Ángel Martín: "No entienden que horas antes de ir a trabajar no puedas moverte físicamente"
EL ESPAÑOL habla con el cómico sobre el brote psicótico que sufrió en 2017. Ahora, cuenta su experiencia en el libro: 'Por si las voces vuelven'.
6 marzo, 2022 02:41Noticias relacionadas
Ángel Martín ha pilotado naves en otros planetas, se ha comunicado con perros, ha creído tener el don y la responsabilidad de salvar el mundo e incluso ha pensado que había muerto. Podrían ser los argumentos de cualquiera de sus conocidos sketches, pero lo cierto es que todo esto lo ha vivido él mismo en un universo paralelo. Eso de que el mundo real es mucho más interesante que la ficción cobra todo el sentido en esta historia. El cómico sufrió un brote psicótico en 2017 que lo llevó a estar internado en un centro psiquiátrico dos semanas, y a una posterior reestructuración de sí mismo que dura hasta este mismo momento.
En medio de esa recuperación en noviembre del pasado año, nació Por si las voces vuelven, una guía para prevenirnos de los posibles viajes que el resto del mundo podamos tener a esa oscuridad que él mismo relata. Una narración para los demás -y un recordatorio para él mismo- de todo aquello que puede pasar si vuelve la locura.
Lejos de romantizar un tema tan crudo como la salud mental, afirma que volverse loco es lo mejor que le ha pasado en la vida, aunque eso sí, “es la mayor mierda a la que te puedes enfrentar y, cuando descifras lo que te ha pasado, estarás en el infierno un tiempo”. Es cuando llega la lucha incansable por encontrar la paz mental, cuando la tristeza eclipsa y es embriagadora. A veces, como un leve meceo o una brisa rápida, otras como un viento que arrastra y arrasa.
Pregunta: ¿Puede alguien que se ha vuelto loco volver a estar 100% cuerdo?
Respuesta: (Piensa unos segundos). Probablemente no en la cordura de antes de que eso suceda, porque creo que ni siquiera quieres esa cordura, que está basada en reglas de otros y que no son las tuyas. Empiezas a prestar tanta atención a las cosas y a construirte de forma tan consciente que empiezas a crear la tuya propia.
P: ¿Es mejor?
R: Infinitamente mejor.
P: Cuenta en el libro: “Cuando te vuelves loco, es cuando la burbuja que has creado para que todo duela menos explota”. ¿Sigue teniendo una burbuja, aunque sea diferente?
R: No, por lo menos no la estoy notando. Estoy trabajando para que ni siquiera empiece a formarse. De hecho, el reset que haces es tan grande que es una gran ventaja porque empiezas de cero de nuevo. Ahora mismo no necesito protegerme, pero lo que sí he hecho es evitar todo aquello que sabes que no aporta, que no suma, que no vale la pena que esté en tu vida. No es protección, sino que descubres que algo no tiene sentido y lo eliminas.
P: Es un detox de todo.
R: Absolutamente de todo. Pero de todo, ¿eh? Hasta con uno mismo.
P: De ahí viene que digas que es una de las mejores cosas que te han pasado en la vida.
R: Sin ninguna duda. Sobre todo porque te obliga a hacer algo que de otra forma no harías, que es plantearte quién eres de verdad y si quieres seguir construyendo en la dirección donde estabas construyendo. Te das cuenta de muchas cosas que no iban a buen sitio, entras en muchas rutinas, no solo diarias contigo mismo de hábitos, sino de pensar, de comportamiento con la gente, de formas de escuchar, de lo que crees que tienes que ser, de lo que crees que tienes que estar comunicando. De repente, te ponen un espejo delante y te dicen… “Eres esto, esto es lo que puedes ser”. O también tienes este espejo vacío donde empiezas desde cero, y tú verás lo que vamos a meter ahí, porque es un trabajo cansado.
No hay fallo y si lo hay, sabes dónde está exactamente y puedes recular, corregir, graduar… Es infinitamente mejor esto, y es lo mejor que me ha pasado con diferencia. Uno da por sentado que está siendo perfecto con lo que está construyendo, aunque a veces nos engañemos a nosotros mismos con eso de… “Yo sé que tengo algún defectillo”. Estás diciendo eso porque queda bien de cara a la galería, si lo supieras, lo cambiarias. Si no, es que eres idiota.
P: Si tuviera que definir con dos palabras al Ángel anterior a todo esto…
R: No entendía nada. Estaba despistado, esas son las dos palabras.
P: ¿Y al actual?
R: Está bastante centrado. Se sigue perdiendo cosas, seguramente, pero está bastante más centrado.
