Ortega fundó la Liga para la Educación Política convencido de que era preciso crear una publicación que impulsara el cambio del país. Nació así España. Semanario de la vida nacional, donde dio cita a la generación del 14 con el espíritu regeneracionista que ya había pronunciado en su conferencia “Vieja y nueva política”. Esto la convirtió en la revista más relevante de la Edad de Plata de la cultura española.
En su primer número, y en la primera página, Ortega anunció que la revista nacía del “enojo y la esperanza” para estar al lado de la “España humilde de las villas, los campos y las costas frente a las instituciones carcomidas” y forjar un país mejor (RE, núm. I, 29.I.1915). Para tamaño propósito, como había sido tradicional en este tipo de empeños por modernizar la patria, reunió a los intelectuales más granados del momento. Así, Ortega fue capaz de nombrar en el primer número a redactores y colaboradores que marcaron la vida intelectual, y política, del primer tercio del siglo XX. Entre las páginas del semanario, en casi diez años de vida, aparecieron los hombres del 98 y del 14, muchos de ellos destacados ateneístas, como el poeta Luis García Bilbao, que comenzó la financiación del semanario; Pío Baroja, que tuvo la sección “El tablado de Arlequín”; Eugenio d’Ors con “Las obras y los días” bajo el seudónimo de “Xenius”; Pérez de Ayala y sus “Críticas teatrales” y “Apostillas"; Ramiro de Maeztu; Zulueta; Fernando de los Ríos; Luis Araquistáin; Manuel Azaña; Jacinto Benavente; Adolfo Posada; Valle Inclán; o Miguel de Unamuno.
Ortega, al igual que otros impulsores anteriores de obras de esta envergadura, como Albareda o Lázaro Galdiano, tuvo el propósito de hacer una publicación popular. Era preciso llegar a las masas. Solo podía llamarse España, escribió años después Salvador de Madariaga, uno de sus muchos colaboradores, “porque España era lo que nos dolía a todos”. La revista, redactada y administrada desde la calle del Prado, número 11, junto al Ateneo, al que estuvo muy vinculada, se dio el formato de periódico, con pocas páginas –entre doce y veinte-, con una portada que pronto fue en color, con ilustraciones interiores encargadas a dibujantes de renombre, como Bagaría, Penagos, o Arniches. El semanario España estuvo ligado durante la dirección de Ortega al Partido Reformista y a la Liga de Educación Política, por lo que los artículos fueron durante este etapa reflejo del reformismo, con su crítica al turnismo y al falseamiento del régimen representativo que, a su entender, paralizaban el país. Ortega tuvo mucho interés en que la revista reflejara la importancia de la Gran Guerra, y de mostrar cierta neutralidad. “Tomar el saber de Alemania y el mandar de Inglaterra”, escribió (RE, “Una manera de pensar”, núm. 38, 14.X.1915). Sin embargo, la aliadofilia, vinculada al liberalismo y a la democracia, estaba latente.
La producción de Ortega durante 1915 en España fue abundante. Publicó artículos sobre la actualidad política, como “Política de neutralidad”, “Ideas políticas”, o “Libertad, divino tesoro”. Otros trataron temas culturales y filosóficos, con semblanzas de pensadores de la época, y observaciones sobre El Cinematógrafo que firmó con el seudónimo de 'El Espectador'.
Ortega renunció a la dirección del semanario el 15 de noviembre de 1915. La razón no está clara. Hay quien dice que fue el resultado de la frustración al no tener España el eco popular y los beneficios económicos que pensaba. Otros aseguran que el motivo fue la decisión de Araquistáin de buscar subvención de la embajada británica, lo que, al parecer de Ortega, dejaba la revista al servicio de los ingleses. También es cierto que polemizó con Luis de Zulueta en las páginas de España sobre el Partido Reformista y su líder, Melquíades Álvarez, del que se acabó distanciando.
