José Garrido encontró este jueves en Bilbao la puerta grande que le escondieron la primera tarde. Se ha zampado seis toros en 24 horas en las Corridas Generales. Casi nada. El triunfo llegó como si no hubiera parado de torear desde el viernes histórico de llantos, broncas y poder. Un refresco y a seguir. La gente seguía como lo dejó. Una ovación lo obligó a saludar antes de continuar con su actuación en la feria: efectivamente sólo había pasado un día.
El triunfo por fin llegó en el sexto. En el último momento, tan en el último que fue en el descuento: tuvo ser el sobrero. Siete toros y seis lidias sumó el extremeño. Un paracaídas para el despeñadero que fue la corrida de Fuente Ymbro, tan bien hecha como podrida. Otra losa más en la feria.
El titular se desmoronó solo. Qué fracaso. Mucho más alto, basto y grande 'Pegajoso'. Sin armonía, cuesta arriba. Los primeros tercios transcurrieron sin más. Quizá empujó algo en el caballo pero no se sujetaba en los capotes. Cualquier atisbo valía en este desierto de bravura. Parecía muy difícil remontar el ambiente a la contra. Los doblones fueron ineficaces. El toro salía para otro lado. Un trincherazo acurrucó a la bestia dormida.
La primera tanda fue un divorcio. Firme Garrido se la ponía. Muy basto en todo el toro. La segunda fue algo mejor. Tiró de él el matador, por abajo, redondeando la serie. Muy a menos 'Pegajoso'. En los medios Garrido le metió la muleta al hocico. Esta tanda arrancó la música. Un oasis en lo vivido. Se dejaba el toro hasta un punto: se paró en mitad del viaje, Garrido se sacó un cambio de mano y cogió la izquierda.
Por ahí llegó lo mejor. Abajo la mano. Humilló 'Pegajoso' obrando el milagro. Garrido lo empujaba, los naturales desde la bamba. El pase de pecho salpicó y la gente aplaudió a rabiar. La siguiente abrochó el conjunto. El tiempo y las distancias medidas. Lo muletazos a puñaditos, cerrados y redondos. Muy toreras las salidas de la cara. Se gustó en los molinetes.
El final de rodillas fue vertiginoso. Qué cambio de mano. En el camino de las dos. Matías aguardaba. El público se calló. Se perfilaba Garrido. Un paseo más asumiendo que lo tenía en la mano. Relajado. Dos pasadas más. El toro no se fijaba. Al fin paró. Se tiró Garrido en el 93:48. Estocada arriba y algarabía. Matías se entregó por fin. Dos orejas. Dos tardes para lanzarse un torero. Qué bien José Garrido, triunfador por ahora de las Corridas Generales.
Se abrió por verónicas, no tan arrebatadas, más cadentes, con el tercero Garrido. Al toro se le notaba cada músculo debajo de la piel. Los pitones le nacían directamente desde la raíz de la testuz. En la muleta todo deslucido. Un salto, un brinco, la cara suelta. Lo toreó en la perpendicular a las tablas: para dentro el toro se dejaba y para fuera refunfuñaba. La mano derecha despejó la embestida. Con la izquierda el toro se defendió aún más. Qué cabezazos. No dio un paso atrás Garrido. Los filos le bordearon la axila, el brazo y el pecho. Muy firme. Se metió entre los pitones en un atragantón. Frenado el toro lo medía, la tarascada bañó la espalda de sangre. La cara arriba cuando sintió el acero: la espada no avanzó más desde la trinchera de los pitones en la cara.
Qué gran tranco tenía el segundo. Castaño, bien hecho, persiguió el capote de Perera templado. Varias verónicas como delantales. O delantales como verónicas. Dos chicuelinas en medio y la media. Qué recurso el saludo mixto. Garrido quitó por chicuelo también. Enganchaba desde los vuelos. La lidia del banderillero Ambel lo mostró: lo mismo se volvía del revés, otras veces embestía mejor pero siempre con clase.
Perera brindó al público. Aquel temple del inicio lo sujetaba al fuente ymbro en el lado oscuro, en el límite. Poca fuerza. Extraordinaria clase. El extremeño vació en la mano derecha las dos mejores arrancadas de la feria. El trazo largo lo arropaba sin obligar demasiado pero resultó ser demasiado. Se hundió finalmente el toro. Al natural nada. La espada y a otra cosa.
El quinto echó más leña al fuego de la mansedumbre. La corrida se despeñaba peñasco a peñasco. Este sangró muchísimo. La piscina del lomo rebosaba. Era un gran toro de hechuras. Dentro, la oscuridad. Todo a regañadientes. Perera lo intentó. Sacaba algo. Berreaba el bicho. Qué imagen. Muy frenado. Escarbaba. A otra cosa. Ni el puntillero.
Sebastián Castella se encontró con el primero, un toro de gimnasio como el tercero que se fue desinflando de casta conforme avanzó la lidia. También la forma de los pitones identidad. La expresión era de enfado. El inicio por banderas lo despedía bruto. Cuando tuvo que coger la muleta salía del muletazo sin rebosarse. Ya lo hizo en el quite por chicuelinas. Si se le obligaba, nada. A su aire se quedaba debajo. Poca alegría. Castella le pudo en seguida, cero enganchones, se montó encima y lo mató.
El cuarto no quiso ni ver a los caballos. Los sintió desesperado por huir. Era como tímido en los capotes. Para él las tablas eran dehesa. Lo intentó Castella desde el inicio sentado en tablas. Allí no había conjunción posible. Si es que el toro no quería cuentas. Olisqueaba la arena en cada embroque. Castella se impuso a él en una tanda por la derecha, consiguió que no le enganchara a pesar de los arreones. Salió a buscar mundo. No se sujetaba ni en sus terrenos. 'Ná'. Joder, qué mal lo mató.
FUENTE YMBRO/ Sebastian Castella, Miguel Ángel Perera y José Garrido
Sábado, 27 de agosto de 2016. Plaza de toros de Vista Alegre. Séptima de feria. Más de media entrada. Toros de Fuente Ymbro, 1º rajadito, 2º extraordinario sin fuelle, muy deslucido el 3º, un 4º mansísimo,
Sebastián Castella, de azul pavo y oro. Pinchazo hondo trasero. Dos descabellos (saludos). En el cuarto, espadazo feísimo en los bajos, otro en el mismo sitio y pinchazo hondo arriba (pitos).
Miguel Ángel Perera, de verde hoja y oro. Espadazo trasero (saludos). En el quinto, estocada arriba (silencio).
José Garrido, de catafalco y oro. Pinchazo hondo. Un descabello (saludos). En el sexto, buena estocada (dos orejas). Salió a hombros.