No son ni las 10 de la mañana en el 32 de la madrileña Gran Vía -falta media hora para que abra sus puertas el Primark más grande de España- y ya son casi una decena las personas que aguardan en la cola. Todas ellas buscan el mismo bien preciado: el tesoro en forma de taza de Chip -uno de los personajes de La Bella y la Bestia- que está provocando la locura en los pasillos de esta cadena de ropa. No saben si habrá existencias de este producto que en la tienda se vende a cinco euros y en las reventas alcanza los 45 euros. Nueve veces más caro. Las persianas se suben y empiezan las carreras hacia los estantes. Nadie se pierde, todos saben el camino porque no es la primera vez que prueban suerte. Pero este viernes no podrán cantar bingo: en la repisa en la que debería estar Chip hay otros objetos.
Esta escena -carreras, empujones y gritos incluidos- se lleva repitiendo en los últimos días en los más de 41 Primark que hay repartidos por toda la geografía española. Conseguir la taza de moda parece una misión (casi) imposible. Un periodista de EL ESPAÑOL ha intentado hacerse con una de ellas para conocer qué mueve a tantas personas a hacerse con este objeto y comprobar de primera mano el mercado paralelo que existe en Internet en torno al recipiente que se revaloriza por momentos.
Llego a las 09:30 de la mañana al Primark de Gran Vía para intentar conseguir la famosa tacita. Allí me encuentro con un grupo de seis personas que conversa fuera de las puertas de la enorme tienda. Son Sergio, Nuria, Beatriz, Inma, Clara y Álvaro y tienen un objetivo común: conseguir la taza “sea como sea”. Esperan nerviosos para entrar -como si aguardasen a las puertas de un estadio para escuchar el concierto de su artista favorito- a la vez que se van sumando a la cola más personas. El sol empieza a invadir la calle de una de las grandes arterias que vertebra la capital, pero ni la cola ni el sueño son obstáculo para desistir en su empeño que les quita el sueño en los últimos días.
Los guardas de seguridad abren la tienda. Son las diez en punto. Se suben las persianas de aluminio y detrás esperan ellos pidiendo calma y orden. Saben lo que se les viene encima. Literal. Las personas se echan a correr por las escaleras mecánicas y avanzan en pelotón por los pasillos de la tienda. Voy detrás de ellos sin perderme porque ellos ya conocen el camino. Lo han recorrido varias veces. Hasta que -por fin- llegamos a la cuarta planta para darnos cuenta de que, para nuestra desdicha, las tazas siguen agotadas. Ni una en las estanterías.
No obstante, para ellos el ejercicio no ha sido en vano ni tampoco se arrepienten. “Volveremos mañana”, se animan entre ellos. “Llevo viniendo dos semanas”, afirma Beatriz a sus 49 años. “Las quiero para mis hijas porque es su princesa favorita. Hasta les hice un vestido de Bella”, dice esta vallecana mientras se acomoda su pelo rojo. Sergio, amante de los dibujos animados y el coleccionismo, en cambio lleva sólo cinco días intentándolo sin éxito.
Los buscadores de este tesoro admiten que, de no conseguirla pronto, se plantearán comprarla en Wallapop, la aplicación de compra y venta que más adeptos suma en España. No les gustaría llegar a ese extremo ya que saben que el precio se multiplica de manera desmesurada. Sienten “rabia” con los que se presentan con el fin de hacer negocio, ya que “juegan con sus ilusiones”. Les pregunto si alguno tiene la intención de revender la taza y me contestan rotundamente que “no”, incluso con algo de indignación. “No se me pasa por la cabeza hacer algo así”, dice la madrileña Inma, quien roza los 50 años.
“Yo estoy en el paro y podría sacarme un dinero extra, pero no me parece correcto”, explica Beatriz. “La quiero desesperadamente aunque no para revenderla”, aclara otro comprador que también ha querido probar suerte. Visto el panorama que me he encontrado durante la mañana, creo que va a resultar imposible encontrarla en una tienda física, así que empieza mi aventura por conseguirla en el mercado negro.
Echo un vistazo en Ebay y en Amazon. Hay cosas similares pero no la misma. Me meto en Wallapop en busca de la taza más buscada de Europa y encuentro diez resultados cerca de mí. “Ya la tengo reservada”, “lo siento, ha volado”, “la acabo de vender, perdona”, son sólo algunas de las respuestas que recibo a través de mi móvil. Pero no desisto y encuentro una en el madrileño barrio de Lavapiés. Salgo a la calle desde la redacción y empieza el pateo. De camino ahí recibo una llamada. Me dicen algo así como “lo siento, es que me han ofrecido más por ella del que pagabas y la he vendido”.
