El misterioso caso de Antolín, el desertor de la marina española al que buscan en Ucrania
En lugar de reincorporarse en Navidad a su puesto en la base militar de San Fernando (Cádiz), huyó a Ucrania y se ha esfumado.
13 abril, 2024 02:39A principios del pasado otoño, el cántabro Sergió Antolín Zunzunegui pidió a sus superiores de la base militar gaditana de San Fernando una excedencia de tres meses. Debería haberse reincorporado a su puesto de infante de marina el 25 de diciembre, día de Navidad, pero no lo hizo, lo que encendió todas las alarmas. Cuanto se ha logrado averiguar sobre la suerte que ha corrido desde entonces es que aprovechó sus días de excedencia para viajar a Ucrania desde Polonia. De esa única certeza obtenida por las autoridades españolas arranca el misterioso caso del soldado Antolín.
Literalmente, se lo ha tragado la tierra. Ni los funcionarios de los servicios de seguridad de Madrid ni los de Kiev tienen la menor idea de si está vivo o muerto. Se desconoce si ha combatido con los rusos o los ucranianos o si, tal vez, ha sido capturado por las tropas del Kremlin. Tampoco se descarta que se haya fabricado en Ucrania una nueva identidad para burlar a las autoridades españolas tras su deserción y que esté escondido en algún lado.
Su madre, Elvira Zunzuneguí (Vivi, para sus allegados), está desesperada —además de enferma— y ha pedido ayuda para hallar a su hijo. Hacía ya dos años largos que Sergio no le hablaba, lo que aún empeora más las cosas. No hay nadie conocido del entorno del muchacho huido que supiera de sus planes con antelación. Y si lo hubiere, su familia no ha logrado dar con él. Pero vayamos por partes.
Unas alas tatuadas en el cuello
Atención a la foto del soldado Antolín con el uniforme de infante de marina que abre este reportaje porque es la herramienta principal, por no decir la única, con la que cuentan los agentes españoles y ucranianos que han tratado de rastrearle. El chico — nacido el 26 de julio de 2002 en Santander— podría pasar por ucraniano con la cabeza rasurada.
Sin embargo, hay algo que debería ser fundamental para identificarle: tiene dos alas tatuadas en ambos lados del cuello. Si en verdad viajó a Ucrania para combatir del lado de Kiev, este detalle podría ser definitivo e inequívoco. Después de todo, ¿podría haber otro español luchando en la primera o en la segunda línea con un rasgo tan característico? Para nuestra sorpresa, la respuesta es que sí. Existe uno y EL ESPAÑOL lo encontró hace algunos días durante la búsqueda que ha efectuado in situ.
El otro soldado con las alas tatuadas, al que hallamos en Kiev siguiendo la pista del tatuaje, tiene 51 años y una trayectoria conocida en un batallón de voluntarios. Su nombre es Moisés, se le conoce como Hippy y jamás había oído hablar del chico desaparecido. Es una mera coincidencia contra la que se estrella inicialmente nuestra búsqueda.
Lo más insólito del caso de Antolín es que nadie parece haber oído hablar de él, y es justamente esta circunstancia lo que abre el abanico de posibilidades a cualquier destino. Al menos, hasta que se averigüe algún nuevo detalle que ilumine parte de su huida.
Preguntamos por él en la Legión Internacional, en Karpatska Sich y en todas las unidades de regulares donde nos consta que hay hispanos. Ni siquiera el Servicio de Seguridad (SBU) o la Dirección Principal de Inteligencia (GUR) de Ucrania han sido capaces de encontrarle a petición de los funcionarios españoles que investigan su desaparición. “No hay nadie registrado con su nombre en sus bases de datos”, aseguran los agentes que han husmeado su rastro.
Volvemos a insistir nosotros durante nuestra visita a Kiev y el GUR es taxativo y literalmente nos transmite: “Nada. Nada de nada. No hay pruebas de que haya estado en nuestro ejército”.
“Me llamó su capitán a principios de enero”, nos dice Elvira Zunzunegui. “Debería haber vuelto de su excedencia el día de Navidad y no lo hizo, así que le declararon desaparecido y desertor. Salvo el oficial a su mando y un teniente de la Guardia Civil, no me ha contactado nadie más. Fue precisamente el policía quien me informó de que mi hijo había estado en Polonia y en Ucrania. Es que, ¿sabes?, a mí Sergio no me hablaba. Hace dos años fui yo misma quien le llevó a Cartagena cuando se unió a la Armada. Luego pasé a buscarle tras la jura de bandera y me lo traje a casa durante su tiempo de permiso. Pero se enfadó conmigo y se marchó. Solo volví a saber de él por whatsup y todo lo que dijo es que no quería verme más”.