Drogas y voces
Cuenta Ángel en su libro que en sus rutinas tenían cabida la marihuana, el alcohol y el éxtasis. Es difícil saber en qué momento y en qué cantidades contribuyeron a su proceso de locura, pero –por si las voces vuelven-, esto forma parte de su pasado. Al menos, por ahora. En la actualidad, -afirma- su vida es “mucho más tranquila”, y parece respirar aliviado al decirlo. Nos recibe y nos regala esta charla precisamente con esa calma que ahora inunda su vida. Latente, pero sereno. Agradecido e incluso abrumado. Vivir en el incendio a veces te hace salir ganando. “Estoy construyendo todo desde un sitio distinto, sin tratar de depender de la tele u otras cosas del estilo, y me parece mucho más interesante”.
Además de estar preparando diferentes proyectos para el 2022, el catalán ha creado en sus redes un informativo matinal para no perder tiempo, donde hace un repaso rápido por las principales noticias del día con su sarcasmo habitual. También está inmerso en las grabaciones de un podcast -que lleva el mismo nombre que su libro-, donde charla con diferentes personalidades conocidas sobre salud mental. En su conversación con Mercedes Milá –que también ha hablado en numerosas ocasiones de su depresión-, el monologuista relata cómo reaccionaron en televisión cuando él necesitó parar.
P: Te metes en un despacho, cuentas que necesitas irte, y te dicen que te tomes unos días.
R: Eres una máquina de hacer dinero y ya está. Eres un señor que genera unos beneficios para un programa de televisión, entonces si tu ausencia vuelve a hacer tambalear mis beneficios, me viene fatal. Pero claro, si lo necesitas, vete un fin de semana, desconecta. Esto pasa en algunos trabajos, entre los que se incluye la tele –y más si estás en un programa que tiene cierto éxito y repercusión-.
Y hay que añadirle que la gente no pueda entender que tú estés mal, por eso de… “tú tienes todo aquello que a mí me haría feliz, entonces no puede ser que tú estés mal”. Eso por un lado, y luego que si además ellos no han pasado por lo mismo, es imposible que entiendan que horas antes de salir de tu casa para ir a trabajar no puedas moverte físicamente. Es que no puedes moverte y para ellos estás exagerando. Pero es que no funciona el cuerpo, las articulaciones no van, amigo. Pero eso no puede entenderlo todo el mundo.
P: Primero hay que pasarlo.
R: Efectivamente.
P: ¿Volvieron a contactar contigo esas personas después de publicar el libro?
R: Esa persona en concreto, no. Alguien que pertenecía al grupo, sí.
P: ¿Volverías al mismo nivel que tenías televisión después de todo esto?
R: En mi caso, lo mío no fue por el nivel de trabajo, o por el agobio o la ansiedad de un programa diario o la cantidad de horas… A mí cuando me gusta algo, puedo estar trabajando sin dormir, que es un problema también. Era simplemente porque el rumbo del proyecto se estaba desviando mucho del inicial, y no me sentía cómodo viendo hacia dónde iba ese barco. He descubierto que no puedo formar parte de ningún proyecto que yo no sienta que va en un rumbo que tenga que ver con mis valores, mis intereses y mis intenciones. No podría ahora mismo.
Ser vulnerable o un inconsciente
Vivimos en una época donde todo va ansiosamente rápido. Todo era para ayer, incluso este reportaje. Resulta difícil mostrarse vulnerable en un mundo donde los ritmos de producción son, más que complicados, cansados de seguir. Si sufrimos un esguince está admitido socialmente que vamos a tener que pasar por un período de recuperación, y que después de esa posible baja laboral, podremos volver a la vida normal. Pero si pasas o estás pasando por una depresión, no siempre se entiende de la misma manera. De esto habla Ángel Martín en su libro, en su podcast y en esta charla con EL ESPAÑOL. A él, abrirse en canal de esta manera y mostrar su vulnerabilidad sin filtros no le ha pasado ninguna factura en este sentido, sino todo lo contrario.
P: ¿Ha tenido miedo de que se cerraran puertas?
R: Probablemente porque soy un inconsciente… pero ni me lo planteé, me dio exactamente igual. Como algo se me meta en la cabeza, ya está, me da igual lo que puedan decir. Así que, si incluso me lo hubiera planteado, hubiera escrito el libro exactamente igual. Pero cualquiera que le cierre las puertas a alguien que ha tenido un problema con la salud mental, es un imbécil para el que más te vale no volver a trabajar nunca. Nunca. Porque te hará la vida imposible. En caso de que no te rechace, te ofrecerá algo diciéndote: “Mira, ven a trabajar conmigo, te doy la oportunidad por esto”. Es un gilipollas y enseguida te lo echará en cara. Cualquiera que use lo que te ha pasado como herramienta de “mira qué bueno soy haciéndote esto”, es un miserable.
P: ¿Esperaba este éxito de ventas del libro?
