El teléfono rojo de Alberto Rodríguez y Yolanda Díaz: el 'click' sentimental que lo alejó de Podemos
La presentación esta semana de Proyecto Drago ha confirmado su acercamiento, para Podemos, una maniobra soterrada de la vicepresidenta.
30 octubre, 2022 02:09"Obediencia" es una palabra que suena mal en la izquierda, pero cuando la pronuncia Alberto Rodríguez (Santa Cruz de Tenerife, 1981) adquiere nuevos significados. De vuelta en su isla, a más de 2.000 km del escaño que le obligaron a abandonar hace un año, el que fuera secretario de Organización de Podemos y uno de los símbolos de la nueva política desobedece sin parar a todos los que alguna vez esperaron algo de él. Entonces tardó tres días en abandonar el partido, recoger su metro noventayocho de rastas y franqueza y regresar a la refinería de petróleo, el trabajo que dejó para ser diputado.
Ahora, aquel asiento del Congreso sigue vacío, pero Rodríguez está más presente que nunca. Bajo las tablas y cojines de la segunda fila se esconde para Podemos la maldición de un cementerio indio, el abono para una escisión para el escaño que nadie se ha atrevido a heredar, el que ha traído de cabeza más de una votación. A pesar de todo nadie espera que vuelva. O casi nadie.
La presentación de Proyecto Drago este lunes supuso el punto de partida para el nuevo rumbo del tinerfeño. Una plataforma política "de obediencia canaria" con un ojo puesto en las elecciones de mayo y el otro en Yolanda Díaz, la única con la que mantiene relación, la primera en llamarle y la última en despedirse, tras más de una hora de lágrimas al teléfono. La única, piensa, que aquel octubre de 2021 se preocupó menos por el escaño y más por quien estaba sentado en él.
Desde entonces, el vínculo con la vicepresidenta es irrompible, no tanto así como con el resto. A lo largo del último año Alberto Rodríguez se ha sentido traicionado, abandonado y utilizado por los que alguna vez fueron sus amigos, aquel grupo irreverente que en 2015 se propuso asaltar los cielos y que, seis años después, asegura que le dejaron tirado.
En la dirección del partido liderado por Ione Belarra todavía reina cierto sentimiento de ingratitud hacia el ex número tres del partido. Algo recíproco. "Se podría haber hecho mucho más para evitar que 64.000 canarios y canarias perdieran su representación", lanzó en el programa 'Salvados' de LaSexta menos de un mes después de su marcha.
Desde la órbita del partido defienden que Belarra se jugó "que Pedro Sánchez pudiera echarla del Gobierno" tras anunciar que denunciaría a Meritxel Batet, presidenta del Congreso, por prevaricación. Al final fue una pataleta que duró tres días. Al poco, el partido se centró más en recuperar el escaño vacío que en "defenderme de la injusticia", en palabras de Rodríguez, que abandonó el partido ante el cambio de discurso. Ni Irene Montero "ni otros" lo llamaron. Sí lo hizo Belarra. Para él, sin embargo, el teléfono rojo ha sido desde entonces el de Yolanda Díaz.
La presencia de Héctor Morán "a título personal" en la mesa de cuatro que presentó Proyecto Drago el lunes constató las sospechas. Adscrito a la Secretaría de Estado de Empleo y Economía Social, se trata de uno de los asesores de cabecera de la vicepresidenta segunda del Gobierno, su mano derecha en el Congreso. Su relación con Rodríguez viene de largo. "Lo conoce desde hace mucho y para él es un referente", dicen fuentes del proyecto a este periódico. Los acompañaron Mar Domínguez y Sara Hernández.
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Referente canario de Podemos
Alberto Rodríguez, hijo de un electricista y una maestra, técnico superior en Química Ambiental, comenzó a trabajar como operador de planta química en 2005 en la refinería de petróleo de Tenerife, la más antigua de España. Sus inclinaciones políticas tardaron poco en aflorar y se afilió a CCOO de Industria. Durante aquellos años de lucha destacan dos episodios similares al de 2014, el que terminó con su carrera en Madrid. Un altercado en 2006 donde se enfrentó a la Policía Local de La Laguna y otro durante la huelga general de 2012 donde acabó en comisaría.
