Son las 9.17 de la mañana de este pasado martes. Cuando coge el teléfono, Antonio Sánchez, el hombre que realizó la perforación del pozo por el que cayó Julen, un niño malagueño de dos años, dice que a esa hora ya tiene 43 llamadas. La mayoría, de periodistas a los que no atiende. “A ver, dígame, ¿qué quiere?”. Al final, la conversación se alarga 14 minutos y 28 segundos. A continuación se reproducen los pasajes más importantes.
En el momento en el que atiende a EL ESPAÑOL, el empresario desconoce que, poco más de una hora después, David Serrano, el dueño de la finca donde está aquel pozo, comparecerá ante los medios de comunicación junto a dos abogados del bufete que ha contratado y a un arquitecto que asesora a su equipo legal.
La intervención pública de todos ellos consistirá después en achacar toda la responsabilidad al pocero. El propietario de los terrenos, visiblemente emocionado, insistirá en que Antonio Sánchez dejó sin sellar, “tal cual”, aquella cavidad.
- ¿Qué piensa que va a decir el hombre que le encargó a usted abrir ese pozo?- pregunta el reportero.
- Me da igual lo que diga. Tengo la conciencia tranquila. Sé lo que hice. Ellos hablan porque están nerviosos.
- ¿Usted tiene abogado? ¿Podría ponerme en contacto con él?
- Al segundo día [transcurrido desde que cayó el niño, el 13 de enero] ya tenía uno. He colaborado todo lo que he podido y más con la Guardia Civil. No me presenté más días en aquella finca porque me dijeron que ya no hacía falta. Si me llama la jueza, voy encantado. Pero a mí ya no me ha llamado nadie del juzgado.
- ¿Teme que le imputen?
- Yo sé muy bien lo que hice. En aquella finca estuve varios días. Abrí dos pozos. El primero, más profundo. El segundo, por desgracia, fue al que cayó Julen. Ese tenía 111 metros. El otro, creo que unos 150. Ninguno tenía agua.
- ¿A qué distancia hizo esa segunda perforación?
- Allí cerca, no sé decirte exactamente. Pero vamos, que la Guardia Civil lo sabe. Les entregué hasta el albarán con mis trabajos. Ellos lo tienen.
- Usted mantiene que selló el pozo al que cayó Julen. ¿Ese pozo que hizo antes también lo selló?
- Sí, con una piedra, como el otro. Por eso digo que estoy muy tranquilo.
- ¿Pero usted asume que hizo las prospecciones sin licencia?
- Yo qué sé, niño. A mí me dijo ese tío que había pedido los permisos. Siempre me dio muy mala espina.
- Dice que entregó los justificantes de su trabajo ante los investigadores...
- Pues claro. Y también una foto de cómo dejé aquello. Se ve el pozo y una montaña de escombros por las seis toneladas de tierra que se extrajeron durante la perforación.
- ¿Se ve algo más en esa foto?- insiste el periodista.
- Pues que no estaba la zanja que el dueño abrió luego. Ni el suelo estaba rebajado. Yo sé cómo dejé aquello. Después de mí, alguien trabajó allí.
- ¿Cree que pudieron quitar la piedra de unos 15 kilos que usted dijo ante la Guardia Civil que había introducido en el pozo cuando lo selló?
- Puede, pero eso yo ya no lo sé. Que lo diga la Justicia.
La instrucción del ‘caso Julen’ sigue su curso en el Juzgado número 9 de Málaga. Por el momento se encuentra bajo secreto de sumario. La Guardia Civil está realizando las diligencias previas. Una vez la magistrada instructora conozca todos los detalles del suceso, decidirá si llama a declarar a alguien o imputa a alguna persona.
El homicidio imprudente sobrevuela sobre dos figuras, la del dueño de la finca en la que estaba el pozo, David Serrano, y la del hombre que realizó la perforación, Antonio Sánchez.
El Código Penal establece en el caso de muerte por imprudencia leve una pena de entre tres y 18 meses de prisión. Si se da la circunstancia de imprudencia grave y concurre el fallecimiento de una persona, la condena sería de entre uno y cuatro años de reclusión penitenciaria.
"Desde ese día, todo me da igual"
10.30 de la mañana de ayer. David Serrano comparece en Málaga junto a dos de sus abogados. Uno es Antonio Flores, dueño del bufete que le representa. También le acompaña Jesús Flores, hermano del letrado y arquitecto "especialista en estructuras". Asesora al equipo legal contratado por el propietario de los terrenos.