Y si no se ha puesto en contacto con su madre, ¿existe tal vez algún amigo o una novia a quien podría haberle confiado sus planes? “Él no tenía pareja”, nos aclara Elvira. “Que yo sepa, tampoco ha hablado con amigos. Cerró a cal y canto todos sus perfiles en las redes antes de desaparecer y cortó la comunicación con todas sus amistades. Yo me paso el día entero al lado del teléfono esperando su llamada. Lo único que pido es que lo traigan de vuelta para acá y que asuma el castigo que le corresponda porque yo voy a estar allí para ayudarle y para lo que haga falta”.
Mutilada por una bacteria
Hace ahora cerca de dos años, el organismo de Elvira Zunzunegui —divorciada del padre biológico de Sergio— fue atacado por una bacteria. Como consecuencia de la infección, han tenido que amputarle la nariz y parte de la boca, entre otras cosas. “Sé que a él se lo dijeron pero ni siquiera entonces vino a verme”, asegura dolida.
“Comentó en aquel momento que le daba igual. Tiene un hermano mayor con el que mantengo una relación estupenda de madre e hijo, pero tampoco quiere saber nada de él. Sergio es —o al menos era— un chico muy risueño, guapo y educado. Tenía una sonrisa estupenda pero se juntó con malas amistades en la adolescencia, gente que no estudiaba, y se pasaba el día de fiesta. Le reñí, le castigué y le puse a estudiar a los 18. Él se enfadó conmigo y a partir de ese momento, todo fue para abajo. Ahora tiene 21 años. Si hubiera estado en casa, lo hubiéramos arreglado”, explica Zunzunegui.
El capitán de la unidad de infantería de marina donde estaba destinado el cántabro le preguntó en septiembre qué motivos le llevaban a solicitar una excedencia y aunque no estaba obligado a responder, el soldado le dijo: “Simplemente, necesito descansar”.
Aunque su madre no tiene ni la más remota idea de qué pudo empujarle a viajar a Ucrania, especula con la posibilidad de que conociera a gente inapropiada. “Es lo único que me viene a la mente. Que anduviera en compañía de personas raras. Es muy influenciable e inmaduro. No me sorprendería que alguien le haya comido la cabeza y se haya creído por encima del bien y del mal”.
Vivi ha llegado también a considerar que se ha alistado en las tropas del Kremlin o, lo que es aún más duro para una madre, que haya sido abatido combatiendo del lado de los ucranianos.
En los meses previos a su desaparición, había hecho cursos de asalto, de buceo y de paracaidismo. Se diría que se estaba preparando para la guerra. No obstante, a Elvira no le consta que tuviera una ideología definida que pueda ayudarnos a determinar su adhesión a uno u otro bando.
De haberse unido a los rusos, no parece muy lógico que hubiera viajado primero a Ucrania, salvo que hubiera concebido un enrevesado plan destinado a cubrir sus pasos tras la deserción. De hecho, existe algún caso conocido de occidental que logró contactar con las tropas del Kremlin desplazándose hasta el Donetsk por Kiev, a través de Moldavia. El más notorio es el de un comunista norteamericano llamado John McIntyre que espiaba para Moscú desde dentro de una unidad ucraniana de voluntarios y que logró alcanzar los territorios ocupados tras servir con españoles y portugueses, a los que traicionó.
Que Antolín clausurara el acceso a sus redes sociales y que cortara todo contacto con sus allegados poco antes de abandonar la Armada sugiere, por otra parte, que cualquiera que haya sido su decisión, ésta fue bien meditada. Tenía algo en su contra y lo sabía.
Como desertó para viajar a Ucrania, era muy consciente de que el Gobierno español se interesaría por su destino y le perseguiría para reclamarle. “Es muy inteligente”, nos aclara su madre. “De manera que estoy segura de que habrá actuado con astucia. No descarto nada porque no sé nada”.
Rastreando el Donetsk
En el Donetsk hay ahora mismo varios españoles a sueldo de Moscú en grupos de asalto. Varios más pasaron antes por ahí tras la anexión de Crimea, en 2014. Dos de los que permanecen todavía combatiendo son bien conocidos porque no ocultan su presencia: el valenciano Juan Manuel Soria Monfort —entrevistado periódicamente por la bloguera Liu Sibaya— y un joven turolense llamado Andrés. Ambos van ya por su tercer servicio.
Al aragonés y al valenciano se han unido recientemente algunos españoles más que han logrado ocultar su identidad hasta el momento. Hasta donde sabemos y de acuerdo a nuestras fuentes, entre ellos no se encuentra el cántabro, lo que no significa que no pueda haberse unido a otro batallón ruso de voluntarios extranjeros.
