¿Recuerdan aquella irónica frase sobre las bolsas de snacks salados?: Señores de Matutano, se les han colado algunas patatas en mi bolsa de aire. Pues eso tiene un nombre: 'reduflación'. Este vocablo de nuevo cuño lleva ya varias semanas en boca de todos por ser una de las nuevas tácticas empleadas por fabricantes y supermercados para vender menos producto al mismo precio. ¿Quién sale perjudicado? Usted. Pero esta no es la única técnica con la que el supermercado nos la cuela, según los expertos.
La inflación y el índice de precios al consumo (IPC) están marcando máximos históricos por la crisis devenida de la pandemia de Covid-19 y por la guerra de Ucrania. El IPC marcó en marzo una subida histórica del 9,8%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, lo que supuso la más alta desde mayo de 1985. España cerrará 2022 con una inflación media que rozará el 7%, según las previsiones de CaixaBank Research. Será la más elevada, con diferencia, de los países desarrollados.
Todo esto se traduce en un carro de la compra cada vez más caro, alquileres más altos, un precio desorbitado de la gasolina, la luz, el gas… En definitiva, nada que el lector de estas líneas no sufra en sus propias carnes.
Guardar innecesariamente
El mes pasado, cuando la guerra de Ucrania puso el mundo del revés, uno de los primeros productos que se vio afectado fue el aceite de girasol. Muchos supermercados pusieron etiquetas que limitaban la cantidad de botellas que podía llevarse cada consumidor. Primera ilegalidad. “Denunciamos ante distintas administraciones, no el hecho de que subiera, porque los precios son libres, sino que colocaron carteles diciéndole a la gente que no podía comprar más de un número de unidades”, recuerda Rubén Sánchez, portavoz de Facua.
“Eso provoca la idea de que hay desabastecimiento o que lo va a haber de forma inminente y, a la vez, subían el precio. Era la jugada perfecta para que la gente se tragara la subida de precio pensando que lo suyo era comprarlo rápido, no fuera a ser que no quedaran existencias luego”.
“La reacción que tuvo el Gobierno fue que el Ministerio de Comercio y el Ministerio de Consumo sacaron un comunicado conjunto justificando de alguna manera lo que estaban haciendo los supermercados con esa cartelería. Daba a entender que estaba relacionado con los problemas de desabastecimiento, la guerra, etc., sin investigarlo. El Gobierno no se mojó en investigar si había un fraude detrás y, en cambio, salió a dar la cara por los comercios. Nos resultó bastante lamentable y bochornoso. Incluso un ministerio que, supuestamente, es el de protección al consumidor salió a dar la cara por empresarios que estaban subiendo el precio”.
“La cosecha que hay ahora mismo a la venta es la del año pasado, con unos costes de producción que sitúan la botella de aceite alrededor de 1,5 o 1,6 euros. Ahora esas misma botellas están alrededor de 3,2 o así. Ahí hay una subida de precios. ¿Quién es el responsable? Nosotros no lo sabemos. Puede ser el distribuidor, el envasador, el fabricante, etc”, explica Enrique García, portavoz de la OCU.
Así pues, el Gobierno publicó en el BOE hace escasas dos semanas, una modificación de la ley de Ordenación del Comercio Minorista por la que se permite a los comercios hacer racionamiento de existencias por las consecuencias de la guerra. “Se ha legalizado esa práctica cuando estaba prohibida desde el año 96”, protesta Sánchez. “Si la reacción del Gobierno es esa, salir a defender al empresario y no al consumidor, pues apaga y vámonos”.
“Se habilita que el distribuidor pueda determinar, por una fuerza de causa mayor y supuestamente justificada, esa limitación. Nosotros entendemos que se traslada una responsabilidad a los distribuidores que no son quienes tienen que determinar esa existencia de fuerza de causa mayor. ¿Qué ha ocurrido? Pues lo que se ha visto con el aceite de girasol”, añade García.
“Nosotros creemos que ese racionamiento y esa subida de precios no está justificado ahora. A partir de junio, con la cosecha nueva, donde se haya buscado aprovisionamiento de aceite de girasol nacional o extranjero, pues sí que puede estar justificado”.
Legal, pero poco ético
El aceite de girasol es un caso notable, pero no el único. Muchos productos están siendo ahora víctimas de la ‘reduflación’, un término nuevo basado en las palabras reducción e inflación. Consiste en que los fabricantes añaden una menor cantidad de producto en sus envases, aunque los vendan al mismo precio.
La OCU desvela que 7 de los 238 productos analizados en octubre para comprobar la evolución de los precios habían optado por disminuir el tamaño. Marcas conocidas como Danone, Pescanova, Cola-Cao, Gallo, Campofrío o Tulipán han recurrido a este método. Son cambios que pueden pasar prácticamente desapercibidos para el consumidor que acude al supermercado. “¿Es legal? Sí, pero es poco ético. El consumidor no percibe esa subida de precio, en un momento en el que está en modo crisis, es decir, que es muy sensible a los aumentos de precio”, asegura García.
Los expertos sostienen que esta práctica suele darse sobre todo en aquellas situaciones en las que se produce un aumento de los precios, en donde el propósito pasa por hacer menos visible al consumidor dichos incrementos. En una situación inflacionista, como en el que nos encontramos en estos instantes, el cliente tiende a castigar a las marcas que suben los precios.
En cualquier caso, la mayor parte de usuarios no llegan a ser conscientes de esos cambios que se producen. Básicamente porque la mayor parte de las decisiones se toman en cuestión de un par de segundos. Tanto la rapidez como la inercia desempeñan una labor esencial, y el comprador no suele reparar en esas alteraciones en los envases, ya que las diferencias suelen ser mínimas.
En un brick de leche de un litro o en un refresco de dos litros es posible que no pueda llevarse a cabo dicha estrategia, pero sí que es más evidente en un envase de guacamole o de tomate frito, en donde los 220 gramos de la semana anterior pueden pasar a 200 sin que el consumidor casi no lo aprecie.
“Otra práctica de subida encubierta de precios es, sencillamente, eliminar las ofertas especiales del tipo 2x1, 3x2, segunda unidad al 50% de descuento… Muchos consumidores calculan de esta manera precios medios de packs de productos. si un supermercado reduce o elimina este tipo de ofertas, también está aplicando una subida de precios encubierta”.