Canta en tonalidades altas, bordea cumbres con la voz, y en cambio habla muy bajito la Niña Pastori, paladeando las palabras. Despegó como artista ganando un concurso de villancicos a los ocho años, y ahora cierra el círculo sacando Feliz Navidad, un disco también de estos cánticos. Ella es equipo Navidad porque es una época para entregarse a su gente. También porque es creyente "a su modo y manera".
Cuando se baja del escenario no hace otra cosa más que estar con sus niñas, disfrutar de su camada femenina, ella que se crió junto a cuatro varones. La mayor verdad de su vida es su carrera, que no pone en venta: "Me han ofrecido hacer algunas cosas, o compartir con gente que no me ha gustado, y no lo he hecho".
No quiere prisas para salir al escenario porque sabe que supone un momento sagrado que requiere toda la pausa y concentración posibles. También entorna un poquito los ojos antes de responder a cada una de estas preguntas, como decantando las respuestas entre su torrente de pensamientos.
PREGUNTA.– Está cumpliendo una de sus grandes ilusiones, sacar un disco de villancicos. ¿Es equipo Navidad entonces?
RESPUESTA.– Sí, totalmente. La Navidad para mí es una fiesta súper bonita, de celebrar con amigos, con familia, con mis seres queridos.
P.– ¿Y por sentimiento religioso también?
R.– Bueno, también, porque somos una familia de creyentes a nuestro modo y manera. En Andalucía por lo general nos gusta celebrar la Navidad cantando, comiendo y bebiendo.
P.– Ha incluido una canción hebrea titulada Dodi Li, ¿de dónde parte esa decisión?
R.– Es un disco súper colorido y distinto, tiene muchas formas distintas de interpretar la música. Y Dodi Li era un villancico que cantaban mis niñas en su cole. Primero lo cantó Pastora en quinto, y su padre y yo cada vez que íbamos a verla nos enamorábamos de ese villancico y ese coro tan bonitos.
P.– Duras navidades van a tener en Israel y en Palestina… ¿Cómo vive una persona creyente este horror?
R.– Totalmente, es durísimo y es la impotencia que sentimos todos. Es surrealista verlo en las noticias, estando aquí tan bien y tan confortables en casa, ¿cómo puede estar otra gente viviendo esta locura? Todos tomamos un rumbo a lo nuestro mientras pasan estas cosas tan fuertes. Y ahora lo que ha pasado en Valencia, en Albacete… Es terrible, te parte el corazón. Toda España se ha volcado porque la gente es buena. Lo que pasa es que en las noticias siempre salen los cuatro que hacen mamarrachadas, y eso es lo que resalta y lo que la gente ve.
P.–¿Cree en que el pueblo salva al pueblo, o tienen que ser las instituciones las que lo salven?
R.– Desde luego que los primeros que tienen que estar son las instituciones. Y al final da igual del partido político que uno sea, la gente es buena y sabe lo que hay que hacer y lo que no. Es el pueblo el que salva al pueblo, lo creo al mil por mil.
P.– El disco lo ha producido Chaboli, su marido. ¿Cómo se llevan trabajando?
R.– Yo creo que es de las mejores formas en que nos entendemos. Chaboli y yo llevamos mucho tiempo trabajando juntos, y también ha estado arreglando algunas cosas Luis Guerra, el pianista que trabaja con nosotros en directo habitualmente. Y trabajar con Chaboli es bonito porque es un artista muy especial para la música, es muy entregado, cuida cada mínimo detalle.
P.– Llevan juntos desde que tenía 20 años, y él 22. También se entenderán fuera del trabajo, ¿no? ¿Cómo se hace para llevar desde los 20 años al ladito de alguien, María?
R.– También, claro que sí. Pero quiero decir que a nivel artístico y profesional es donde menos discusiones tenemos porque tenemos muchas cosas que nos unen, el amor por el flamenco y por otras culturas y otras músicas. Y sí, sí, llevamos mucho tiempo juntos, desde que éramos dos niños… ¡Esto ya es una especie a extinguir!
