Hay un Madrid verdoso, en pantalones cortos y tatuado muy lejano. El rumor de Las Ventas no llega allí. Un Madrid faldicorto, desenfadado. Otra ciudad de terrazas, soleada: no huele a toro ni a taurino. Nadie sabe nada, ni una conversación sobre el ejemplar de Rehuelga, ni los presidentes, las orejas o Adolfo Martín, Plaza 1 o Talavante; paz, en definitiva. No se conoce nada de esto, de la burbuja -cada vez más transparente, accesible- en la que llevamos viviendo un mes. Todo un universo aplastado en el bullicio de Callao. La ciudad no se vuelca, se divide, y al llegar a la explanada un día más el lugar era inhóspito pasados algunos minutos de las siete, una silenciosa retirada. Un desalojo escalonado. Dentro, miles de personas elevaban de nuevo el acontecimiento, la fecha, el final de San Isidro. Un sábado perfecto para ir a los rejones, Forges, que no tiene ni idea.
Pablo Hermoso de Mendoza juguetó en la salida del primero, aflojando y tensando la cuerda. Sobre la grupa todo. Recorrieron los tendidos de sol en un alegre galope sin abrirse a las dos pistas. El rejón cayó perfecto: la sangre desbordó la pezuña del toro, coloreando la anca, en un contenido y constante sangrado. La hermosina con Alquimista no tuvo continuidad; sí las banderillas. Redujo el espacio con Deco. Al toro se le iba la vida, tan flojo. Casi se echa. La actuación se fue perdiendo en la corrección de Hermoso. El medio rejón lo sentó definitivamente.
Galán apretó sin mirar atrás. La portagayola se convirtió en huida con el toro lanzado a tablas. Galope tendido para cruzar el paso a nivel. Hubo mucha intensidad con Roque. El caballo buscaba al toro metiéndole las manos, apoyando la parte delantera, como si echara un vuelo duro, los cascos rígidos. De dentro a fuera, el recorte templado, la cola volandera. Con Titán ligó cinco piruetas en la cara. Un alboroto. Muchas palmas para acompañar cada acción. La alegría entusiasta de los rejones envolvió la lidia. El toro sin embargo lo observaba todo aburrido: delante una fiesta, en él una ironía. El rejonazo lo fulminó después del viaje de cortas desplegado. Sergio Galán lo había desorejado: su octava Puerta Grande.
Cuando acabó la vuelta al ruedo, volvió a ocuparse el espacio en seguida. Una sombra castaña dejó un rastro en el ruedo. Fino, elevado, brillante, Bach portaba a Lea en un trote contenido que levantó un murmullo. La aparición causó una impresión de amazona exótica. Otra alegría, asombrada. El pasional suflé lo rebajó el tercero, parado y avanto. Tuvieron que ir a buscarlo. Se vino arriba el toro persiguiendo a Gacela, un espectáculo. El recorte encendió a las masas. Ya el toro dijo basta. En los tiempos muertos recorría las barreras como quien se pasea por una barra en esas noches de soledad y hielo. También como aquel día en el Tony, intentó saltar la barrera. Rajado, Lea trató de sacarlo a los medios: lo hizo un banderillero. Jazmín, qué tacazo, mordió el polvo. Apretaba el toro y no pudo esquivar la rejoneadora el testarazo. En el suelo quedaron los dos en un escaparate para los pitones tullidos, que buscaron al caballo con ansia y balas de fogueo. Lea, pisoteada, cubierta de arena, volvió a por otra montura con la plaza en pie. Y pinchó. Saludó una ovación cariñosísima.
Pablo Hermoso congeló las emociones. Esperó a que el toro se diese cuenta de su presencia. La carrera esa fue un espejismo. El refugio de las tablas descubierto a primera hora. ¡Estaba aculado! Ni media arrancada. La gente protestaba, pedían la devolución. El toro devoraba los capotes. Los rejones es un caso curioso: uno viene a divertirse sí o sí. No hay lugar para lidias sesudas. El toro volvió a la querencia. Allí sucedió la faena, original por las circunstancias, alejada del acontecimiento. Hermoso trató de encelarlo cerca de chiqueros, convencido ya de que no había otra cosa. Lo adelantaba una raya. Clavaba la banderilla. De nuevo por dentro. El toro se encontraba en los medios como un niño en un centro comercial, perdido, agobiado. Habilidoso, con el toro mirando a tablas, clavó un rejón trasero. Tuvo que descabalgar para descabellar.
El quinto estaba listo. Despedazado de fuerzas. Dos veces fue al suelo rodando. Casi no se vuelve a levantar. Galán comprendió que tenía que ponerlo todo él. Apolo, pegado la testuz, levantaba las patas en un trote quedo, con ritmo. En el sitio, esperando la arrancada del toro, tan quieto, congelado, un alma de cartón piedra. Clavó a dos manos Galán y la gente lo celebraba como goles. El segundo par fue trasero. El lomo del toro parecía la estantería de un salón de los 90. El rejonazo quedó clavado perpendicular, un pinchazo hondo. Lo lamentó Galán. No contaba con la ayuda del toro: se tiró como Neymar segundos después de sentir el acero. Miraba de reojo a ver si servía. El público, claro, respondió en seguida a la performance sacando los pañuelos y dos minutos después de fallar la suerte suprema el rejoneador paseaba la tercera oreja.
Lea fue recibida de nuevo con una ovación de apoyo. Qué adhesión. Otro toro de Fermín ausente. El poderoso imán de la barrera lo atraía de un lado a otro. Cruzaba el ruedo sólo para ir olisquear los estribos. Decía poco, tan soso. Lea clavó tres banderillas. Arriesgó en la última tras un galope a dos pistas templado. Entusiasta la amazona con Deseado, en esos embroques inocentes, alegres, algo pasados. Igual con las rosas, sujetas en el lomo tras el encuentro fugaz. Había tesón en su actuación. Una intención entrañable. No pasó de ahí, la verdad. Mató trasero y la gente esperó al descabello sedienta. A la primera acertó la amazona. Como en una ovación a una actuación final de curso, le fue concedida la oreja.
Ficha del festejo
Monumental de las Ventas. Sábado, 10 de junio de 2017. Penúltima de feria. Casi lleno. Toros de Fermín Bohórquez, 1º a menos, bueno el 2º, manseó el 3º, rajado el 4º, se dejó el 5º, 6º soso.
Pablo Hermoso de Mendoza, pinchazo y medio rejonazo (silencio). En el cuarto, rejón trasero. Dos descabellos (silencio).
Sergio Galán, rejonazo fulminante (dos orejas). En el quinto, pinchazo hondo (oreja).
Lea Vicens, pinchazo, rejón trasero. Varios descabellos (saludos). En el sexto, pinchazo y pinchazo hondo trasero (oreja)