Pepa Bueno (Badajoz, 1964) es una de esas periodistas de raza que no se calla ni debajo del agua. Ha pasado por las procelosas aguas de los medios de comunicación públicos y privados y ahora se dispone a ser más que nunca la voz informativa insignia de Cadena Ser en un momento de máxima peligrosidad política y periodística. Encara el reto junto a Toni Garrido y en la sonada ausencia de Gemma Nierga, que hoy mismo desembarca en Catalunya Ràdio. Mucha tinta líquida y sonora ha corrido sobre esta traumática ruptura radiofónica. Pepa Bueno desmiente rotundamente que ella y Nierga sean enemigas y hasta que vayan a ser rivales: afirma que pararán la una en casa de la otra cuando crucen el Ebro y que desde las cubiertas de las respectivas naves “se contarán”. Mucho va a haber que contar, en efecto, en este país en los próximos tiempos. Que Dios nos coja confesados… ¿e informados?
Pues sí, vuelta a levantarme a las tres y cuarto de la mañana. Menos mal que tengo muy buen sueño, lo he tenido siempre, llevo toda la vida escuchando presagios apocalípticos: cuando tengas un hijo, te cambiará el sueño. No me cambió. Cuando hagas un turno extremo, te cambiará el sueño. Hice Los Desayunos en RTVE y no me cambió. Ahora estoy haciendo el turno más extremo de mi vida y tampoco. No hay un viernes ni un sábado que yo me despierte a las tres. El viernes duermo del tirón como una bendita, y el sábado también.
¿Cómo dice? ¿Que hay quien afirma que el secreto de dormir bien es tener buena conciencia? Pues no me atrevo a juzgar a los que duermen mal porque yo conozco gente que padece insomnio y que son bellísimas personas. Algunas muy próximas. Pero, en fin, todo refuerzo moral es poco, y más para la temporada que viene. Siempre hace falta periodismo. Siempre. Pero en el contexto general que ahora vivimos, hace falta más periodismo que nunca. Porque tenemos que contar muy bien una historia muy difícil y muy delicada. Yo diría que la más delicada desde la Transición.
El trabajo de un periodista, hacerse preguntas, se ha convertido en un ejercicio de alto riesgo: o te ponen en la estantería del secesionismo, o de los defensores del Gobierno central
Por supuesto que estoy hablando de Cataluña. Hacer periodismo se complica en momentos así. Los periodistas vamos a ser bombardeados con información buena y mala. Vamos a sufrir todo tipo de contaminaciones en todas las direcciones. Mantener la calma y el criterio profesional va a ser más difícil que en otras ocasiones. Y a la vez va a ser imprescindible. Habrá que acostumbrarse a que te quieran hacer arder un día en una pira, al otro día en la pira de enfrente, y muchos días, en las dos piras a la vez.
Es verdad que a mí el atentado terrorista en Las Ramblas me pilla de vacaciones, pero, claro, me cogí un avión y me planté en Barcelona. Hice 36 horas de radio. El atentado es una tragedia que nos enfrenta a la muerte, a lo irracional, al sinsentido. Y a hacernos preguntas sobre por qué pasa. Esta tarea, preguntarse por qué pasan estas cosas, tarea normal para cualquier periodista, se ha convertido estos días en un ejercicio de alto riesgo. Porque encuentres la respuesta que encuentres, siempre te quieren poner, o en la estantería de los que defienden el secesionismo, o en la estantería de los que defienden al Gobierno central. Hay que aprender a protegerse de ello y seguir haciendo con probidad nuestro trabajo.
Yo sigo con todo mi dolor por el atentado y sigo haciéndome muchas preguntas para las que no encuentro respuesta. Algunas de corto recorrido, como, por ejemplo, cuáles fueron las grietas de seguridad que hicieron posible que esto ocurriera. Y sobre todo me preocupa mucho, muchísimo, que por segunda vez en nuestra vida una tragedia como esta acabe en el barro político como ya está. Convertido en arma de fogueo. Pobres muertos. Creo que fue Enric González quien lo dijo: pobres muertos. Pobres familias de las víctimas asistiendo a todo esto. Y aquí todo el mundo especulando sobre a quién beneficia o a quién perjudica esto.
