El show televisivo de Raúl, el marido de la asesinada Romina, tras arrojar su cadáver al mar
- Hasta su detención, negó conocer el paradero de Romina y se exculpó en una televisión de Lanzarote.
- Fue denunciado por malos tratos un mes después de casarse.
- Raúl reconoce que la encontró muerta y la tiró al mar "por miedo"
Noticias relacionadas
- "Te esperamos, Borja": la lucha de la familia de un informático vitoriano contra su olvido
- “Somos los reyes de la noche”: así alardeaba la Manada de Alicante que prefería atacar a latinas
- El romance de Alberti y María Teresa León con Stalin: cuando la URSS era “el mejor país del mundo”
- La estafa de resucitar a muertos en Valencia: “Lo que ofrecen es como de Halloween”
- La menor acusada de acuchillar a su madre confiesa la autoría del crimen
- Las tumbas que inspiran a Sánchez: ficha a Machado y Azaña para combatir a Vox
- El juez deja en libertad con cargos al padre que maltrató a su bebé de dos meses
- Así es el menú vegetariano de McDonald's: con salsa y con más calorías que los nuggets de pollo
- Un hermano del niño atrapado en un pozo de Málaga murió con 3 años de un infarto
- Francisco, pocero experto en la zona de Totalán: “Es casi imposible que Yulen esté ahí”
Raúl Díaz, de primeras, le quitó importancia a la desaparición de Romina, su mujer. Aprovechó, incluso, para montarse su propio show en Lancelot TV (Televisión de Lanzarote). “Parece que estoy ocultando algo”, reconoció, indignado, como si no supiera nada. Durante dos semanas, ejerció el papel de víctima. Es más, se ofreció para colaborar con el operativo de búsqueda. Hasta este lunes, cuando ya no ha podido aguantar más. Tras ser detenido por la Policía, ha ‘cantado’. En 10 minutos, ha reconocido ser el responsable de la desaparición de la joven paraguaya, pero no de su muerte. O lo que es lo mismo, ha confesado que la encontró fallecida en su casa, que iba drogado y que, asustado, decidió tirarla al mar “por miedo”.
Romina desapareció el día 31. Llamó a su madre, en Paraguay, y habló con su familia. Después, le perdieron el rastro. “Todos los días nos telefoneaba y, de repente, dejó de hacerlo. Nos empezamos a preocupar”, reconocía su madre en declaraciones a Lancelot. Raúl, sin embargo, esperó. No denunció hasta que se cumplieron ocho días desde su desaparición. “No es la primera vez que ocurre”, se excusó su marido entonces.
Habían discutido, tal y como confesó Raúl, porque ella le había pedido 5.000 euros para traer a su hijo a España. Después, él se marchó. Se fue de la casa y no volvió hasta las tres de la tarde del día 1 de enero. Cuando llegó, Romina, según su versión, había recogido sus cosas y se había marchado con su móvil personal y con 200 euros. Pero él no le dio importancia.
No lo hizo, de hecho, hasta que su familia insistió. “Hasta ese momento yo no me alarmé porque pensé que se había ido a buscarse la vida para ganar ese dinero”, explicó el marido. Desde entonces, mantuvo el tipo. Denunció, pero no dijo ni una palabra. Se calló. O, mejor dicho, habló para exculparse en la televisión. “Parece que yo he ocultado algo”. Y, en efecto, así era, como siempre sospecharon las fuentes ligadas a la investigación.
Romina denunció malos tratos
Al fin y al cabo, Raúl gozaba de antecedentes desfavorables. El madrileño, de 42 años e ingeniero de profesión, había sido denunciado por malos tratos un mes después de casarse con Romina. La denuncia, sin embargo, fue archivada. “Nosotras nos enteramos de un día para otro. Llevaba meses yendo y viniendo y, de pronto, nos dijo que se había casado. Realmente, siempre, pensamos que era un fantasma. Cuando le preguntábamos, nos decía que estaba bien...”, cuenta una amiga cercana a la joven paraguaya. Sin embargo, no era así.
Romina, que llevaba un tiempo en España, había llegado a Madrid para trabajar. Su objetivo era traer a su hijo lo antes posible. “Era una buena chica, no hablaba mucho de su actual pareja y en las fotos parecía ser feliz, pero a nosotras nunca nos dijo nada ni lo notamos mucho”, cuenta esa misma amiga a EL ESPAÑOL. Después, conoció a Raúl y decidió trasladarse a vivir a Costa Teguise (Lanzarote), donde trabajaba él.
Se casó en agosto y un mes después ya había denunciado malos tratos. Poco importó. La denuncia se archivó y la relación siguió su curso. Hasta esta Nochevieja, cuando todo cambió. Romina desapareció y hasta una semana después su marido no denunció su ausencia. Este lunes, la Policía lo detuvo al encontrar “indicios razonablemente suficientes para presuponer la autoría de los hechos”. Pocos minutos después, en su declaración, contaba su versión: la encontró muerta en su casa y la tiró al mar.
Lo que no ha reconocido Raúl es la autoría de crimen, pero para los familiares de Romina ya es el asesino. “Te odio desde lo más profundo de mi corazón por arrebatarle la vida a mi hermana. Te odio porque no pensaste que puede ocurrirte a ti lo mismo, a tus hijas, a tu hermana y a tu madre. Le robaste la vida (a Romina), la ilusión de ver crecer a sus dos hijos. Maldito el día en que te conoció. Maldito vos. Maldito. Ojalá que te llegue la justicia divina. Tenía 28 años. La mataste”, escribía la hermana de la paraguaya en su cuenta de Facebook.
Raúl, con la presunción de inocencia a su favor, es el principal sospechoso de la muerte de Romina. No lo ha confesado, pero todos los dedos lo señalan como el posible asesino. Confirmada su muerte –y a la espera de que se encuentre el cadáver–, sus familiares sólo buscan honrar la memoria de Romina recaudando fondos para cumplir su última voluntad: construir una casa para su hijo en Paraguay. Qué menos.