Cuarenta años de militancia musical llevan los Celtas Cortos. Cuatro décadas de carretera, concibiendo la música siempre del mismo modo, como “ese altavoz desde el que expresar el sentir y el padecimiento popular”, que nos dirá Jesús Cifuentes durante esta charla. Hoy padece especialmente, acusando el rejonazo de la noticia bomba de Errejón: “Yo soy más bien anarquista, pero políticamente una persona de izquierdas, y esto me parece un golpe… Porque no es algo que te puedas imaginar de un personaje como este, y emocionalmente también porque dices ‘joder, otra vez’”.
A la furgoneta se suben en esta gira los de siempre, pero en el escenario se acompañarán de la Orquesta Virtuos Mediterrani, con la que han desvestido “veintitantas canciones para arroparlas con trajes nuevos”. Tocarán en auditorios sus temas de siempre y también de su último trabajo, El mundo del revés, y eso les echa a volar mariposas en el estómago, todavía. Aunque a veces llega un momento en que se hacen viejos de repente, se sienten jóvenes afrontando retos así. Y al dolor que imponen los años lo combate Jesús con terapia, con amigos, meditando: “Y físicamente el poner una sonrisa, aunque la tengas que empujar, te la traslada al cuerpo y a la mente”.
Siguen bien avenidos los tres integrantes de la banda, y disfrutan el presente desde la pausa. El negro de la noche quedó aparcado hace tiempo para estudiar otros colores: “Nosotros hemos juntado la noche con el día muchísimos años, pero también te digo que a día de hoy no lo echo nada de menos. Los cierrabares al final nos convertimos en vigoréxicos”. Por lo pronto hoy hablamos con él tempranito, después de que haya desayunado un bizcocho de chocolate, y justo antes de que se reúnan a preparar las canciones que cantarán este fin de semana en euskera en el festival Ura Bere Burean de Barakaldo.
P.– Empiezan ahora la gira ahora, Solos ante el peligro. Será la primera gira sinfónica de Celtas Cortos y estarán acompañados de la Orquesta Virtuos Mediterrani. ¡Vaya forma de celebrar los 40 años del grupo!
R.– Efectivamente, yo creo que es una vuelta de tuerca más. Es una orquesta de cámara, sobre el escenario seremos más de 20 músicos. En nuestro último disco, El mundo del revés, hay cinco canciones en las que ya participaron, y ese fue el germen del proyecto. Vamos a desvestir una lista de veintitantas canciones para arroparlas con trajes nuevos, porque todos los arreglos musicales son de riguroso estreno, hechos por el director de la orquesta.
P.– 40 años llevan como formación. Es tremendo tanto tiempo en la carretera.
R.– ¡Cuando me lo dicen…! Yo no llevo los 40, porque yo estoy desde el año 86, pero digamos que el 84 es el germen del grupo cuando algunos de mis compañeros estaban en el instituto y empezó todo. En cualquier caso, muchísimo tiempo que parece que ha sido ayer. Y te diré que yo no siento eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor ni nada de eso, estamos engrasados y en camino. Me gusta decir que somos corredores de fondo, y aquí lo importante es disfrutar del día a día.
P.– Ayuda enfrentar siempre retos nuevos, ¿no?
R.– Sí, también te digo que las mariposas en el estómago, cada vez que afrontas algún reto nuevo, se tienen. Va a ser un momento muy especial porque la gente está acostumbrada a vernos dando brincos y en un formato eléctrico, de rock and roll, haciendo el cabra. Pero esto es otra cosa: en un auditorio el corazón palpita a la vez, se escuchan las respiraciones, se acoge la música con otra predisposición. Y arropados por la orquesta se redimensiona la música, creo que puede llevar a paisajes distintos.
P.– Es un registro distinto de escena, pero en las letras siguen con el mismo filo de siempre. Canta en El mundo del revés, el último trabajo, cosas como “Políticos corruptos con jueces a su lado, el Ibex 35 con banqueros asociados, fascistas con banderas de un país que han robado, todos en Borjamar, también de Cayetanos”. Son de los pocos grupos que siguen en la militancia en este sentido. Aún tiene sentido hacerlo para ustedes, ¿no?