Prosigo en mi búsqueda y doy con una chica llamada Diana que tiene una en dirección contraria, en Ascao. Me da su número y le llamo varias veces. “RESÉRVAMELA”, le pido. Más bien ruego: “Por favor, por favor, por favor”. En ese momento, me dice que ya le han escrito varias personas y sólo tiene que concretar el lugar y sitio para quedar con ellos. No desisto y no sólo le digo que necesito una, sino que me urge.
Consigo la taza
Diana acepta y quedamos en una estación de metro de la línea siete. Cruzo hacia la otra punta de Madrid. Tres líneas distintas de metro a 35 grados de temperatura. La ropa se me pega a la piel a causa del sudor. Trae a Chip metido en una bolsa. Aún en caja, justo como lo buscaba. ¡Ahora sí: bingo!
La vendedora de Wallapop afirma que ha recibido entre 15 y 20 mensajes en dos días. Algunos de ellos desesperados, pidiendo quedar cuanto antes. Dice que hace dos semanas vivió la locura en primera persona. Fue una de las afortunadas en conseguir la taza y, según dice, no estaba ahí ese día con el propósito de comprarla, pero tuvo suerte. Entre los que corrían para hacerse con una taza vio en su mayoría a personas entre los 25 y los 30 años, sobre todo mujeres, y muchos se quejaban porque solo podían comprar dos en Primark.
¡Por fin tengo la taza! Voy directo a Wallapop, cuelgo el anuncio y espero. Recibo 125 visitas y 20 ofertas en apenas unas horas.
“Buenos días, ¿podría recoger la taza del Primark hoy mismo?”, dice Miguel (sin foto de perfil). “Podría ir ahora, si aún la tienes”, escribe otro usuario. Mi móvil vibra sin parar. Más comentarios como estos se acumulan. “¿Aún la tienes?”. “¿Dónde podemos quedar?”. “¡Me interesa!”. “Dime dónde estás y voy”.
La alta demanda ha agotado el stock del producto en las 41 tiendas del país. El departamento de prensa de Primark, que se niega a dar detalles sobre los encargos de las tazas, ha anunciado que las repondrá a partir de esta semana. No especifican qué día volverán a los escaparates. Y eso mantiene la incertidumbre a las puertas de sus tiendas todas las mañanas. Puede parecer una interesante estrategia de marketing: así atraen personas a sus puertas sin darles a conocer si disponen del producto.
Diana, la chica que me vendió la taza, cree que hay una especie de fiebre por el producto, que la gente “se ha vuelto loca”: “No sé si es por la nostalgia que inspira la película o porque se ha convertido en trending topic. Seguimos como borregos a todo el mundo. ¿Él lo tiene? Pues yo lo quiero también”.
Vendiendo la taza
El siguiente paso: vender a Chip. No resulta una tarea complicada. Ante la cantidad de ofertas doy prioridad por zona, cordialidad y disponibilidad. Los favoritos: Fernando, Miguel y Laura. Ninguno tiene más elementos identificativos que un nombre.
Escriben los tres: “Hay más compradores interesados”, les comento. Laura quiere que se lo mande por correo y sólo ofrece 30 euros. Le digo que se la venderé al primero que llegue. Laura se enfada: “Me parece fatal, eres poco profesional”.
Los otros dos usuarios pasan a ser favoritos. Parecen tener prisa. Ambos se ofrecen a venir hasta la redacción de EL ESPAÑOL -donde he guardado el preciado tesoro- a comprarlo.
Miguel es el más rápido. Aparece con la cara roja y un poco sudado. “Me he vuelto loco. He mirado en Amazon, en Ebay y, por último, en Wallapop. Escribí a otra chica pero tú contestaste antes”. No le importa pagar más porque dice que es un regalo para una persona muy especial. Lleva dos semanas en la búsqueda.
Nos damos un apretón de manos y nos despedimos. Miguel se marcha con la taza de Chip en las manos. Está radiante, emocionado: no tendrá que precipitarse por los pasillos de Primark en medio de una avalancha que busca el preciado tesoro.
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