La doble vida de Eduardo, el concejal del rottweiler que asaltó un taxi con pistola y se llevó 145.000€
El edil del PSC en Cànoves i Samalús (Barcelona) está encerrado en su casa a la espera de juicio. Quería vender criptomonedas falsas.
10 octubre, 2021 01:14Noticias relacionadas
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El agente de la policía local de Cànoves i Samalús (Barcelona) colocó el pasado viernes un cartel en el tablón de anuncios a la entrada del pueblo: “Se busca gato blanco y negro”, rezaba el folio, con una imagen del felino. Este tipo de hecho es todo lo que ocurría en esta tranquila localidad de 3.156 habitantes a las faldas del Montseny, a 50 minutos de la capital catalana. El jueves, sin embargo, el diario El Caso reveló que uno de los vecinos estaba implicado en un suceso extraordinario: el robo a punta de pistola de 145.000 euros y tres teléfonos móviles, el posterior asalto a un taxi y otro robo, de una bolsa con 11.000 euros, que terminó en una persecución con accidente. No era un vecino cualquiera: era Eduardo Beltrán Pérez, concejal en el ayuntamiento de Cànoves por el Partido Socialista de Cataluña (PSC).
Beltrán era, de día, un reservado vecino, trabajaba en su propia empresa inmobiliaria por la zona, visitaba a sus clientes en su viejo Mazda familiar de color gris y acudía a los plenos del ayuntamiento cuando se le requería. Sin embargo, al último, el 30 de septiembre, no fue. Se excusó diciendo que estaba lesionado de la rodilla, según confirmaron a EL ESPAÑOL fuentes de su entorno. Era el primer plenario presencial después de la pandemia y Beltrán se había borrado del mapa. Apenas cuatro días después protagonizó el esperpéntico atraco.
Porque cuando los demás no le veían, Beltrán se dedicaba a un mundo mucho más oscuro: vender todo tipo de bienes inexistentes a compradores que, por precios menores que los del mercado, se aventuraban a correr el riesgo de hacer las transacciones con un desconocido y en la más absoluta ilegalidad. Una doble vida de la que sus vecinos y quienes le conocían apenas eran conscientes.
Concejal fantasma
Beltrán era un fantasma que pasaba completamente desapercibido. A pesar del pequeño número de residentes y de los pocos locales comerciales del pueblo, nadie sabía de él. Ni en los dos restaurantes que hay en el centro urbano de Cànoves, ni en las dos tiendas que dan a la plaza mayor, ni en la farmacia... “Espero que ahora no venga a asaltarnos a nosotras”, dice con sorna la farmacéutica a este periódico. Asegura no haberlo visto nunca ni reconocerlo, tras mostrarle una imagen.
Lo mismo contestan el resto de transeúntes, que después de una semana de lo acontecido -el lunes 4 de octubre- no salen de su asombro. “Nunca lo hemos visto por aquí”, cuentan dos hombres de mediana edad que conversan en una de las calles del centro.
Sus compañeros en la mesa del consistorio, que sí tuvieron más relación con él, tampoco lo conocían demasiado. “Es un compañero más, una persona normal y corriente que nunca ha hecho, al menos en el ayuntamiento, nada que fuera sospechoso”, relata a este periódico Agustín Pérez, edil de Seguridad del partido local en el gobierno, Nou Impuls i Unitat (NIU). Más allá de las paredes del ayuntamiento, Pérez desconoce qué vida llevaba el hombre.
Otro concejal del mismo partido, Dani García, cuenta que Beltrán siempre iba bien vestido, engominado, con buenos relojes y ropa de marca. “Siendo alguien que trabaja en el mundo inmobiliario, su aspecto no me parecía como para desconfiar. Uno tiene que vender y tratar con muchos clientes", dice García.
En los recesos de las reuniones en el ayuntamiento tenían triviales conversaciones de trabajo: “La última vez que hablé con él comentó que las cosas comenzaban a remontar en el sector inmobiliario, aunque me dijo que durante la Covid lo había pasado mal porque apenas había hecho reformas de segundas residencias”. Pero nada más.
Beltrán fue elegido concejal casi de rebote, en las municipales del 26 de mayo de 2019, apenas unos meses antes de la pandemia, con lo que la mayoría de encuentros fueron a distancia. Tampoco le interesaba la política municipal: entró en el consistorio porque dos cargos electos renunciaron a su escaño, es decir, como suplente de un suplente. Además, su partido no estaba en el equipo de gobierno y, desde su pequeña parcela en el ayuntamiento, nunca se implicó en la vida del pueblo.
“Es un tipo reservado, no interactuaba mucho ni participaba”, cuenta García. “A pesar de tener pocos habitantes, hacemos siempre encuentros sociales, las entidades organizan cosas, tenemos fiesta mayor... Él no aparecía en nada de esto, ni se relacionaba demasiado”, prosigue. En el ayuntamiento, Beltrán cobraba 100 euros por cada pleno al que asistía, y tenía otros 50 de asignación mensual que iban al bote del grupo municipal.
Solo con dos perros
A pesar de los actos vecinales, Cànoves no es un lugar que se preste a una vida como se entiende en la mayoría de pueblos. Es un municipio que alberga extensas urbanizaciones de clase media en la mitad de bosques frondosos. Allí, la mayoría de las casas están lo suficientemente separadas unas de otras como para no tener que saludar al vecino si uno no quiere y hay pocos lugares de reunión. Es el lugar perfecto para no llamar la atención y llevar una doble vida como la de Beltrán, que se había asentado en la urbanización Ca l’Esmandia, a unos cinco minutos en coche del centro del pueblo.
