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Martes, tres de la tarde. En Las Hortichuelas (Níjar, Almería) es la hora de la sobremesa. Se palpa el ambiente calmado, casi vacacional. Es la víspera del Día de Andalucía y los niños están de fiesta. Fuera del centenar de desperdigadas casas de esta pedanía almeriense -no llegarán al centenar- no hay un alma. Las calles se vacían para que se llenen las mesas.
El escenario es casi cinematográfico. Las viviendas, pocas y separadas, son blancas, caladas. Se sabe que el mar está al fondo, aunque no se vea. El influjo de las olas, de la arena, del balón en la playa es como un amigo invisible que ayuda a patear los días rutinarios hasta alcanzar el verano, las vacaciones. Sólo a través de un sentido: el olor. El salitre como llave hacia la teletransportación.
El 27 de febrero de 2018, sobre las 15.30 horas, Puri Carmen, su nieto Gabriel y la novia de su hijo Ángel, Ana Julia, salen del chalé familiar. El niño, de 8 años, quería ir a jugar a casa de su tía abuela con sus primos, a escasos ciento cincuenta metros de la de su abuela. Había pasado allí también la mañana.
ㅡAbu, que me voy a casa de la tía Rosita, a jugar con la prima.
ㅡBueno, pero para las cinco te vienes, que tienes que merendar.
Según la declaración de Ana Julia Quezada ante la Guardia Civil, los tres salen de la casa al mismo tiempo. Gabriel toma el camino que sale de la casa en dirección al resto de viviendas de Las Hortichuelas, a mano izquierda. Ella se va hacia la derecha, a coger el coche para irse. La abuela se queda en la puerta de la casa, dándole de comer a los perros y vigilando el tramo de camino que tiene que recorrer el niño desde la verja de hierro. Un camino de tierra, familiar, que el pequeño ha andado miles de veces. A pocos metros del destino de Gabriel, el sendero hace un pequeño recodo y se pierde la visión desde el chalé de los Cruz.
"Tú no eres mi madre"
Lo cierto es que Gabriel jamás llegó. En algún punto, Ana Julia Quezada se interpuso en su camino. Ella defendió frente las autoridades que se lo encontró jugando “con un palito”. Y le ofreció llevarle al cortijo de su padre, en Rodalquilar. La mujer dice que ella se puso a pintar en el interior de la finca y el niño, a jugar. Al rato, se asoma a la ventana y ve, supuestamente, a Gabriel manipulando un hacha. Sale al exterior del cortijo para reprenderle. Según la declaración, el niño la empezó a insultar y ella le intentó quitar la herramienta. "Él me dijo: tú no eres mi madre, tú no me mandas y además no te quiero volver a ver nunca. Así que nos peleamos por el hacha”.
Allí, presuntamente, le asesta un golpe con la parte roma del arma y le asfixia “por la rabia”. Entra a la vivienda y saca rápidamente un paquete de tabaco. Cigarrillo en mano, dice ser consciente, en ese preciso momento, de que tenía un problema “importante”. Decidió, por el bien de su relación con Ángel, el padre de Gabriel, que lo mejor era “enterrarlo”.
Y procedió. Desnuda el cuerpo y lo esconde bajo tierra. Encima pone unos tablones y unas piedras a modo de decoración.
Ana Julia siempre fue una persona fría. En el retrato que da la Guardia Civil diecisiete días después del suceso se la describe como "manipuladora, obsesiva, egocéntrica, de una frialdad máxima y con cierta ambición económica".
Pero no lo parecía, en un primer momento. Cuando el niño no llegó a merendar, la familia comenzó a buscarlo, desesperada. No se dieron cuenta antes de la desaparición puesto que unos pensaban que estaba con los otros, y viceversa. A las 20 horas, dan el aviso a las autoridades.
13 días, más de 5.000 personas
El dispositivo de búsqueda, que sacudió las entrañas del país, que arrancó los instintos más primitivos y que removió la conciencia de investigadores y ciudadanos, duró 13 días, implicando a más de 5.000 personas. El grueso lo constituyeron los voluntarios, unas 3.000 personas. Fue, posiblemente y en palabras de la Guardia Civil, la mayor búsqueda coordinada de un desaparecido. Se rastreó en más de 625 kilómetros cuadrados y en más de 500 puntos singulares, incluidos pozos y aljibes.