R.– Radicalmente sí. Somos hijos también de nuestra generación, y para mí al menos la música siempre ha sido un altavoz desde el que expresar el sentir y el padecimiento popular, que tenemos los pies en la tierra. Y, por desgracia, lo hemos ejercitado desde los inicios de nuestra carrera y muchas cosas de antes tienen una vigencia absoluta y parece que estemos haciendo la misma canción. Estamos viviendo unos momentos de una convulsividad y agresividad… Es bastante deprimente.
P.– Ayer mismo tuvimos un bombazo con lo de Errejón.
R.– Sí, nos hemos asustado todos.
P.– ¿Duele más una noticia así cuando viene de un partido como Sumar?
R.– Sí, vamos, a mí como… Qué podría decir: yo soy más bien anarquista, pero políticamente una persona de izquierdas, y esto me parece un golpe… Primero por lo imprevisto, porque no es algo que te puedas imaginar de un personaje como este, o al menos yo. Para la gente que luchamos por la utopía este golpe, por lo menos a nivel de imagen, es un mazazo muy gordo, y emocionalmente también porque dices ‘joder, otra vez’. También me alegro de que en estos tiempos se destapen las cosas y tengan sus consecuencias. Hay que seguir avanzando, pasar el colador y, quien no lo merezca, fuera. Llega tarde, pero más vale tarde que nunca.
P.– En Castilla y León, donde viven, ya no está VOX en el gobierno, ¿han notado algún cambio en las políticas públicas desde que está en la oposición?
R.– Desde luego la retirada del personaje infausto ya es de agradecer. En las políticas al final está la derecha, que desde luego el mundo de la cultura no está en sus… En fin, no voy a entrar en debate, pero sí que un respiro da no tener ahí un personaje tan incendiario como era el señor Gallardo, que es como darle a un tonto un lapicero.
P.– La misma letra de la que hablábamos también tiene tintes sociales, y sigue diciendo “los chicos tan contentos, hay wifi en todos lados”. ¿Los móviles son el pan y toros del franquismo?
R.– Bueno, no sé si pan y toros, pero desde luego estamos en un aletargamiento total. Tengo hijos y para todos esto es un padecimiento, también para muchos adultos enganchados. Es ver cómo te pierdes el mundo real por una pantalla. Es increíble la desconexión y la incomunicación que genera algo que presuntamente está diseñado para lo contrario. Bienvenida la tecnología en nuestro crecimiento personal, pero esto tendrá sus consecuencias en el futuro sin duda.
P.– Hoy mismo leía sobre cómo nos cuesta obtener recompensas más a medio y largo plazo, como la lectura, porque es difícil competir contra la recompensa rápida que nos da el teléfono. No sé si le pasa con sus hijos.
R.– Sí, sí, es el enemigo de la literatura. La gente joven no toca un libro ni con un palo, la tolerancia a la frustración se está perdiendo, ese esfuerzo por desarrollar una actividad y obtener un aprendizaje poco a poco. Esto está destrozando a nivel de lectoescritura. Cuando mis hijos eran más pequeños el momento de cuento estaba ahí, pero en el momento de hacerse adolescentes -y más mayores, que también los tengo- pues van todos por ese embudo.
P.– Luego en el mismo trabajo tienen temas más introspectivos. Es muy bonito Este dolor que llevo aquí, especialmente cuando los versos dicen "Me caí por las nostalgias y las manos me rompí y Y ya no puedo parar de las ganas de escupir, de echarle más gasolina al dolor que llevo aquí". El dolor como peaje de los años, ¿no?
R.– Sí, antes te decía que llevamos mucho tiempo trabajando y nos sentimos jóvenes por estar en esto, pero desde luego la madurez te da otra perspectiva del tiempo. Dejas de quitar pañales a los críos y empiezas a cuidar de tus padres, vas tomando conciencia de muchos sabores, a veces amargos, que da la vida. Pero está para disfrutarla, no quiero darle tintes pesimistas a la mañana.