Beltrán llevaba en esta urbanización una vida solitaria con sus dos perros: un dálmata y un corpulento rottweiler con cara de pocos amigos que reciben a quienes osan acercarse a la puerta del chalet de su dueño con sonoros ladridos. EL ESPAÑOL trató de hablar con Beltrán, que se negó en rotundo.
Su aspecto queda lejos del que describía a este periódico su compañero del ayuntamiento Dani García: está sin afeitar y viste con ropa de andar por casa, en camiseta y pantalón corto. Después de ser detenido el lunes y de ser puesto en libertad a las 72 horas, a la espera de juicio, Beltrán se recluyó el pasado jueves en este chalet de 150 metros edificados con jardín, de donde no sale y solo da de comer a sus perros.
No osa asomarse al único local social de la urbanización, un bar por el que tampoco se dejaba ver cuando nadie sabía de su presunto historial delictivo. “Lleva encerrado en su casa sin salir desde que lo soltaron. El viernes vino a visitarlo la secreta”, dice un vecino que no quiere dar su nombre.
Otro vecino, que reside puerta con puerta con el concejal, reconoce que no se lleva bien con él, y dice que es un tipo del cual "es mejor estar lejos”. “De esa casa nunca he querido saber nada, desde el principio, y ahora aún menos”, concluye el hombre de forma abrupta.
En el mismo domicilio en el que vive, Beltrán tiene registrada su empresa inmobiliaria, que nació en el 2012 y cuyas últimas cuentas presentadas datan de 2014. En aquel ejercicio declaró una facturación cercana al medio millón de euros. Pero parece que aquellos años han quedado lejos, según comenta una persona de su entorno a este periódico: desde hace un tiempo, Beltrán estaría pasando dificultades con la empresa, hecho que le empujó a buscarse la vida en paralelo, a la sombra de la ley. Así quedó evidenciado el pasado lunes en el Puerto Olímpico de Barcelona.
Atraco con pistola
El lunes 4 de octubre, Beltrán quedó con dos personas en el Muelle de Gregal del Puerto Olímpico de la ciudad condal. Las había convencido de venderles unas criptomonedas a un precio muy por debajo de lo habitual. Al presentarse los interesados en la compra, Beltrán enseñó una pistola Beretta APX, para la cual tiene licencia, y sacó una falsa placa de la Guardia Civil. Se hizo pasar como agente de la Benemérita y engañó a los compradores, haciéndoles creer que los había pillado. Luego les requisó los 145.000 euros en efectivo que tenían preparados para el intercambio. También se llevó tres móviles iPhone que llevaban las víctimas.
Acto seguido, en el mismo muelle, Beltrán encañonó a un taxista, a quien le robó el vehículo y otra bolsa con 11.000 euros en metálico. Luego, se dio a la fuga. Para entonces, la Guardia Urbana inició una persecución que dio con el sospechoso gracias a la ubicación en tiempo real que estaba activada en uno de los teléfonos robados. Los agentes de la policía local dieron con él en El Martinenc, en el barrio de Horta, al norte de Barcelona. Beltrán estampó el coche en un movimiento que no pudo controlar y fue posteriormente apresado.
Los agentes encontraron dentro del vehículo los 11.000 euros en efectivo que le había quitado al taxista. También la placa de la Guardia Civil, la pistola, los tres teléfonos móviles y los 145.000 euros de las víctimas que le iban a comprar las criptomonedas. Beltrán tenía, además, otros 145.000 euros falsos. Los Mossos d’Esquadra, a cargo de la investigación tras la detención por parte de la Guardia Urbana, todavía rebuscan en este último detalle para esclarecer por qué los llevaba.
También queda por resolver el origen de los 11.000 euros del taxista y si había algún tipo de relación previa entre este y el concejal. Fuentes policiales indicaron a EL ESPAÑOL que una recaudación de taxi que alcanza esa cantidad es altamente improbable, y todo apunta a que el dinero tenía otro origen con el que todavía se desconoce si tenía algo que ver el detenido.
Según relató El Caso, el periódico que relacionó al sospechoso con su cargo público en Cànoves i Samalús, el hombre era un viejo conocido de la policía. Había sido detenido en otras ocasiones por estafas parecidas, que reciben el nombre de Rip Deal: en ellas, a través del engaño, el ladrón convence a las víctimas de que conseguirán bienes por precios muy inferiores a los de mercado. Las víctimas, viendo el beneficio que pueden obtener, se arriesgan a la transacción ilegal. En la mayoría de los casos, sin embargo, los bienes nunca existen, como ocurrió con las criptomonedas de Beltrán.
El edil estuvo detenido en dependencias policiales las 72 horas máximas que permite la ley. Transcurrido este tiempo, fue entregado al juez, que le dejó en libertad condicional, con la prohibición de salir de España, retirada del pasaporte y comparecencia semanal en el juzgado. A Beltrán se le investiga por los delitos de robo con violencia e intimidación, hurto y uso temerario de vehículo a motor.
De momento, ha sido suspendido de militancia del PSC, aunque no ha renunciado a su acta de concejal. La podría mantener como cargo electo independiente, algo que genera rechazo en el resto del consistorio. El partido aún no se ha pronunciado oficialmente al respecto.