Una actuación en O Galo do Vento.

Una actuación en O Galo do Vento. Cedida

Conoce Vigo

O Galo do Vento, más de 20 años de cultura musical en Vigo que lucha contra el cierre

El cierre por la pandemia lo ha dejado herido de gravedad y el ‘crowdfunding’ que se montó para salvarlo no ha dado sus frutos. Ahora, Armando Gómez, su dueño, alarga la vida del mítico local el tiempo que se lo permitan las deudas

15 noviembre, 2021 06:00

A mediados de agosto, Armando Gómez, compartía en su Facebook que O Galo do Vento, un local de referencia para la música y la cultura underground de Vigo, se veía abocado a cerrar. La fecha de caducidad era el 1 de septiembre; la razón, la que ha llevado a muchos negocios de hostelería a colgar el cartel de cerrado: la pandemia. Una situación insostenible derivada del cierre durante siete meses, las restricciones y un cúmulo de facturas por pagar.

Para evitar poner fin a un proyecto con 21 años de vida y cerrar la verja roja del número 12 de la calle San Vicente, en el Caso Vello vigués, los asiduos del local convencieron a Armando para poner en marcha un crowdfunding a través de la plataforma Verkami. El objetivo, lograr 7.000 euros con fecha límite el 9 de octubre para poder hacer frente a las deudas. El adiós se prorrogó unas semanas, gracias a la iniciativa, pero la esperanza se estrelló a 15 días de que terminase la campaña; los 2.980 euros recaudados hasta ese momento no aumentaron.

"De alguna manera, me perjudicó la campaña para recaudar, porque había mucha gente que dejó de venir al local como si se sintiesen obligados a aportar algo, pero yo no sé quiénes eran los que colaboraban en el crowdfunding, era anónimo", asegura Armando a Treintayseis. "¡Si la mejor manera de ayudar es venir a tomarse unas cervezas!".

Un dinero de ida y vuelta

El dinero recaudado nunca llegó a las manos de Armando. "Yo no recibí nada, porque estas plataformas devuelven lo recaudado si no se llega a la cifra propuesta en la campaña", así que las ayudas que le han ido llegando han sido de la manera tradicional. "Amigos que me han ido dando en mano aportaciones, como 100 euros, que hasta me daba reparo recibir y que tendré que devolver, por supuesto", explica. Pero de momento, cualquier ayuda es poca para tratar de subsistir.

Ayudas que tampoco llegan desde el ámbito público. "De momento yo no sé nada, pero sólo queda que pudiese acceder a ayudas estatales para poder pagar las deudas", reclama Armando.

Una circunstancia que se suma al saldo negativo de la situación, una vez que la pandemia ha dejado abrir de nuevo los negocios y ha terminado con los aforos en interiores, son las obras en la calle Elduayen. "Puse un par de mesas fuera del local, pero quién se va a tomar un café con 89 decibelios de ruido. Si ya es poco agradable estar en casa con el sonido de las tuneladoras desde las 9 de la mañana, imagínate en la calle a pocos metros, es imposible de aguantar", señala, además del laberinto que, asegura, se ha convertido toda la zona, que hace complicado el acceso desde la calle principal a San Vicente.

En búsqueda de otros locales

"Estoy de prestado", contesta Armando cuando se le pregunta hasta cuándo cree que podrá mantener O Galo do Vento abierto. De momento, el negocio vuelve a ponerse en marcha, los clientes vuelven a disfrutar del ambiente que ha hecho popular el local durante las últimas dos décadas, pero en el horizonte no se divisa un final feliz. "Estoy buscando otros locales en la zona y esperando si llega alguna ayuda que pueda salvarlo".

Mientras, Armando se va deshaciendo de algunos aparejos que le permitan sacar algo de dinero, "que mi casa ya está muy llena". Por ejemplo, el equipo de sonido profesional, con el que la música en directo de O Galo do Vento se ha hecho banda sonora de las eternas noches viguesas. También un piano "que está desafinado, pero eso se arregla" entra dentro de ese stock con el que trata de capear el temporal.

Con la Navidad a la vuelta de la esquina, por qué no pensar en que la fortuna con la que tanto se relacionan las fechas de final de año pueda traer consigo un regalo en forma de segunda vida, que sostenga la verja roja que tanto tardaba en cerrar y que alargaba las noches hasta que el sol comenzaba a salir en el horizonte de la ría de Vigo.