En 2014 se convirtió una de las figuras que eclosionó junto al caudal político Podemos y Pablo Iglesias. Dos años más tarde, aterrizó en el Congreso como máxima figura del partido en las Islas Canarias y, rastas de por medio, se convirtió en uno de los primeros símbolos de lo que estaba por venir. Las fuentes destacan que la relación entre el fundador de Podemos y Rodríguez siempre ha sido muy buena. "Por algo le confió la interna del partido cuando la etapa de Echenique dio hasta donde podía", recuerdan. Tres años al frente de organización donde, además, jamás generaron turbulencias.
La llegada de El Rastas −como se popularizó para el gran público− a la vida política de Madrid revolucionó estéticamente el fresco parlamentario. "¿Tú estás loco? ¿Cómo vas a acabar de diputado en el Congreso?", bromeaban sus compañeros ante la posibilidad. Ahora, contó en la entrevista televisiva, le preguntan por las anécdotas, por lo que se cuece entre bambalinas, si lo que ocurre "es real o un teatro".
De Alberto Rodríguez −erigido ahora en la serpiente marina que, como en La casa del dragón, amenaza con su poder insular− siempre se destaca el cariño que hacia él desplegaron todos los cuadros. "Un modelo de lealtad, comunicación, sacrificio, austeridad y sinceridad", destaca un ex compañero de partido, que "de repente, desaparece de la órbita en la que estaba trabajando". "Se quedó destrozado, no tiene sentido otra cosa", estiman.
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Podemos se quedó sin diputados canarios en marzo tras la marcha de Meri Pita, adscrita ahora en el Grupo Mixto del Congreso. Pocos días después, sus colaboradores lanzaron el partido Reunir, presentado en octubre. Este grupo de escindidos tendrá a partir de ahora la competencia de los que vinieron luego.
Un año fraguando el proyecto
Alberto Rodríguez rompió su silencio en LaSexta el 14 de noviembre de 2021. Un programa donde puso en jaque el respaldo que le había brindado la dirección del partido. Aquel "se podría haber hecho mucho más para evitar que 64.000 canarios y canarias perdieran su representación" fue un misil dirigido a la línea de flotación de Podemos.
Alberto Rodríguez siempre tuvo claro que su etapa en política no había terminado. Que tocaba buscar nuevas formas imaginativas para continuar en la brecha. "Comienza un nuevo camino, esto no es un adiós, es un hasta lueguito. Ahora mismo mi prioridad número uno es revertir la cadena de tropelías e injusticias que han cometido conmigo", escribió en su comunicado de despedida.
Rodríguez contrató a Gonzalo Boye, el mismo abogado de Carles Puigdemont −una decisión también fuente de recelos en el seno de Podemos− para emprender su propia cruzada legal. El pasado mes de diciembre, tras recibir del Tribunal Supremo la comunicación que daba su condena por finalizada, solicitó en vano a Batet por carta recuperar su escaño. Recurrió la negativa ante el Tribunal Constitucional una semana más tarde. El mismo órgano donde recurrió su condena en febrero.
"Es un proceso personal en el que él madura que tiene su trayectoria, que Canarias tiene unas necesidades que no han sido paliadas y considera que dentro de otro espacio se puede generar debate y un escenario de incidencia social y electoral", argumenta uno de sus más estrechos colaboradores en conversación con EL ESPAÑOL. Fuentes del movimientos en ciernes destacan el goteo constante de partidarios que han animado a Rodríguez a encabezar su propio movimiento.
¿Tiene cabida Podemos dentro de ese espacio? ¿Es posible la alianza electoral? "Se contestó largo y tendido durante la presentación el lunes. No hay ningún veto, pero no habrá sectarismos ni partidismos, se contará con los movimientos sociales", atajan. La visión desde Podemos divaga menos y plantean una diatriba: "Alberto no tiene que decidir si va o no con Yolanda a las municipales, lo que tiene que decidir es si va o no con Podemos".
Su acercamiento a la vicepresidenta es apreciado ínternamente por Podemos como una búsqueda de caudal electoral. Una aproximación, consideran, que se explica por la intención de ligar su imagen al "caballo ganador". Se quejan, además, de una operación soterrada de una Yolanda Díaz cuyo equipo regateaba las preguntas en privado que apuntaban a un acercamiento. Prudencia, dicen los más amables.
Si por algo ha destacado la vicepresidenta es por no irse de la lengua. Esa misma prudencia es la que ha mantenido la relación entre Díaz y Rodríguez, que se remonta a aquel primer Podemos que tan poco tiene que ver con el actual y que va menos sobre camaradería y algo más sobre amistad. Sobre si la sintonía llega a más, desde el equipo de Trabajo sacan balones fuera: "La relación nunca se pierde, nos apoyemos o no".