P.– “Con esta sonrisa disimulando una depresión”, decía en una entrevista en 2021 en Castilla y León TV. No sé si ha estado de ese lado, y cómo lo ha superado.
R.– Ejercitar, terapia, amigos, hacer yoga, meditar… Y físicamente el poner una sonrisa, aunque la tengas que empujar, te la traslada al cuerpo y a la mente. Es algo que también se puede entrenar desde la conciencia.
P.– Lo de la meditación lo he intentado y me parece dificilísimo.
R.– Es un trabajo y no es fácil, no te pones y ya está. Es como todo: ser perseverante y empujar.
P.– Oye, algo que me ha dejado loca. ¡Que hay gente que le llama Jesulín! Pero los toros nada, ¿no?
R.– No, no… (Risas). No sé, no me digas, supongo que en algún momento por este paisano, pero bueno, son pocos los que me llaman así…
P.– Tiene cuatro hijos, desde la adolescencia a otros que están titulados. ¿Cómo concilia la vida familiar y el trabajo el rockero del siglo XXI?
R.– Qué te puedo decir, tiene su complicación. Pero los míos ya se van haciendo mayores, y eso facilita un poco porque ya no es este rollo de estar pendiente de bebés. Algunos ya están fuera. En cualquier caso, aunque sean mayores, estén trabajando y vivan fuera, están siempre ahí. Cuando eres padre o madre esto es un compromiso vital para siempre.
P.– ¿Y cómo se ha podido apañar? Porque están mucho tiempo en carretera…
R.– Pues haciendo malabarismos, como todos los padres y madres que en el mundo han sido. Te toca hacer malabares y pedir ayuda, y hacer compongos para estirar el tiempo.
P.– Me decía Tarque que eso de la noche ya ha perdido lustre cuando llevas décadas en ella. ¿Cuándo llega el temple, con los años o con los hijos?
R.– Uf, con los hijos, sin duda. Nosotros hemos juntado la noche con el día muchísimos años, pero también te digo que a día de hoy no lo echo nada de menos. Prefiero la pausa. La fiesta como a todo el mundo me gusta, pero de otras maneras.
P.– ¿De día quizá? Que es más compatible con el día siguiente…
R.– Sí, y desde luego menos tóxica. Eso sin duda. Estamos en otro proceso. Y el deporte… Los cierrabares al final nos convertimos en vigoréxicos, no sé qué extraño salto mortal hay ahí, pero sucede. Conozco a muchos.
P.– Hay mucha gente que se ha metido de todo y termina en la montaña. Y ese es su vicio ahora.
R.– Exacto, sí. Ahí es.
P.– ¿Pero se considera vigoréxico?
R.– No, no, no… Pero el deporte tiene su enganche porque te sientes mejor, libera endorfinas y te pone como una moto. Y bienvenido, porque estar parado oxida. Conviene estar entrenado para disfrutar.
P.– ¡Y para estar en el escenario! Los Arde Bogotá se ponen a hacer plancha antes de salir a cantar. ¿Celtas a tanto no llega, no?
R.– No, no, no, sin duda. (Risas).
P.– Le cuento algo. Yo estuve enamorada de un chico que nació el 20 de abril…
R.– ¡Joder!
P.– Cuando acabó, imagínese cada vez que sonaba la canción... ¿Aún recuerda Jesús Cifuentes cómo sabía el desamor?
R.– Sí, porque de eso no te olvidas… Pero vamos, compadezco a la gente de esa fecha porque siempre llega el tsunami, puntualmente cada año.
P.– Jesús, en homenaje a Antonio Vega, ¿cuál es el sitio de su recreo, su felicidad?
R.– Ufff. Qué te puedo decir. No me voy muy lejos. En casa haciendo el chorra con mis criaturas, jugando con ellos. Diciendo tonterías durante cualquier conversación en la que te cuentan sus cosas. Lo que viene a ser estar en el nido refrotándose, como una manada de gatitos.