De manera paralela, los agentes inician el método habitual para las pesquisas. Se desplazan a Las Hortichuelas. Investigan el entorno de Gabriel Cruz Ramírez: físico y familiar. Por eso, el primer sospechoso del caso es Diego, el acosador de la madre del crío, Patricia. Hay una orden de alejamiento vigente y se descubre que está sometido a un dispositivo electrónico. Que, en esos momentos, está quebrantado.
Saltan las primeras alarmas. La Guardia Civil, desde el principio y hasta el final, busca a Gabriel con vida. Todo apunta a ello. Pero, al cercar el foco sobre Diego, rápidamente descartan su implicación con la desaparición. Tenía coartada: sus padres, tres vecinos y la ubicación de su pulsera telemática lo ubicaban en Antas, a 61,5 kilómetros de Las Hortichuelas, donde se le perdió el rastro al niño, durante la franja de tiempo en la que se le vio por última vez. Le detuvieron el 2 de marzo. Habían pasado cerca de 72 horas desde que no se tenían pistas del paradero de Gabriel.
La camiseta interior
Al día siguiente, todo cambia. La investigación da un giro de 180 grados: Ana Julia ‘encuentra’ una camiseta interior blanca que ella clama que pertenece a Gabriel. Días más tarde, las pruebas científicas lo confirmaban: contenía ADN del niño. El hallazgo de la prenda se produce junto al Barranco de Las Agüillas, en la barriada de Las Negras, en Níjar (Almería). Ya en ese momento los agentes comenzaron a dudar de ella. Les contó que, al tratar de acceder al lugar en que estaba la prenda, sufrió un pequeño accidente debido al difícil acceso del terreno. Tuvo diversas heridas en la cadera y el tobillo.
"La encuentra a una distancia unos 4 kilómetros de Las Hortichuelas. Tiene que pasar un terreno, llegar a Las Negras e introducirse en un barranco. Y la encuentra ahí. Hay que reseñar que es ella la que le dice a Ángel 'vamos a buscar por esa zona', y lo encuentra ella y no Ángel. Ángel está próximo pero no en el momento que la encuentra", afirma la Guardia Civil.
Desde ese momento, la investigación se centra en ella. Aunque la propia Ana Julia no lo supiera.
Un tumultuoso pasado
Ana Julia llegó a Almería casi de casualidad. La conquistaron las playas del Cabo de Gata, lo salvaje de sus parajes, el ambiente relajado y bohemio, la temperatura agradable. Se mudó tras varias incursiones en la zona como turista de la mano de su anterior pareja, Sergio. Él era trabajador de rotativas de un conocido periódico de su ciudad, Burgos. Ella había vivido en la ciudad castellanoleonesa desde que abandonó su República Dominicana natal.
La presunta autora del crimen nació en 1974 en La Cabuya. Es un humilde poblado de la provincia La Vega, al norte de Santodomingo, la capital del país. De ahí se trasladó a Burgos, nada más conseguir el visado. Era el 17 de mayo de 1993.
En la capital burgalesa tuvo un tumultuoso discurrir. Llegó para trabajar como prostituta en el club de alterne Piccolo. El prostíbulo, que ya no existe, se situaba en la carretera Madrid-Irún, próximo a Briviesca (Burgos). Ahí conoció a Miguel Ángel. Él, un camionero que se enamoró perdidamente de ella, “compró los papeles de Ana Julia al dueño del prostíbulo”, según fuentes de su círculo más próximo. En poco más de un mes desde que inició una nueva vida junto a el camionero, ella ya se había quedado embarazada y habían contraído matrimonio civil. “Todo fue rápido, rápido. Para que no se la pudieran llevar de vuelta a República Dominicana y pudiera quedarse tranquila con Miguel Ángel”. Era junio de 1994. Ese mismo año nació su segunda hija, que era en común con el transportista: Judit.
