En cuanto salió del agujero, pasamontañas, gorra y gafas de sol para ocultar al monstruo, decidió que tenía que cambiar de apariencia, para que nadie le reconociese. Antaño, en sus fugas, utilizaba peluca y otro tipo de atuendos con los que pasar desapercibido. Se dejaba también una poblada y oscura barba y teñía aún más de negro sus ojos con gafas de cristales tintados. Pero en esta ocasión Pedro Luis Gallego había optado por salir a la caza a cara descubierta. Decidió raparse el cráneo al cero, e incluso modificó su modus operandi. Sin embargo, el violador siguió siendo un violador.
Hay tipos que parecen no reformarse nunca. Han pasado casi 30 años desde la primera vez que el entonces conocido como 'el violador del ascensor' atacó por primera vez. Este jueves, renombrado como 'el violador de La Paz', irá a juicio.
El violador reincidente, que salió de la cárcel hace ahora 6 años, volverá a sentarse ante el juez ese día a las 10 de la mañana. La Fiscalía de Madrid solicita 96 años de prisión. Su historial delictivo, que indica que ya fue condenado por dos delitos de asesinato y varios de violación, hacen alzar a muchos que critican que hubiera sido liberado.
El Ministerio Público le acusa de violar a dos mujeres e intentarlo con otras dos entre 2016 y 2017. Se solicitan para él tan altas penas de prisión por los delitos de agresión sexual continuada, detención ilegal y robo con violencia.
Pedro Luis Gallego tiene ahora 61 años. Se ha pasado la mitad de su violando y asesinando mujeres y la otra mitad en prisión, pagando por sus crímenes. En esta última secuencia de horrendos ataques tenía 59. Tras salir de prisión en 2013, cuando le aplicó la Doctrina Parot, se instaló a las afueras de Segovia y transformó por completo su imagen. Allí vivía con su novia y su perro, al que sacaba de vez en cuando a pasear. No se ubicó demasiado lejos de la capital. Ni de la zona en la que los vecinos, durante meses, vivieron saliendo con toda la precaución del mundo de sus edificios.
Subido a su automóvil, sigiloso, el violador estaba en esos meses siempre al acecho. A menos de una semana del juicio a uno de los más sanguinarios violadores en serie de la historia reciente en España, EL ESPAÑOL reconstruye los cinco meses en los que Gallego llevó el miedo a las vidas de los habitantes del distrito Fuencarral- El Pardo.
"La violó en cinco ocasiones"
Gallego falló la primera vez que actuó en esta nueva secuencia de crímenes. Pero ni esa ni en las siguientes ocasiones varió ni un ápice su estrategia. Fuentes de la Policía Nacional aseguraron a este periódico que siempre se colocaba en las inmediaciones de la calle Arzobispo Morcillo, cerca del hospital. Y siempre actuaba cuando ya había oscurecido.
Aquella primera ocasión era de noche, 16 de diciembre del año 2016. A las 23.35, 'el violador de La Paz' llevaba un buen rato rondando la zona hasta que apareció una mujer joven. Era menor de edad. Advirtió su presencia y salió del coche encapuchado y con la pistola en la mano. Tenía 17 años.
La trató de arrastrar hasta el coche apuntándola con el arma. Ella trató de defenderse, y suplicó que la dejara marchar, ofreciéndole primero el teléfono y luego la cartera para que se los quedase y la dejase tranquila. Pedro Luis se percató pronto de que había testigos alrededor, así que desistió. La dejó marchar, se subió al coche, lo arrancó y se perdió rápidamente en la oscuridad de la noche. A ella le quedó una enorme huella, y no solo las marcas y hematomas en una de sus rodillas.
Pasaron un par de meses. En la siguiente ocasión actuó de un modo más meticuloso para la consecución de sus denigrantes objetivos. Era prácticamente la misma hora y se situó a esperar en el mismo lugar. Allí estaba Pedro Luis, un 19 de febrero de 2017, merodeando al filo de la medianoche por las calles aledañas al hospital. Localizó al poco a una joven, se acercó a ella por detrás, le tapó los ojos con un gorro y rápidamente le ató las manos a la espalda con unas bridas.
Ya amordazada apenas podía oponer resistencia. Tumbó a la joven en el suelo, en la parte de atrás del coche y condujo durante una hora hasta su guarida de Segovia, el bajo B del número 16 de la calle Dámaso Alonso. Una vivienda aislada y discreta en una zona residencial a las afueras de la ciudad que había adquirido y que estaba empleando como base de operaciones.