P.– Desde luego, a mí me parece un milagro. ¿Discuten más quizá por las niñas?
R.– Bueno, a lo mejor, pero tampoco mucho. Tenemos unas niñas buenas de momento y no nos dan mucha guerra.
P.– Son los dos de etnia gitana. Me contaba Antonio Carmona que Mariola y él tuvieron que bregar mucho para que las familias entendieran que ella fuera paya. ¿En su caso también le habría tocado pelear si Chaboli hubiera sido payo?
R.– No creo, no creo. En Andalucía no es tan drástico, estamos mucho más acostumbrados a convivir, los gitanos y los payos no tienen diferencia. Creo que de Sevilla para abajo incluso más, la gente es mucho más abierta y estamos acostumbrados a convivir con todo tipo de culturas. No hay ese problema.
P.– Claro, que su padre era payo, además. Y su madre gitana. ¿Era muy estricto, siendo militar?
R.– Bueno, mi padre tiene sus cosas. Estricto con los horarios, tiene ese puntito, pero de personalidad no lo veo muy militar porque no es nada autoritario. Es un hombre muy bueno, muy libre y de que cada uno elija lo que quiere. Nos ha dejado libertad absoluta a mis hermanos y a mí para hacer lo que queramos y como queramos. Y mi madre igual.
P.–¿Y lo de tener cuatro hermanos, todos varones, cómo se lleva? ¿Había machismo en casa?
R.– Bueno, yo creo que la época era diferente, pero mi madre es la que siempre ha mandado en casa. Ella hacía de padre y de madre, era la directora del colegio. Y mis hermanos han sido buenos también. Siempre he tenido su apoyo desde que empecé a cantar, a ellos les encanta.
P.– La primera vez que canta en público tiene ocho añitos. Gana un concurso y con el premio le compran una bicicleta. El flamenco le estaba acercando a sus sueños ya en ese momento…
R.– Totalmente. Y además que yo empecé a cantar en Navidad, me presenté a un concurso de villancicos, así que fíjate si la Navidad es importante para mí. Gané el primer premio y, a partir de ahí, ya empecé.
P.– Luego Camarón se le quedó prendado. ¿Cómo era ese hombre? ¿Qué transmitía teniéndolo al lado?
R.– Yo creo que Camarón era un ser inexplicable en todos los sentidos. Un cantaor que no tiene definición de tan bueno: el cante flamenco es Camarón, como la guitarra flamenca es Paco de Lucía. Son los dos pilares más fuertes que tenemos, y difícilmente se podrá repetir. Él era muy tranquilo, muy cariñoso… Es verdad que era tímido ante las cámaras y en las entrevistas se le ve de pocas palabras, pero luego cuando estaba relajado era una persona extraordinaria. Para cantar así tenía que ser una bella persona.
P.– Su madre también cantaba, ¿no? Ha contado en alguna ocasión que ella tenía pánico escénico. ¿Lo ha heredado?
R.– Siempre se tiene algo. Cuando se sale al escenario pueden pasar muchas cosas, hay veces que no está solo en ti. El clima, el público, las luces, el sonido… cualquier cosa puede fallar y al final la responsable eres tú porque eres quien está dando la cara, y eso es motivo para sentir miedo o respeto.
P.– ¿Tiene alguna estrategia para combatirlo?
R.– Intento siempre cuidarme, dentro de que llevo una vida normal, no tan estricta. Me gusta estar tranquila antes de salir, me agobia mucho eso de que me metan prisa con el vestido o lo que sea. A mí me gusta estar concentrada y pensando en lo que me espera, porque mi espectáculo requiere mucha concentración y estar muy bien de voz, porque son tonalidades altas, y hay que dar el callo.
P.– Canta como cantaba su madre, ¿sus hijas siguen con la tradición?