Me pregunta usted por lo último, por la guerra desatada entre los Mossos y el conseller Forn y El Periódico de Cataluña a cuenta de la información sobre el aviso de la inteligencia norteamericana. Pues sí, ese es un ejemplo palmario de lo que estamos hablando. El Periódico ya había dado esa información. Ahora tiene además el documento. Independientemente de si la estrategia de publicación del documento ha sido o no errónea, si ha sido o no un error no publicar el documento si lo tienes y publicar en cambio una reconstrucción, oiga, es que informar de estas cosas ¡es nuestro trabajo! ¡Nuestro trabajo es buscar respuestas a las preguntas! Sin olvidar nunca que de una muerte no hay otro responsable que el que mata. Nadie está buscando más responsables del atentado que aquellos que lo han cometido. Pero interrogarse sobre cómo y por qué ha podido ocurrir esto… pues ya lo he dicho, es nuestro trabajo.
Yo no me he sentido maltratada en Cataluña por no ser indepe
¿Va el atentado de Las Ramblas camino de convertirse en el 11-M de Carles Puigdemont?, me pregunta usted. Pues ojalá que no. Porque los atentados son la tragedia de quienes han muerto y de sus familias. Que, además, en este caso procedían de todas las partes del mundo. El atentado no es de nadie. Ni para bien ni para mal. Pero sí que parece que van camino de querer adjudicárselo unos y otros.
¿Y ante eso, qué hacer si eres periodista? Pues lo he pensado mucho precisamente porque yo vuelvo al tajo el lunes. El primer día, al principio de aquellas 36 horas que interrumpí mis vacaciones para informar desde Barcelona, sólo tenía claro el tono: que había que acompañar el dolor y la conmoción y dar información de servicio. ¿Qué más se puede hacer en un primer momento? Pero al segundo día ya me estaba haciendo preguntas y buscando respuestas, como es natural. Con toda la cautela y sin trazo grueso, pero buscando esclarecer, pues eso, quiénes son estos niños, de dónde salen, cómo y qué hace posible que llegue a ocurrir esto. Qué se sabía del imán. Periodista es quien se pregunta por lo que ve, y por lo que no ve.
De repente me pregunta usted si estos días yo me sentí tratada en Barcelona como una periodista extranjera, una periodista española incapaz de entender lo catalán. Uy, mire, yo es que voy mucho a Barcelona, yo no me siento allí una periodista extranjera para nada. Ni tratada como tal. Lo dice por esos discursos de que si hay medios españoles que desinforman de Cataluña. Todo eso viene de la polarización. Pero eso no es nuevo. Yo en España he sido considerada sucesivamente sanchista y susanista. Podemita y antipodemita. La polarización está al orden del día, y en Cataluña más, hay una bandera del procés, y tú estás en un lado o en el otro. Ya me hago cargo que a mí en Cataluña nadie me va a ver como una indepe… Pero informando desde Madrid y para toda España a mí me han alineado con todo lo alineable, algo estaré haciendo bien, digo yo.
“He tenido acceso siempre a entrevistar a Puigdemont y a todo su gobierno, aunque hubiese mucha tensión con algunos, como Raül Romeva, que ven toda entrevista como una agresión
De todos modos, déjeme precisar que en Cataluña yo no me he sentido maltratada por no ser indepe. A mí Puigdemont se me puso esa misma mañana. Yo le he entrevistado con mucha frecuencia durante estos años tan duros. He tenido a Quico Homs. A Raül Romeva le hice una entrevista, por cierto, tensísima, megatensa. Porque él estaba muy tenso. Y porque otra batalla que estamos a punto de perder los periodistas es que al parecer ya no hay manera de evitar que los políticos consideren una entrevista como una agresión. Pero déjeme decirle, como decía un periodista andaluz, que si yo me hubiera querido dedicar a agradar, habría estudiado Protocolo, no Periodismo. Pero, en fin, que yo sé que otra gente se queja de no tener acceso a determinados entrevistados, pero la SER y yo siempre hemos tenido acceso a Puigdemont y a los miembros de su gobierno.
