Luis Herrero (Castellón de la Plana, 1955) es el primer periodista, antiguo político, perenne escritor e irremediable hombre que se atreve a sentarse a escribir sobre Carmen Díez de Rivera, la llamada Musa de la Reforma, del rey Juan Carlos y de Adolfo Suárez, mosca cojonera de la legalización del PCE y personaje de tragedia griega en vaqueros. Dentro de tres días, cuando se cumple el aniversario de Carmen, La Esfera de los Libros lanza Dejé de pronunciar tu nombre. En esta muy bien armada y conmovedora novela, un Herrero a la vez inquisitivo y púdico, casi hitchcockiano, se sumerge en los innombrables abismos del incesto. Oye, y de la Transición...
Empieza usted haciéndome notar, señorita, de que después de Ana Romero y de Nieves Herrero, yo soy el primer hombre que cuenta esta historia, la historia de Carmen Díez de Rivera. ¿Por qué se siente un hombre atraído por un personaje así, me pregunta? Yo desde siempre. Primero, porque yo la conocí, yo conocí a Carmen, en realidad muy poco, de saludarla en la Moncloa, cuando estaba con Adolfo Suárez. También es verdad que esta novela me daba una oportunidad narrativa muy buena para contar el primer año de la Transición, el que va desde que Suárez accede a la presidencia hasta las primeras elecciones democráticas. Es una historia tan poderosa que inevitablemente daba pie a una novela en la que hay de todo: amor, dolor, poder, gente influyente... Es una historia truculenta y oscura que afecta al mismísimo Franco y a su familia. Están todos los ingredientes del novelón. Aunque yo reconozco que no me siento capaz de hacer sólo eso, lo tenía que combinar con la narración política de la Transición.
Entrando en materia, me dice usted que de la atenta lectura de mi novela deduce que, contra lo que se ha tendido a creer (o a querer hacer creer) siempre, Carmen Díez de Rivera no fue la amante ni de Suárez, ni del rey Juan Carlos. Yo estoy bastante convencido de que no, de que no lo fue. Creo que Carmen tenía principios personales muy firmes, convicciones muy arraigadas, y uno de esos principios era el de no mantener nunca relaciones con un hombre casado. Lo que ella llamaba no cazar en corral ajeno. Tiendo a pensar que lo cumplió escrupulosamente, por mucho que los dos personajes que usted menciona, y muchos otros, pudieran tirarle los trastos.
Pero entonces, apunta usted, habrá que buscar otras explicaciones a su enorme influencia sobre esos dos hombres en un momento absolutamente clave. Bueno, la matriz de toda la situación es la relación de Carmen con el rey. Se conocen muy jóvenes, mucho antes de la tragedia familiar que partirá en dos la vida de Carmen (y a la que ya llegaremos en esta entrevista), están en el mismo ambiente, ella es hija de marqueses y era además una chica muy guapa, el tipo de chica que al rey no le podía pasar inadvertida. Cuando ella se larga fuera de España, huyendo de su historia y de su drama personal, esa relación se interrumpe, pero al regresar Carmen de África, vuelven a tener contacto.
Entonces empieza la labor de caza de Juan Carlos. Él lo intenta. Ella es una mujer de gran atractivo físico y además una mujer con la que se podía hablar, alguien que aporta al mundo del entonces príncipe, y luego al de Suárez, atisbos de una visión social y política que ellos no tenían, la visión desde fuera de su burbuja. Carmen se codeaba con las izquierdas, con la oposición clandestina. Cuando Carmen llega a España y descubre que es incapaz de convivir con su madre, que la echa de casa, en 1969, el rey le echa una mano, le pide a Adolfo Suárez que la coloque, y ella entra a trabajar con él en RTVE. Mantiene con Suárez una relación distinta que con el rey. En realidad Suárez la acoge por llevarse bien con el rey, para hacer méritos con la Zarzuela. Y luego Carmen le ayuda mucho, le da información de primera mano, le ayuda a ser elegido presidente del Gobierno, le aporta relaciones con la prensa extranjera, con la oposición extramuros del régimen...
