estilo de Nueva York.

¿Cómo fue el proceso de transformar el local en lo que tú querías?

Fue relativamente fácil, porque la piedra vista que había en el local ya me gustaba y pegaba con el local. Esto antes era una cervecería y pude mantener los ventanales. A partir de ahí, metí mucha foto grande, barra industrial, led… Además, fui de los primeros que empezó a pinchar con vídeo. La música americana se presta mucho a eso.

¿A qué tipo de público buscabas captar?

Era un público que venía a tomar una, la primera o varias. Después ya se iban al Orzán y, posteriormente, al Puerto.

¿Cómo fue evolucionando el negocio?

Pues bastante bien. Fue una época en la que el Orzán terminó decayendo y esta zona se fue revalorizando. El único bajón que hubo fue con la apertura del Puerto, que nos afectó a todos los hosteleros. Nos tuvimos que poner las pilas. Quitando eso, siempre fueron años fructíferos, haciendo pequeñas mejoras en las instalaciones y tratando de meter cosas nuevas. Además, a mí me gusta estar aquí dentro. Atendiendo al cliente todo el rato. La gente a veces me dice que me vaya para casa a descansar.

¿Cómo es esa clientela?

Por semana es gente que está de paso o personas que trabajan en grandes empresas. Luego, durante el fin de semana, muy homogéneo. Es gente trabajadora, de entre 30 y 50 años, y que viene a tomar una o dos copas. Es el perfil del resto de locales similares que fueron abriendo en esta zona.

¿Cómo reaccionaron los clientes tras la reforma del año pasado?

Alguno me lo comentó, que veía el local más fino o distinto. Lo que no ayudó fue estar tantos meses cerrado. Fue por cuestiones burocráticas, al ser un edificio protegido. La gente fue cambiando de locales y muchos llegaron a pensar que había cambiado de propietario. Hubo que volver a captar a los fieles poco a poco.

¿Recuerdas especialmente alguna anécdota?

Siempre vino gente top. Del Dépor venían Manuel Pablo, Fran, Tristán… Generaba expectación. Hubo una anécdota muy simpática. Resulta que, en el segundo año del loca, durante las fiestas de María Pita, rechacé organizar una fiesta privada a Café Quijano. Sus representantes no se lo creían, pero yo quería abrir normal. Estábamos en fiestas, llevaba solo dos años… Con los años lo pensé y creo que debí aceptar la oferta, que no llegué ni a escuchar, por cierto.

También se lió parda el día que vino Hugo Silva. Estaban rodando aquí una película y una amiga me preguntó si sería un sitio tranquilo para que viniese. Esto fue en el 2009, cuando Los hombres de Paco era lo más visto. Le dije que sin problema. Graso error. Llegó Hugo Silva con la gorra y la capucha, para que no lo reconociesen. Como vio que nadie lo atosigaba, se acabó quitando las gafas y todo. Todas, y recalco lo de todas, las mujeres del local se abalanzaron sobre él. Ya tuviesen 20 años o 50… Al final el pobre se tuvo que ir, pero yo jamás me imaginé que fuera a acabar así.

¿Qué esperas de aquí al futuro?

La idea es asentarme. Creo que la zona centro va a seguir creciendo. Estamos en el sitio adecuado. Estoy bastante tranquilo y quiero aprovechar el local para organizar eventos privados. También estamos haciendo conciertos los jueves, que retomamos esta semana.

Como buen hostelero

¿Qué cóctel te pedirías?

Un margarita. Me gustan los licores fuertes.

¿Un estilo de música para pinchar?

La música negra en general.

¿Un rincón de A Coruña para relajarte?

La playa de las Amorosas, junto a la Casa de los Peces.

¿A quién le pondrías una copa?

A Michael Jordan. Tiene que ser fascinante hablar con él.