Serían en torno a las cinco y media de la madrugada, justo cuando Bogotá comenzaba a iluminarse con los primeros rayos de sol, cuando todos los asistentes, en torno a 6.132, estaban preparados, o lo que es lo mismo, completamente desnudos y dispuestos a posar durante cerca de tres horas para el fotógrafo Spencer Tunick.
La colombiana plaza de Simón Bolívar ha sido el último lugar escogido por el artista norteamericano para su última creación a la que han querido acudir miles de personas. Entre los afortunados elegidos, una española, Candela Montero Martín, ha tenido la suerte de participar en esta multitudinaria performance, a la que, además, no fue sola: ha posado junto con su madre, M. Carmen Martín Lara. Mucho frío, sonrisas y un ambiente de lo más humano y acogedor, marcaron la madrugada del pasado domingo para las malagueñas, que se llevan de su viaje a Colombia un recuerdo inigualable: formar parte de la instantánea de uno de sus artistas preferidos.
“Tuve la sensación de que estar desnudos nos despojó a la vez de otros muchos prejuicios. Desde mi punto de vista es una experiencia un tanto terapéutica. Estábamos ahí porque lo deseábamos y todos teníamos la voluntad de colaborar. Hubo momentos en los que las indicaciones que nos dieron nos obligaban a apoyarnos sobre otros cuerpos. Todos lo hicimos con total tranquilidad y sin ningún pudor. Supongo que las 6.000 personas que estábamos ahí sabíamos de ante mano a lo que nos exponíamos delante del objetivo de Spencer Tunick e íbamos preparados, y con muchas ganas”, explica Candela a EL ESPAÑOL.
La idea de formar parte de una fotografía de Spencer Tunick surgió durante el viaje de Candela por Colombia. Cuando vio que el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá (MAMBO) publicó en sus redes sociales una convocatoria para participar en una fotografía del artista, lo tuvo claro: “No dude ni un minuto en que quería estar en esas fotos. Además, mi madre estaría en esas fechas viajando conmigo por el país. Ella tampoco se lo pensó dos veces ya que era una oportunidad única para que nuestro viaje quedase capturado en una obra de arte”.
Pasamos mucho frío. Después de tres horas desnuda había partes de mi cuerpo que no sentía
Para Carmen, seguidora del trabajo de Tunick desde hace años, la posibilidad de participar en aquella imagen junto a su hija se convirtió en la guinda perfecta para cerrar su viaje. “Lo primero que hice fue mirar mi billete de vuelta a Málaga porque no sabía si estaría allí. Cuando vi que era mi último día, es decir, que podíamos ir por los pelos, me dio una gran alegría. Después nos llegó el correo a Candela y a mí de que habíamos sido seleccionadas nos dio una alegría tremenda”, nos cuenta.
Por la cabezas de muchos puede rondar la duda de cómo se hace para organizar a más de 6.000 personas para que se desvistan, dejen sus ropas colocadas, tomen posición y esperen a que el artista haga su trabajo mientras el frío empieza a recorrer sus cuerpos desnudos sin caer en el más absoluto caos. “Nos citaron de madrugada en la plaza Simón Bolívar, lugar emblemático de la ciudad donde están situados el Congreso, el Palacio de Justicia, la Catedral y el Ayuntamiento. En un email previo nos habían informado del lugar y la hora de llegada. Yo tenía la cita a las 2.45 y mi madre a las 3.30. Bogotá es una ciudad fría durante la noche, así que decidimos llegar las dos a las 3.30 para ahorrarnos una hora de frío”.
Al final pierdes el contacto con tus conocidos y acabas hablando, en pelotas, con quien tienes al lado, como lo más normal del mundo
Una vez allí, los organizadores bajo las órdenes del propio Tunick, comenzaron a explicarles cómo y en qué espacios se realizarían las fotografías “aún con los abrigos puestos”, nos recuerda la joven malagueña.“Después de indicarnos cómo teníamos que actuar para cada imagen, nos pidieron que nos desnudáramos. Fue un momento muy bonito especialmente por la espontaneidad de la gente. Todo el mundo actuó con la mayor naturalidad”, señala Carmen.
Y desnudos al amanecer
“Al principio me dio una pereza enorme levantarme de la cama a las dos de la mañana para 'despelotarme' en plena madrugada, pero viendo lo decidida que estaba mi madre no podía echarme atrás en el último momento. Al entrar en la plaza y sentir el ambiente casi festivo mi pereza y mi sueño desaparecieron y las horas pasaron volando”, recuerda Candela, quien calcula que debieron estar posando alrededor de tres horas: “A las 8.30 ya estábamos vestidos aunque llevábamos desnudos desde antes de las cinco”.
“Pasamos mucho frío. Creía que el cuerpo se acostumbraría a las bajas temperaturas, pero no. Después de tres horas desnuda había partes de mi cuerpo que no sentía, sobre todo los pies. Pero cuando lo comentabas con la gente que estaba alrededor mucho gritaban ‘¡el frío es mental!’ para animarnos a todos a pensar en otra cosa. Lo cierto es que tengo mis dudas porque aún –dos días después de participar en la performance– siento como si mis huesos estuviesen helados”, nos cuenta Candela, aunque su madre insiste en que “era una temperatura soportable”. “El hecho de pensar que estábamos participando en ese gran acontecimiento hacía que el frío fuese más llevadero”.
