La noche cae en Santa Colomba de Curueño, un pequeño municipio 30 kilómetros a las afueras de León. Algunos de los vecinos vuelven a su casa para cenar. En la calle solo se escuchan los grillos. Dentro de una de las viviendas, Mari Luz se pelea con el mando de televisión. No literalmente, claro. Cambia de canal, no se ve, cambia de canal, no se ve, cambia de canal, no se ve. Es la hora de las noticias. Ahora prueba de otra manera: apaga la televisión y la vuelve a encender. Por fin, logra sintonizar uno de los canales. Pero es tan solo un instante porque la imagen del presentador se queda congelada, en la pantalla, y este con la boca abierta. "¿Ves? Pues así todos los días". El sonido va por un lado la imagen, entrecortada, por otro. Sentada en la mesa, con el mando en la mano, escucha, intermitentes, las palabras del conductor del informativo. "Así no hay quien pueda prestarle atención", farfulla la vecina.
La mujer desiste y opta por apagar el aparato. Hoy, como todas las noches, Mari Luz se acostará más tarde de las diez porque es lo que a ella le gusta. Pero ya no tiene nada con lo que distraerse. Le gustaba sentarse a ver las noticias, el documental de turno, la película de las noches. Pero hace meses que la televisión dejó de funcionar. Así que se levanta de la mesa de la cocina, se va a la de su taller, que está en el garaje, y se dispone a arreglar utensilios antiguos de madera. La noche es el momento en el que ahora surgen esos instantes lánguidos y eternos que hasta el momento, en el pueblo, se venían llenando con el soniquete del noticiero, las discusiones en el plató de Supervivientes o las entrevistas de Bertín Osborne. Los vecinos de Santa Colomba de Curueño hace meses que viven con el sobrenombre de ser los vecinos del pueblo sin tele.
Lo mismo le sucede a Argemiro. Cuando tenía 18 años, en La Mata de Curueño solo había una televisión. En aquel entonces, se iban todos los chavales a la casa del vecino para ver las corridas de toros. Era un acto mágico e insólito. La tele, en aquellos días, era un privilegio al alcance de pocos. Algo inusual en un tiempo que ahora se antoja casi prehistórico. Ahora Argemiro tiene 73 años y hace unos meses que la situación en el pueblo ha vuelto a ese punto. El martes llegó a casa a las ocho y media, cogió el mando a distancia y prendió al aparato para ver el partido de Champions del Real Madrid. El negro cubría la pantalla encendida y en el centro de esta se podía leer una frase: "No señal".
Lo que le ocurre a Argemiro podría resultar algo perfectamente normal, una simple interferencia en la conexión, un percance en la antena, algo anómalo que se puede solventar con facilidad. Sin embargo, lo que se está convirtiendo en algo normal en su casa es precisamente eso: que la televisión no va. Pero el asunto va más allá. Le pasa a él, le pasa a su vecina María, a Mari Carmen, a Donato... Así, hasta ocho pueblos diferentes. Están a solo 30 kilómetros de distancia de la capital de Castilla y León pero su día a día no difiere demasiado del que fueron testigos cuando eran pequeños. Aquí, la tecnología brilla por su ausencia. Desde abril de este año, los canales de los televisores de los vecinos de todos estos núcleos de población no han vuelto a ser los mismos. Desde entonces, más de 180 noches seguidas, han sido los pueblos sin tele.
Se trata de un municipio pequeño. 529 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística. Es en verano cuando la pequeña localidad, esparcida en ocho núcleos distintos que se suceden uno detrás de otro en una misma carretera, reluce en todo su esplendor. Son muchos los que vuelven a pasar unos días al lugar en el que sus padres nacieron. Hasta 2.000 personas llenan las calles en los meses estivales. Luego llega el otoño, algunos se van y se quedan los de toda la vida. Y las condiciones en el pueblo siguen siendo las mismas: no hay wifi, apenas hay cobertura de telefonía móvil... Este año, debido al fallo en la recepción de la señal de televisión, la cosa ha ido a peor. Ya no pueden ver ni el "Sálvame".
Viajamos a los pueblos sin televisión para comprobarlo, para vivir cómo lo viven, para la crónica de una jornada sin más tecnología que una cámara de fotos. Los nombres de los pueblos son: Ambasaguas de Curueño, Barrillos, Barrio de Nuestra Señora, Devesa de Curueño, Gallegos de Curueño, La Mata de Curueño, Pardesivil y Santa Colomba de Curueño. En los ratos libres, a la hora de comer o a la de cenar, sus habitantes solían evadirse unos instantes con algún programa de televisión. Ello resulta ya imposible. Han pasado 7 meses y todo sigue igual.
