Franco vaticinó el fiasco de EEUU en Vietnam: "La guerra no tendrá límites"
"La guerra de guerrillas en la selva ofrece ventajas a los elementos indígenas que con muy pocos efectivos pueden mantener en jaque a contingentes muy superiores", le escribió a Lyndon B. Johnson antes de la participación estadounidense en el conflicto.
11 diciembre, 2017 15:20Noticias relacionadas
Estados Unidos está a punto de lanzarse con todo sobre Vietnam, y su presidente, Lyndon B. Johnson, busca el apoyo militar de diferentes países para unirse a su causa. No lo hace tanto por buscar más efectivos a su ejército como por sumar banderas: el enemigo es el comunismo y Occidente, bajo el liderazgo norteamericano, debe dar una imagen de unidad. Es 1965 y, en esas, Johnson manda una carta a Francisco Franco en la que le pide su implicación en el conflicto.
El dictador español responderá la misiva con una serie de argumentos que, a la postre, se convertirán en una profecía de lo que ocurrirá en el sudeste asiático, la estrepitosa derrota de los estadounidenses en el agujero del Vietcong.
“Mi experiencia militar y política me permite apreciar las grandes dificultades de la empresa en que os veis empeñados: la guerra de guerrillas en la selva ofrece ventajas a los elementos indígenas subversivos que con muy pocos efectivos pueden mantener en jaque a contingentes de tropas muy superiores; las más potentes armas pierden su eficacia ante la atomización de los objetivos; no existen puntos vitales que destruir para que la guerra termine; las comunicaciones se poseen en precario y su custodia exige cuantiosas fuerzas. Con las armas convencionales se hace muy difícil acabar con la subversión. La guerra en la jungla constituye una aventura sin límites”.
El cruce de cartas entre los máximos representantes de ambos países se desarrolla en un clima de cordialidad, según recoge el investigador Javier Santamarta del Pozo en su libro Siempre tuvimos héroes (EDAF), profunda reseña de una serie de personajes españoles -más o menos anónimos- que han desempeñado un papel fundamental en ciertos acontecimientos históricos.
La misiva de Franco a Johnson, guardada en el Archivo Nacional de Estados Unidos, queda reflejada en el capítulo que el autor dedica a un puñado de militares españoles que terminarán por desempeñar una misión sanitaria en el delta del Mekong.
Pero en un principio, la petición de Lyndon B. Johnson no es escuchada por el dictador español: “Mucho le agradezco el sincero enjuiciamiento que me envía de la situación en el Vietnam del Sur y los esfuerzos políticos y diplomáticos que, paralelamente a los militares, los Estados Unidos vienen desarrollando para abrir paso a un arreglo pacífico. Comprendo vuestras responsabilidades como nación rectora en esta hora del mundo y comparto vuestro interés y preocupación, de los que los españoles nos sentimos solidarios en todos los momentos”, responde Franco. Del envío de tropas, ni una palabra.
Cuál será la frustración del presidente estadounidense al leer la misiva de Franco, personaje claramente anticomunista y, a priori, un potencial aliado en la guerra de Vietnam. En el conflicto se libra una batalla entre dos ideologías contrapuestas, dos formas de entender el mundo. Franco, denominado como "primer vencedor contra el comunismo", no da su brazo a torcer. Es terco y no envía tropas.
“Una misión humanitaria”
El intercambio de cartas pone de manifiesto dos cosas: que Franco adivinó el fracaso estrepitoso que las tropas estadounidenses se encontrarían en Vietnam y que el presidente Lyndon B. Johnson no escuchó los consejos de su interlocutor.
Así, en marzo de 1965, 3.500 infantes de la Marina norteamericana desembarcaron en el país del sudeste asiático. Con el paso del tiempo, más de dos millones de soldados de EEUU participaron en el conflicto. También lo harían otros 80.000 procedentes de diferentes países que combatieron del lado occidental.
Con esas cifras, Johnson siguió presionando a Franco para que participase en el conflicto. Y finalmente, lo consiguió utilizando un argumento: “el asentamiento de la paz” en Vietnam.
Franco cedió a la petición estadounidense con una condición: enviaría una misión militar, pero estrictamente de carácter humanitario y médico. En 1966 se constituyó la Misión Sanitaria Española de Ayuda al Vietnam del Sur. Y se pidieron voluntarios para constituirla.
El llamamiento tuvo un eco, cuanto menos, exiguo: cuatro médicos, siete enfermeros y un oficial de intendencia. Doce efectivos que partirían inmediatamente rumbo a Vietnam. Más tarde, ese contingente se ampliaría hasta los 30.
Los soldados españoles se desplegaron en un viejo hospital francés de Go Cong -en el delta del Mekong- que se caía a pedazos. Allí, en situaciones extremas de humedad y calor, conocieron la realidad de la guerra que allí se libraba.
El olor del Napalm
“¿Dónde nos hemos metido…? ¿Y qué rayos es ese olor?”, preguntó el brigada español Gutiérrez de Terán a un efectivo estadounidense con el que viajaba a bordo de un blindado. “Napalm”, respondió éste.
Durante su estancia en Vietnam, los soldados españoles comprobaron de primera mano el transcurso de una guerra abocada al desastre. Entre operaciones e intervenciones médicas -en circunstancias que jamás habían podido imaginar- sufrieron el avance de las guerrillas y las explosiones de las granadas vietnamitas.
La guerra se prolongó hasta 1975. EEUU, ya bajo la presidencia de Gerald Ford, retiró a sus tropas hostigadas dejando tras de sí más de 300.000 muertos entre sus filas. El conflicto, en términos estratégicos estadounidenses, fue un fracaso total.
Y de principio a fin se cumplieron los preceptos que Franco le envió a Lyndon B. Johnson en una carta salvaguardada en los archivos norteamericanos.