Rosario Porto, cinco años después, sigue sin reconocerlo. Entre rejas, capeando con la depresión, no cede. “¿Mató usted a su hija, Asunta Basterra, en colaboración con su padre, Alfonso? No, no lo hice”, contesta, siempre. Da igual quién se lo pregunte. Es lo único que la mantiene firme. Su vida, resquebrajada, vaga entre jornadas anodinas e intentos de protagonismo y desesperación en la cárcel de A Lama (Pontevedra). Esta semana, tratando de suicidarse en la ducha con el cordón de una sudadera. De nuevo, reclamando protagonismo, situándose en primera plana, siendo parte de un foco informativo que tendría que haber menguado tras un lustro.
Sus actos, sin embargo, no permiten que su rostro se funda en negro entre los titulares de los diarios. Su último intento de ‘suicidio’ así lo certifica. Al parecer, según cuentan fuentes penitenciarias a EL ESPAÑOL, lo habría hecho para llamar la atención. Rosario, de natural limpia y aseada, llevaba días sin ducharse. Entre deprimida y hundida, no quería ni ver el agua. Sin embargo, los funcionarios de prisiones insistieron. Y ella accedió. Se dirigió a la ducha y, allí, intentó ahorcarse con el cordón de una sudadera. Gritó para que la escucharan y los operarios llegaron a tiempo para evitar la desgracia. No obstante, antes de quitarse la vida, habría avisado a su compañera de celda.
Esta es su última ‘hazaña’ entre rejas, pero no la única. Desde que ingresara en la cárcel de Teixeiro (La Coruña), ha protagonizado varios incidentes. Ha tenido ligues, se ha peleado con las reclusas e incluso ha ido a misa, pero no ha abandonado las depresiones ni ha cambiado sus opiniones sobre lo que ocurrió hace ya cinco años.
Condenados a 18 años
Rosario ingresó en prisión junto a su marido pocos días después de que las autoridades encontraran a Asunta Basterra (22 de septiembre de 2013), su hija adoptiva, en la cuneta del municipio de Teo, próximo a Santiago de Compostela. La niña, de 12 años, había aparecido un día antes. Y la Policía, a los primeros que les pidió testificar fue a sus padres. Ambos presentaron teorías imposibles de probar y relatos incoherentes. Fueron, desde el principio, los principales sospechosos. Ingresaron en prisión acusados de homicidio.
La pena, posteriormente, se endureció. Rosa y Alfonso fueron acusados también de haberle dado un ansiolítico a su hija. Tanto es así, que esos tranquilizantes se los estaban administrando desde junio, cuando dos profesoras suyas le atribuyeron un estado paranormal de somnolencia. Según el auto, ambos habrían acordado un plan en el que el padre tenía el encargo de ‘drogarla’ y la madre de asfixiarla.
Por todo eso, Rosario y Alfonso fueron condenados a 18 años de cárcel acusados de asesinar a su hija adoptiva; una niña con altas capacidades mentales, intelectuales y artísticas. Asunta era buena bailando, tocando el piano y el violín. Hablaba, además, seis idiomas. Tenía, por delante, un futuro prometedor que le arrebataron sus padres.
'Liada' con un preso artista
Rosario y Alfonso recalaron en la misma prisión nada más comenzar la condena. Ambos coincidieron en Teixeiro, donde se intercambiaban cartas al principio y donde él le comunicó su intención de quitarse la vida. “Pleno de sentido común y de tranquilidad y paz interior, he de decirte que trataré a la mayor brevedad posible de reunirme con Asunta (…) Quiero que me imagines por fin feliz, al lado del pajarito al que tanto añoro. Porque mi vida en libertad sin ella sería imposible de sobrellevar”, escribió él. Y ella le contestó: “¿Cómo voy a ser capaz de superar lo mucho que me quejé de Asuntiña, y lo muchísimo que me duele haberla perdido? El frío, la comida y las condiciones de vida, en general, son tan duras que no sé cuánto tiempo aguantará mi cuerpo”.
Aquella correspondencia, sin embargo, cesó. Rosario, que en el centro de Teixeiro tenía buena relación con las reclusas del modulo 4, llegó a echarse un ‘novio’, un colombiano culto condenado a una severa pena (llevaba allí más de 10 años) con el que hablaba de música clásica y arte. Pero esa relación también se acabó con su traslado a la prisión de A Lama (Pontevedra). Eso sí, antes trató de suicidarse.
Un día, apareció desplomada en su celda por haber ingerido una gran cantidad de pastillas. ¿El motivo? No quería que la trasladaran a A Lama. Pasó por la UCI y después por planta. De poco le sirvió. Acabó cambiando de centro penitenciario pese a su resistencia y, en el nuevo, no ha ayudado. Al llegar, las reclusas no la aceptaron –la habrían llegado a insultar, según algunas fuentes– y la arrinconaron. De ahí su depresión, su soledad –dedica su tiempo a leer, escribir e ir a misa– y su negativa a ducharse durante las últimas semanas. Y, también, su intento de suicidio. El último incidente protagonizado por una madre que, pese al tiempo, sigue sin reconocer que mató a su hija, Asunta Basterra.
Noticias relacionadas
- Cuando en San Martín los cerdos llegaban con un bebé en la tripa como deseo de abundancia
- Letizia no fue a París porque los domingos concilia: viajaron a Lima en aviones separados
- A prisión sin fianza el hijo de 19 años que mató a palos a su madre en Sevilla
- "Manipuladora, lábil y con funcionamiento mental patológico grave": así es Juana Rivas para la perito italiana
- Muere Calvo Serraller, exdirector del Prado y referente en el mundo del arte
- El crimen de Matthew Shepard, gay y mártir: 20 años aguardando la tumba en EEUU
- El enigma Marchena
- Qué fue de Pita Caruncho, el hombre que quiso que le trasplantaran el cerebro de Franco
- Llega la guerra del billete de autocar ‘low cost’: mitad de precio a cualquier ciudad
- La propaganda internacional culé: el triunfo planetario del engaño