Desde hace décadas mis amigos y yo nos reímos con una frase que ya no recordamos quién la pronunció o dónde la escuchamos por primera vez. Creemos recordar que era de una modelo, otros opinan que de una miss, como si fuese un escalafón distinto en la pirámide evolutiva del show business. En aquella ocasión la protagonista, en un digno arrebato por dignificar su fama, contestó a un periodista inquisitivo que ella no era una advenediza, que ella era “modelo, prácticamente actriz”. Esa frase reventó en nuestros cerebros como un cargamento de peta zetas. Aún hoy recordamos la frase aunque hayamos olvidado a su progenitora. La mente humana es muy cruel. No se ofendan si les cuento que cada vez que veo a Kristen Stewart me acuerdo de la frase.
Kristen Stewart es una de esas actrices que uno no sabe muy bien qué ven los demás en ella, dónde está su secreto, su potencial, su imán, para que, acostumbrado como estoy a la espeleología emocional, aún no lo haya encontrado. Es cierto que la trayectoria de la actriz está muy marcada por una saga cinematográfica que tampoco requería haber finalizado con éxito los estudios de cualquier técnica de interpretación. Digamos que los personajes tampoco exigían tanto de sus intérpretes. El abanico de registros que demandaba Crepúsculo no eran los mismos que un Shakespeare y el personaje de Bella Swan no era Ofelia ni Lady Macbeth. Eso relaja mucho. Pero del mismo modo que otros actores y actrices se han enfrentado a su pasado y han logrado salir victoriosos del reto –hace unas semanas le dedicábamos esta columna a su compañero de reparto, Robert Pattinson-, tengo la impresión que Stewart sigue buscando su sitio.
En 2014, cuando se proclamó la primera actriz estadounidense en ganar un premio César, el premio de la Academia de cine francés, por Viaje a Sils Maria, pensé que se estaba produciendo el redescubrimiento, la metamorfosis de celebrity a actriz. Pero seguí sin ver algo que los demás veían. Como aquella sensación de estar frente a una de esas imágenes ocultas en 3D que frustraron mi adolescencia cuando todos mis amigos veían unicornios en una pradera, o ballenas surgiendo del océano, y yo solo lograba marearme, además de tener la sensación de que iba a darme un aire y me quedaría bizco el resto de mis días. Pues para mí Kristen Stewart es como una de esas imágenes del ‘ojo mágico’.
Hoy estrena Personal Shopper, la nueva película de Olivier Assayas, el director francés que ya la mira como si fuese una musa –él también la dirigió en Viaje a Sils María- y al que observo con cierta rabia, como si él lograse distinguir el unicornio en la pradera que yo no consigo ver. Assayas declaró que era “la mejor actriz de su generación”. Y me desespero fijando mis ojos en el lisérgico dibujo. También es verdad que los franceses son muy suyos y si una actriz o cantante les gusta se la adjudican sin pudor, la convierten en francesa si hace falta, como han hecho con Victoria Abril o Luz Casal. Aunque yo en ellas veo unicornios, constelaciones, mares embravecidos y verbenas multitudinarias. Y en Kristen, chico, que no veo nada.
Para mí, Kristen Stewart es la actriz más inexpresiva de su generación. Es la Roger Moore femenina. La miro y apenas veo registros y sí muchos tics. Si quieren ver su interpretación más arriesgada vean el clip Ride’Em on Down de The Rolling Stones. Tal vez esa falta de expresividad, esa indolencia en la mirada, la convierte en un rostro perfecto para fotografías publicitarias. De hecho, fue imagen de Balenciaga hasta que fichó por Chanel. Ha seducido a más grandes marcas que a grandes directores de cine. Su, a título personal, único registro es el de la indiferencia adolescente, fría, casi snob, que siempre ha funcionado en la moda. Existe la posibilidad de que Kristen Stewart sea muy buena modelo, prácticamente actriz. Quién sabe.
El uso del adverbio, que subrayaba el ‘casi’, como una manera de valorar una acción incompleta, siempre me pareció un ejercicio de truperío del bueno. Esa frase en cuestión nos sirvió de ejemplo para enmarcar unos años en los que toda modelo veía lógica su evolución profesional adentrándose en el terreno de la interpretación. Y, en ese terreno, solían tropezar como nunca habían hecho en la pasarela.
Sigo a la espera de descubrir en Kristen Stewart lo que todos los demás veis. Pero antes de que saquéis conclusiones precipitadas tengo que deciros que un día, algunos años después, miré fijamente una imagen oculta en 3D y logré ver a un grupo de delfines jugando el alta mar.