Se establece entre ellos cierta complementariedad, pero siempre marcando distancias. Suárez nunca le quiere dar a Carmen un papel protagonista, la mantiene al margen todo lo que puede. Lo cierto es que la relación política entre ellos se enfría muy rápidamente, ella enseguida va a ser consciente de que no está en el núcleo duro de él. Que él le oculta cosas, que toma decisiones unilateralmente. No la invita a pasar el fin de semana en Moncloa como sí hacen sus aduladores.
Deduce usted de todo esto que en realidad Carmen pudo ser utilizada tanto por el rey Juan Carlos como por el presidente Suárez. Que era un submarino del rey en el entorno de Suárez, que sentía celos y desconfianza de ella, y que se la quitó encima de una patada a la que pudo. Bueno, el rey yo no diría que tanto. Al principio Juan Carlos lo que quería era cazar a esa real hembra, pero al mantenerse ella esquiva, al comprender él que esa pieza no la va a cobrar, la relación entra en otro plano, pasa a otro nivel.
Lo que sí es indudable es que Suárez tenía celos de ella, del protagonismo y del carismo de Carmen, de que la llamaran la musa de la reforma. Pero es que él, Suárez, era así, extremadamente celoso de todo el mundo, de cualquiera que a su juicio pudiera opacar su brillantez y sus méritos, impedirle destacar. Sentía celos de Carmen como los sintió de Torcuato Fernández-Miranda, porque Torcuato iba por ahí diciendo que nombró a Suárez presidente pensando que sería una marioneta manejable. Cuando lo último que Suárez está dispuesto a aceptar es que nadie le usurpe su papel. La musa de la reforma tenía que ser él y sólo él.
Me gustaría insistir en que los aspectos más románticos de la novela están pues eso, novelados, he rellenado huecos con literatura, pero la parte política es toda exacta, es rigurosamente literal. Incluyendo, sí, señorita, la crónica de la matanza de los abogados laboralistas de Atocha, de cómo lo que empezó teniendo que ser un mero susto se convierte en masacre en cuanto uno de los pistoleros se da cuenta de que uno de los abogados le ha reconocido. Yo esto lo saco de los testimonios de los supervivientes.
Me pregunta usted si sin Carmen no habría habido legalización del PCE, o la habría habido más tarde, de otra manera, o con otro coste. No. Yo creo que ella fue una mosca cojonera con el tema, dicho esto con profundo respeto, pero no creo que llegara a condicionar ni a determinar ninguna decisión. De hecho, también trata de evitar por todos los medios, y no lo consigue, que Suárez se presente a las elecciones y que funde UCD. Es posible que sin ella los ritmos de la legalización del PCE hubieran sido otros. Porque ella era mucho más imperativa, tenaz, y constante, les calentó la cabeza tanto al rey como a Suárez. Pero lo que tenía que suceder habría sucedido igual.
Entrando en matices más personales, apunta usted que mi libro muestra con más nitidez a otros a la Carmen niña bien rebelde de izquierdas, lo cual no le impide tener un insoportable carácter de derechas, altivo, autoritario y muy arrogante. Como la escena en que llama a Renfe y exige que le reserven un coche cama de Madrid a Marbella sin aire acondicionado, y le da igual si para darle gusto a ella hay que dejar sin aire acondicionado todo el tren en pleno verano.
Suárez sentía celos de Carmen y de cualquiera que rebajara su protagonismo, incluido Torcuato Fernández-Miranda
¿Contradicción entre carácter e ideas? Ciertamente le gustaba vivir como una marquesa –sólo que decía que nadie debía tener la exclusiva de eso-, ciertamente ella no renunciaba a nada, y menos que a nada, al estiramiento adquirido estudiando en los mejores internados de Europa, hablando idiomas que nadie hablaba aquí. Eso no impidió el despertar de su conciencia social en África. No le impidió desarrollar unas ideas sociales y políticas que se forja por sí misma, no le impidió desclasarse y pensar por libre.