Todo empezó en abril
Una de la tarde. Un sol cálido se yergue sobre el valle del río Curueño mientras pastan las reses, que casi superan en número a los propios habitantes de la localidad. A esa hora se reúnen los alcaldes de los distintos núcleos de población. Todos ellos tienen cara de preocupación. Está María Fernández, alcaldesa de Pardesivil, y también Avelina Martínez, la alcaldesa de Santa Colomba. Jesús trabaja en la construcción y, en su tiempo libre, ejerce como alcalde pedáneo de La Mata de Curueño. "Al principio pensé que era solo en mi casa. Un día vine hasta el ayuntamiento y me estuve quejando, que estaba hasta las narices de no poder la televisión en casa".
Fue el pasado mes de abril. Había allí otros vecinos. Al escucharle, alguno de ellos se giró para exclamar.
-¡Pues a mí tampoco me va!
Y así, preguntando casa por casa, nos percatamos de lo que ocurría. Nadie podía ver la televisión. Este hecho, sumado a que en el pueblo nunca hay cobertura telefónica, tiene al lugar sumido en una situación complicada. Se encuentran aislados de todo.
La preocupación les llevó a trasladar sus preguntas a las instituciones para comprender qué es lo que está sucediendo. El problema surgió con la llegada de la tecnología 4G en la zona. Se instaló en la misma banda de 800 MHZ, de modo que, al coincidir ambas, las interferencias son constantes. Las televisiones hacen un rápido fundido a negro al cambiar de canal, o directamente el color gris surge allí donde tendría que aparecer la imagen.
Al preguntar en las instituciones leonesas, pronto advirtieron que el asunto era competencia del Ministerio de Industria. María es abogada, trabaja en la localidad minera de Villablino y conoce perfectamente los entresijos de los escritos y las cartas a las instituciones. Ya en su casa a las afueras de Pardesivil, deposita sobre la mesa del salón una copia del texto que envió al Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, de quien es competencia el asunto. "En lo que se refiere a los intereses de mi pedanía, continuas interferencias en la señal de televisión, de forma tal, que nos impide ver al imagen de las distintas cadenas así como escuchar con nitidez el sonido de las mismas".
Y así llevan desde hace meses. Desde el Gobierno autonómico de Castilla y León, así como desde la diputación provincial, aseguran que el problema no es de su competencia. Un técnico de Telecomunicaciones que trabaja para la comunidad escribió esta semana a este periódico para explicar qué es lo que puede estar sucediendo. "La información de los operadores indica que en la mayoría del municipio hay cobertura 3G e incluso 4G, aunque por problemas de orografía en el pueblo de Santa Colomba, esa cobertura falla en gran medida".
Comprobación práctica
En el pueblo no se habla de otra cosa, y no tienen problema en abrir su casa para mostrar lo que ocurre. Por ejemplo, Mari Carmen y Donato. Cada año regresan desde su domicilio habitual, en Bilbao, para pasar tres meses en un santuario de paz rural. Tienen solo un aparato de televisión, el del salón. Donato lo enciende. Al comenzar a pasar los canales, uno tras otro, tan solo se ve la pantalla en negro. Al final, desiste y apaga el aparato. "Nosotros en unos días nos iremos, pero los que se quedan a vivir aquí van a estar abandonados".
Mientras, los vecinos continúan la conversación.
-Es un poco como escuchar la radio pero en la televisión. - Dice Jesús-.
- Exactamente. Pones una cadena, se te pixela... - explica la alcaldesa-.
- Y vas escuchando un poco la vuelta pero de forma entrecortada. Ni escuchas ni ves. Y así no puede ser – lamenta Jesús-.
Por las tardes, cuando ya ha terminado la jornada, Mari Carmen, la mujer de Donato, se va a su taller. Allí pasa las horas pintando y esculpiendo. Es su vía de escape. Y el modo en el que resuelve el problema de la televisión. "Son cosas que a mí me gustan pero esta gente no tiene nada de eso. A mí me ayudan a pasar el rato pero ellos no tienen nada". La mayor parte de la población de Santa Colomba de Curueño durante el año está formada por jubilados. Sin la televisión, en el tiempo libre, poco tienen que hacer.
Para matar el tiempo, ahora que no puede sintonizar un solo canal, Mari Luz pasa la tarde absorta en las labores del campo hasta que cae la noche. Son las ocho de la tarde y llega de recoger frambuesas en su casa de Pardesivil. Enciende de nuevo el aparato para comprobar, una vez más, que el problema sigue ahí. "Ayer, para matar el rato, estuvimos recogiendo judías antes que se hiciera de noche. Luego nos fuimos a dar un paseo y ya nos acostamos. Mi marido se acuesta siempre pronto, así que él no tiene problema. Pero yo siempre me quedaba viendo un rato la televisión y eso ahora es imposible".
