El conjunto de imágenes que desde México se lanzaron al mundo el pasado martes son escalofriantes. La más icónica es la de un hombre sin camiseta y las dos manos amputadas a la altura de la muñeca. En su cabeza, afeitada, está escrito con rotulador: "Soy ratero". Lo mismo en su brazo derecho, incluso en el plástico y las gomas elásticas que cubren el ensangrentado muñón. Otros cinco, entre ellos una mujer, corrieron la misma suerte. Un séptimo estaba, además, ejecutado. Junto a él una cartulina verde escrita a mano rezaba: "ESTO NOS PASÓ POR RATEROS. Por no respetar mujeres ni menores, si con esto no entienden putos roba carros, roba motos, cadenas, celulares, conejeros, casa, habitación y rateros en general. DOBLE PUTOS LACRA MATA MENORES. :) Att. Grupo Élite Antirratas" (sic).
Abandonados en la colonia Solidaridad, en el sur de Guadalajara, capital del central Estado de Jalisco, entre los amputados está Ismael V. R. En el vídeo aparentemente grabado por uno de los paramédicos que se ha filtrado a la prensa tiene un papel protagonista. Es el hombre bajito y moreno con un polo a rayas y vaqueros sueltos. Se le ve gruñendo del dolor. "Desde el domingo que nos levantaron no hemos tragado nada, ni un taco", dice a la cámara. Se levanta. Se sienta de cuclillas. Gruñe de nuevo.
Ismael tiene 34 años. Vive en la colonia Lázaro Cárdenas, que colinda con Solidaridad, unos antiguos solares donde la gente de más bajos recursos se fue asentando y construyó un barrio que hoy tiene un grave problema de pandillerismo, con conflictos de drogas, de esos donde si entra la policía es apedreada. "Solo viendo su misma casa te das cuenta de la dimensión de la pobreza en la que viven estas personas, es de ladrillos que no está ni enjarrada, con techo de lámina, suelo de puro cemento y un patio de tierra detrás, un limonero o un gauyabo", explica al teléfono Jorge Martínez, reportero de "nota roja" en el Estado del diario Milenio.
Su madre se dedica a vender fruta picada en la puerta de la casa para ganar unos pesos y su padre no puede trabajar por una lesión en el nervio ciático. "Ella es una señora bajita, de la tercera edad, con 76 años, y su padre tiene como 70; siempre han vivido en la extrema pobreza", continúa Martínez, que habló con una tía de Ismael. Curiosamente, los dos progenitores se llaman Jesús. Doña Chuy, como dicen en México a quienes se llaman María Jesús, es diabética y al enterarse de lo ocurrido a su hijo tuvo una crisis de subida de azúcar y la tuvieron que ingresar en un sanatorio de la maltrecha seguridad social mexicana.
Ismael tiene un chaval que acaba de llegar a la mayoría de edad. "Junto con su hijo salen a recoger chatarra, a veces lavan coches... y con lo que juntan me decían que les daba a la semana 180 pesos, nueve dólares, a sus padres, para que comprasen frijoles, tortillas y otros alimentos básicos", rememora el reportero. Estaba separado y tenía otra hija, que vivía con su expareja. Según le dijeron, el motivo de la ruptura era su extrema afición por la marihuana y la falta de un trabajo estable.
Aunque la impresión inicial, motivada por la cartulina verde, apuntaba a un grupo de ciudadanos ejerciendo la justicia por su cuenta contra unos delincuentes comunes, las autoridades señalaron pronto en otra dirección: todos eran vendedores de droga para una célula del cártel Jalisco Nueva Generación y les robaron la mercancía o no pagaron por ella. Si antes los mataban o decapitaban, todo apunta a que ahora los dejaron vivos para que sirvan como ejemplo al resto de delincuentes.
"Su familia dice que Ismael no vendía drogas, que sí que era consumidor de marihuana, pero niegan la versión de las autoridades aunque reconocen que lo detuvieron un par de veces por llevar marihuana para autoconsumo pero que nunca ingresó al penal", dice Martínez. Aunque en su opinión sí que tiene que ver con la cuestión del narco, cuenta una historia que ejemplifica el dilema de la gente más desfavorecida de la región. Durante un operativo de la policía estatal, detuvieron a un viejito por una plantación de marihuana.
"Él me dijo que había ido a las autoridades y les había pedido recursos económicos para sembrar sus tres hectáreas de terreno, pero que como no encajaba en el catálogo de apoyos, le habían denegado la ayuda", recuerda. "Luego vino el cártel y le dijo que le daba 30.000 pesos en efectivo si les prestaba las tierras para marihuana y una vez que sea recogida, le daría otros 20.000 para que siga sobreviviendo con su familia. Lo aceptan porque es su única forma de vivir".
A los pocos días del encuentro de los mutilados, el fiscal General del Estado, Eduardo Almaguer Ramírez, anunció que habían detenido a dos personas acusadas de ser los perpetradores de las brutales amputaciones y que, según las declaraciones de las víctimas, se dedicaban a vender droga en la zona oriente de Guadalajara y "no cubrieron el pago que correspondía al pago de droga". Por ello les dieron "un escarmiento" para generar "un terror a quienes se dedican a esta actividad y de esa manera no les estén dejando de cumplir con esas actividades".
