Gitanos contra argelinos en Son Roca por los 20 menas del centro Norai: "A mi hija la llevo preparada"
Un joven argelino acabó en el hospital por los golpes de un vecino que defendió a una niña víctima de un supuesto abuso sexual en este barrio de Palma.
1 noviembre, 2021 07:16Noticias relacionadas
El núcleo duro de Son Roca son bloques de viviendas colmena construidos durante el Franquismo para acoger a los emigrantes peninsulares que llegaban a Mallorca para trabajar en el turismo. Estos edificios con ropa tendida, patios interiores y ollas exprés silbando podrían colocarse en las afueras de cualquier otra ciudad de España y no llamarían la atención.
Sin embargo, basta con caminar cien metros para encontrar amplias casas mallorquinas, con espléndidos jardines alrededor que no desentonarían en Andratx, Bendinat u otros acomodados núcleos costeros mallorquines. Una de ellas destaca por su aspecto algo más decrépito y por el volumen de las conversaciones de sus inquilinos, que rompe el abrumador silencio que reina entre las estrechas calles. Es el centro de menores Norai, protagonista de casi todas las conversaciones entre los vecinos del barrio durante las últimas semanas, sobre todo después de que hace unos días un menor no acompañado supuestamente abusase sexualmente de una menor en un parque y acabase en el hospital por los golpes de un vecino que auxilió a la niña.
“La situación está muy caliente desde hace tiempo, pero últimamente todo ha ido peor”, explica Ana, vecina de Son Roca desde hace medio siglo. Todo comienza en 2017, cuando el Instituto de Asuntos de Sociales de Mallorca (IMAS), que depende del Consell Insular, decide cambiar el uso del centro de menores Norai.
Ruidos y peleas
Lo que era un centro de acogida para niños de familias desestructuradas pasa a ser un centro de primera acogida, adonde envían a los menores que llegan ilegalmente a Mallorca. “El Norai abrió en 2013 y nunca había generado ningún problema. Al contrario: los vecinos ayudábamos dándoles material e incluso algunos acogían temporalmente a los chavales. Pero eran niños de un perfil muy diferente al actual y en general de menor edad”, relata Xim, cuya casa está a pocos metros del centro.
Norai acoge ahora aproximadamente a una veintena de adolescentes que han llegado en su mayoría desde Argelia, a través de la ruta que conecta el puerto de Dellys con diversos puntos de la costa sureste de Mallorca.
Primero fueron los ruidos y las peleas. Voces, discusiones y disputas entre los internos y también con los monitores. Las ambulancias y los coches de la policía comenzaron a ser parte habitual del paisaje en el estrecho callejón sin salida donde se encuentra el edificio, alquilado a las Hermanas de la Caridad por la asociación Amés, que se encarga de gestionar el centro por encargo del Consell de Mallorca.
Luego comenzaron los problemas con los vecinos colindantes, con pequeños robos de objetos como bicicletas o alguna rueda pinchada. “También empezamos a ver conductas de riesgo importantes dentro del centro, con los chavales pasando de ventana a ventana a través de la cornisa del segundo piso. Como el IMAS no hizo nada cuando se lo dijimos, pusimos una denuncia ante la Fiscalía de Menores que lleva cuatro años guardada en un cajón”.
El Norai está situado en un callejón muy estrecho que impide la circulación fluida de los vehículos, así que las ambulancias no pueden llegar bien hasta la puerta. “Algún día habrá alguna desgracia porque siguen haciendo lo de la cornisa. De hecho, hace tres meses se cayó un chico desde el segundo piso”, detalla Paqui, residente en Son Roca desde hace décadas y otra de las impulsoras de las movilizaciones populares en barrio.
Movilizaciones
La situación era cada vez más tensa y los residentes comenzaron a movilizarse por su cuenta, dejando a un lado a la Asociación de Vecinos de Son Roca-Son Ximelis-Son Anglada. Según explican a El ESPAÑOL los portavoces vecinales, “insisten desde hace años en que ellos no tienen ningún problema con el centro”.
“Le pedimos al Consell de Mallorca que pusieran un guardia de seguridad como hay en bibliotecas o centros de salud, y nos dijeron que no era bueno para los chicos sentirse vigilados, que no están en una cárcel”, relata Xim entre gestos de incredulidad. Norai es un centro de acogida abierto, es decir, no tiene horario. Los chavales entran y salen cuando les parece y se mueven por Son Roca y otros núcleos de Palma en pequeños grupos. Por eso algunos de ellos actuaron en otras zonas de Palma bajo las órdenes de Moulauy L., cuya banda de ladrones fue detenida la pasada semana.
“Los encontronazos con algún vecino empezaron a ser habituales porque muchas veces van bajo los efectos de alguna droga”, aseguran los vecinos, que lamentan la compleja situación que viven los vecinos: “Otro problema añadido es que los chavales sólo pueden estar tres meses aquí, así que cuando a lo mejor ya se han asentado e integrado, los mandan a otro lado y traen a otros que gritan, se pelean y dan problemas. Para los vecinos es un círculo vicioso”, añade Xim, que insiste en que muchos de los usuarios del centro son “buenos chicos” que tratan de integrarse.