A medida que nos acercamos al cráter del volcán de la novela, se mete usted a psicoanalista y sugiere si Carmen Díez de Rivera no clamaba tanto por la legalización del PCE ¿porque en realidad quería legalizar todo lo que estaba prohibido, empezando por el incesto? Pues mire, yo creo que si lo que a Carmen le pasó, enamorarse del hijo de Ramón Serrano Suñer sin sospechar al principio que ella misma era hija suya, de la relación adulterina de Serrano Suñer con su madre, la marquesa de Llanzol... Si todo eso en lugar de acaecer en los años 50 llega a pasar en los 70 o en los 80, quizá la relación de Ramón hijo y de Carmen habría podido prosperar. Pero pasó cuando pasó, y ella no se atrevió a dar un paso absolutamente estremecedor para la época.
Es verdad que se siguieron viendo durante cerca de cinco años, pero que al final no pudo ser. Ella ya no sabía qué hacer para salir de esa historia, intenta remedios tan drásticos como meterse a monja de clausura o irse a África a morir, con la deliberada intención de que un bicho la mate, al principio tiraba al suelo la quinina que le daban. No veía cómo salir del túnel de su terrible sufrimiento. Además, por aquel entonces Carmen era deudora de una formación religiosa muy estricta, muy férrea, muy católica. Seguir adelante con aquello era ir de cabeza al infierno. Y socialmente habría sido letal.
Admito que puede resultar llamativo que yo cuente todo esto sin que la palabra incesto llegue a pronunciarse ni una sola vez en toda la novela. Y sin que el hecho en sí llegue a contarse explícitamente. El lector tiene que saberlo de antemano o lo puede deducir, yo creo que tiene elementos suficientes.
Le interesa saber a usted, señorita, cuál es mi opinión personal, la de Luis Herrero sobre el incesto. Si a mí personalmente me parece tan grave. Pues no he dedicado ni un minuto a pensarlo. ¿Cómo? ¿Que no se lo cree? Bueno, déjeme decirle que para mí incesto, incesto, es que dos personas inicien una relación sabiendo desde el principio que son hermanos. Pero estos dos no tenían ni puta idea. Cuando al fin les descorren la cortina, y les enfrentan con el hecho de que el amor que sienten el uno por el otro es un amor incestuoso, se les viene el mundo encima. Eso a Carmen la mata. No entiende, no es capaz de entender, cómo su madre no la paró a tiempo, cuando era evidente que lo que había entre ella y Ramón Serrano júnior era más que amistad. ¿Incesto? Desde luego ellos eran completamente inocentes de tal pecado. Un pecado que yo no juzgo. Fueron los dos claramente víctimas de la despiadada maniobra de silencio de su entorno y sobre todo de la madre de ella. La gran culpable de tanto dolor de Carmen es la marquesa de Llanzol.
Insiste usted en si no puede ser peligroso para un novelista dar todo eso por sabido. Insisto en que aunque quedara algún lector que no lo supiera, no debería costarle mucho atar cabos. Es la única conclusión posible de todo lo que pasa. A mí como lector me interesa mucho más que me dejen llegar a mis propias conclusiones que no que me las impongan…
Pasando a otra cosa, indaga usted en si Carmen Díez de Rivera fue tan promiscua como parte de su leyenda sugiere o si, vista su negativa tanto a casarse como a “cazar en corral ajeno”, no acabaría siendo una especie de virgen consagrada. Bueno, sin duda tuvo muchos novios y estuvo un par de veces a punto de casarse, pero aquel fulminante amor juvenil la había marcado demasiado, conocer tan joven la globalidad del amor, la atracción a la vez física e intelectual, todo junto, después de haber experimentado una relación tan intensa, tan complementaria, no lo pudo repetir con nadie. Y no se conformó y no se casó.
