El monstruo del Raval (Barcelona) –como lo han bautizado los vecinos– no tiene nombre, ni identidad, ni vida. Puede llamarse, eso sí, Omar, Pascal o Sebi. La ficha policial todavía no refleja –más allá de su rostro– de quién se trata en realidad, pero sí lo que ha hecho en las últimas semanas: vagar por las calles solo, insultar a todo el que se cruzaba con él, molestar y causar problemas. En el barrio, lo conocían. No podía ser de otra forma: había sido detenido hasta en tres ocasiones. Llevaba días dejándose ver. Por eso, habían avisado al Ayuntamiento de Barcelona de que había un hombre que necesitaba ayuda social por encontrarse en una situación de riesgo.
Nadie hizo caso y el sábado fue detenido por una de las agresiones sexuales más salvajes que se recuerdan. Pascal (lo llamaremos así por desconocer su verdadero nombre), en los jardines del Museu Marítim de Barcelona, violó a una mujer portuguesa de 37 años ensañándose con ella: le golpeó, le arrancó una oreja de un mordisco y casi le rompe la otra, le rompió un brazo y la parte superior del labio. Pero ella logró zafarse y deambulando por los alrededores, fue encontrada en estado de shock, sin poder articular palabra y afectada por el horror vivido horas antes.
Eso fue lo que llevó a Pascal, francés de origen magrebí, a ser detenido. Pero antes ya había hecho méritos para estar vigilado. “Nosotros llamamos a la Guardia Urbana y le dijimos que este señor estaba mal de la cabeza, que tenía que estar encerrado, pero no nos hicieron caso”, cuenta Iván Rivera, presidente de la Asociación de Vecinos del Raval de Barcelona, a EL ESPAÑOL.
Pascal, en apenas dos días, no había parado de causar problemas. El viernes 12, a las 8:30 horas, lo encontraron arrancando el cableado de la zona verde e increpando a vecinos. Y apenas dos horas después, lo hallaron tratando de incendiar basura neumática, afectando a todo un edificio. No se hizo nada. Él siguió en libertad.
Y el sábado 13, más de lo mismo. A las 6:00 horas, de nuevo madrugador, volvió a quemar, por segunda vez, basura neumática. Pero no sólo eso, también había metido un colchón de espuma por un hueco para provocar el incendio. De nuevo, los vecinos tuvieron que llamar a la policía y los bomberos. Entonces, se le detiene por primera vez, pero se le deja en libertad por estimar que los hechos no son suficientes para mantenerlo arrestado.
Una semana después, los vecinos volvieron a ver a Pascal ensangrentado. Los vecinos avisaron a la Guardia Urbana y ésta lo detuvo y lo puso a disposición de los Mossos d’Esquadra como el posible autor de la violación que había sufrido una chica portuguesa la noche anterior. Lo interceptaron porque un botón de su chaqueta coincidía con el que apareció en la escena donde se había producido la agresión sexual de madrugada.
"Pensamos que se podía haber evitado"
"Lo que nos da pena es que no se le haya detenido antes o que se hubiera hecho algo. Esto se podía haber evitado", lamenta Iván en conversación con EL ESPAÑOL. Al fin y al cabo, había sido detenido hasta en tres ocasiones.
Pascal, la noche anterior, había, presuntamente, violado a una chica portuguesa de 37 años. Un mendigo los vio hablando “portugués o francés” y después les perdió la pista. Él la llevó hasta los jardines del Museu Marítim de Barcelona y allí la violó. Le arrancó una oreja de un mordisco, le partió un brazo y le partió el labio, dejándole hematomas por todo el cuerpo. Usó toda la fuerza que pudo, pero ella logró huir y fue encontrada llorando, casi sin poder mover los pies, sin hablar –ni ser capaz de hacerlo– y ensangrentada.
Inmediatamente, fue atendida por la Guardia Urbana, que la encontró deambulando. La ayudaron y alertaron al Servicio de Emergencias Médicas llevada al Hospital Clínico de Barcelona. En la escena donde se produjo la violación encontraron su oreja, que fue depositada en hielo para que el servicio de cirugía tratara de reconstruirla.
En un principio, se especuló con que la mujer podía tener una relación con Pascal, pero después se desechó tras conocer el origen y los antecedentes del ya denominado ‘Monstruo del Raval’. No es para menos.
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