Luis Araquistáin, afiliado al PSOE, sucedió a Ortega en la dirección de la revista a finales de enero de 1916. Araquistáin agilizó la publicación y la hizo más política. La revista España se proclamó proaliada en la guerra –publicó el Manifiesto antigermanófilo- y se vinculó con los aires de cambio de 1917. El semanario de Araquistáin dirigió su foco hacia la renovación que pregonaban republicanos y socialistas. El enfrentamiento fue claro cuando el gobierno liberal de García Prieto dimitió en julio de ese año por el ultimátum de las Juntas de Defensa, y fue sustituido por el conservador Eduardo Dato, que cerró las Cortes, suspendió las garantías constituciones e instauró la censura de prensa. Esto empujó a la movilización a reformistas, republicanos y socialistas para solicitar un proceso constituyente. Casi de forma paralela, Cambó organizó en Barcelona una asamblea de parlamentarios exigiendo lo mismo, y que Cataluña fuera una región autónoma, a la que se unió la conjunción republicano-socialista.
El semanario España fue el portavoz intelectual del movimiento, lo que supuso su suspensión del 22 de julio al 2 de agosto, y desde el 10 de agosto al 24 de octubre de 1917. En el número que precipitó ésta última censura del gobierno, Araquistáin abrió la revista con un texto del republicano Álvaro de Albornoz titulado “Narración fantástica. Era la Revolución”, sobre el reino de “Pauperia”, donde el “joven soberano” era el irresponsable causante de la crisis política y social, en espera de "la revolución (que) latía en las entrañas de la Pauperia subterránea y profunda. Clamaban por ella la tierra y los hombres, la tierra y la raza, los huesos sagrados de los héroes que habían forjado la patria en los días gloriosos de la epopeya (E, núm. 132, 9.VIII.1917).
A éste le seguía un durísimo artículo de Unamuno, “En las afueras de la Corte”, criticando la respuesta del “faccioso” gobierno Dato a la Asamblea de parlamentarios reunida en Barcelona. La suspensión estaba servida, máxime con la huelga general de agosto de 1917. El gobierno Sánchez Guerra, quien había sido periodista y director de la Revista de España, mandó detener y encarcelar a los redactores y colaboradores de España, como a Corpus Barga, Luis García Bilbao, Nuñez de Arenas, y al propio Araquistáin, que pasó dos semanas en la Cárcel Modelo de Madrid.
La revolución comunista en Rusia fue vista con reservas por la revista España hasta 1919, cuando Araquistáin publicó el irónico “Esos pobres bolcheviques”, en el que decía que Lenin y Trotsky “inspiran a la clase obrera del mundo entero”, y aunque las “manos hayan de teñirse de sangre” debía aceptarse “ese tibio baño como un mal necesario” (E, núm. 234 2.X.1919). A partir de ese momento, el semanario se inclina por el socialismo republicano como la única vía de regeneración del país. Sin embargo, en febrero de 1921, la sociedad editora tuvo que paralizar la revista. Vio la luz otra vez en enero de 1922 como una “incitación a que cada español sólo confíe en sí mismo” (RE, 7.I.1922). Un año después, fue Manuel Azaña el que asumió la dirección, incidiendo en temas como la guerra de Marruecos, a la que el propio Azaña dedicó una serie con el título “Memorial de Guerra”, el apoyo a la Liga Española de los Derechos del Hombre, y el interés por las revoluciones rusa y mexicana. El semanario España sufrió la censura de la dictadura de Primo de Rivera, recibiendo con frecuencia la orden de sustituir originales. La supervivencia en esas condiciones fue imposible, y desapareció el 29 de marzo de 1924.
El semanario España, en su mejor época, la de Araquistáin, queda perfectamente retratado por su director:
"No siendo el nuestro un periódico de empresa, sino de guerrilla espiritual, libre, magníficamente libre de todo compromiso político o económico, sin accionistas ni aspirantes a diputaciones a Cortes, podíamos permitirnos el lujo de preferir el silencio voluntario a la mordaza forzosa. No sintiendo vocación para dirigir a nadie, tampoco queremos que nadie nos dirija, y, por lo tanto, no íbamos a aceptar, ni aceptaremos nunca, que administren nuestras ideas desde el ministerio de la Gobernación o desde la Capitanía general (…) Va a comenzar la sesión. ESPAÑA goza de más vitalidad que nunca. Perdonen los que la creían muerta..." (E, “Nuestro retorno”, núm. 133, 25.X.1917).
La relevancia intelectual y política del semanario España queda patente con la edición facsímil que se hizo en 1982, con un prólogo de Salvador de Madariaga, un estudio preliminar a cargo de Manuel Tuñón de Lara y Enrique Montero, e índices cronológico y onomástico; y, además, con los actos que en diciembre de 2015 le ha dedicado el Ateneo de Madrid.
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