Carmen Díez de Rivera fue la mosca cojonera de la legalización del PCE, pero sin ella lo habrían legalizado igual
Dicho esto, está más que acreditado que fue novia de Emilio Alonso Manglano y que éste le pidió matrimonio dos veces. También estuvo cerca con Antonio el Bailarín, que encima pretendía haber estado enamorado antes de su madre. Me constan algunos casos más pero, como no los tengo del todo comprobados, prefiero no dar nombres.
Anuncia usted que se acabó hablar de Carmen Díez de Rivera y que ahora vamos a hablar de Luis Herrero. De cómo veo yo lo que pasa ahora en este país. Pues mire, a mí es que no me parece que pase nada nuevo. Lo que pasa ahora no es más que la continuación de lo que empezó a pasar hace tiempo. Los términos del problema son conocidos, los de la solución, desconocidos. Nadie sabe lo que tiene que pasar para que deje de pasar lo que está pasando. Y a mí eso me produce una aguda melancolía intelectual. Esperamos todos que la tormenta descargue de una vez. Pasará en algún momento pero no me pregunte usted cómo.
¿El atentado en Barcelona? Bueno, que habría algún atentado antes o después lo teníamos asumido, no iba a ser esto una burbuja inmune visto lo que pasa en Bruselas, en París, en Londres, en todas partes. La policía española es más eficaz, tiene mejor información y más relación con otras policías, puede que hayan tardado tanto en volver a atentar aquí por eso, y también porque aquí la inmigración llegó más tarde, estamos todavía con la primera generación, todavía no ha cuajado la segunda que es la más peligrosa, la que se radicaliza.
Tampoco somos un país que haya perseguido de manera tan intensa como otros el cuestionamiento de los propios valores, no hemos hecho como Francia, puede que eso haya permitido que los musulmanes de aquí se sientan menos incómodos y se radicalicen menos. Pero todo eso era episódico, era cuestión de tiempo, cuestión de suerte. Tarde o temprano se iba a producir y había muchas papeletas para que se produjera en Cataluña, porque allí hay más musulmanes y más radicalizados. Yo recomiendo vivamente el libro de Ignacio Cembrero, Alá en España, donde se analiza la penetración musulmana con la connivencia de las autoridades catalanas que preferían inmigración no hispanohablante. Hay imanes y células islámicas más radicales en Cataluña que en el resto de España.
Son inocentes de incesto dos hermanos que se enamoran sin saber que lo son
En resumen, hay una cierta lógica perversa en lo que ha ocurrido. Lo cual no tiene nada que ver con el independentismo. Otra cosa es que las consecuencias puedan hacer variar o no la hoja de ruta del procés. Pero en origen no hay vinculación directa. De acuerdo, aduce usted, pero ¿y si a partir de ahora se encabrona muchísimo, con perdón (perdonada) todo de aquí al 1-O? ¿Y si lo que parecía más o menos controlado ya no lo está? Efectivamente que la CUP amenace con no ir a una manifestación porque está el rey es una manera como otra de capitalizar un fenómeno absurdo, mientras que la actitud del Gobierno de no querer pasarse de frenada, por ejemplo, de no querer subir el nivel de alerta terrorista para que no se vea al ejército en la calle, cosa que por otro lado todo el mundo, turistas incluidos, encontraría normal, porque por desgracia pasa en todos los sitios. Esa especie de miedo preventivo por las dos partes creo que puede estar condicionando la eficacia de las medidas que se tomen.
¿Está funcionando Cataluña institucionalmente a medio gas, con una especie de Estado atenuado? Algo de eso hay. Se pueden hacer cosas que no se quieren hacer, el Gobierno se tienta la ropa, espero que su cálculo político no sea equivocado, porque a ver si por tentarnos la ropa al final no podremos hacer frente.
