Lo hacían los nazis con los judíos: señalarlos. Eran las directrices de Hitler: pintar las puertas y las fachadas de los judíos alemanes para que todo el mundo supiese que allí residía o trabajaba un enemigo del régimen. Ahora, 80 años después, la historia se repite en Cataluña. Carteles amenazantes y pintadas en los domicilios de tres residentes del pueblo que no son independentistas. Eso es lo que ha aparecido en la vía pública de los municipios de Sallent y Balsareny (Barcelona). Este último es el mismo en el que una pareja sufrió la quema de su bandera española en el balcón de su casa.
Precisamente esta pareja es una de las afectadas. Tanto Cristina Arias como Jordi Cervantes son algunos de los protagonistas de los carteles amenazantes que han colgado por todo el pueblo. Una especie de octavillas colgadas en paredes de algunas calles con la foto, el nombre completo, la matrícula del coche y hasta las rutinas de algunas personas contrarias a los postulados independentistas.
Lo hacían también los etarras. Porque ahora en Cataluña no solamente están pegando carteles. Paredes próximas a las viviendas de las víctimas también han aparecido pintadas con spray negro. Allí se puede leer el nombre de algunos de los acosados acompañados de dianas , en lo que se interpreta como una amenaza de muerte.
Señalémoslos
Los carteles, además, son muy explícitos: lo que promueven es señalar (literalmente) a todo aquel al que los independentistas consideren disidente. Al que piense distinto. Con la orden "assenyalem-los" (Señalémoslos), varios habitantes del pueblo (miembros, según algunos vecinos, de las CUP y de Arrán) han marcado a tres de sus vecinos por sus discrepancias ideológicas.
El tercer afectado es Óscar González, otro de los que tampoco comulga con los postulados separatistas. Es el único que no reside en Balsareny sino en Sallent, un municipio próximo en el que también han aparecido las amenazas de muerte. Además del cartel con su foto, nombre y lugares que frecuenta, los autores de los carteles han pintado la fachada de su casa con su nombre y una diana. Como es habitual en estos casos, los acosadores justifican sus acciones acusando a las víctimas de ser miembros de la extrema derecha (a pesar de que son ellos los que están utilizando métodos más propios del nazismo). Una acusación que consideran más que suficiente como para mantener el acoso.
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En dichos carteles aparecen incluso los lugares por los que pueden ser vistas dichas personas. Bares o zonas que frecuentan habitualmente. No contentos con eso, piden en el cartel que si alguien los ve por el municipio, den la voz de alarma. El cartel acaba con el clásico “el fascismo avanza si no se le combate”. Es la forma de actuar de la extrema izquierda catalana: señalar al que discrepa y pervertir el lenguaje de modo y manera que se le atribuya a las víctimas el papel de agresores. Curiosamente es la misma frase que utilizaron los CDR para declarar la guerra a los Mossos, que pasaron de ser "la nostra policía" el 1 de octubre a ser 'fascistas'.
"No nos implicamos"
EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con Cristina Arias, que se mostró reticente a hablar, “porque no queremos dar más publicidad a esta gente”. Cristina se confiesa “sorprendida porque hace tiempo que no nos encontrábamos ningún ataque. Ni yo ni mi marido salimos a quitar lazos ni nos implicamos mucho más en el tema, precisamente porque ya hemos tenido problemas”, cuenta, recordando que quemaron la bandera de España que colgó en su balcón, entre otros ataques.
Cristina niega, tal y como le acusan en los carteles, ser miembro del grupo ultraderechista Hermanos Cruzado, “ni de ningún otro grupo. Ya nos hemos acostumbrado a este tipo de cosas por el pueblo y por otros de la zona”. Respecto a poner el caso en manos de las autoridades, ha avanzado que todavía no han puesto denuncia, pero que "estamos en ello, porque algo habrá que hacer con esto".
No es un caso aislado
No es un caso aislado. Quitar lazos, asistir a manifestaciones o mostrarse contrario a la doctrina de los CDR supone de forma casi automática asegurarse un acoso. Le sucedió también a Jaime Vizern, portavoz del GDR Bages. Vizern, que además de implicarse activamente en la retirada de lazos amarillos tgambién fue a Waterloo a intentar ver a Puigdemont, vio como le pintaban otra amenaza de muerte en la puerta de su casa. En la pintada se podía leer "Tic, tac, boom". Del mismo modo, a un compañero suyo del GDR le siguieron ahsta casa y le destrozaron el coche. Son las consecuencias de enfrentarse a los independentistas radicales.
Se da la circunstancia de que la mayor parte de estos casos (al menos los casos citados en este artículo) se dan en la comarca del Bages, uno de los principales feudos independentistas. Allí los CDR campan a sus anchas y se permiten amedrentar y hostigar a todos los que piensen diferente.