Cómo afecta a un negocio
El restaurante Las Colimeras es, hoy por hoy, el único lugar de los ocho pueblos en el que se puede ver la televisión sin ningún inconveniente. Se encuentra en La Mata de Curueño. Es, a fin de cuentas, una casa particular, una venta castellana en la que sirven, entre otras cosas, chuletas a la brasa a precios irrisorios. Pilar y Pedro reciben a los vecinos día sí día también. No hay otro sitio al que ir. Cinco señores juegan a las cartas en una de las mesas a las cinco de la tarde. Enfrente de ellos, una televisión encendida. Aquí si impera un poco más de normalidad.
Fueron días complicados porque perdieron clientela. Desde abril hasta este mismo mes de septiembre, al estar sin televisión, muchos interrumpieron su afluencia al lugar. Este verano no pudieron acodarse en la barra para ver el Tour de Francia degustando el licor de hierbas que Pilar sirve a la hora de la siesta. Afectó, sin duda, al negocio. "La gente venía al bar y estaba en silencio. Se echaban la partida y se marchaban".
Ahora eso ha cambiado. Pilar y Pedro decidieron instalarse una parabólica que les permitiese recuperar a los clientes y el ambiente en el local. Ahí ya vieron como las pérdidas remitían y, por decirlo de algún modo, las ovejas regresaban al redil. Sin televisión en sus casas, los clientes regresaban al restaurante para ver La Vuelta a España, los partidos de la liga española,etc. Los vecinos dicen que en casa se aburren, que no tienen nada que hacer -"nosotros nos quedamos mirándonos", asegura una pareja de ancianos-, así que, cuando pueden, se acercan al bar a echar la tarde.
El hecho evidencia un conflicto de complicada resolución, que es el de relanzar la vida en el mundo rural. En un pueblo que no tiene prácticamente cobertura, en el que no hay wifi, en el que no se puede ver la televisión, ¿quién querría instalarse a vivir en un lugar como este? ¿Quién querría establecer un negocio aquí? La mujer de Jesús, alcalde de La Mata de Curueño, regenta una panadería que consigue sacar adelante no con pocas dificultades.
El no disponer de llamadas de teléfono móvil, el no tener cobertura de whatsapp se lo dificulta todo. "Ya te lo digo yo: nadie: es que no es rentable. No puede venir nadie aquí". Según cuentan los vecinos, para llegar al pueblo desde León solo hay dos autobuses al día, uno por la mañana y otro por la noche. "¿Cómo va a vivir aquí gente joven?".
La ermita, el único lugar con cobertura
Llama la atención porque la ermita se encuentra alejada del centro de uno de los pueblos, y para llegar a ella hace falta una buena caminata. Nos acompañan María y Encarnación, hermanas y vecinas del municipio.
Aquí, en verano, se produce un fenómeno curioso. Habíamos dicho que el pueblo se llena de jóvenes que llegan de vacaciones con sus familias. Ninguno de ellos tiene la posibilidad de comunicarse con "el exterior" porque la cobertura no llega a las calles del municipio. Así que, según a qué horas, la ermita se convierte en lugar de peregrinación de todos ellos.
La escena tiene una cierta gracia, según cuentan algunos de los vecinos. Un nutrido grupo de jóvenes, todos apiñados en una esquina absortos en sus teléfonos tratando de aprovechar al máximo la conexión a internet a los pies de la ermita. Van y vienen para poder conectarse y mandar los mensajes. "No veas el trasiego de chavales hasta aquí. Según a qué hora, esto está lleno".
Es posible que el filósofo polaco Zygmunt Bauman, muy crítico en su obra con las relaciones virtuales y las relaciones humanas en la posmodernidad ( redes sociales, servicios de mensajería,etc.), encontrase cierto encanto en estos ocho pueblos: entrar allí es, en parte, una regresión de medio siglo en el tiempo. Pero sus vecinos están desesperados. Solo quieren volver a ver la tele de vez en cuando. Solo quieren volver al siglo XXI.
Noticias relacionadas
- Ricardo Díez, el alcalde que lleva en el poder más años que Franco y que Fidel
- "Que nos traigan a Franco. Para el pueblo de Águeda sería como Lourdes y Fátima"
- En el pueblo humilde del padre de Fidel: "Él me dijo que Galicia es la cuna de la revolución"
- Una mañana con 'El Lagarto', el mayor furtivo del percebe de la Costa da Morte
- Fresno de Torote, el pueblo madrileño donde PP y Podemos forman gobierno