Ahora me pregunta usted, señorita, si es antes el huevo o la gallina, si la SER abandonó Cataluña, o la audiencia de Cataluña abandonó a la SER. Bueno, lo que está claro es que nosotros, que somos líderes absolutos en todas partes, allí vamos por detrás de las cadenas catalanas. Pero esto, que ahora se puede haber agudizado con la polarización, no es nuevo, las cadenas catalanas siempre han estado por encima. Admite usted que eso es así pero también insiste en que antes no era tan brutal y me pregunta, a bocajarro, si es que en Cataluña la SER se ha cansado de insistir, si ya han tirado definitivamente la toalla. Pues no, no hemos tirado la toalla en absoluto. Seguimos haciendo una programación en catalán muy potente y muy amplia, y yo en los últimos dos o tres años me he desplazado a Cataluña para emitir desde allí como a ningún otro sitio. Y tenemos colaboradores catalanes de aúpa. Pero de verdad, ¿por qué me dice usted eso?
Respuesta de usted: porque sin ir más lejos hay quien ha querido leer la salida de Gemma Nierga de la SER en clave de enfrentamiento entre la redacción de Madrid y la de Barcelona. Pues quien se explique las cosas así se equivoca absolutamente. Hay cosas de la empresa que no le podré contar, pero esto sí se lo puedo confirmar absolutamente: no tiene nada que ver. Pero entonces ¿Àngels Barceló y Carles Francino, qué? Pero Gemma Nierga va y desembarca nada menos que en Catalunya Ràdio ahora mismo, insiste usted. Y también insiste en querer saber si esto tiene alguna otra lectura. Para mí, ni lectura periodística, ni lectura política, ni nada. Gemma ha sido para mí una compañera queridísima con la que he tenido muy buena relación desde el minuto uno. En un momento dado la empresa ha decidido que necesitaba a otra persona para la segunda parte de este proyecto radiofónico.
¿Cómo dice? ¿Que la salida de Nierga fue como poco abrupta? Bueno... ¿hay maneras de salir que no lo sean? Es difícil, muy difícil, romper una relación tan larga. Yo misma me quedé con el corazón roto, porque, insisto, yo tengo muy buen rollo con Gemma. Y eso que he leído cada teoría con la que me he tenido que reír...
Ni la SER ha tirado la toalla en Cataluña, ni la salida de Gemma Nierga tiene nada que ver con que ella sea catalana
¿Por ejemplo? Pues que Gemma era sanchista y yo susanista. Esta la leí publicada por alguien que se supone que hace periodismo. ¿Que si entonces no es verdad que Gemma y yo nos lleváramos mal, que hubiera tensiones? Lo desmiento rotundamente. Absolutamente. Entre Gemma y yo sólo la maledicencia puede crear problemas. Mire, el día antes de saberse que Gemma se iba, yo le había mandado, mire, se lo enseño por whatsapp, yo le había regalado este bolso rosa, ¿a que es muy de su estilo, muy de Gemma? Porque yo venía de pasar el fin de semana en su casa de Córdoba, en la casa de Gemma; le comenté que iba a ir con unos amigos a la feria y a ella le faltó tiempo para ofrecernos quedarnos en su casa, entonces le compramos este bolso, se lo mandé…y el martes se supo. Todo lo que se ha publicado de que Gemma y yo teníamos mala relación es un disparate. Pues todo lo contrario, hemos tenido un buen rollo...
Es verdad que en los medios de comunicación siempre hay cierta impostura. Pero lo que ella y yo nos dijimos el último día en antena era verdad: que en lo sucesivo yo ya tenía casa en Barcelona, y ella en Madrid. Nunca más buscar hotel. Comenta usted que ahora estaremos cada una en una atalaya informativa bien contrastada para irnos contando. Para hacer un poco de comadres y darnos ánimos y vernos y preguntarnos por las parejas y por los hijos. Es verdad que ella se fue de la SER muy dolida, pero nuestra relación personal afortunadamente quedó a salvo de eso.
