Lo que sigue no es tanto una entrevista a Albert Pla (Sabadell, Barcelona, 1966) como un encontronazo. A Albert no se le entrevista, se le encuentra. O no. Quien esto firma le conoce desde la adolescencia. Mucho y muy recio ha llovido desde entonces y no he vuelto a conocer a nadie tan sinceramente surrealista como él. Todo lo que dice puede tener sentido, o no. Puede pensarlo en serio, o no. Puede ser consciente de las consecuencias, o no. ¿Independentista? ¿Antiespañol? Depende del día y de la hora y del momento de la noche. Créanme, con él es todo mucho más simple y a la vez más complicado. Albert Pla es una especie de anarcopayés que no se hace responsable ni de existir. No digamos de su imagen pública…
¿Que cómo estoy? Yo bien, bien. Es verdad, tía, hacía mucho tiempo que no nos veíamos tú y yo. ¿Que las entrevistas aquí se hacen de usted? Como usted quiera. Entonces usted y yo no nos veíamos desde aquel concierto mío en Nueva York, hostia, ¿tanto? Pues sigo bien, muy bien, mi hija mayor ya tiene 23 años y los dos pequeños, los que tengo con Judith, de 8 y de 6. Soy feliz, estoy estable, estoy fantástico allí en medio del campo, donde vivo. En una masía en el Montseny, sí. Todo bien.
¿Que si me da pereza venir a tocar a Madrid? Bueno, supongo que me lo pregunta porque en la última entrevista que me hizo le dije que, acostumbrado a vivir en la masía, las grandes ciudades me daban asco, que allí arriba en el Montseny se echa a llover y es estupendo, y en medio de los coches y el cemento es, en cambio, una mierda. ¿Eso dije? Bueno, puede, pero a mí me gusta venir a tocar a Madrid, voy viniendo cada tres meses más o menos. Y esta sala en la que estamos hablando, la Galileo Galilei, es cojonuda.
Claro, ya suponía que no me iba a librar de que usted me preguntara por algún que otro merder que ha habido últimamente, por ese tipo de cuestiones políticas e ideológicas que a mí no me pueden traer más al pairo. La más sonada fue aquella vez en Asturias que dije que me daba asco ser español y se montó la que se montó. Desde entonces es una norma, precisamente unos días después de hacer esta entrevista tengo programado un bolo en Oviedo y no falla, es anunciarse el bolo y automáticamente los del PP y Ciudadanos se lanzan al boicot. Le he tenido que escribir incluso una carta abierta a Albert Rivera pidiéndole que deje de vetar mis conciertos. La carta empezaba así: “Me caes bien. Te llamas Albert, como yo. Eres catalán, como yo. Te gusta ir aseado, como yo. Y cada vez que abres la boca, dices una mentira o una tontería, como yo”. ¿Sigo? ¿O no hace falta?
Usted es la primera que alucina con todo esto porque me conoce de hace muchos años y sabe que yo no soy independentista catalán ni dejo de serlo, que en realidad todo esto, cómo decirlo, me la pela. Pero es que hay que ver y oír a los políticos cómo se ponen conmigo, parece que te regalen el teatro donde tocas, que te contrate el gobierno directamente y que tengas que arrastrarte a sus plantas para agradecérselo. Cuando yo voy, toco, cobro mi taquilla y a correr.
Desde el follón de Oviedo no falla, es anunciarse un bolo nuestro y los del PP y Ciudadanos se nos echan al cuello
Intentas tú buscarle alguna lógica a todo esto resaltando que en este país hay mucho artista que lleva en el pack determinado compromiso ideológico, es decir, que la gente va a verle por lo que canta y por lo que dice que piensa, por lo que suelta por ejemplo en la gala de los premios Goya. Bueno, supongo que no es fácil de evitar que te retraten ideológicamente, quieras o no. Tú vas a entrar al teatro a tocar, te ponen un micro delante y te preguntan, pongamos, qué opinas de la economía de Grecia. O sobre Rajoy. Y a la que te descuidas, de ahí sacan un titular explosivo. ¿Qué le parece por ejemplo este: “En vez de preocuparse tanto por Albert Pla, los del PP deberían hacer como pide ETA, una ley para reagrupar sus presos”? ¿Le gusta?
No está mal, admite usted antes de volver a la carga: quiere saber si cuando yo largo determinadas cosas soy consciente de lo que va a pasar. Pues la verdad, no. Yo nunca me imagino lo que va a pasar. Además, estoy mucho más acostumbrado a que me entrevisten pongamos en el Diario de Gijón que en la CNN. A lo que me preguntan contesto lo primero que me pasa por la cabeza y me extraña que todavía no se hayan dado cuenta todos de que en realidad me importa un pito. He llegado a decirlo explícitamente en entrevistas en directo en la radio: hoy pienso blanco de esto, mañana puedo pensar negro, y no me hago responsable en absoluto. Debo admitir que me cuesta un poco entender a esa gente que tiene una idea fija sobre las cosas y fija la mantiene hasta la muerte.
Intenta usted sacar algo en limpio preguntándome si ahora mismo ser catalán supone un problema para mí. Sí, ciertamente ahora eso es un problema. Para mí es un lío. Aquí, allí y en todas partes. Tienes que ir disculpándote todo el día, dando explicaciones en castellano. Da mucha pereza todo este follón de los catalanes y los castellanos, a estas alturas. Pero ¿me da pereza el tema por un solo lado o por los dos?, hurga usted. Pues mire, yo en Cataluña me pasé quince años sin cantar sólo porque cantaba en castellano. Qué me tienen que contar a mí de los catalanes. Yo creo que te vas encontrando con las circunstancias en cada lugar. En Cataluña, en España, en todas partes hay coincidencias esquizofrénicas.