Judit, pese a llevar años y años sin contacto con su madre, decidió acercarse a Almería para apoyarla. Estaba en la casa familiar de Las Hortichuelas cuando su madre intentó desviar el foco de la investigación, sabiéndolo demasiado cerca. Su madre la intentó utilizar para acusar a Sergio. Para que corroborara su tesis de que podía ser un asesino. “‘Verás como Judit está de acuerdo, ella ya me advertía’. Y la joven de 24 años entró en la habitación y respondió con contundencia que ‘no’. ‘Yo siempre te había dicho que era muy machista y no te convenía pero que fuera capaz de secuestrar a un niño, no lo creo’, sentenció la chica”, contaba Manuel Vilaseró en El Periódico.
Trató de desviar la atención hacia Sergio
Sergio había sido su último novio antes de que comenzara a salir con Ángel David, el padre de Gabriel. Ana Julia y Sergio abandonaron Burgos y se instalaron en Las Negras. Aquí encontraron su nuevo hogar. Sergio montó un grupo de música con gente autóctona. Comenzaron a ensayar en una casa de Las Hortichuelas, una pedanía a 3 kilómetros de Las Negras. Al tiempo de instalarse, Ana Julia y él decidieron abrir una cafetería en un pequeño centro comercial de Las Negras. El local se llamó Black. Fue hace poco más de un año. El negocio quedó registrado a nombre de ella. Rompieron al poco de empezar su aventura empresarial. La ruptura fue problemática, explican varios amigos de ellos. Él estaba muy enamorado de ella y ella, en cambio, inició casi de inmediato una nueva relación con Ángel David, un almeriense más o menos de su misma edad, separado y con un niño llamado Gabriel. Ana Julia traspasó el Black hace unos meses. Se marchó de viaje a República Dominicana con el dinero de la venta.
La repercusión del caso Gabriel ha alcanzado el otro lado del Atlántico. En el país caribeño la incredulidad deja paso a la vergüenza de los familiares de Ana Julia. Aunque ella apenas les visitara. Aunque, cuando ella fuera de viaje, no les prestara atención. Aunque ellos siguieran viviendo en una zona humilde, de chabolas, mientras ella se construyera un enorme chalé con todo tipo de lujos.
Su región de origen, La Vega, es una región repleta de gente trabajadora. Allí tuvo a su primera hija antes de venirse a España e instalarse en Burgos, en el barrio de Gamonal, con su nueva pareja. Era Ridelca Josefina. Nació en el año 1991. Falleció en extrañas circunstancias cuando tenía cuatro años. Supuestamente, cayó desde el séptimo piso de su casa de Burgos. Ahora, la Policía de la zona estudia reabrir el caso una vez se ha conocido que la madre de la niña es la autora confesa del crimen de Las Hortichuelas.
La camiseta blanca
Ana Julia fue quien vistió a Gabriel el día del crimen. Le detalló a la Guardia Civil la ropa que llevaba el niño. Se inundaron las calles, los carteles y las redes con la descripción: un pantalón de chándal negro, marca Adidas, con las icónicas tres rayas blancas en los laterales; una chaqueta roja, con capucha. Ni rastro de la camiseta blanca.
El accidente, sumado al estado de shock en el que se encontraba tras encontrar la camiseta, hizo que la declaración ante la Guardia Civil se pospusiera. Ana no fue detenida por los agentes, que no querían levantar las sospechas de la mujer sin tener nada en firme. Pero este acontecimiento les puso en alerta. Había otro detalles que les llamó la atención sobremanera: la camiseta estaba seca. Y habían sido días de muchas precipitaciones. Tantas que hubo que suspender las labores de búsqueda en varios momentos. Además, la zona en la que había encontrado la camiseta había sido registrada días antes. Que fuera ella, precisamente ella, quien encontrase la camiseta en un lugar que ya había sido inspeccionado no hizo sino poner a los investigadores de la Guardia Civil sobre aviso. No había que ponerle cerco a Ana, para que no sospechase. Pero tampoco había que perderla de vista.