R: Ni de broma. Uno fantasea con la posibilidad de que vaya bien. Cuando uno escribe, el cerebro se divide en dos cosas: por un lado, que ojalá a la gente le guste y por otro, que ojalá me vaya bien a mí también. Ojalá se venda lo suficiente. Pero ni de broma, ni yo ni nadie de la editorial esperábamos que esas dos parcelas se cumplieran tanto y tan bien, ni en los mejores sueños. Es abrumador. No he tenido tiempo de procesar lo bonito que es lo que está pasando. Mentiría si dijera lo contrario, es que ni la mitad de la mitad.
El tabú de la salud mental
Preguntamos por el miedo a exponerse de esta manera en un momento en que la salud mental ocupa todas las portadas, sobre todo como problema agravado durante la pandemia del coronavirus. Aun así, no tiene el protagonismo que debería de tener, y sigue siendo un tabú tanto en entornos laborales, como en los familiares y sociales. Un reciente estudio afirmaba que uno de cada tres españoles reconoce haber sufrido problemas de salud mental, mientas que Sanidad planteaba hace unas semanas que era innecesario tener un plan específico contra el suicidio, algo que el propio Ángel criticaba en su cuenta de twitter.
P: ¿Qué le parece que políticos como Errejón lleven el tema de la salud mental al congreso?
R: Bueno, me sucede algo con la política, y no lo digo por Errejón en concreto, sino en general. Y es que creo que cuando encuentran un sector concreto de la población, piensan: “Se han olvidado de estos, vamos a hacerles caso”. Entonces muchas cosas se usan como tanteo, de a ver qué tal, siempre en el discurso de “esto nos interesa”, como pasa con la salud mental, los ancianos o los menores. Hay como un campeonato de ver quién se queda con cada sector, a ver quién rasca más. Cuando alguien quiere hacer algo, lo hace. Cuando pasa un cierto periodo de tiempo y nadie hace nada, es que no quieres hacer nada con esto, así que deja de usarlo como discurso.
Si a ti te importara la gente que vive en situaciones de pobreza, no llevarías décadas hablando de “tenemos que hacer algo con la gente que está en situación de pobreza”. Si a ti te interesara o te preocupara la salud mental, que llevamos décadas hablando de esto, cada año habría estado mejor, pero eso no sucede. Que se hable de ello, fenomenal, eso hace que al menos se remueva algo y quizás cambie una vida, dos, o quizás mil, pero no va a cambiar la situación. Puede que durante un tiempo ayude, pero mi fe en la política está bajo mínimos, es como esa gente que cae debajo de una capa de hielo y muere congelada porque no sabe cómo salir.
P: En ese sentido, lo mismo ha pasado con la gestión de la pandemia.
R: Ese es un tema mucho más grande, ¿no? Pero sí que ha pasado con la salud mental durante la pandemia. Ha habido un tiempo donde se ha puesto mucho sobre la mesa el tema, pero de repente ha ido desapareciendo, ya no se habla tanto.
P: ¿Cómo viviste tu recuperación durante el confinamiento?
R: No era consciente del punto de recuperación en el que estaba. El hecho de tenerme que ir a casa, en mi caso, me vino muy bien y es probable que haya acelerado procesos que de otra manera hubieran tardado años. La ausencia de ruido me ha venido muy bien para poder pensar con claridad y darme cuenta de que estamos en rutinas de cosas que no son necesarias. A nivel psicológico, es un trabajo que yo tenía que hacer y me ha venido muy bien para la cabeza. Y a nivel reenfocar mi carrera y estudiar ciertas cosas pendientes, también. Entonces para mí ha sido positivo, dentro de que ha habido gente cercana que lo ha pasado jodido y has tenido que reubicarte y capear el temporal.
La osadía de volverse loco
“Volverse loco no tiene absolutamente nada de malo. Nadie busca volverse loco a propósito”, escribe el catalán en su libro. Tal vez este tabú de la salud mental del que hablamos también contribuyó a que su entorno –e incluso él mismo- no se diera cuenta de lo que realmente le estaba pasando. Cuenta que cada vez que dice que volverse loco es lo mejor que le ha podido pasar en la vida, alguien le responde: “No digas eso”.
El guionista llegó a creer que el cáncer había desaparecido, que los gobiernos habían prohibido fumar en todo el mundo o que, con un poco de práctica y elección divina, podría llegar a volar, solo si estaba realmente preparado. Pero todo explota cuando felicita públicamente a su chica, Eva Fernández, por haber protagonizado nada más y nada menos que el blockbuster Wonder Woman. La exposición en redes ya inició la llamada de auxilio, pero en el ámbito privado la reacción fue aún más alarmante: Ángel llegó a su casa con el coche lleno de globos, y tazas de Minnie y Micky Mouse para agasajar a la -presuntamente- exitosa protagonista, que nada tenía que ver con esta historia.
