El 10 de marzo de 1952 un golpe de Estado dirigido por Fulgencio Batista derrocó al presidente legítimo de Cuba, Carlos Prío Socarrás. Inmediatamente se suspendieron las garantías constitucionales, se instauró una dictadura militar y dos años después se celebraron unas elecciones para la presidencia cuyos resultados se sabían de antemano.
El nivel de corrupción, el enriquecimiento de unos pocos y los problemas económicos que comenzaron a afectar a una clase media cubana cada vez más empobrecida llevaron a la creación de una oposición partidaria de la insurrección para desalojar del poder a Batista.
La revolución comenzó el 26 de julio de 1953 y continuó esporádicamente hasta que los rebeldes finalmente derrocaron al dictador el 1 de enero de 1959, cuando Fidel Castro entró en Santiago de Cuba declarándola capital provisional y proclamando a Manuel Urrutia Lleó como presidente de la nación.
Pero las fuerzas revolucionarias jamás lo habrían logrado sin la ayuda de un español que instruyó y entrenó a aquella guerrilla. Un legionario y republicano exiliado a quien Fidel Castro llamaba “el Maestro” y que admiraba el Che Guevara: Alberto Bayo Giroud.
Un español de Cuba
Alberto de Jesús Ruperto Bayo Giroud nacía en Camagüey, en la Cuba española de finales del siglo XIX, en 1892. Su padre era Pedro Bayo Guía, un comandante de Artillería español destinado en la Capitanía General de Cuba, y su madre era la cubana Concepción Giroud Varona. Tras la pérdida de la isla al finalizar la guerra hispano-estadounidense, en 1899, la familia regresó a España, a Barcelona. Posteriormente Alberto viajó a Estados Unidos, donde completó sus estudios en el Chenet Institute de Nueva Orleans.
Volvió a España en 1912 para ingresar en la Academia Militar de Toledo alcanzando el grado de segundo teniente en 1915 y se le destinó al Regimiento de Infantería número 55, en Gerona. Un año después, siguiendo el ejemplo de un hermano aviador fallecido, se incorporó a la Escuela de Aviación Militar de Madrid, en el aeródromo de Cuatro Vientos, donde obtuvo el título de piloto de primera categoría en marzo de 1917.
Ese mismo año fue ascendido a primer teniente e intervino en la guerra del Rif, un enfrentamiento originado por la sublevación de las tribus de una región montañosa al norte de Marruecos contra las autoridades coloniales españolas y el Imperio colonial francés, desempeñando también labores de piloto en el aeródromo de Tetuán efectuando vuelos de reconocimiento.
En 1921 se convirtió en director de una Escuela de Aviación Civil creada en Madrid, donde llegó a tener un aeródromo con su propio nombre, aunque en poco tiempo regresó de nuevo a África.
El último duelo de España
Desencantado por la decadencia de la monarquía, Alberto se descubrió como firme republicano escribiendo las primeras páginas de una prolífica y extraordinaria obra literaria abordada siempre desde el punto de vista de un militar de izquierdas.
Estas ideas acabaron granjeándole enemistades que desencadenaron en una disputa con un capitán instructor de vuelo del aeródromo de Cuatro Vientos que fue subiendo de tono y que fue resuelta de la peor manera posible, con un duelo, en junio de 1923, considerado el último duelo de la historia de España.
Con sables y desnudos de cintura para arriba, la disputa se saldó con el capitán con heridas muy graves y con Alberto degradado e integrado a la fuerza como carne de cañón en la Legión Española para seguir luchando en Marruecos hasta 1925, cuando fue herido de gravedad y se vio obligado a guardar cama durante un año.
La guerrilla invencible
A pesar de los desgraciados motivos de su vuelta a África fue condecorado con la Cruz al Mérito Militar y con la Cruz de María Cristina pero, sobre todo, se empapó de las técnicas de guerrilla de los rifeños, regresando a España convencido de que, con apoyo social, la guerrilla era invencible.
Cuando se produjo el golpe de Estado que dio inicio a la Guerra Civil, permaneció leal al gobierno legítimo republicano, fue el encargado de dirigir la liberación de Ibiza y Formentera y se le ordenó desembarcar en Mallorca para recupera la isla de manos de los franquistas en una operación con 6.000 hombres y el apoyo de la armada republicana, pero fue un fracaso.
Continuó ascendiendo hasta llegar al rango de teniente coronel y, ferviente seguidor de las tácticas de la guerrilla que había aprendido en África, escribió el libro 150 preguntas a un guerrillero que usó para profesionalizar a estos combatientes en escuelas por toda España mediante formación en orientación, explosivos, medicina…
Debido a la derrota republicana durante Guerra Civil huyó a Francia, donde perdió el ojo derecho y participó como piloto en la Segunda Guerra Mundial bajo la bandera francesa, lo que le valió para ser condecorado con la Legión de Honor.
Emigró a México, donde trabajó como vendedor ambulante, profesor de Matemáticas e instructor de vuelo, pero debido a sus conocimientos sobre táctica guerrillera colaboró entrenando a jóvenes de la Legión del Caribe, cuyo objetivo era derrocar los regímenes dictatoriales de Trujillo en República Dominicana y de Somoza en Nicaragua.
Entrenando a la revolución
Con 60 años, Alberto ya había escrito varios libros sobre la guerrilla y su fama llamó la atención de un joven revolucionario cubano, Fidel Castro, quien le propuso entrenar a sus inexpertos hombres y convertirlos en una fuerza capaz de luchar cara a cara contra el ejército profesional de Cuba.
Alberto entrenó a los guerrilleros de Castro, entre ellos, el Che Guevara, quien contaba que comenzó a creer en un triunfo cuando vio lo que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba podían hacer gracias a las enseñanzas de Bayo. El español los sometía a marchas de 12 horas en un rancho en Chalco, cerca de Ciudad de México, mientras les instruía en el arte de la guerra de guerrillas.
Tras la victoria de la revolución fue nombrado general del Ejército Revolucionario cubano y Castro, que siempre le llamaba “el Maestro”, le dio varios puestos en la administración. El Che Guevara también escribiría sobre él: “Para mí constituye un honor el poner estas líneas a los recuerdos de un gladiador que no se resigna a ser viejo. Del general Bayo, Quijote moderno, que solo teme de la muerte el que no le deje ver su patria liberada, puedo decir que es mi maestro”.
Alberto falleció el 4 de agosto de 1967, en La Habana, con el grado de general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba. Fue enterrado vistiendo su viejo uniforme con las insignias de la Segunda República Española. Había ganado la guerra que no pudo ganar en España.
Durante la Segunda Guerra Mundial, sus libros e ideas sobre las tácticas de las guerrillas sirvieron a Gran Bretaña y a Estados Unidos de inspiración para crear sus cuerpos especiales de combate: los comandos. Cuando volvieron a casa tras el fin de la guerra, aquellas fuerzas especiales estadounidenses se convirtieron en el origen de agencia de espionaje más poderosa del mundo: la CIA.