“De ahí vienen también algunos de los conflictos, ya se pelean entre ellos porque no todos son problemáticos”. Por eso los chavales prefieren no hablar. “No, mejor no, que luego hay problemas”, se disculpa ante las preguntas de EL ESPAÑOL uno de los jóvenes que charla en la puerta del Norai. Tampoco quiere fotos. “No, no quiero líos”.
Las protestas vecinales surtieron efecto y el IMAS reconoció el pasado mes de septiembre que el Norai no tiene la mejor ubicación y que lo mejor es sacar a este tipo de chavales de los núcleos urbanos y tratar de tener grupos más reducidos. “Nos dijeron que tienen una hoja de ruta que acaba el 1 de marzo, cuando termina la concesión a Amés y se cerrará el edificio para montar el centro de primera acogida en otro sitio”.
El detonante
Como había fecha de caducidad para el problema, los vecinos decidieron aguantar los jaleos, las visitas de la policía “hasta tres y cuatro veces a la semana” y algún que otro pequeño robo. Pero todo cambió en la tarde del lunes 18. Uno de los internos increpó constantemente a varias niñas que estaban en el parque de Son Ximelis, al final de la calle Cap Enderrocat.
Les hizo proposiciones de índole sexual y, según relatan varios testigos, llegó a tocar las nalgas de alguna de las menores. Un vecino, alertado por los gritos de las niñas, se acercó a auxiliarlas y, cuando el menor se encaró con él en actitud chulesca, le dio un puñetazo y una patada en la boca.
El joven quedó tendido en el suelo y tuvo que ser intubado por los servicios de asistencia, que lo trasladaron al hospital de Son Espases donde quedó ingresado en estado grave. La mecha ya estaba encendida: un par de horas después, sobre las 21.30 horas, varias unidades de la policía provistas de cascos y escudos entraron en el centro de menores para controlar a los chavales, que estaban lanzando mobiliario desde las ventanas después de una fuerte pelea entre ellos.
Al día siguiente, una movilización vecinal espontánea concentró a centenares de residentes frente al Norai para reclamar su cierre inmediato. El conflicto ya era total. “Nosotros condenamos, evidentemente, cualquier agresión. Pero el ambiente está muy caldeado porque llevamos mucho tiempo así y hay mucha gente muy quemada”.
Cabe recordar que los bloques colmena de Son Roca, donde viven 2.463 personas según el último censo, es la zona con mayor densidad demográfica de Palma. En total, el área de Son Roca tiene unos 4.000 vecinos. Por su parte, el IMAS confirmó que se personará como acusación en la causa que se pueda abrir por la agresión y consideró que este tipo de accidentes “fomentan la violencia y la generalización del miedo” y que está “atizado por el discurso del odio” con el objetivo de “hacer prevalecer postulados particulares”.
Escalada de tensión
La escalada de tensión durante la semana fue constante. Peleas entre menores del centro, escarceos con lugareños e incluso quema de varios contenedores por parte de algún residente. Con este mar de fondo, los vecinos que han comandado las manifestaciones fueron convocados a una reunión el pasado lunes en el Ayuntamiento de Palma “a ciegas, sin saber a qué se iba exactamente y sin orden del día”.
El encuentro, dirigido por la regidora del distrito de Ponent –donde se encuentra Son Roca-, la socialista Angélica Pastor, y la directora de Menores y Familia del IMAS, María Ángeles Fernández, contó también con la presencia de la Asociación de Vecinos del barrio, el presidente de las Asociaciones de Vecinos de la capital balear, representantes de Norai, la asociación de ayuda a niños Naüm y el presidente de la Asociación del Colectivo Gitano de La Vileta-Son Roca, Manuel Alameda ‘Mangote’; además de miembros de la policía nacional y municipal.
“Nos dijeron que ellos tenían la misma hoja de ruta y que por muchas manifestaciones que hiciésemos, eso no iba a cambiar”. Pero a los vecinos ya nos les vale con pensar en marzo: quieren una solución ya. “A mi hija la llevo preparada, como voy yo”, subraya Pepi, que insiste en que hay mucha gente mayor y adolescente que tiene miedo a salir de casa sola.
Las administraciones aseguran que intentarán reducir el número de internos en el centro, aunque reconocen que si siguen llegando pateras a las costas mallorquinas no podrán cumplirlo. Asimismo, se comprometen a aumentar la presencia policial en la zona, aunque el representante de la Policía Nacional insistió en la reunión en que sus efectivos son limitados.
“La Policía Nacional hace lo que puede y sólo podemos agradecerle su labor. Está claro que no pueden tener agentes aquí las 24 horas”, añade Xim, indignado por la falta de respuesta del Consell y el Ayuntamiento.
“¿Sabes qué nos han propuesto? Que nos reunamos entre los vecinos y las asociaciones y hagamos propuestas”. Pero los residentes de Son Roca no quieren parar: están investigando una posible irregularidad urbanística en el Norai y han recogido un millar de firmas para exigir el Consell el cierre del centro. “Si ellos no pueden controlar a 20 chavales, imagínate controlar a todo un vecindario”.