Pasando a otra cosa, a mí me echaron de Venezuela, sí, señorita. Me echaron cuando estaba como observador de la UE porque denuncié lo que todo el mundo veía y ve, ahora lo estamos viendo, pero si te atreves a decir eso en Venezuela te meten en el avión más próximo para que te largues. Nada nuevo bajo el sol. El Maduro que me echó a mí es el mismo que ahora trata de impedir que su pueblo tome sus propias decisiones.
Lo que ha pasado no tiene nada que ver con el independentismo pero puede modificar la hoja de ruta del procés
¿Nada nuevo, seguro, hurga usted? ¿No hay aquí ahora más gente que simpatiza con aquello? Siempre ha habido ese descaro, no se engañe, señorita. Incluso había más descaro en algunos que ahora aceptan que se equivocaron, a estas alturas es difícil encontrar gente del PSOE (excepto Zapatero y tal) que sigan defendiendo lo bolivariano. Sin embargo, hace siete años todavía estaban en este plan, todavía muchos creían en esa utopía. Como los hay que aún creen en la utopía cubana. En ese sentido hemos avanzado. Ya nadie se cree el cuento de hadas de Maduro y los suyos.
Me pregunta usted si sentarme a escribir esta novela ambientada en el primer año de la Transición me ha hecho pensar más o menos sobre la evolución de nuestra memoria, de nuestro pueblo. Yo creo que no podemos comparar esta época con aquella, son muy distintas. Y creo que la principal diferencia es que en aquella España había algo que por desgracia ahora no existe: un objetivo común. Podía haber quien todavía no se hubiera quitado el pelo de la dehesa, todavía el PSOE no había renunciado al marxismo, pero todos, desde los comunistas a la AP de Fraga, todos del primero al último querían la democracia. Ese objetivo común hizo posible avanzar hacia una democracia de corte occidental, homologable.
Ahora mismo, en cambio, no hay ningún objetivo común. Entonces es muy difícil hacer una reforma constitucional o replantear un modelo político. ¿Cómo ponerse de acuerdo? Cada uno quiere una cosa distinta. No se vislumbra nada que podamos hacer todos juntos.
A mí me echó de Venezuela el mismo Maduro que ahora impide a su pueblo tomar sus propias decisiones
Va rematando usted diciendo que se me nota a la legua el cariño que siento por Suárez. Pues sí, un cariño inmenso, lo cual no me impide darle considerable caña en la novela, eso también es verdad, todo el mundo me lo dice. Algunas personas se quedaron hasta sorprendidas de ver salir de mi pluma a un Suárez menos heroico o menos enaltecido o menos idealizado de lo que es habitual. Pero es que yo trato que el lector de esta novela vea a Suárez a través de los ojos de Carmen. El señorito, como ella le llamaba. Cómo le veía yo, no Carmen, ya lo conté en otro libro, Los que le llamaban Adolfo. Sin duda ha sido una de las personas más importantes de mi vida.
¿Que si creo que otros expresidentes pueden llegar a inspirar un cariño así? Mire, yo creo que el Felipe González de las dos primeras legislaturas, el que tuvo que acometer la misión histórica de meter a España en Europa como un igual, también es un personaje llamado a pervivir en la Historia. Luego su figura se empañó por la corrupción, la mala gestión, etc. Pero si Felipe llega a irse en el 89, también se habría ido entrando en la gloria…
Noticias relacionadas
- Jorge Sanz: "Habrá que amnistiar a los corruptos como se hizo con Tejero"
- Llamazares: "Por criticar a Alberto Garzón Izquierda Unida me mandó a pastar"
- Echanove: "A Villar habría que detenerle sólo por decir fúrgol en vez de fútbol"
- Ramoncín: "No soy vanidoso, soy un asesino si invaden mi vida privada"
- Elena Arzak se sincera: "Necesitamos un parón en la cocina española para pensar"