Volviendo a los retos informativos de la temporada, me pregunta usted qué creo yo que va a pasar el 1-O. Pues no tengo ni idea, Anna, estoy tan perdida como todos. Si supiera lo que va a pasar no estaría en el periodismo sino que me dedicaría a la política. Yo quiero pensar que se va a encontrar una manera de entendernos. Que se va a encontrar una manera de que la política sirva para lo que sirve la política, para resolver conflictos. Soy consciente, y ojalá me equivoque, de que se ha roto algo irreversible. De que hay una fractura entre un número que no sé precisar de catalanes, y un número que tampoco sé precisar de españoles, que costará mucho de arreglar.
A mí me parece que se arregle como se arregle ya no hay vuelta atrás. Habrá que buscar soluciones nuevas. Esta es la única intuición que yo tengo, pero, por supuesto, soy incapaz de concretar en qué podría llegar a traducirse eso. Sólo sé que aquí ha pasado algo irreversible. Y dicho esto, prudencia, porque creo que se debería pontificar mucho menos, ya está bien de que los periodistas nos hagamos tantos selfies…
¿Que si yo creo que hay caverna mediática? Sí, creo que la hay española y que la hay catalana
Evoca usted que en los años 70, cuando la Transición, la clase periodística se involucró hasta las cachas en la política, con toda la ilusión por las reformas. Cruzando incluso barreras que normalmente no se deberían cruzar. Pues tiene usted razón, señorita, y déjeme añadir que muchos de los problemas vinieron luego de haber confundido unos y otros nuestros papeles. Lo malo es que ahora volvemos a vivir un momento tan crítico o más que el de la Transición, y eso nos pilla en muy baja forma. Profesional, económica, etc. O recuperamos el pulso de la honestidad para explicar el cómo y el por qué de las cosas (el quién, el cuándo y el dónde ya ni siquiera lo explicamos nosotros, ya te lo cuenta cualquiera sin necesidad ni de ser periodista), o moriremos. En la Transición se hicieron muchas cosas bien y otras mal, como perder la distancia crítica. Un periodista no debe entregar nunca su incondicionalidad a nada ni a nadie.
Es evidente que por ser periodista tú no te amputas la parte de tu cerebro capaz de tener una mirada sobre las cosas, de tener incluso una ideología. Tú no vas a ver el proceso catalán igual si lo miras desde un punto de vista o de otro. No somos robots ni mecanos. Pero una cosa es tener un punto de vista y otra muy distinto, insisto, es rendirte incondicionalmente a algo. Por bueno que sea o parezca ser aquello que te lo exija. Cuando digo que los periodistas tenemos que dejar de hacernos selfies y darle la vuelta a la cámara, quiero decir justamente eso. Yo quise ser periodista para estar detrás de la cámara, no delante. Lo único que nos va a salvar en un momento como este es mantener a toda costa la distancia crítica, incluso con aquello en lo que más creemos. Y luego te puedes equivocar. Yo me equivoco, muchas veces. Pero trato de equivocarme porque me equivoco, no porque haya renunciado a intentar acertar.
¿Que si yo creo que hay caverna mediática, como dicen en Cataluña? Pues sí, yo creo que habrá caverna mediática española, y la habrá catalana. ¿Qué es caverna mediática, la definimos? ¿Un grupo privado que tiene una posición editorial? ¿Sólo existe eso en el conjunto del Estado? Esto de que algunos medios privados estén constantemente bajo el foco mientras algunos medios públicos, que yo conozco muy bien, estén en el estado en el que están... Mire en qué ha quedado RTVE, que la pagamos entre todos.
Contraargumenta usted que también pagamos entre todos las subvenciones públicas de las que en algún caso viven medios privados, por ejemplo, los diarios La Vanguardia y El Periódico de Cataluña, Gregorio Morán dixit en una reciente entrevista aquí mismo. Sin duda, la debilidad financiera de los medios a raíz de la crisis ha provocado muchos de los problemas que ahora tenemos. La madre de todas las independencias es la económica, a ver...
Acabemos con una nota amable, de qué nos va a deparar la nueva temporada. Bueno, yo a mi nuevo compañero, Toni Garrido, le conozco precisamente de cuando estábamos los dos en la pública, es un gran profesional. Tengo colaboradores nuevos que son... uy, ¿esta entrevista sale este sábado? Pues no le puedo decir ningún nombre hasta el lunes… Sólo prometerle muchos días de radio y de viejo periodismo noble y extremo.