Del lado ucraniano han servido varios cientos de españoles desde febrero de 2022. En teoría, tendría que ser mucho más fácil dar con él si hubiera viajado a Kiev con la intención de combatir porque alguien debería haberle visto o charlado con él.
Las autoridades de Madrid le perdieron la pista unos días después de que entrara en Ucrania y especulaban al principio con que hubiera sido asesinado en combate por los rusos a la semana de llegar (necesariamente el vuelo y el paso de frontera tuvo que quedar registrado). Hay decenas, si no cientos, de soldados caídos cuyo cuerpo no ha podido ser recuperado, lo que podría respaldar esa teoría. Claro que se conoce tanto la unidad de los desaparecidos como el momento en el que fueron abatidos o apresados por los rusos, que es otra de las opciones que Madrid ha llegado a manejar.
“Todo es muy raro aquí”, nos comenta Víctor Álvarez, un voluntario hispano-italiano de la Legión Internacional que actualmente combate en un cuerpo ucraniano de operaciones especiales dependiente del GUR (la citada Dirección Principal de Inteligencia). “Si hubiera asignado a una unidad, constaría en los documentos quién es su comandante. Y si hubiera sido herido o hubiera sufrido algún percance combatiendo, todo hubiera quedado perfectamente consignado", apunta.
"De acuerdo al procedimiento que seguimos, se registra el frente al que vas, las incidencias, las posibles hospitalizaciones, las altas... Si mueres, desapareces en combate o eres capturado, se acaba sabiendo porque faltas a la revista. Se te da por muerto de manera inmediata si alguno de tus camaradas te ha visto caer o gravemente herido en una posición donde no podías ser evacuado. Si nadie te ha visto, se te da por muerto o desaparecido en combate en un plazo máximo de seis meses. Es simplemente imposible perder a una persona”, afirma Álvarez.
En definitiva, todos los voluntarios pasan por una investigación previa más o menos laxa; un periodo de adiestramiento más o menos consistente y, por supuesto, toma tiempo llegar hasta el frente y ocupar una posición comprometida en las trincheras o en los grupos de asalto. La idea de que cayera combatiendo poco después de dejar atrás Polonia no se sostiene.
“Cuando empezó la guerra había un caos total y era más difícil controlar quién entraba en cada batallón”, nos explica Víctor Álvarez. “Ahora hay que pasar por un proceso que toma hasta dos meses. Tienes que presentar un pasaporte original traducido al ucraniano y demostrar tu experiencia y tu capacidad. Solo al final del recorrido burocrático se te asigna un destino dependiendo de tus cualidades y, por supuesto, hay una investigación previa para saber si tienes antecedentes de algún tipo”. Si se alistó con los ucranianos utilizando su verdadero nombre es imposible que desapareciera sin dejar algún rastro.
Gracias a la madre de Antolín hemos averiguado que el desertor tiene también un tatuaje en su mano izquierda que mostramos en otra de las fotos que ilustran este reportaje. ¿Es que cambió de apellidos? En Ucrania es posible incluso comprar un certificado de defunción para resucitar con un nombre diferente. Ese sí es un escenario que debería considerarse.
“Que cerrase sus perfiles en las redes sociales no significa nada porque eso es lo que le aconsejamos a todos los soldados para que el enemigo no rastree su información personal y la divulgue”, sostiene Víctor Álvarez. “Tampoco debería descartarse que viajara desde Ucrania al lado ruso. Los vuelos comerciales desde países vecinos no han sido cerrados así que uno puede viajar a Moscú y pedir asilo", señala.
"Si eso ha ocurrido de ese modo, le habrán interrogado hasta exprimirle sobre su pasado militar en España para hacerlo desaparecer después o mandarle al frente como carne de cañón. Todo aquí es viable, incluso que se haya fabricado una nueva identidad para desaparecer sin dejar rastro. Obviamente, uno tiene el problema en ese caso de que ya no puede circular por los lugares donde hay gente que pudiera reconocerle”, apunta.
Finalmente, hay una pregunta que ayudaría a entender qué ha sucedido realmente y que permanece intacta. ¿Viajó a Ucrania para borrar sus huellas tras tomar la decisión de desertar o desertó de la Armada para viajar a Ucrania y hacer realidad el sueño de combatir? Nadie ha logrado responder a ella, aunque no parece que Sergio estuviera deprimido o tuviera algún problema con sus compañeros de infantería de marina que hiciera presentir alguna decisión drástica e irracional.
Si alguien desea ayudar a la madre del soldado a encontrar a su hijo, puede proporcionar alguna pista a través del correo electrónico ferranbarber@yahoo.com.