Le he escrito una carta abierta a Albert Rivera donde digo que sólo abre la boca para decir mentiras o tonterías, como yo
Es verdad, como usted sugiere, que cuando yo empecé a actuar era un momento de abulia política, todo el mundo pasaba bastante del tema, y últimamente, entre los escándalos de corrupción y la aparición de nuevos partidos y esto y lo otro, vuelve a ver como una especie de histeria política, y un tipo como yo, que pasa y quiere pasar del tema, pues simplemente lo tiene más difícil. La sociedad es muy invasiva. Ha llegado un punto en que, hostia, tíos, ya os vale, dejadme en paz. Es que antes eran cuatro fachas, ahora estás rodeado por todas partes vayas a donde vayas. A mí se me hace muy raro haber llegado a este punto.
Yo en realidad no soy independentista ni lo dejo de ser, es que a mí todo esto me la pela
Dice usted que esta misma semana ha entrevistado a otro artista, al que no menciona (era Albert Boadella…), que le ha asegurado que en este país no se puede hacer nada en el mundo de la cultura sin estar colgado de la teta de la subvención. Oiga, pues a mí no me ha subvencionado nadie, nunca. También es verdad, como subraya usted, que yo no vivo en Beverly Hills, que no tengo áticos en Marbella ni sacos de millones en Andorra, que llevo una vida modesta. Mire, yo a todos estos corruptos millonarios que los pillan en un yate lleno de putas, los condenaría a estar encarcelados allí mismo, con las putas en el yate. De verdad que no les tengo ninguna envidia. Su sistema de vida me parece simplemente asqueroso. Si alguien cree que ser feliz es esto, que no se atreva a llamarme raro a mí.
Yo estuve quince años sin poder cantar en Cataluña porque cantaba en castellano, ¿qué me van a contar de los catalanes?
Se pregunta usted si yo no podría ser ahora un tipo muy rico, con mucha pasta, de haber maniobrado de otro modo con mi carrera. Pues no sé, igual tampoco. Yo es que siempre he hecho lo único que sé hacer. No me imagino rico. Tampoco me considero un currante de la música, porque yo disfruto mucho de la música, no puedo evitarlo, siempre se me han ocurrido ideas y siempre he encontrado gente con la que llevarlas a la práctica. Disfruto componiendo las canciones, imaginándome cosas, y con los años he creado un ritmo de vida que me da tiempo a hacer muchísimas más cosas aún.
¿Qué artistas me interesan más de los que hay ahora?, salta usted. Pues no sé qué decirle porque tengo muy claro que esto es un oficio de viejos, un oficio que se acaba. Esto de ir a un teatro a oír un tío cantar... ¿Que de qué viviremos cuando esto definitivamente se acabe y tampoco se pueda vivir de los discos con la piratería y tal y tal? Pues me da lo mismo. A mí ya me queda poco. Esto es como si usted me pregunta qué me parecería asfaltar el Everest. Pues mire, entre que lo hablan en la ONU y la Unión Europea, entre que lo deciden y lo aprueban y que encuentran dos empresas corruptas que se hagan cargo, yo ya me habré muerto.
Ser catalán ahora mismo es un problema y un lío, te pasas el día dando explicaciones
Pero mis hijos no, salta usted, creyéndose la mar de aguda. Pues ¿sabe qué le digo? A mis hijos que les den por culo. Una de las pocas ideas políticas que tengo claras es que habría que anular el derecho de herencia. ¿Que si voy de millonario excéntrico que deshereda a los hijos? Me bombardea usted con el discurso de que si yo he reunido cierta pasta a lo largo de mi vida, con lo dura que está, pues, antes de que esta pasta se la quede Montoro, que la disfruten mis hijos. Pues yo no estoy de acuerdo, fíjese. Ni entiendo cómo todo el mundo puede presumir de ser antimonárquico pero luego pretender heredar la ferretería de su padre. ¿Cómo dice? ¿Si yo creo que un republicano coherente debería estar en contra de heredar nada? Mire, por mí que haga todo el mundo lo que quiera, pero mi opinión es que el derecho hereditario no debería existir. A ningún nivel. Se ha demostrado además que es muy perjudicial, eso es lo que lleva a que todo un país acabe estando en manos de cuatro latifundistas. Eso ocurre en todos los sectores y en todas las capas sociales, a base de heredar los círculos se van estrechando y todo es cada vez más piramidal.
Me pregunta usted si yo creo que la corrupción empieza así, por esas cosas. Mire, yo creo que la corrupción empieza cuando metes a más de seis personas en una furgoneta. A partir de ahí la cosa ya no va bien, aunque los seis sean buena gente y sean majetes. Con más de seis ya es imposible conciliar los intereses de todo el mundo, ya es imposible que haya de verdad buen rollo.
A mis hijos que les den por culo, yo suprimiría el derecho de herencia: todos critican a la monarquía pero todos quieren heredar la ferretería de su padre
Para mí todo es muy simple, oiga. Yo cuando no estoy tocando, componiendo o escribiendo, estoy en mi casa, cuido la casa. Cuido a mis hijos, a la gente que quiero. Friego cacharros, limpio los baños, todas esas cosas. Cocino mucho. Tengo el estudio en la cocina para poder hacer todo lo que me gusta a la vez. Y ya está. Y cuando me aburro, pienso, puedo pasarme días enteros disfrutando de las ideas que se me ocurren antes de escribirlas.
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