Mirando ‘al pajarito’
Durante la madrugada del domingo, la plaza de Simón Bolívar de la capital colombiana se convirtió en una fiesta protagonizada por rostros de ilusión y unas temperaturas demasiado bajas. No quedaba otra que tratar de sobrellevarlas de la mejor manera posible: “Unos gritan, otros saltan, se abrazan o se acarician la espalda o las piernas que, os aseguro, casi se dejan de sentir después de dos horas desnuda en una ciudad que está a 2.600 metros de altura. Hay roce y calor humano entre los que se conocen”.
En tales circunstancias, y teniendo en cuenta que todos los asistentes son voluntarios, la mayoría de la gente no siente pudor por el cuerpo ajeno. “Al estar todos desnudos estábamos en el mismo nivel. Todos estábamos iguales, en cueros. Percibí en todo momento que la gente se sentía desinhibida y actuaba de forma natural, de una manera más humana”.
Siempre he querido ser parte de una de esas imágenes. Lo que nunca imaginé es que fuera en Colombia y mucho menos junto a mí madre. Podría decir que he hecho un sueño realidad
“La gente tenía libertad para colocarse donde quería. Al principio tratas de estar cerca de tus amigos, en mi caso, traté de no despegarme de mi hija. Pero después te vas moviendo según las sugerencia del artista y al final pierdes el contacto con tus conocidos y acabas hablando, en pelotas, con quien tienes al lado, como lo más sencillo y normal del mundo. Cuando todos estábamos desnudos no tienes referencia para reconocer a una persona, todos somos iguales. Esta es la grandeza de este artista, nos hace ver que somos todos iguales y entonces hablamos con el de al lado como si lo conociéramos de toda la vida. Se crean lazos muy bonitos, efímeros, pero muy lindos, como diría un colombiano”, relata Carmen.
“Los colombianos son muy naturales”, puntualiza Candela, que lleva en el país cerca de seis meses: “Ante cualquier indicación nueva por parte de la organización saltaban con alguna broma lo que ayudó a que llevásemos el frío y la espera con mucho humor. Hay un momento que recuerdo de forma especial cuando las mujeres estábamos esperando para entrar al teatro Colón y todas comenzaron a cantar cumbia. Esto nos ayudó a entrar en calor y creó complicidad entre nosotras”.
Madre e hija parte de la historia
Que la controvertida obra del artista estadounidense mueve masas no es ninguna novedad. De aquellas primeras fotografías de personas desnudas posando por las calles de Nueva York realizadas en 1992 a sus actuales macroinstantáneas que cuentan con la participación de miles de seguidores, ha llovido bastante.
Su trabajo tardó poco en hacerse famoso y Tunick ha tenido la oportunidad de tomar multitudinarias imágenes en casi todos los rincones del planeta. Ciudades como Buenos Aires, Brujas, Londres, Lyon, Melbourne, Montreal, Caracas, São Paulo o México, dónde batió el récord de asistentes con más de 19.000 personas desnudándose sin complejos ante la lente de su cámara, han sido algunos de los lugares escogidos por el fotógrafo para dar rienda suelta a sus composiciones artísticas con tan singulares modelos: ciudadanos de a pie que quieren posar desnudos y formar parte de su obra.
Percibí en todo momento que la gente se sentía desinhibida y actuaba de forma natural, de una manera más humana
El último destino, Colombia, ha ofrecido a nuestra protagonista la oportunidad de cumplir con uno de sus deseos de infancia: “Tengo un recuerdo de adolescente sentada con mi abuela en la mesa de la cocina cuando salió en el telediario una noticia sobre una foto de Spencer Tunick. Más que el hecho de que la gente fotografiada estuviera desnuda, me impactó mucho que esas fotos se hiciesen en espacios públicos. ‘Algún día quiero ser parte de una de esas imágenes’, pensé. Lo que nunca imaginé es que fuera en Colombia, país que me tiene enamorada, y mucho menos junto a mí madre. Podría decir que he hecho un sueño realidad”.
“Ha sido uno de los momentos más bellos de mi vida. Spencer me ha dado la oportunidad de ver lo hermoso y bello que es el cuerpo humano de cualquiera, no sólo de las esculturas o de los cuerpos esculturales. Somos bellos todos”, explica Carmen.
“Lo que hacía más especial la oportunidad de participar en la imagen es que las fotos justo se tomarían unas horas antes de mi madre tomase su vuelo de vuelta a España, cerrando así un viaje que nos ha llevado a recorrer este país durante un mes. Sería la última foto del viaje juntas”, nos explica Candela emocionada.
Sensación que también tiene Carmen, quien reconoce que despedirse así de la ciudad y de su propia hija durante algunos meses más ha sido un privilegio para ambas: “Poder participar juntas en esto ha sido el colofón más espectacular que podía darle a mi aventura en Colombia”.
Tanto a Candela como al resto de participantes el artista les hará llegar un original de la obra. Además, dentro de unos meses se celebrará una exposición en el MAMBO para mostrar el trabajo realizado por Tunick en aquella gélida pero inolvidable madrugada para esta joven malagueña y su madre.
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