Visiblemente emocionado, casi entre lágrimas, el propietario de la finca leyó un breve comunicado. "Advertí del peligro que había [a su pareja, a su hija -también de dos años- y a José y a Victoria, los padres de Julen, con los que pretendía disfrutar de una paella de domingo en el campo] pero pensando en que alguien pudiera partirse un pie. Jamás pensé que ahí cabía un niño. Escuché voces aterradoras. El niño se había caído entre los bloques de hormigón. Eso no me lo voy a perdonar nunca, no haber visto ese peligro ahí. Desde ese día, todo me da igual".
David Serrano insistió en que el pocero realizó la perforación por la que cayó Julen sin sellarla después. La dejó, dijo, "tal cual". "Compré esa parcela hace cuatro meses para poner unos aguacates y quería llevar unos caballillos, por eso quería buscar agua. Maldita la hora...", explicó el propietario de la finca.
"Unos días después de que Antonio [el pocero] se fuera, llamé a un amigo para que retirara la montaña de arena en forma de volcán [que el pocero dejó alrededor del agujero] y hacer una pequeña zapata para el muro de contención. Ese material no era para una casa, sino para el muro de contención. Y al fondo de la 'L' [la forma que tenía la zanja] estaba el pozo, que iba a quedar tapado por el muro de hormigón".
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Una obra sin permisos
David Serrano contó que tenía varios palés de ladrillos de hormigón de unos 13,5 kilos cada uno para acometer esos trabajos. Dijo que usó dos de ellos para taponar la boca del pozo. Luego, el arquitecto que le asesora reconoció que esa obra también carecía de permisos porque el dueño de la finca no los solicitó.
Los abogados del propietario de los terrenos donde murió Julen en Totalán defienden que David Serrano no tiene responsabilidad penal alguna sobre el accidente que acabó con la vida del pequeño.
El letrado Antonio Flores sostiene que debió ser la empresa constructora del pozo, Perforaciones Triben, la que pidiera los permisos, ya que parte de la documentación exigida -como la fotocopia del original de calificación o de manejo de maquinaria- la tiene que aportar la compañía al propietario para que éste la pueda presentar ante la Administración.
La defensa de Serrano se ha personado como parte interesada en el caso. Hasta la fecha no se ha producido ninguna imputación, aunque Flores admitió que cree que "en el futuro" su cliente "podría ser investigado".
"No existe precedente en el mundo"
En cuanto a la responsabilidad por homicidio imprudente, el abogado de David Serrano dijo que "no existe precedente en el mundo" de un caso similar, por lo que es un hecho "difícilmente contrastable".
En su afán por eludir cualquier responsabilidad de su cliente, Flores explicó que, con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), unos 800 niños mueren al año en España en accidentes domésticos.
Con respecto al sellado del pozo, fue Jesús Flores por su condición de arquitecto quien aclaró la perspectiva de los abogados, que se basa en cuestionar el relato del pocero. "Dijo a la Guardia Civil que lo tapó con una piedra de quince kilos, una piedra que nadie ha visto salvo él. Una piedra que, de ser cierto lo que afirma, hubiese constituido un nuevo incumplimiento de la ley".
Flores se refería al artículo 180/2 del Reglamento Público Hidráulico, que establece que será el organismo de Cuenca, en este caso la Confederación Hidrográfica del Sur, el que establecerá las normas para el sellado de los sondeos de investigación".
Según explicó el arquitecto, en caso de no encontrarse agua durante la prospección, la normativa obliga a los constructores a rellenar toda la perforación con el mismo material o similar al extraído y que, el último tramo, deberá estar reforzado con hormigón.
"El accidente de Julen se produjo por la existencia de una situación de riesgo consecuencia directa del profesional", dijo el arquitecto que asesora al equipo legal contratado por David Serrano. "El pocero ha mostrado un comportamiento que solo puede calificarse de negligente".
En cuanto a la posibilidad de que el niño cayera entre los dos bloques de hormigón, como dijo el dueño de la finca, Jesús Flores señaló que "el niño se debió escurrir" entre ellos. "A pesar de ser grandes [en total, 27 kilos de peso] se mueven con facilidad".