La metió en la casa. El relato de los hechos que hace el Fiscal resulta desolador. Dice que la víctima tuvo que soportar que la violase hasta en cinco ocasiones. Después de todo ello, le lavó el cuerpo a conciencia para no dejar vestigios. La tuvo encerrada hasta las dos y media de la tarde del día siguiente. A esa hora la dejó en una calle de Madrid. Le había arrebatado el móvil, los auriculares y 50 euros.
Hematomas y tratamiento psicológico
Las turbias pulsiones de este violador en serie hacen que muchas de sus víctimas nunca vuelvan a tener una vida normal. Esta mujer, concretamente, perdió todo el curso que estaba estudiando porque tuvo que ser sometida a tratamiento psicológico tras pasar por esa atroz experiencia.
Las consecuencias psicológicas suelen ser tan terribles como las físicas. Esta joven, concretamente, sufrió hematomas en la columna vertebral, en la cara anterior de la rodilla derecha, en la zona de la espina tibial derecha. Se le detectaron escoriaciones en las muñecas, en la ingle, en los genitales. Se le diagnosticó estrés postraumático. Tardaron 90 días en curarla. Las secuelas psicológicas en ella resultan irremediables.
El violador continuó actuando en aquellos meses de inicios del año 2017. El tercer crimen por el que el violador en serie se sienta en el banquillo el próximo jueves se refiere a los hechos ocurridos la noche del 2 de abril de ese mismo año. 1:40 horas de la madrugada. Con el mismo procedimiento que en los dos anteriores crímenes, Gallego aborda en plena calle a otra joven y le exige que se meta en el coche. Logra meterla a empujones en el vehículo mientras le golpeaba con la pistola en la cabeza. La víctima, por fortuna, logró zafarse y escapar corriendo del lugar.
La voz se corrió entre los vecinos del barrio de La Paz, de las calles próximas al recinto sanitario, y pronto se generó una silenciosa ola de pánico ante la posibilidad real de que anduviese un violador suelto por la zona. Su último delito lo cometió la noche del 14 de abril. En esa ocasión salió a patrullar con el coche algo antes. A las 22:45 abordó a una mujer y le colocó la pistola en la cabeza. La introdujo a golpes en su coche. Le puso una brida en las manos y luego cinta de pegar de pintor. Le tapó los ojos y la sentó en el asiento de copiloto. Luego la llevó hasta una gasolinera de Las Rozas. Allí la violó.
Después de agredirla sexualmente, volvió a meterla en el coche y la llevó a Segovia. Allí la siguió forzando durante seis horas más, y volvió a seguir los mismos pasos que la vez anterior: al amanecer la limpió, la duchó y luego la trasladó a Madrid hasta que la abandonó en plena calle.
Los médicos de urgencias detectaron graves rozaduras en el cuero cabelludo, y también en el hombro; tenía las muñecas erosionadas, y también las rodillas. Tardó 90 días en recuperarse de todas las heridas. No de las secuelas de estrés postraumático que todavía la acompañan.
El violador reincidente
Gallego sembró el terror entre los años 80 y 90, cuando se extendieron las noticias de sus violaciones en Valladolid y Zamora, entrando a portales de viviendas en los que conducía por la fuerza a mujeres al ascensor aprovechando su condición de mecánico de ascensores. Siempre esperaba, como ahora, a la ocasión de que la víctima estuviera sola. Entonces sacaba un cuchillo que siempre llevaba encima y perpetraba el crimen.
Agredió hasta a 18 mujeres y asesinó a las jóvenes Leticia Lebrato, de 17 años, y Marta Obregón, a las que también violó. Fue detenido en La Coruña en el año 1992 y condenado a 273 años de prisión. Si no se hubiera anulado la doctrina Parot, habría salido de prisión en 2022. Pero salió en 2013, y reincidió.
Pedro Luis fue condenado a 273 años de prisión por el asesinato de la joven burgalesa Marta Obregón en enero de 1992 y la muerte de Leticia Lebrato, de 17 años, en julio de 1992, además de 18 agresiones sexuales y violaciones. Dos crímenes terribles que conmocionaron aquel año las ciudades de Burgos y Valladolid.
Comenzó a delinquir desde muy temprana edad, y desde entonces ha estado saliendo y entrando de la cárcel a los pocos meses tras reincidir y volver a sembrar el pánico en una nueva zona. A los 19 cometió ya su primera violación. Era el año 1976, y no entró en prisión hasta junio de 1979. Volvió a ser encerrado varias veces más. Hasta principios de los noventa. Cuando cometió esos dos crímenes. Ahí ya le encerraron y parecía que sería para siempre.