R.– Ellas están más fuera del flamenco, escuchan otras cosas, están en otra onda. Pero sí que cantan bien las dos, afinan perfecto.
P.– Están en plenita adolescencia, ¿no? ¿Cómo las acompaña?
R.– Estoy en lo que puedo, y me gustaría estar mucho más, porque creo que es lo más importante. Viajo mucho pero cuando estoy, estoy para ellas, no hago otra cosa que estar con mis niñas. Ahora me divierto mucho porque están en una edad muy simpáticas, de presumir, con la ropa… Como son niñas comparto muchas cosas con ellas, yo que me crié sólo con hermanos. Comparten trucos de labios, de cuidados de la piel… Ahora empiezan a una edad muy temprana, mientras que nosotras empezábamos a partir de los 30… ¡O más! Me río con ellas, es una bendición lo que me ha tocado.
P.–¿Están muy enganchadas a las redes?
R.– No mucho. Están con el teléfono como la mayoría de los jóvenes, con sus fotos y sus cosas, pero no como otros casos que veo. Llegan a casa a las seis de la tarde y están en una edad de estudiar mucho… Luego intentamos cenar siempre los cuatro juntos, y charlar y estar en otra.
P.– También incluye en este disco una canción que se titula Humilde oración, que dice "yo sigo creyendo que existe la verdad". ¿Cuál es la mayor verdad de Niña Pastori en este momento vital?
R.– ¿La verdad verdadera, no? Qué difícil eso. Yo creo que en mi profesión siempre he sido verdad. En mi vida quizá utilizo más la lógica e intento ser más fría, quizá. Busco lo que es más correcto y mejor para todos. Pero en mi carrera no, me importa un pimiento lo correcto, soy espontánea cien por cien, y creo en mi cante y en la verdad de mi música, y no me vendo por cualquier cosa. Lo que no veo claro, no lo hago. Me han ofrecido hacer algunas cosas, o compartir con gente que no me ha gustado, y no lo he hecho.
P.–¿Colaboraciones con artistas que no le gustaban?
R.– Sí, porque no con todos los artistas te llevas musicalmente. O a alguien que le va fenomenal, y yo me alegro, pero si no me gusta su música no voy a compartir. Siempre me he dejado llevar por lo que he sentido.
P.– Tuvo una pérdida hace no mucho, la de su prima, que era muy jovencita… ¿Eso ha reforzado sus ganas de vivir?
R.– Sí. Lo de mi prima fue un palo tremendo en mi casa entera. No tenía nada, estaba sana, con una energía… Pasa el tiempo y te acostumbras a no verla, porque no queda otra, pero no te recuperas. Nos llamábamos igual las dos, María Rosa García, como mi abuela, y nos llevábamos un año y un día justo. Hemos estado siempre las dos muy unidas y era como la hermana que no tuve… En mi casa está muy presente. Y además es que era igual que mi madre, físicamente y como persona. A mi madre la ha destrozado, le ha quitado muchos años de vida.
P.– Sus mesillas de noche cambian porque viaja mucho, pero ¿qué hay en la de su casa?
R.– Pues ahí tengo las pastillas de la alergia que no me faltan (en cualquier mesita de noche las tengo), porque en los hoteles si hay moqueta o lo que sea me da alergia por la noche; siempre tengo algún librito; el cargador y el teléfono, porque cuando estoy fuera hago videollamada con las niñas por la noche, y con mi madre y mi padre.
P.– ¿Se despierta con el móvil?
R.– Sí, sí, lo tengo en el teléfono. Me suelo levantar la primera y les preparo el desayuno a las niñas, aunque ahora toman poca cosa. Preparo sus vitaminas, las mías también, y los fines de semana es más bonito porque se levantan con más tranquilidad y ya desayunamos juntas. Chaboli es el que no desayuna, se levanta tarde porque se acuesta muy tarde todos los días.