El registrador Rajoy ya se está adaptando a su nueva rutina en Madrid. Cada mañana un Peugeot 607 oscuro para en segunda fila frente al número 44 del Paseo de la Castellana. De ahí sale el ex presidente del Partido Popular, quien encamina sus pasos hasta un recién redecorado despacho, en el que pasa toda su jornada laboral: no sale ni a tomarse un sólo café fuera del edificio. Allí permanece trabajando hasta la hora de comer, cuando sus cuatro guardaespaldas lo esperan para llevarlo de vuelta a casa. Así lleva desde se incorporó: "Es un fantasma. Pasa muy rápido y va escoltado". Este es el discreto día a día del registrador Mariano Rajoy, quien ganará -al igual que sus otros 22 compañeros- hasta 1,5 millones de euros.
Son las 9:30 de la mañana y sólo algunos pueden ver que del vehículo en el que se traslada Rajoy salen dos gigantes guardaespaldas que escoltan al primer presidente del Gobierno derrocado en una moción de censura. A pocos metros y en la calle de enfrente se encuentra una mujer que regenta un kiosko desde hace muchos años. Cuenta que todas las mañanas muchos compañeros de Rajoy compran el periódico y un paquete de tabaco. "Él todavía no ha venido", confiesa la señora, pero no descarta que cuando se adapte a su rutina se atreva a comprar algún diario, como el Marca, su periódico de cabecera en Moncloa.
Tras esquivar a los viandantes, camina unos 50 metros hasta la entrada de lo que ahora es su nueva oficina: el Registro Mercantil de Madrid. Si uno presta atención a su traje azul oscuro se dará cuenta de que tiene algo de polvo proveniente de las obras que se llevan realizando en el edifico opuesto desde hace meses. El exlíder del PP cruza el umbral de la puerta, sonríe y da los buenos días al vigilante de seguridad del bloque. "Es muy educado y correcto. No he podido hablar todavía con él porque pasa muy rápido y va escoltado", asegura el trabajador, quien se sorprendió muchísimo al ver lo alto que era.
Posiblemente uno de sus dos gorilas sea quien apriete el botón en el que se puede leer "2" en el interior del ascensor. Suben. No da mucho tiempo para que se despierte ese silencio incómodo presente en todos los elevadores. A los pocos segundos suena el clin y se abren las puertas. El registrador Rajoy saluda a sus compañeros y se dirige directamente al despacho número cinco, del que no saldrá hasta las dos de la tarde. Como un auténtico fantasma. Pocos son los que aseguran haberle visto en sus tres primeros días laborales en Madrid. Quienes han tenido la suerte de cruzárselo coinciden en una cosa: "Es un jefe más".
Religiosamente, a las 11:30 de la mañana, algunos de los otros 22 registradores de la propiedad hacen un descanso y salen del edificio para desayunar en el restaurante Lateral, situado a pie de calle. El fantasma Rajoy se resiste a ir. Ni café con leche. Ni cruasán. Ni pausa para tomar el aire. El que en su día fue el registrador más joven de España -aprobó a los 24 años- prefiere quedarse inmerso entre las cuatro paredes de su amplio y redecorado despacho con la compañía de su secretaria y su escolta. Algunos de sus compañeros posiblemente le echen en falta porque con ellos también coincidió en la promoción hace más de 30 años. Varios camareros del restaurante están ansiosos por verle. "Todos los días nos preguntamos si por fín se atreverá a bajar a desayunar", cuenta una de las trabajadoras del local.
Todavía no ha pasado mucho tiempo desde que el recién incorporado funcionario dejó su plaza en el Registro Mercantil de Santa Pola (Alicante) para trasladarse a la capital. El exlíder del PP dejó la política tras ser desalojado del Palacio de la Moncloa por una moción de censura el pasado 31 de mayo. En menos de un mes ya estaba trabajando en el registro de la localidad alicantina donde ha durado apenas cuatro meses. Desde este lunes ya está desempeñando las labores designadas para su cargo en el Registro Mercantil de Madrid, el más grande de España y el que el que mayor volumen de trabajo genera- tiene cerca de 250 empleados entre oficiales y auxiliares-.
El "registrador fantasma" renunció automáticamente a la pensión vitalicia - roza los 7.000 euros al mes- que le correspondía como expresidente del Gobierno. En su nuevo puesto se calcula que se lleva al bolsillo, dependiendo de la actividad de la oficina, un salario que oscila entre los 10.000 y 20.000 euros al mes, aunque desde el grupo parlamentario Izquierda Unida se señala que el salario real se encuentra entre los 100.000 y el millón y medio de euros anuales.
A lo largo de su jornada laboral el gallego se encarga de inspeccionar cada documento que entra en el Registro y hacer un examen jurídico para calificar si la información es correcta o si en él se observa alguna ilegalidad.
Cuando las agujas del reloj apuntan las dos en punto de la tarde, a Rajoy seguramente ya le estén rugiendo las tripas. El hombre "tranquilo y poco hablador", como le describe una empleada, sale de su despacho y se dirige, junto a sus dos escoltas, a su sencillo Peugeot donde le espera su chófer y sus otros dos guardaespaldas.
De camino a casa, en Aravaca, probablemente vea el gigantesco palacio donde vivía junto a su familia poco tiempo atrás. Tal vez también se cruce con los antiguos bares donde se tomaba un caliente café con sus compañeros de la sede del PP mientras decidía el próximo programa electoral. Y, quién sabe, quizás mañana sí decida tomar el aire.
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