La Iguana Club, el templo del rock de Vigo cumple 34 años luchando por ser lo que siempre fue
- El próximo 13 de diciembre, el mítico local de Churruca cumple años mientras desde la nueva gerencia, con Martiña a la cabeza desde hace un año, busca la fórmula para retomar los conciertos en directo en la sala
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El 13 de diciembre de 1990, abrió las puertas en Churruca La Iguana Club; lo que era un antiguo gimnasio de la zona se convertiría en una de las salas de conciertos referencia en Vigo, pero también en Galicia y España. Los neoyorquinos The Devil Dogs fueron los encargados del bautismo de su icónico escenario.
Un año después, el 13 de diciembre de 1991, nacía en Vigo Marta Álvarez Echaide. Quiso el destino o la casualidad que desde hace algo más de un año, celebren juntos sus cumpleaños; ella, conocida por todos como Martiña, asumió la gerencia de un local con el que parecía estar vinculada por un hilo invisible.
Martiña atiende a Treintayseis detrás de la barra, como si ese fuese su hábitat natural y donde más cómoda se encuentra, ese en el que lleva años desempeñándose en diferentes locales nocturnos, como el vecino La Radio, donde comenzó a trabajar como algo complementario. La unión con La Iguana Club fue algo progresivo y que terminó en una apuesta, con ayuda paterna, para hacerse con las riendas de la sala.
La Iguana de siempre en una nueva generación
"Yo soy una tía rockera", refrenda Martiña, que habla con pasión de su nueva aventura. "Cuando cogí La Iguana, independientemente de abrir las miras y adaptarnos un poco a lo de hoy, siempre he querido seguir contando la historia de La Iguana, mi historia, pero en La Iguana. Una nueva era, una nueva generación, pero que continúe con un legado del que yo me siento muy afortunada de poder llevar", explica. Un nombre que, reconoce, "pesa para bien y para mal".
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Entre los consejos que ha recibido, está el de "haz lo que quieras con el local, ahora es tuyo"; pero insiste en que no se ve "haciendo otra cosa que no vaya con el alma de aquí" por el "amor y profundo respeto" que tiene por el local y "por toda la gente que ha trabajado aquí, por todas las grandes bandas y personalidades que han formado parte de su historia". "Eso supone que me esté costando bastante trabajo sacarla adelante", lamenta, como también explica lo duro que se le hace escuchar el "dogma" de "ya no es lo que era". "Me duelen esos comentarios malintencionados porque yo estoy peleando y dejándome la piel por recuperar el rock&roll".
Apagón de conciertos
Las dificultades a las que se refiere son, entre otras, la prohibición de hacer conciertos en directo, algo que ha tallado el alma de La Iguana en estos ya casi 34 años. "Es el tema raíz", sentencia. El Concello no concede a varios de estos locales la licencia de sala de conciertos, ya que sólo tienen la de pub, aunque algunas está consiguiendo zafarse gracias a una serie de acuerdos y cumpliendo determinadas normativas de aislamiento acústico.
En el caso de La Iguana, uno de los vecinos del inmueble es el que ha declarado la guerra a que vuelva a sonar música en directo; con él ha tratado de hablar Martiña con el fin de acercar posturas y encontrar una solución, pero "no hay manera". También ha intentado obtener un permiso que otorga la Xunta de Galicia, según el cual se puede pedir al Concello realizar una actividad que esté fuera de la habitual del local, que serían 6 conciertos a lo largo del año, pero también se lo ha denegado.
La apertura de miras ha sido, por ejemplo, la de programar a DJ con una propuesta diferente a la que ofrecen los que ya trabajan allí, por ejemplo, los que pinchan música electrónica. Por el momento, es la única forma que tiene para programar algo diferente.
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Mientras sigue recibiendo mensajes y propuestas de grupos que quieren actuar en La Iguana, en esta lucha por encontrar una solución para que la música vuelva a sonar en directo en el Templo del rock de Vigo, Martiña ya sabe quién sería el grupo con el que contaría para cortar esta sequía: Zålomon Grass.
"Yo a estos chicos los admiro muchísimo, y concretamente a McKenzie, que también trabaja conmigo, lo quiero un montón. Es de los que desde el primer día, cuando yo empecé aquí, me ha apoyado siempre muchísimo", explica Martiña. "Son una pedazo de banda rock and roll, y traería después de ellos a mogollón, pero ellos me parecerían un broche fantástico para esa reapertura".
Mirando al 34 aniversario
La nueva gerente hace memoria de algunos conciertos significativos para ella, más allá de todos los grandes grupos y artistas que han pasado por La Iguana a lo largo de su historia; a ambos lados de la barra, sobre dos paredes están colgados los carteles de actuaciones de punk rock de bandas que hoy parece impensable volver a ver en Vigo, como Green Day, Pulley o Lagwagon. Según recuerda, el primero que vivió trabajando en La Iguana fue el de los Black Lips, en noviembre del 2021, y el último que se celebró en la sala fue con motivo del UnderFest, en 2022.
Sin quitarse de la cabeza los conciertos, Martiña ya prepara el que será el 34 aniversario de La Iguana Club, además de su cumpleaños. Para ese fin de semana, ya tiene todo previsto; el viernes, día del cumpleaños, está programado una doble cita con los DJ "de la casa"; por un lado, DJ Cliff, más "old school", y por otro los Komodo Kids. Al día siguiente, el turno es para los Romero Brothers, Edu y Chuti.
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Al aniversario se une también una camiseta conmemorativa, diseño de Martiña. La nueva gerente, además de ser desde antes modelo del merchandising de La Iguana Club, ha ido introduciendo pequeños toques suyos a logo clásico, como unos rayos. Estos son una mirada a David Bowie y su icónica portada del disco Alladin Sane. Más referencias bowieanas se encuentran en uno de los espejos detrás de la barra, donde está escrita la frase We can be heroes just for one day; en otro de ellos, detrás de las botellas de ginebra, una frase de Oasis: I'm feeling supersonic, give me gin and tonic.
Martiña quiere que La Iguana sea la de siempre, la del rock, pero que tenga nuevas miras, que amplifique su altavoz; para ella, siempre habrá un cliente premium, como son sus "puretas", como señala ella destacando el cariño que contiene esa palabra y que engloba a todos aquellos que hicieron de la sala lo que es, y que regresan contadas veces para acodarse en la barra y compartir con ella historias que guardan las paredes del icónico templo.
"Me vaya como me vaya, si al final no consigo reflotar esto con lo que yo creo que tiene que ser, me voy con la cabeza bien alta, tranquila y orgullosa de mí misma por mantener mi idea desde que empecé hasta que me fui, salga o no salga, pero siendo fiel", sentencia Martiña.