Pilar, asfixiada por el impuesto de sucesiones de una casa que heredó y que está okupada: su drama
Todo en la vida de esta afectada se reduce a pagar, pagar y pagar. El impuesto y los okupas le han costado una parálisis facial de por vida.
27 septiembre, 2020 02:10Pilar Martínez (57) evita en lo posible mirarse en el espejo. Siempre intenta sortear cualquiera que se encuentre por su casa porque si lo hace se acuerda de ellas, de las dos okupas que han hecho que su vida se haya convertido en un auténtico calvario. Esta gaditana tiene una parálisis facial irreversible. No puede abrir un ojo y tiene caída parte de la boca. Todo tiene origen en el estrés que sufre desde hace algo más de un año.
Primero tuvo que hacer frente a la pérdida inesperada de su prima segunda —aunque para ella era la hermana que nunca tuvo— a causa del cáncer. Después, a la sangría del impuesto de sucesiones tras convertirse en la única heredera del patrimonio de la fallecida. Y que, hoy, todavía no ha podido terminar de pagar. Y, por último, a la okupación de la vivienda que le dejó su prima en Torrevieja (Alicante). Cuando Pilar y su marido, Carlos, fueron a ver el apartamento, se encontraron con dos mujeres y un niño en el interior que les aseguraron que no iban a abandonar la propiedad. Era su casa y punto, les dijeron.
Así que, de un día para otro, esta gaditana, afincada en El Puerto de Santa María, se vio acorralada por la falta de su hermana, de la que aún no se ha recuperado y es probable que nunca lo haga; el impuesto de sucesiones, en este caso, por pariente de tercer grado —es decir, el más costoso—, y por sus dos okupas, a las que desde hace algo más de un año, les sigue pagando la luz, el agua y la comunidad, mientras ellas viven a coste cero. A eso también hay que sumar todos los impuestos de la vivienda y el coste en abogados y procuradores desde que Pilar inició la batalla judicial para recuperar su vivienda.
Para todo esto, Pilar y su familia solo cuentan con un sueldo en casa, el de su marido. Así que ella, ante tal situación, ha tenido que buscar trabajo. Limpia algunas casas y arregla la ropa de algunos vecinos. Pero aún así, no es suficiente. Todo es pagar, pagar y pagar. Y ella no puede más. ¿Algún atisbo de recuperar su casa? Por el momento, prácticamente ninguno. "Te sientes impotente, esto está siendo un palo muy gordo. Yo no paro de llorar y llorar. Todo esto nos está pasando mucha factura", cuenta esta afectada, en una entrevista con EL ESPAÑOL.
La llamada
Su pesadilla empezó el 9 de abril de 2019. Ese día recibía la peor noticia que podía esperar. Tras dos de años de lucha contra un cáncer de vejiga, su prima Pilar fallecía. "Fue el golpe más duro, siempre pensamos que iba a sobrevivir, era un ser maravilloso. Siempre se dicen estas cosas cuando la gente fallece, pero es que ella era especial", relata esta gaditana. Entonces, no sabía que ese sería el primero de muchos otros golpes en su vida.
El siguiente lo recibe en forma de llamada, tres meses después, el 23 de julio. Es la inmobiliaria con la que su prima tenía alquilado tu apartamento en Torrevieja. Debe un total de 393 euros de luz, que nadie ha pagado. Si no paga, le quitan el contador. Pero ¿cómo es posible?, le respondió Pilar. La agente, al otro lado del teléfono, no supo darle más explicaciones. Lo cierto es que las okupas ya disfrutaban de su vivienda desde hace unos meses.
Ante tal panorama, lo que Pilar y su marido Carlos hicieron fue coger el coche, recorrer 600 kilómetros desde su casa hasta Torrevieja y plantarse en la puerta. Allí se encontraron con dos mujeres que no eran las que hasta entonces habían sido inquilinas de su prima. Habían aprovechado el intervalo en el que había estado enferma para marcharse y dejarles las llaves a estas otras dos delincuentes. No pudieron entrar a la casa. Ni siquiera hacer fotos de la vivienda. Un niño salió de la casa advirtiéndoles de que no podían hacer fotos porque era "su casa". No obstante, a través de su abogado, las dos okupas comunicaron ese día a Pilar que querían regular su situación y pagar todo lo que debían. En otras palabras, querían un nuevo contrato. Era una mentira, claro.
De buena fe, los dos se volvieron a montar en el coche y pusieron rumbo a su casa para arreglar todo el tema del contrato. Carlos era el encargado de todo y, mientras arreglaba el papeleo, hablaba por WhatsApp con las que todavía no quería creer eran, en realidad, dos okupas. Cuando todo estaba listo para firmar, nadie cogía el teléfono. "Mi marido las llamaba, pero descolgaban el teléfono", cuenta Pilar. A los días, las okupas les confirmaban lo que era parecía evidente desde el principio de la historia. No iban a firmar nada y se quedaban en el interior de la vivienda.
