Los malagueños desalojados por la DANA y su miedo a perderlo todo: "Hemos estado toda la noche en vela"
- "Las cosas se arreglan, la vida no": El mensaje que ha calado entre las personas desalojadas de sus casas tras la tragedia de Valencia.
- Más información: DANA en Málaga en directo
Con el miedo aún en el cuerpo, pero con la tranquilidad de que están todos bien y que las cosas materiales se arreglan. Esta era la sensación que tenían las personas desalojadas por la DANA en Málaga y que han sido trasladadas temporalmente al pabellón deportivo de Tiro Pichón en la capital malagueña.
Se han desalojado más de 4.000 personas en la provincia de Málaga, aunque la inmensa mayoría pudieron quedarse en segundas residencias o casas de familiares y amigos. El Ayuntamiento de Málaga ha habilitado 75 plazas en este pabellón y sobra espacio.
Al entrar se aprecia rápidamente la situación de provisionalidad. Camas elásticas para dormir de diversos colores, bolsas de comida y muchas personas con mantas rojas. "Aquí tiene pinta de que va a hacer frío por la noche", cuenta una de ellas.
Es un pabellón deportivo y el suelo es una pista de parqué. Varios padres juegan con sus hijos al baloncesto para hacer más amena la estancia. "Estoy aquí con mi padre y mis dos hijos de 10 y 8 años. Los niños están jugando al baloncesto, están encantados y quieren quedarse aquí a dormir. Dentro de lo malo están entretenidos", explica a EL ESPAÑOL Mavi Pérez.
Vive en La Fresneda, una barriada de Campanillas. Su casa no se ha inundado, pero para acceder a ella hay que pasar por un arroyo que estaba completamente anegado. A las 12:00 de la mañana de ayer fue la policía nacional y les evacuó.
"No sé cuánto tiempo vamos a estar aquí en el pabellón ni si tendremos que pasar la noche. Yo trabajo en Lidl y se supone que este jueves entro a las 6:00 a trabajar pero no creo que pueda, tendré que avisar", decía Pérez con cierto agobio.
A pocos metros hay una familia completa sentada en las camillas. Abuelos, padres, hijos pequeños y hasta el perro. Los abuelos se llaman Antonio y Estefanía, los hijos Iván y Lorena. Una de las nietas está jugando con una pelota, la otra es un bebé sobre el regazo de Lorena.
Tienen el cansancio reflejado en el rostro después de una madrugada sin dormir y todo el trajín de este pasado miércoles. "Hemos estado toda la noche en vela". No era para menos. Había alerta naranja y tienen una casa mata situada junto al margen del río.
Hace cuatro años, en una DANA anterior, el río se desbordó y fue con tal violencia que les tiró la fachada. "Se nos inundó el sótano, perdimos el coche... No sabemos cómo estará ahora todo", dice resignada Estefanía Pareja.
A las 13:00 de este pasado miércoles estaba diluviando en la zona. Casi 80 litros por metro cuadrado. La policía nacional fue a evacuarles para evitar males mayores. "Nos pensamos si quedarnos o no, pero después de ver lo que ha pasado en Valencia preferimos irnos de casa. Las cosas se arreglan, pero perder la vida no", comenta Iván.
En el pabellón se sienten bien atendidos. Hay mucho personal de Cruz Roja y Protección Civil y no les falta de nada. La bebé está bien asistida. Les han dicho, como al resto de las personas allí alojadas, que les van a buscar una habitación de hotel hasta que puedan regresar a sus hogares.
En la parte superior de la grada del pabellón hay una mujer sentada en el suelo envuelta en la manta roja que les ha proporcionado Cruz Roja. Está cargando el teléfono móvil y tiene la mirada perdida. Es italiana, vive también en Campanillas y su casa sí se ha inundado. No tiene ánimo para hablar.
A unos metros hay otra señora sola, también liada en la manta. Una voluntaria de Cruz Roja le está explicando que en unos minutos llegarán psicólogos por si precisa de ese tipo de servicio. Se llama Ana Subires y tiene 58 años.
Vive también en Campanillas y su casa está junto al río, pero su historia es distinta. No ha sido evacuada sino que ha llegado por su propio pie al pabellón porque estaba sola. "He ido al Hospital Clínico a una cita médica, cogí el autobús de vuelta y se cancelaron los autobuses. Tampoco había taxis, por lo que he venido hasta aquí. No creo que mi casa esté inundada porque tiene un escalón alto, pero pensé que iba a estar más segura aquí en el pabellón", relata.
El ejemplo de Valencia ha servido para concienciar a las Administraciones y a la población de que con las DANAS es mejor no jugar. A diferencia de la ocurrida hace apenas dos semanas en Málaga, en la que sí hubo que rescatar a personas en sus casas con el agua hasta la cintura, en esta ocasión los desalojos han sido preventivos.
No ha habido, por ahora, víctimas mortales. Eso sí, estas personas que viven junto a los cauces de los ríos saben que no será ni la primera vez ni la última. Siempre al filo de la navaja.