Crítica: 'Buena suerte, Leo Grande', una genial Emma Thompson defiende el sexo positivo y la prostitución
La película, una de las grandes sorpresas de la última edición del Festival de Sundance, se estrena simultáneamente en cines y en Movistar Plus+.
2 septiembre, 2022 13:03Noticias relacionadas
"A las mujeres nos han lavado el cerebro toda la vida para que odiemos nuestros cuerpos. Todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos”, lamentaba Emma Thompson durante una rueda de prensa en la última edición del Festival de Berlín. La inglesa respondía así cuando le preguntaban por el que está destinado a convertirse en el desnudo más importante que nos dejará el 2022 en cine y televisión. Durante los próximos días nos hartaremos de escuchar lo valiente que es la actriz por mostrar su cuerpo pasados los 60. Buena suerte, Leo Grande, una película que llega a los cines españoles y a Movistar Plus+ simultáneamente este 2 de septiembre, merece ser recordada por mucho más que eso.
Sophie Hyde (autora de 52 martes, un drama familiar de 2013 premiado en Sundance y Berlín sobre una adolescente que descubre que su madre quiere transicionar de género) y la guionista Katy Brand (Glued) están detrás de una historia encantadora en su desarrollo como radical en su planteamiento.
En 2022 no sorprende que se estrene una dramedia con potencial para convertirse en un fenómeno de boca a boca sobre la importancia sobre el sexo positivo, pero sí es más llamativo que sean dos mujeres las que firmen una defensa tan férrea y con argumentos -se compartan a título individual o no- de un tema tan controvertido como la prostitución.
Thomspon interpreta a Nancy, una mujer de 55 años que, tras la muerte de su marido y su jubilación como profesora, desea retomar el contacto físico con los hombres y alcanzar el placer sexual que siempre se le escapó en su matrimonio. La mujer contrata los servicios de Leo Grande (Daryl McCormack, un actor visto en Peaky Blinders que acaba de estrenar la recomendable Hermanas hasta la muerte en Apple TV+), el alias de un profesional del sexo amable, joven, atractivo y atento con el que se cita en un hotel.
La extraña pareja comienza a conocerse a un nivel más personal a lo largo de los tres encuentros sexuales que mantienen y que cambiarán para siempre la forma de ver la vida de Nancy. Sobre el papel, cualquiera apostaría a que Buena suerte, Leo Grande, una de las sensaciones del último Festival de Sundance, es la versión cinematográfica de una obra de teatro. No es el caso, sorprendentemente.
Brand, una polifacética artista con experiencia en el mundo de la interpretación y la comedia, estructura esta comedia dramática con una arquitectura narrativa clásica: tres actos, dos actores, un escenario y un epílogo, el único momento en el que la cámara de Hyde abandona la habitación de hotel en el que se encuentran Nancy y el trabajador sexual. A pesar de la propia naturaleza del material, la propuesta nunca es devorada por su inherente teatralidad.
Los eléctricos diálogos de la pareja, la milimetrada construcción del conflicto de Nancy y el hábil aprovechamiento del espacio (y de las pocas herramientas narrativas no verbales que tiene la película, como el vestuario que tanta información aporta sobre la evolución de la protagonista en su viaje de aceptación) hacen que nunca te concentres en nada más que en la extraordinaria pareja protagonista que forman una veterana actriz británica y una promesa por la que se deberían estar partiendo la cara en estos momentos todos los directores de casting de Los Ángeles y Londres.
En manos de la protagonista de Sentido y sensiblidad, Nancy es una mujer tan inteligente como insatisfecha, tan decepcionada con los demás (no parece estar muy segura de que los hijos a los que ha dedicado su vida le caigan realmente bien) como frustrada consigo misma (en su primer encuentro con el gigoló se disculpa por su estado físico).
Es una mujer caótica y rabiosamente normal, pero irresistible desde el otro lado de la pantalla gracias a la naturalidad y carisma que imprime Emma Thompson cada vez que se pone delante de una cámara, ya sea en una película, un talk show o una ceremonia de premios a la que llega descalza y con una copa de vino en la mano. Cuando el guion, el personaje y la dirección acompañan, como es el caso, nos encontramos con una interpretación incontestable.
La fragilidad -como en esa escena que se echa a llorar tras un primer encuentro sexual, repitiendo los patrones de una vida de represión ajena y propia- y la testarudez se alternan en una interpretación arrebatadora que debería estar presente en la temporada de premios que está a punto de empezar. Como el propio Leo Grande, Daryl McCormack entiende que ésta es la historia de su compañera de alcoba. A punto de cumplir los 30 años, el actor irlandés se muestra empático, seductor, comprensivo, sexy, divertido, seguro de sí mismo o frágil según el momento lo demande, y con una aparente falta de esfuerzo e impostura que solo están al alcance de los que han nacido para actuar.
Otro de los grandes aciertos de Hyde como directora es su inteligente y dosificado uso de la desnudez y el sexo en una historia que tiene ambos elementos en el corazón de su historia. Cuando llega el necesario desnudo de Thompson, Nancy ya ha superado el resto de barreras que tenía delante ella y solo le queda mirarse a sí misma primero, y aceptarse después. Es un momento memorable que también obliga a la audiencia a asumir y admirar la belleza y la naturalidad de una mujer de verdad, no de la fantasía creada por Hollywood, las redes sociales y un mundo salvaje.
Buena suerte, Leo Grande es una de las grandes sorpresas del año por su sincera aproximación a la sexualidad de la mujer y a las zonas grises de una cuestión en eterno debate como la prostitución, pero también por atreverse a contar la historia de una persona que, a punto de entrar en el tercer acto de su vida, se da cuenta de que es posible desandar lo andado y perseguir eso que ya creía inalcanzable. Para alguien será un orgasmo, para otros la libertad de ponerse por delante por primera vez en la vida. Incluso cuando eres una persona profundamente convencional, como Nancy, la autoconsciencia y la satisfacción personal es un viaje al alcance de cualquiera. Con o sin arrugas. Con más o menos años o kilos encima. En definitiva, no la dejen pasar.
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