Amenazas
Después, llegaron las amenazas. No por parte de los auténticos propietarios, sino de las okupas. Pilar y Carlos tomaron la decisión de no pagar la luz, pensando que serviría de algo, pero la realidad es que podían embargarles si no pagaban.
— (Carlos) Mi mujer es la propietaria de la casa donde resides en Torrevieja.
— (Okupa) Que sepas, que os podemos denunciar por el corte de suministros. El abogado nos ha informado. Así que no vais a conseguir nada, Carlos. Que lo sepas. No me importa que guardes captura y lo enseñes. Puedes perder tú. Te demandaremos por daños y perjuicios y tendrás que ir al juzgado. Si no lo solucionas me vas a tener hasta que indemnizar.
El marido de Pilar deja de contestar, pero la okupa sigue insistiendo: "Me importa poco que no me contestes, pero que sepas que mañana viene el abogado y acabas perdiendo". Finalmente, decidieron pagar la luz y evitar que se enganchasen a la de la comunidad y hubiese más destrozo. Aquella tarde, en la que las okupas dejaron clara cuál era intención, Pilar tuvo que ser traslada al hospital por un ataque de ansiedad.
"Empezaron a whatsappear al móvil y en cuestión de media hora me dio un ataque de ansiedad. Todo ha derivado en la parálisis facial que tengo por el estrés. Es irreversible, el nervio lo tengo fatal. Pero no puedo parar, tengo que seguir luchando", cuenta, entre lágrimas, Pilar. En aquel momento, pensó en su prima, en cómo le habían arrebatado la propiedad que tantos años de trabajo le había conseguir; en todo lo que le quedaba por pagar, el impuesto de sucesiones por la herencia #un total de 18.000 euros, más la plusvalía, que no ha podido pagar—, y en lo que se avecinaba: demandas, abogados, procuradores, juzgados. Y todo, además, en un contexto familiar insostenible en el que toda la familia, el matrimonio y sus dos hijos, vivían de un sueldo.
Falsificación documental
El siguiente paso fue poner el caso en manos de una abogada, que le recomendó interponer una demanda de desahucio por impago contra las dos okupas. Y también ponerse en contacto con Stop Sucesiones, la asociación que aboga por la eliminación del impuesto en España. Por ahora, ha pasado un año y medio, y las delincuentes siguen allí. Lo único que hay previsto es una fecha para el desahucio, pero Pilar lo bastante tiene difícil. "Dentro hay un menor, así que su abogado, que no les cuesta nada, claro, puede oponerse y pararlo, y así hasta que se produzca el siguiente procedimiento...", denuncia esta gaditana. Durante este tiempo, las okupas han aprovechado incluso hasta para cambiar el contrato de la luz con una compañía web, falsificando los datos de la auténtica propietaria.
"Toda está situación nos está ahogando en casa. Dependemos de un sueldo. No estamos para estar cohetes. Somos cuatro personas, tengo un hijo estudiando y que, para ayudarnos, se ha puesto a dar clases particulares. Yo estoy limpiando casas y arreglando ropa, no se me caen los anillos. Mi hijo mayor está en casa porque no puede independizarse. Luego estas delincuentes, en cambio, se meten en tu casa y tú no puedes hacer nada. Y además, te amenazan si les cortas los suministros. Estás obligado a pagar todo, el IBI, todos los recibos, incluso el seguro del hogar... Es como si ellas fueran las terroristas y nosotros, los rehenes", critica esta afectada.
Sin embargo, Pilar todavía puede recurrir a más vías judiciales. Puesto que tiene más que pruebas de que sus indeseadas inquilinas no tienen ningún contrato de alquiler firmado (y por tanto, no puede haber impago); lo otra opción es demandarlas por usurpación de bienes inmuebles.
Al tratarse de una okupación extendida en el tiempo y no flagrante, los nuevos protocolos de actuación anunciados por la Fiscalía General del Estado y el Ministerio del Interior (por ejemplo, la eliminación del plazo de 48 horas que tienen las fuerzas de seguridad para expulsar a los okupas) no sirven del todo para el caso de esta gaditana. No obstante, si elige este proceso el desalojo de los okupas puede ser más inmediato.
La fiscal general, Dolores Delgado, dio orden a los fiscales de solicitar como medida cautelar el desalojo de la vivienda en cualquier momento de la causa. Y si no se había producido al principio, que se hiciese en el juicio oral para que el okupa fuese expulsado del domicilio mientras se dictaba sentencia. Y es que se cuentan por cientos los casos en los que víctimas como Pilar no han recuperado su casa hasta uno o dos años después, mientras que los okupas han disfrutado de la propiedad todo ese tiempo a coste cero.
Sea como sea, Pilar Martínez no se da por vencida. Quiere justicia no solo para ella y su familia, sino para que nadie vuelva a sentirse tan indefensa como ella frente a esta lacra social. "No todos son pisos de bancos, hay cientos de particulares. Iré donde haga falta y si es necesario me pondré con una tienda de campaña delante de la casa", sentencia.