Sergio García descubrió muy pronto su homosexualidad. Su madre recuerda que cuando tenía unos nueve años decía que le gustaban hombres y mujeres "al 50%". "Luego ya nos dijo que los hombres al 100%", dice Carmen con una sonrisa mientras pasea por las calles del madrileño barrio de Chueca. Aquí es donde Sergio, que ahora tiene 20 años, por primera vez ha tenido problemas por ser gay.
La noche del 11 de enero en torno a las tres de la mañana, caminaba con un amigo cuando un grupo de hombres se acercó a ellos por la espalda y les empezó a pegar. "Subíamos por la calle Augusto Figueroa y cogíamos la calle de Hortaleza y de repente siento un golpe en la espalda y luego otros en la cara y en la cabeza", cuenta Sergio. Mientras les golpeaban, les gritaban "banda de gays".
Aquí se acaban los recuerdos de la paliza porque el veinteañero perdió el conocimiento y se golpeó la cabeza contra uno de los bolardos que bordean la acera en el cruce entre las dos calles.
La agresión que sufrieron Sergio y su amigo es parte del repunte registrado en la capital desde el inicio de 2016. La asociación Arcópoli, que desde hace años registra los casos de violencia contra el colectivo LGTB, ha contado 21 desde el primer día de enero. Una cada dos días.
Sólo el fin de semana pasado hubo tres en el centro de Madrid. Cinco jóvenes de dos pandillas distintas fueron increpados y golpeados a la salida de un local cerca de la plaza de España por otros grupos de chicos. Esa misma noche una pareja de lesbianas fue acosada por un hombre en la zona de Malasaña. "Bolleras, venid aquí que os vamos a curar y aprendéis a disfrutar", les gritó antes de seguirlas durante un rato por la calle.
La dificultad de denunciar
Cuando Sergio se recuperó, su amigo le ayudó a levantarse. Mientras, la policía tomaba declaraciones a la gente alrededor. Luego se subió a un taxi y se fue directo a la Jefatura Superior de Policía para presentar una denuncia. Allí fue cuando finalmente pudo comunicarse con sus padres ya que le habían robado el móvil durante la agresión.
"Enseguida se puso al teléfono un agente y me explicó que estaba relativamente bien, estaba consciente y muy asustado. Nos fuimos corriendo hacia allí", dice Carmen al recordar un susto que fue inesperado por completo: "Nunca hemos tenido problemas. Es como dice él: nunca piensas que te va a pasar a ti hasta que te pasa".
Sergio dice que no dudó en denunciar. El amigo que le acompañaba, en cambio, no lo hizo. "No quiso por vergüenza. Creo que todavía esto es un tabú. Decimos que estamos muy avanzados, pero todavía muy avanzados no estamos", añade.
Los datos le dan la razón. "Menos del 20% de las personas denuncian", dice Rubén López, vocal de delitos de odio de Arcópoli, que ha seguido los últimos casos denunciados por la asociación.
De las agresiones del pasado fin de semana, sólo dos personas denunciaron. "Es muy difícil que una víctima denuncie, por varias razones. Primero, por miedo a la policía. Hace 20 años era nuestra enemiga, ahora no. Además hay un esfuerzo en cambiar esta imagen y atender mejor a las víctimas de delitos de odio. Pero el colectivo aún no lo ha interiorizado. Y segundo, porque la gente piensa que denunciar no sirve de nada. Y que te peguen por ser 'maricón' o te insulten es algo normal”, añade López.
Arcópoli se fundó en 2004 y en sus inicios se movía en el ámbito universitario. Desde que en 2013 empezaron a contar las agresiones homófobas en Madrid han visto visto cómo los números crecían: de unas cinco en 2013 a más de 30 en 2015. Por eso 2016, con 21 agresiones registradas hasta ahora, ha desatado la alarma. El repunte se refleja además en el número de denuncias: fueron 12 en 2013, 26 en 2014 y siete en 2015.
Ante el pico de incidentes las asociaciones mantuvieron a finales de enero una reunión con la delegada del Gobierno, Concepción Dancausa, que anunció una nueva campaña de sensibilización para invitar a denunciar cualquier agresión homófoba. Dancausa, que en aquella ocasión había manifestado que el aumento de las denuncias registradas en las primeras semanas de 2016 se podía deber a que "poco a poco se va venciendo el miedo", reconoció el pasado martes que los casos registrados por las asociaciones son muchos más que las denuncias.
"Por eso estamos trabajando conjuntamente con ellos", declaró en un acto en Alcobendas, "Para que las denuncias se produzcan y conocer realmente la verdad de lo que está sucediendo".
Por las informaciones de las que dispone hasta ahora, la policía descarta que detrás de las últimas agresiones haya bandas organizadas.
Para López, en el bajo número de las denuncias también influye otro factor: "La gente no quiere verse reflejada en esto. Quiere olvidarlo".
Con el miedo en el cuerpo
Si el momento de la agresión fue duro, peores fueron para Sergio las horas siguientes. "Era todo el rato pensar lo mismo una y otra vez. ¿Qué he hecho yo ahora para recibir esto? ¿Cómo podía haberlo evitado? Y esto no fue sólo en las primeras 24 hora, sino los dos o tres días siguientes. Cuando desperté al día siguiente, desayunaba y otra vez volvían los pensamientos y la agresión", cuenta.
