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A finales del siglo XIX, el doctor John Harvey Kellogg trabajaba como director de un sanatorio en Battle Creek, Michigan. En esta institución comenzó a buscar un alimento que redujese el deseo sexual, ya que creía que el sexo podía causar hasta 39 enfermedades. Además, estaba convencido de que gran parte de las dolencias que sufrían las personas tenían su origen en la comida.

Así que, junto a su hermano William, buscó una fórmula para producir unos cereales sabrosos y fácilmente digeribles para poder probarlos con los enfermos de la institución. Durante sus experimentos descubrieron casualmente unos copos de maíz ligeros, crujientes y muy sabrosos y comenzaron a servirlos a sus pacientes.

A los enfermos no se les quitaron las "ganas", pero poco a poco, el alimento ideado por los hermanos Kellogg se fue convirtiendo en el desayuno favorito de millones de estadounidenses y, décadas más tarde, en el de medio mundo: los Corn Flakes de Kellogg’s.

Corn Flakes y otras marcas de cereales pertenecen a Kellogg´s

Corn Flakes y otras marcas de cereales pertenecen a Kellogg´s

El éxito de Corn Flakes dio origen a toda una industria del desayuno y hoy en día hay cientos de marcas de cereales, cada uno con algo que lo hace especial: con más fibra, con mejor sabor, con más cacao… Pero hace más de 70 años, unos cereales tuvieron un ingrediente especial que los convirtió en únicos en su género, porque eran radiactivos. Eso sí, jamás lo anunciaron en su publicidad.

Conejillos de indias

Durante la década de 1940, la experimentación con humanos sin su consentimiento suele atribuirse siempre a los japoneses y los nazis y se suele excluir a los Estados Unidos y a sus aliados, cuando realmente algunas de sus experiencias podrían rivalizar con los que se hacían en los campos de concentración del Eje.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los militares estadounidenses comenzaron a probar todo tipo de sustancias y agentes químicos en sus propios soldados y ciudadanos, llegando a pulverizar bacterias en ciudades costeras como San Francisco para estudiar el comportamiento y la expansión de epidemias causadas por ataques biológicos enemigos.

Tras el fin de la guerra, el gobierno de Estados Unidos se embarcó en una serie de proyectos y experimentos, ocultados convenientemente bajo la paranoia anticomunista y la seguridad nacional, con los que sometió a civiles, sin su consentimiento e información, a inyecciones de radiación, pruebas de control mental o alimentación radiactiva.

Estudiando la radiactividad

En 1945 se conocía la peligrosidad de la radiación, pero no se sabía en qué medida, así que indigentes, minusválidos, enfermos y personas sanas eran irradiadas o inyectadas con plutonio, estroncio, cesio y multitud de compuestos radiactivos para evaluar su impacto en el organismo humano. Uno de esos casos ocurrió en la Fernald State School de Massachusetts, destinada a educar a “niños mentalmente débiles”.

¿Los mejores cereales del mundo?

Quaker Oats es una de las marcas más conocidas de cereales de Estados Unidos. Nacida en 1877, se convirtió en un éxito en el país gracias a sus campañas publicitarias en las que afirmaban que eran los más sanos del mundo, pero un estudio en el que se aseveraba que altas cantidades de ácido fítico, un compuesto que se encuentra en la avena comercializada por Quaker y en otros cereales, inhibía la correcta absorción del hierro por el organismo, dio al traste con su reputación, así que desde la compañía decidieron realizar un experimento que demostrara que aquel estudio se equivocaba.

Estado actual de la Fernald State School.

Estado actual de la Fernald State School. Wikimedia Commons

Un plan diabólico

Para realizarlo se asociaron con el MIT (Massachusetts Institute of Technology) y la Comisión de Energía Atómica. Su experimento consistiría en incluir un rastreador radiactivo en el hierro y el calcio de su avena, y dárselo para desayunar a los niños con el fin de estudiar cómo estos compuestos eran absorbidos por el cuerpo humano.

Para ello se dirigieron a los padres de casi un centenar de niños de la Fernald State School, bajo el engaño de que habían sido elegidos para formar parte de un club especial de ciencias con el propósito de ayudar a mejorar la nutrición de sus hijos. A cambio se les ofrecían premios en forma de juguetes, vales de comida y entradas para ver a los Boston Red Sox. Tan solo tenían que comer avena irradiada, un dato que nadie les había comunicado.

Cereales radiactivos

Para el MIT, la Fernald State School era el lugar idóneo para la investigación, ya que muchos de los niños tenían problemas mentales por lo que eran fácilmente manipulables, así que, entre 1946 y 1953, el desayuno diario de casi un centenar de niños fue preparado con esta mezcla radiactiva con el fin de estudiar fácilmente la absorción de los nutrientes cuando eran digeridos con la avena de Quaker.

Aquellos pequeños conejillos de indias nunca supieron lo ocurrido en esos años, hasta que en la década de los 90 todo salió a la luz y un grupo de afectados demandó a Quaker Oats y al MIT por 60 millones de dólares en busca de una compensación por el daño físico y psicológico causado como resultado de aquel experimento.

Yo no he sido

La compañía alimentaria se defendió afirmando que no había sido un parte activa en el experimento, sino que solo habían proporcionado una donación y avena para el MIT y que el plan para usar trazadores radiactivos había sido una decisión del centro de investigación universitario. Mientras, el MIT afirmaba que la dosis que habían recibido había sido similar a la radiación natural a la que las personas están expuestas en el medio ambiente, por lo que era completamente inocua para su organismo.

Finalmente, en 1998, las partes llegaron a un acuerdo extrajudicial. Quaker y el MIT tuvieron que desembolsar una indemnización de casi 2 millones de dólares a las víctimas de su estudio con la avena radiactiva. Nadie fue a la cárcel.

Experimentos nazis

Curiosamente, en un memorando fechado en 1950, el médico Joseph Hamilton, un respetado biólogo especialista en radiación que trabajaba para la Comisión de Energía Atómica, advirtió a la dirección que esa investigación con aquellos niños tenía "un cierto aire a Buchenwald". ¿Y qué era Buchenwald? Un campo de exterminio nazi donde se llevaron a cabo experimentos con prisioneros y en el que murieron más de 50.000 personas. Fue ignorado.