La mujer seguía tratando de aparentar ser ajena al crimen. En las manifestaciones siguió apareciendo delante, abrazándose con su pareja, el padre de Gabriel, consolándole tras los discursos. En una de las imágenes, la mujer se funde con su pareja en un sentido abrazo entre lágrimas. Entretanto, Ángel David y Patricia siguieron haciendo entrevistas en los medios para visibilizar la búsqueda del pequeño. En una de ellas, en Telecinco, Ana estaba presente, aunque no apareció en imagen. La familia del pequeño Gabriel pidió que no se le hiciese ninguna pregunta, que se la mantuviera al margen de la atención mediática. En la conversación con la reportera, la madre del pequeño pedía que dejaran a la familia tranquila, tanto a su pareja como a la pareja de su ex marido, asegurando que no tenían nada que ver con la desaparición de su hijo: "Quiero que dejen en paz a Ana, quiere a mi hijo con locura". Era importante que Ana Julia siguiera en un discreto segundo plano sin llegase a sospechar demasiado. Los agentes esperaban a que ella actuase. La tarde del viernes, se le tomó declaración a la mujer. Lo que los agentes buscaban es que la mujer realizase algún movimiento, como finalmente sucedió.
Visitas, siempre acompañada, a la finca de Rodalquilar
Ana Julia "es sometida durante varios días a un seguimiento y unas vigilancias”. Iba y venía, constantemente, siempre acompañada. Incluso llegó a ir al cortijo de Rodalquilar, donde estaba enterrado el cuerpo del niño. La familia ya había inspeccionado la finca, aunque la Guardia Civil no. Ellos buscaban a Gabriel vivo, porque nunca creyeron que estuviera muerto.
Días después de matarle, la mujer cogió la ropa y la tiró a un contenedor de vidrio cercano a un hotel de la zona. "Al final, vine a buscar el cadáver porque me dijeron que les entregase la llave y me puse nerviosa", defendía en su declaración. Antes, había guardado la ropa del niño en la misma casa familiar donde fue visto por última vez, según informaron a este periódico fuentes de la investigación. La vivienda de Puri Carmen era donde se reunían y aguardaban las novedades sobre el caso el padre del pequeño, Ángel, y toda su familia. Incluida su novia. La “malvada bruja” del cuento que se ha convertido en pesadilla.
"El domingo 11, Ana hace un movimiento. Sale sola, no como en los casos anteriores, se dirige a la vivienda de Rodalquilar. Está sometida a una estrecha vigilancia. Vemos cómo saca del jardín unos tablones, unas piedras y un cuerpo que aparentemente es de una persona menuda, que nos puede encajar con Gabriel. Lo mete en el maletero y sale dirección a la localidad de Almería, pasa Almería y llega a Vícar". Ahí, le dieron el alto, la detuvieron y encontraron el cuerpo del niño en el maletero.
Habían pasado 13 días desde que Gabriel desapareció. Casi dos semanas. Rodalquilar está a tres kilómetros de Las Hortichuelas. Menos de diez minutos en coche separan ambas localizaciones, unida por la AL-4200. El cuerpo había permanecido allí desde el mismo día de la desaparición, en las inmediaciones de un aljibe.
"Tranquilo, cuando Gabriel aparezca, nos casamos"
“Tranquilo, Ángel. Cuando el pequeño Gabrielito aparezca y todo esto acabe, nos vamos a casar”. Ana Julia no paró de repetir la misma frase durante la mayor parte de esas dos semanas que tuvo enterrado el cadáver del niño en una finca de la familia de su novio. No hay indicios de que hay terceras personas implicadas. Ana Julia pretendió hacer ver que había un móvil económico tras el secuestro y siempre alimentó la esperanza de que podían encontrar al niño. "Ella era una persona con ambición económica", determinan los investigadores, quienes jamás dijeron a la familia que Ana Julia fuese sospechosa.
Por su parte, el juez instructor, el magistrado Rafael Soriano, considera que Ana Julia, en prisión provisional desde este jueves como presunta autora material de la muerte del niño, actuó guiada por "una malvada voluntad dirigida especialmente a asegurar" la comisión de su "macabro plan criminal".
"Desde el principio estuvo la hipótesis de que estuviese vivo. Eso ha condicionado mucho el manejar los tiempos y las acciones, es difícil actuar cuando vas buscando la seguridad de una persona, entraña muchas dificultades. El final no es el que esperábamos, todos esperábamos haber encontrado a Gabriel con vida", reconocía, compungida, la Guardia Civil.