Cristina García Torné conoció a su asesina hace un año –cuentan allegados a la víctima a EL ESPAÑOL–. Aunque en aquel momento, obviamente, no lo sabía. Fatin Leonarda llegó para ser su nueva asistenta en Santo Domingo (República Dominicana) y cuajó rápido. Hacía bien las tareas del hogar y tenía buena relación con la familia. Era correcta en las formas y no daba ningún problema. Nadie podía imaginar lo que tenía en su mente, el plan que había orquestado junto a su marido. Hasta el pasado viernes, cuando la ejecutiva española la encontró robando medio millón de pesos (8.000 euros), joyas y relojes en la urbanización de lujo donde vivía. Entonces, le asestó varias puñaladas. Acabó con su vida a sangre fría y, horas después, confesó ser la autora material del crimen.
La aventura de Cristina en la República Dominicana acabó de la peor forma y de golpe. A Santo Domingo, llegó en el 1992. Su hermana Maite lo había hecho antes. Fue la primera de la familia en ‘cruzar el charco’. Después, lo hicieron sus progenitores. Su padre, murciano, del que heredó el García; y su madre, catalana, de la que le quedó el Torné como segundo apellido. Junto a ellos, aterrizó la joven Cris, como la llamaban sus conocidos, cargada de sueños por cumplir, en un nuevo país que la conquistó hasta atraparla entre sus bondades.
A ella y, desde luego, a toda su familia. Su padre montó una empresa de importación de productos españoles y todos empezaron a prosperar –cada uno a su manera– en República Dominicana. Cristina, de hecho, fue ascendiendo en el escalafón social rápidamente. Trabajó para Petrocaribe (acuerdo de algunos países del Caribe para que compraran petróleo venezolano en condiciones de pago preferencial).
Cristina, de hecho, era la que se encargaba de escoger los productos que la República Dominicana intercambiaba con Venezuela a cambio de petróleo. Pero sólo por un tiempo. Después, trabajó en una refinería y, por último, en el ministerio de Hacienda como ejecutiva de alto nivel. Todo eran buenas noticias. Sólo la muerte de sus padres trastocó su carrera: su padre murió en un accidente de tráfico y su madre lo hizo repentinamente fruto de una enfermedad.
Pero ella se sobrepuso a todo. Se casó con el empresario guatemalteco José María Martínez Leal, de 58 años, y tuvo un hijo de 18. Además, montó junto a su hermana Maite la tienda de moda Firmas. De hecho, era su dedicación principal, lo que le gustaba. “La moda la entusiasmaba”, reconoce su yerno, el empresario venezolano Luis Álvarez Renta. Y, en su negocio, se movía como pez en el agua. “Era muy buena. Todo el mundo le tenía mucho aprecio. A ella y a toda la familia”, comenta.
Ese era su único vicio, aparte de viajar a España siempre que podía. Visitaba Barcelona, la tierra de su madre y donde ella nació, pero también Caravaca de la Cruz (Murcia), donde disfrutaba siempre que podía con las fiestas regionales. “Mantenía el vínculo con su tierra”. ¡Cómo no lo iba a hacer! Era donde se había criado.
Pero esa vida de ensueño capituló el pasado viernes. Fatin, su asistenta, había fijado el plan con su pareja. Ella iba a ser la encargada de dejar el dinero –además de otros enseres– en un lugar de la urbanización y su pareja, Juan Gabriel Germán –apodado La Garza–, lo recogería como si se tratara de un mensajero. Con un problema: las cámaras de seguridad se dieron cuenta pronto de lo que iban a hacer y él huyó.
Cristina se dio cuenta y llamó a su marido. Después, se enfrentó a Fatin Leonarda y ésta, al darse cuenta de que la habían pillado, le asestó “múltiples puñaladas”. Su hijo, al llegar de la Universidad, se encontró a su madre muerta. Los servicios sanitarios no pudieron hacer nada y la asistenta confesó el crimen después de ser encontrada por los agentes dominicanos en tiempo récord.
Sólo queda por dar con Juan Gabriel Germán, el esposo de la asistente, el falso mensajero que no pudo entrar en la urbanización, pero cómplice del asesinato de la ejecutiva española, fugitivo de un crimen horrible. “Algo muy atípico en esta zona. ¿Robos? Sí hay, pero no suelen producirse asesinatos”, comentan sus allegados. Cristina tuvo mala suerte. Dio con la persona equivocada hace un año. Quién lo hubiera pensado entonces…
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