Fue ella quien llamó entonces a sus padres, y quien, a través de un amigo íntimo del presentador, consiguió llevarlo al centro psiquiátrico. En numerosas entrevistas, Ángel habla de su chica como la persona que lo ha salvado, y la califica como “oro”. Fue de las pocas que se quedaron -y que siguen- a su lado. Al resto, les dedica varios párrafos en el libro: “Cualquiera que te aparte porque te volviste loco es un gilipollas integral al que no necesitas tener cerca”.
P: ¿Cómo es la relación ahora con las personas que sí estuvieron?
R: Bueno… cualquiera que la viera antes y la vea ahora, diría que no ha cambiado nada. Sin embargo, sabes que es mucho más intensa, mucho más. De repente, recolocas a la gente y tienen el valor que realmente deberían tener. Hasta que no sucede algo donde la gente tiene que mostrarse tal y como es, no sabes realmente el tipo de relación que tienes con ellos y generalmente, ese momento de quitarse las máscaras suele aparecer en momentos complicados. En euforia y celebración todo está bien, todo el mundo es amigo y va a favor.
Además de estar dos semanas ingresado en un centro psiquiátrico, Martín visitó a un psicólogo y a un psiquiatra posteriormente. Con el primero –nos cuenta- “fue un desastre” y tuvo una de las peores experiencias de su vida. Con el segundo, duró 10 sesiones. “La reconstrucción la he hecho desde mi inconsciencia. (…) Mi cerebro llega un momento que dice: 'Si sabes en lo que te quieres convertir, tampoco hay mucha más historia aquí'. Y no seguí buscando”.
P: ¿En qué se apoya para tener tan claro en lo que se quiere convertir?
R: En la necesidad. En la necesidad y la urgencia de reconvertirte. Yo creo que la clave está en que, si estás en un pozo a oscuras, lo más urgente es encontrar luz y cualquier otra cosa es secundaria, no hay más. Mi misión es encontrar la puta luz. Reconstruirte es eso, es tu urgencia. Si hay que trabajar, se trabaja, si hay que escribir unas bromas, escribimos unas bromas, y no sé si son buenas o malas. Voy a tener que confirmar con 1000 personas, voy a actuar desde la inestabilidad y la inseguridad más absoluta, pero la urgencia es reconstruirse. Imagino que cada uno tendría sus motivos. Si hubiera sido padre, a lo mejor la urgencia serían mis hijos pero, en mi caso, era la necesidad conmigo mismo de volver a sentir que estaba vivo.
P: Realmente es un canto a la vida.
R: Eso es, no hay más. O te quedas ahí apagándote o tratas de volver a encenderte, y sólo lo vas a poder hacer tú. Puedes ir a un psicólogo y probablemente te dé herramientas que tú no tienes o que no sabes cómo encontrar, pero es que en mi caso soy muy cabezón, entonces… no, no [niega con la cabeza]. La necesidad, no hay más.
P: ¿No tiene miedo de que las voces vuelvan?
R: Para nada, cero. La sensación que tienes es de que has hecho un proceso tan exhaustivo para detectar y tratar de ver cómo trabajan, que la sensación es casi desafiante. Si la locura tiene que volver, volverá de otra forma. Al final, tú conoces un mecanismo, pero imagino que habrá otro por otro lado que dirá: “Voy a atacar por aquí, que es el sitio que no tienes trabajado”.
He desterrado lo de preocuparme por los “¿Y si…?”. Es que el 99% de las cosas por las que estás preocupado no pasan casi nunca, perdemos mucho tiempo preocupados por cosas que no pasan y estamos en un momento donde esa preocupación se lleva a niveles de locura. De llamar a alguien, que no te coja el teléfono y pensar: “¿Y si le ha pasado algo?”. Pero no pensamos que a lo mejor ni le ha sonado. Que esto depende de unos putos satélites, amigo, que a lo mejor no le ha llegado ni la señal. Relájate, que a lo mejor ha dejado el teléfono en una puta mesa. O no te quiere coger el puto teléfono, ¿por qué piensas que le ha pasado algo?
Creo que hemos dado por sentado ya que hay que vivir preocupado por el “¿y si…?”, y hay que ir poniendo seguridad por todas partes por si pasan cosas. No, no, yo voy a ir tirando y, si viene un problema, al lado o muy cerca estará la solución. Luego hay sorpresas muy grandes, evidentemente, pero si lo miras fríamente, normalmente la solución a los problemas a los que nos solemos enfrentar está al lado. ¿Ha acabado en muerte esto? Pues entonces no pasa nada. Al final todo va de eso, precisamente.