Desde el blog Jalisco Rojo, una plataforma ciudadana dedicada a cubrir la "nota roja" de la región, no se creen esta versión. En una conversación electrónica, arguyen que "este tipo de declaraciones buscan desviar la atención de los medios para que las personas no tengan la percepción de que ciudadanos comunes pueden actuar por hartazgo".
Chistes violentos en redes sociales
Entre sus seguidores y por lo que se ve en su Facebook, las opiniones están divididas. "Unos aplauden la medida mientras otros consideran que fue exagerada, pero todos coinciden en el punto de que el Estado no garantiza la seguridad en Jalisco y la gente ya está harta de que liberen a los delincuentes que se capturan". Recientemente, Reforma publicó un audio en el que se oía al presidente del Tribunal de Justicia de Jalisco pidiendo al jefe de Seguridad Pública liberar a dos presuntos asaltantes por solicitud de "el patrón".
En los comentarios en redes sociales, llaman mucho la atención los chistes y aplausos a la mutilación de las siete personas. "Para mí es grato lo que les ha pasado, ellos pudiendo hacer las cosas bien, jamás lo intentaron hacer de la manera correcta. Aprendieron a la mala, ahora sin sus manitas tendrán toda una vida para arrepentirse de andar robando", "cada vez que vayan al baño, que se quieran rascar, que quieran bañarse, comer... van a recordar a quiénes les robaron", "qué bueno, por putos lacras, ellos hasta por un estúpido celular te andan matando esas ratas no merecen vivir", "por ahí sin manos y todos van a saber el motivo, hacedlo moda!". También circulan algunos chistes visuales con sus fotos.
Aunque es la primera vez que se firma un acto de este tipo como Grupo Élite Antirratas, no es la única mutilación de la semana. El domingo dos hombres fueron secuestrados y liberados tras cortarles las orejas. Jalisco es una zona pesada. El reportero Martínez cuenta que su récord cubriendo muertes son 17 ejecutados en un mismo día y que se han llegado a encontrar hasta 24 cadáveres juntos en tres camionetas, justo dos días antes de la prestigiosa Feria del Libro de Guadalajara.
La justicia por su mano
Sea un castigo por parte de una mafia de delincuentes o un caso de justicia por su mano, en el que un grupo de ciudadanos decide que la ley la aplican ellos, la impunidad y falta de confianza en las autoridades en México impulsa este tipo de correcciones populares. En lo que va de año, según una nota de AFP, ha habido más de 60 linchamientos en el país.
En México, en el Índice Global de Impunidad elaborado por la universidad de las Américas, es medalla de plata, solo detrás de Filipinas. El 46% de la población detenida no ha sido aún condenada y hay solo 4 jueces por cada 100.000 habitantes, frente a la media de 17. Entre las 14 recomendaciones que emitió esta semana la Organización de las Naciones Unidas en tema de derechos humanos para el gobierno de México, estaba la creación de un consejo asesor para revertir la tasa de impunidad. Solo un 2% de los delitos acaban siendo castigados por las autoridades.
No ayuda tampoco la falta de confianza en las instituciones y la policía. En mi primera semana en el país, vi dos mordidas o sobornos a agentes para que hicieran la vista gorda con un par de infracciones administrativas y a un amigo, después de ser atracado, un policía le sugirió que le diese dinero si quería que persiguiera a los malos. Sus bajos sueldos son un estímulo para este tipo de conductas, que son bastante comunes. En el índice de confianza en el país de la organización civil México Opina, solo los diputados y los partidos políticos están debajo de la policía.
Esta combinación es un caldo de cultivo perfecto para que ciudadanos cabreados decidan ejercer la justicia por su cuenta y que a la opinión pública no acabe de parecerle mal. En el Barómetro de las Américas de 2014, un 33% de los encuestados mexicanos aprobaban la justicia por mano propia y mediante los cuerpos de autodefensa, métodos que, según señalaba el informe, no tienen mecanismos de rendición de cuentas y son un reto para el Estado de Derecho.
Es común encontrarse en redes sociales aplausos a este tipo de justicia, como cuando dan una paliza a un acosador sexual o ladrones en el transporte público o dejan atado a una farola a un atracador. Las cifras de este tipo de incidentes se disparan a partir de 2010, pasando de 14 a 47 linchamientos al año y sin parar de subir. El ensayo La soga y la razón, de José Antonio Aguilar, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Chicago, señala que "el lado oscuro del capital social no ha recibido la misma atención que sus efectos virtuosos".
Un caso que demuestra los peligros de este tipo de justicia se vio en Puebla hace un año. Dos hombres iban por el municipio de Ajalpan haciendo preguntas extrañas. Los habitantes pensaron que eran secuestradores y llamaron a la policía, que los detuvo. Pero no contentos, empezó el repicar de campanas y redes sociales y se formó una turba de cientos de personas. Decididas, acudieron a la comisaria y sacaron, tras reventar la puerta, a los hermanos José Abraham y Rey David Copado Molina. Los llevaron por todo el pueblo, moliéndoles a golpes por el camino. Pusieron sus cuerpos sanguinolentos en mitad de la plaza central y les prendieron fuego. No importó que en realidad fueran trabajadores del Instituto Nacional Electoral y estuvieran preguntando: hacían una encuesta sobre el consumo de tortillas.