El timo de las ONGs falsas: “Perpetúan una política neocolonialista”
El director Joachim Lafosse recupera el caso de El Arca de Zoé en 'Los caballeros blancos', que critica las acciones de estas organizaciones.
17 agosto, 2016 00:59Noticias relacionadas
El 25 de octubre de 2007 eran detenidos en un aeródromo de Chad los responsables de la ONG francesa El Arca de Zoé junto a 103 niños. Argumentaron que se trataba de huérfanos de orfanatos de Darfur. La ONU comprobó que en realidad eran niños chadianos con padres y tutores legales. La organización pretendía entregar a los chavales a padres franceses que, previo pago, habían comprado un hijo.
Entre 2.800 y 6.000 euros pagaban las familias de acogida en lo que desde la organización se describió como una labor humanitaria. El suceso puso en entredicho la labor de las ONG en los países africanos. Se empezó a cuestionar sus métodos y sus motivaciones. Al director belga Joachim Lafosse la noticia se le cruzó en el momento adecuado, ya que preparaba un filme sobre las organizaciones no gubernamentales. El resultado es Los caballeros blancos, con el que ganó el premio al Mejor director en el pasado Festival de Cine de San Sebastián y que se estrena este viernes en nuestras pantallas.
“Ya estaba interesado en las ONG antes de este hecho, y lo estaba porque creo que hay una desinversión de los países desarrollados hacia otros países que necesitan ayuda. Parece que en cierto modo tener grandes ONG como Médicos sin fronteras permite a los Gobiernos dejar de invertir y pasar la pelota a otro. No creo que los conflictos deban solucionarse cómo se hace actualmente, sino de una forma política, hablando. Ahora o se hace a lo bruto o mediante ONGs, que cargan con la responsabilidad de ayudar a otros países”, cuenta el realizador a EL ESPAÑOL.
Para contar esta historia en la que la gente confunde lo moralmente correcto con lo legalmente correcto, y en la que siempre se enmascara todo en las buenas intenciones, fue importante escoger con cuidado el punto de vista de la historia. Mantener una ambigüedad moral respecto a sus protagonistas. Lafosse no les juzga, tampoco cuenta explícitamente que lo que hacen es ilegal. Es más, ellos creen en lo que hacen. El realizador explica que lo importante fue “no tener un punto de vista”. “Como director mi trabajo es hacer que el espectador tenga un punto de vista, no que yo se lo entregue”, añade.
Parece que en cierto modo tener grandes ONG como Médicos sin fronteras permite a los Gobiernos dejar de invertir en otros países y pasar la pelota a otro
A pesar de esa equidistancia sí que se nota una crítica a la actitud de prepotencia y dominación del hombre occidental sobre África. Una situación denunciada por muchos, que aseguran que las ONG no son más que la forma de lavar la conciencia de los países del primer mundo mientras se aseguran que sigue habiendo un tercer mundo y lo mantienen con su inacción. “Sí, desde luego que lo hacen. Mira el ejemplo de la adopción internacional. Es muy difícil adoptar niños en Bélgica o en Francia que sean del propio país, la serie de requisitos es tremenda. Si se adoptan de otros países europeos se considera necesario que estos niños mantengan un contacto con sus países de origen, pero si un país africano restringe las adopciones e intenta poner unas normas se considera un escándalo, se dice que no quieren salvar a sus niños, que prefieren que se mueran de hambre… Eso me parece una política neocolonialista, estamos reproduciendo lo que pasaba antes”, afirma crítico el cineasta.
En Los caballeros blancos hay dardos para todos. Uno de los personajes llega a decir a la reportera que registra todas las acciones de la ONG que no le pregunte a él, sino a los “encorbatados de la ONU que son los que sacan tajada de esto”. Joachim Lafosse se apresura a aclarar que eso es sólo una frase del personaje y que no coincide con su punto de vista. “Quizás no le tenía que haber hecho decir eso, pero era una forma de expresar que no hay que fiarse de nadie y que hay que estar con los ojos bien abiertos”, zanja.
Los personajes no son mala gente, al revés, son buena gente y creen en algo y en nombre de esas creencias olvidan la ética y hasta la moral humana
En Francia también conocen el refrán que dice que el infierno está lleno de buenas intenciones y Lafosse lo ha debido repetir como un mantra, ya que es la idea que desprende cada fotograma de su filme. Las buenas intenciones de estos voluntarios que creen estar por encima de la Ley. “Es mi tema favorito, lo que más me interesa de la historia. Los personajes no son mala gente, al revés, son buena gente y creen en algo y en nombre de esas creencias olvidan la ética y hasta la moral humana”, explica el director que añade como ejemplo que nunca veremos a ningún político decir que van a hacer algo mal, sino que siempre “creen que van a hacer algo muy bueno”.
El realizador se mantiene fiel a su estilo y no da respuestas al espectador, sólo les lanza preguntas incómodas a la cara, les obliga a posicionarse, a elegir. ¿Dónde está el límite? ¿Debemos cambiar las formas en las que nos planteamos las ayudas a otros países? ¿Qué es moralmente correcto? Los caballeros blancos, los trabajadores del Arca de Zoé y muchos creen tenerlo claro, aunque la realidad se encarga de ponerles los pies en el suelo.