Su cara se ensombrece al recordar aquellos momentos. No hace mucho frío esta mañana de invierno en Chueca pero Sergio enfunda las manos en los bolsillos de su plumífero negro y se encoge de hombros como para protegerse. Reconoce que desde la agresión su vida ha cambiado bastante. "Me cuesta dormir muchísimo. Le doy muchas vueltas a la cabeza. También salgo muchísimo menos. Antes, todos los fines de semanas. Ahora, cada dos o tres".
Lo que más echa de menos es la sensación de seguridad al andar por la calle: "Ir de la mano no me debe importar pero vas ya con cuidado, vas con miedo de otra agresión".
El caso de Sergio fue especialmente llamativo porque ocurrió en el corazón de Chueca, el barrio más emblemático para la comunidad homosexual. "No creo que haya un clima más hostil que antes. Lo que sí ha cambiado en Chueca es el perfil de la gente de la noche. El barrio se ha llenado de macarras. Poligoneros o pijos pero macarras. A menudo salen bebidos o colocados de los after hours y puede pasar que se enzarcen en peleas. Pero no hablaría de más ataques contra los homosexuales”, comenta Mili Hernández, que lleva 22 años viviendo en el barrio y regenta la librería Berkana, especializada en temática LGTB.
Más denuncias
"Por otra parte lo que hay ahora es más visibilidad y también más denuncias. Antes muchas de las agresiones no se conocían porque no se denunciaban. Sobre todo en el caso de los hombres mayores que venían por aquí. De hecho les robaban o agredían precisamente porque sabían que no iban a denunciar. Ahora ya no", añade Hernández.
"Donde menos ataques ha habido es Chueca", concuerda Rubén López que en cambio no cree que haya más denuncias. "No creemos que se denuncie más pero sí nos llegan más agresiones". Otra de las razones, según López, es precisamente la mayor visibilidad del colectivo fuera de las zonas como Chueca. La primera agresión de 2016 se registró el 1 de enero en el barrio de Salamanca. Luego hubo otras en lugares como Lavapiés o Plaza de España.
En Lavapiés una transexual de 58 años fue golpeada e insultada por un grupo de tres jóvenes. Fue un día antes de la agresión que sufrió Sergio. La transexual frecuentaba la Fundación 26 de Diciembre, que se encuentra en la calle del Amparo y atiende a personas mayores LGTB.
Federico Armenteros, su presidente, confirma que ha habido más episodios. "Hay una de las personas que está en nuestro programa de ayuda que paseando por la calle del brazo de su cuidador ha sido acosado con gritos de 'maricón de mierda' por jóvenes negros", cuenta. La sede de la asociación está en la calle del Amparo y los ataques se han producido en las calles aledañas a la plaza de Lavapiés.
"Hemos avisado a la comisaría y a la delegación del Gobierno. Obviamente no es cuestión de ser negro. Hay tontos negros y blancos. No queremos culpar a todos. Pero sí es cierto que hay un grupo que cuando ve a gente abrazada o tíos de la mano va a por ellos", añade Armenteros.
Para llevar la cuenta de los casos, Arcópoli lanzó hace unos días junto a otras organizaciones el Observatorio Madrileño contra la Homofobia. El objetivo es registrar los casos y asesorar a las víctimas. Uno de los consejos que aparecen en la página es que no se den informaciones de la agresión por redes sociales. El objetivo es evitar sufrir un nuevo acoso: los comentarios de los usuarios de las redes.
Cómo ayudar a las víctimas
Una de las peticiones de la asociación a la Delegación del Gobierno es la presencia de un acompañante en el momento en el que las víctimas de agresiones homófobas presentan la denuncia. "La Delegación nos ha garantizado que mandarán una circular a las comisarías. Tanto la policía municipal como la nacional se han comprometido a permitir que haya un acompañante", explica López.
El acompañamiento a las víctimas es uno de los puntos clave de la estrategia contra los delitos de odio. Así lo reconoce David Martín, suboficial del Equipo para la gestión de la Diversidad Social de la Policía Local de Fuenlabrada, un proyecto pionero en su género. Martín está a punto de tomar posesión como responsable de la Unidad de Delitos de Odio de la Policía, cuya puesta en marcha fue anunciada hace meses por el Ayuntamiento de Madrid. Aún no hay una fecha para que la unidad empiece a funcionar a pleno ritmo pero desde el Consistorio aseguran que es cuestión de semanas.
"Para una investigación real de estos delitos hace falta una policía formada para indagar en la motivación del autor. El que agrede no lo hace al azar. Lo hace por la identidad y el perfil de la víctima. Y para conseguir demostrar esto hace falta mucha investigación y mucho acompañamiento del agredido. Un recorrido muy similar al de la violencia de género", dice Martín. "Si en una de estas agresiones los policías no anotan que puede haber una motivación homófoba, es más difícil que luego se investigue como un tema de delito de odio".
El acompañamiento que le proporcionó su entorno y el apoyo que recibió de la asociación Arcópoli han sido decisivos para Sergio Díaz."“Lo que más me ayudó fue la gente a mi alrededor. El hecho de que aquí, en Chueca, la gente me preguntara cómo estaba", dice.
Su madre, a su lado, no puede esconder la preocupación que tiene desde que hace un mes la agresión que sufrió su hijo interrumpiera un día a día en el que la homosexualidad de Sergio no había supuesto nunca ningún problema. "Estoy asustada cuando sale. Pienso más", admite. A quienes pegaron a su hijo les pide que piensen que les puede pasar a ellos. "Estas cosas en el siglo XXI siguen pasando. Yo pensaba que todo esto estaba erradicado y todo era perfecto pero parece que no. Que no es así".